Regresó a la mansión Blakewells después de comer con su familia a la hora de la cena, no estaba pasando mucho tiempo en su propia casa, que era uno de sus objetivos principales para poder despojarse de la sensación impersonal que le generaba la vivienda, se sentía como si estuviera viviendo en un lugar ajeno, pero en ese momento se encontraba satisfecho de que esa tarde las diferencias entre Benedict y Josephine se hubieran resuelto, ya que recordaba ocasiones en las que sus hermanos se reñían durante semanas, pero eso sucedía más que todo entre los hermanos menores o entre Benedict y Marcus, y definitivamente la última opción era de las más fuertes, dado que ambos tenían ideas muy diferentes.Al día siguiente no hizo gran cosa, se mantuvo en su hogar junto a John, a quien llevó a dar un paseo a caballo, para luego pasar la tarde jugando en el jardín, además hicieron algo parecido a un picnic. Ese día no fue a visitar a su familia, pues sabía que aunque no sería una gran festividad, t
Evangeline se sentía esa mañana más en calma, a pesar de que hace unos días había sido descubierta por una chica que trabajaba precisamente para los Marqueses de Wrightwood, parecía que la susodicha aún no había destapado la olla, pues no se manifestaban señales de que la joven hubiera abierto la boca y desembuchado todo lo que sabía, nadie había ido a la mansión de los Marqueses de Rauscher a por ella y tampoco sus tíos habían mencionado palabra al respecto, lo que le aliviaba en gran medida.Se encontraba tomando el desayuno, alrededor de las nueve de la mañana, sin compañía alguna cuando escuchó que tocaban la puerta principal, ella no tenía visitas así que ni se molestaba en preguntar quién podría ser, pero dependiendo de la persona ella debía acompañar a Amelia, y estaba casi segura de que estaban buscando a su prima, ya que Lord Thomas no se encontraba en la mansión y sus padres tampoco. Aunque sí realmente la persona que había arribado conocía a Lady Amelia debía saber que esta
La puerta principal de la Mansión Bellingham había sido tocada hace unos minutos atrás pero no le había prestado nada de atención por la interesante conversación que mantenía con su hermano mayor, al fin sabía exactamente la razón por la cual había sido llamado a Londres. No obstante, James sentía algo de curiosidad por saber quién podría ser la persona que había irrumpido en la velada privada, era de conocimiento general que los gemelos cumplían años ese día pero él pensaba que nadie se atrevería a aparecer sin una invitación formal, sería un acto muy indiscreto e imprudente. Mientras se acercaban a las puertaventanas que llevaban a la celebración logró escuchar un poco de la conversación que se llevaba a cabo en el jardín.‒ Verá, necesito hablar con su esposo, pero no lo veo por aquí ‒ escuchó a lo lejos una voz femenina muy familiar, achicó los ojos tratando de escuchar mejor para poder recordar.‒ ¿Esposo? ‒ exclamó Sebastian alarmado.‒ Cassandra, cállate ‒ logró escuchar a lo
19 de Julio de 1815, Londres.Desde el momento en el que Benedict le había entregado el sobre cerrado en sus manos, todo el asunto le causaba a James una sensación muy extraña, mas cuando abrió la misiva y comenzó a leer el contenido en su interior, palabra por palabra, un escalofrío le recorrió el cuerpo, tensó su columna vertebral en toda su longitud por la impresión que le causaba cada frase, la saliva dentro de su boca la notaba más densa y difícil de tragar, unas pocas gotas de sudor frío le bajaban por las sienes, comenzó a mover la punta de su bota derecha haciendo un molesto ruido contra el piso, se sorprendió sobremanera que su hermano no le hubiera dicho nada al respecto, pero suponía que este sabía que la carta tenía un aura misteriosa, la sensación de que algo importante estaba sucediendo, dado que lo miraba sin ninguna expresión en particular, aguardaba pacientemente por James para que le dijera lo que estaba sucediendo. Además de todo eso, los latidos de su corazón comen
