Al sentarse sobre el sillón mullido con los pies sobre el reposa brazos se sumergió en la tarea de revisar la urgente misiva que le había sido entregada. Toda la correspondencia proveniente de Londres solía ser «urgente», pues Josephine, su hermana y benjamina de la familia, era especialista en exagerar, James lo tomaba como que la joven era muy pasional y sentía de verdad, no veía nada de malo en ello, así que recibía constantes cartas de parte de ella, anunciando que lo extrañaba muchísimo, que quería ver a John y que estaba tan aburrida en la mansión viviendo tan sólo con Benedict y su madre que estaba segura que perecería en cualquier momento. Circunstancia que se generaba, debido a que, Marcus estaba de viaje al otro lado del mundo desde hace un buen tiempo; Sebastian pasaba largos periodos en su propiedad campestre; Colin, Derek y Nathaniel aún asistían a la universidad; y James se había mudado a las afueras de la capital, no permitía muchas visitas y no había vuelto a ver a su
‒ Debería probar con algún bocadillo, milord ‒ comentó el cochero. ‒ Ya lo hice, y eso sólo lo calmó hasta que se terminó el bocado ‒ dijo algo afligido, no recordaba haberse sentido tan exhausto desde que John tenía meses de nacido y demandaba todo su atención ‒ El clima es muy agradable ‒ comentó elevando el rostro en dirección al cielo, respiró profundamente y abrazó estrechamente a John. ‒ Quizás el señorito quiera caminar un poco ‒ añadió su sirviente observando el espacio en el que se encontraban. No se le había ocurrido esa idea, tenía mucho sentido ya que tenían bastante rato encerrados en el carruaje sin muchas distracciones. Asintió en dirección del cochero con una sonrisa, y posteriormente se inclinó hacia adelante para dejar al pequeño sobre la grama verde, entre flores de colores, John no lo pensó dos veces y comenzó a explorar lo que tenía a su alrededor, pasó sus pequeñas manitas por los pétalos de las flores y por las briznas de hierba que eran más largas que las dem
‒ Muchas gracias por salvar a John ‒ le dijo Cassandra a la muchacha que reparó en ella sólo cuando escuchó que le hablaban. James observaba la escena desde otra perspectiva, estaba detrás de Cassandra y vio como la marquesa extendía los brazos y así, el niño no necesitó más razones para cambiar de persona. ‒ No hay de qué, señora ‒ respondió la mujer, daba el aspecto de ser la institutriz de alguna chiquilla. ‒ Soy Lady Wrightwood y... ‒ inició su amiga pero la joven no espero a escuchar el resto. ‒ Espero que la próxima vez tenga especial cuidado con su hijo ‒ le soltó la mujer y James abrió los ojos como platos ante aquellas palabras. ¿Eran ideas suyas o la mujer acababa de reprender a la Marquesa de Wrightwood ante la mitad de la alta sociedad? ¡Eso era algo inconcebible! ‒ Le aseguro que este accidente no volverá a ocurrir, su padre se encargará de eso ‒ respondió con seriedad y talante ‒. Si hay algo que pueda hacer por usted… ‒ No quiero su dinero, Lady Wrightwood ‒ la co
En su mente, trataba de enmendar lo que había hecho, su desatiendo llevo a su hijo a estar en una situación extremadamente peligrosa y eso no se lo podía perdonar tan fácilmente, él procuraba ser un buen padre, uno presente que le brindaba todo su amor y cariño a su hijo, era la primera vez que había experimentado una circunstancia tan terrible. Su corazón aún no se recuperaba del miedo que sintió en ese fatídico instante, desde el momento en el que no sintió la mano de John agarrando la suya hasta que lo vio salir del Serpentine en brazos de una desconocida. ¡Y esa mujer! La noche prosiguió y sus pensamientos sólo tenían dos temas: por una parte, cuidar de John, y por otra, la actitud impertinente de la joven que tuvo la osadía de echarle un rapapolvo. ¿En qué cabeza cabía que una joven que tenía toda la pinta de ser una institutriz reprendiera a un conde y a un matrimonio de marqueses? Aunque podía sentirse algo satisfecho por la parte en la que el Marqués de Wrightwood casi se s
Salió disparada de la escena como alma que lleva el diablo, se cercioró de que nadie la siguiera y desapareció por uno de los senderos menos transitados, ya que solía estar lleno de barro cada vez que llovía. Su atuendo estaba hecho un desastre, sus botines se llenaron de barro en el camino, el sombrero de paja no tenía remedio y la pelliza pesaba demasiado sobre sus hombros, pero tenía el vestido pegado al cuerpo y por ende, no se la podía quitar o su moralidad se pondría en duda. Llegó a una de las salidas del parque y comenzó a andar, no se atrevería a ir al encuentro de Lady Amelia y Lord Thomas dentro de Hyde Park, eso dañaría sus reputaciones irremediablemente y estaba segura de que ella no quería ser la causante de tal catástrofe. Su tía le había dicho muy expresamente que Lord Rauscher no aceptaba ningún escándalo en torno a su familia, así que Evangeline prometió que ella no causaría ninguno, que sería invisible y que las personas no se tomarían más de dos segundos mirándola.
05 de Mayo de 1811, Londres.El baile de presentación de la joven Lady Penélope dio inicio con un vals de la mano de su primo Lord Thomas, heredero al Marquesado de Rauscher, era joven y apenas había iniciado la universidad, pero tenía el porte de casanova guapo, alto, carismático y poseía la belleza representativa de los Luddington, se encontraban uno al lado del otro mientras caminaban al centro de la pista de baile, más que primos parecían hermanos. Las parejas se fueron uniendo, una a una, a la danza hasta que el espacio se llenó, pero los «Lores B» presentes se quedaron en las cercanías junto a su madre, continuaron conversando de otros menesteres, bromeando y bebiendo champagne, pero no James, pues no podía despegar la mirada de los cabellos oscuros y la divina nuca pertenecientes a la dama recién entrada en sociedad.Estaba embelesado con su andar, la señorita tenía una gracia indescriptible, una elegancia que la hacía brillar y su sonrisa no desaparecía, pero no era una sonris
09 de Julio de 1815, Londres.A la mañana siguiente despertó temprano, si acaso había dormitado durante una hora, ya que estaba pendiente de cualquier cambio que sufriera el pequeño. Las sirvientas volvieron a darle un baño caliente a John, quien ya sonreía y tenía mejor semblante que el día anterior. Por ende, tomó la decisión de sacarlo a tomar sol antes ir a desayunar, tras vestir sus ropas de diario salió de la habitación en dirección a la puerta principal con su hijo en brazos. Frente a la casa había un hermoso árbol donde podían descansar y jugar un rato, no obstante, para cuando salió y comenzó a bajar las escaleras de la entrada jugando con John, pudo percibir a dos personas entrando a la propiedad, era demasiado temprano, no eran ni las siete de la mañana, y debido a eso decidió no perder de vista lo que sucedió a continuación.El benjamín de la familia, Nathaniel, Marqués de Bellingham de tan sólo dieciocho años, se encontraba escabulléndose con, nada más y nada menos, que L
10 de Julio de 1815, Londres.Esa mañana Evangeline se levantó de buen humor, se sentía un poco más calmada, desde el día anterior la lluvia no había dado tregua alguna, el cielo se encontraba gris y nublado, podía observar a través de las ventanas de su alcoba como las personas corrían para resguardarse de la incesante tormenta, no se podía distinguir ninguna figura y las calles estaban enlodadas. Respiró profundamente, alejando sus miedos y tuvo la valentía de sonreír al vidrio que la protegía de las gotas, tras un momento de paz comenzó a arreglarse para ir al gran comedor a tomar el desayuno.Lord Thomas no había dicho que lo sucedido no iba a llegar a oídos de los marqueses, pero lo sintió como un trato implícito, debido al ambiente que tuvo la conversación sobre su acto en el parque junto al Serpentine. Ella sabía que él era consciente de la actitud que tomaría Lord Rauscher si se enteraba que Evangeline había reprendido a los Marqueses de Wrightwood y al Conde de Blakewells, to