Evangeline se mantenía alerta cada vez que escuchaba a alguien acercarse a la puerta principal, pues si Amelia regresaba con la Marquesa de Wrightwood debía salir corriendo y esconderse debajo de las piedras.‒ ¿Qué sucede, Amelia? ‒ preguntó a su prima, quien venía entrando a la mansión con una cara de pocos amigos en compañía de un caballero alto y muy guapo, demasiado guapo diría ella, para la salud de las jovencitas virginales que seguramente se desvanecían en su presencia.‒ Sucede que este ha sido el día más vergonzoso de mi existencia ‒ se quejó con grandilocuencia ‒. Mi hermano debe estar en el despacho, Lord Brightwall ‒ se dirigió al joven que estaba junto a ella mientras señalaba al pasillo que daba a la estancia mencionada. El caballero vestía unas ropas finas y su porte era agraciado, lo que a ella le llamaba más la atención era una sortija dorada con una piedra amarilla que destellaba sin medidas en el dedo anular de su mano derecha. Evangeline se percató de que era uno
Tras seguir charlando acerca de la vida de Lady Wrightwood, su esposo, su próximo casi posible divorcio y su futura caída en la alta sociedad, dieron el almuerzo de Amelia por terminado y salieron juntas de comedor en dirección al corredor que daba al vestíbulo.‒ Muchas gracias, Eva, por siempre estar aquí para mí ‒ la tomó de ambas manos, la joven tenía las suyas enguantadas y ella añoró sus propios guantes, no tenía un segundo par y no quería pedirle a su tía que le comprara alguno, así que sonrió con nostalgia tratando de disipar las lágrimas que se le querían acumular en los ojos.‒ No tienes nada que agradecer, Amelia, me alegra mucho estar aquí y convivir con ustedes ‒ sonrió con agrado y elevó el rostro para mirarla a los ojos, su prima era más alta que ella pero estaban casi a la misma altura.‒ ¿Incluso cuando Thomas es un fastidio? ‒ le preguntó con una sonrisa pícara en complicidad, una de las actividades favoritas de Amelia era quejarse y burlarse de su hermanos mayor,
James no pensó en nada más y se enfocó en la empresa que traía entre manos, celosamente guardó la carta de nuevo en el bolsillo interno de su chaqueta, ahora tenía una nueva resolución, tomó su carruaje y le indicó al cochero el destino al que debían llegar. El camino se le hizo eterno, mientras atravesaban las calles de adoquines con el bullicio de la ciudad, él se sentía inquieto y lo demostraba repiqueteando la punta del pie izquierdo contra la madera del piso del carruaje, estuvo a punto de llevarse los dedos a la boca para morder sus uñas pero se refreno de ese hábito tan desagradable, el cual ni siquiera practicaba. No obstante, realmente habían llegado en un santiamén a la mansión de los Rauscher, se bajó con presteza del transporte, acomodó sus ropas, enderezó su chaqueta y se encaminó a la puerta principal de la vivienda, la morada de los Rauscher era gloriosa con columnas adornadas, era de las más opulentas de la alta sociedad, aunque nada se comparaba con la mansión de Seba
‒ Por supuesto que podemos ‒ agregó Lord Thomas acercándose a la joven, y tomándola del antebrazo prosiguió ‒. Es cierto que no tenemos la mejor relación con el Conde de Blakewells, pero eso no te da el derecho de faltarle el respeto. Eso sin mencionar que aún no descubren que eres parte de nuestra familia, porque en el momento que lo sepan será… ‒ Yo no soy parte de su familia, Lord Thomas ‒ respondió la joven con la voz quebrada ‒ Soy simplemente la acompañante de su hermana y le pido que me suelte ‒ pero antes de que Thomas decidiera soltarla o no, ella se zafó de su agarre. ‒ A Cassandra le encantaría conocerla ‒ dijo Edward tras un silencio prolongado ‒ Se siente en deuda con usted por salvar al pequeño vizconde ‒ agregó, ya que nadie decía nada, James ya no tenía ganas de decir nada más, había ido a por una disculpa y se encontró con más reproches. Pudo observar como el acompañante de Edward no se perdía ni un detalle de lo que estaba sucediendo. Dejó de pensar por un momento