Antes de que me maten por los epílogos, ya comunique que iba a hacer una especie de mini historia con todos, algo así como: UNA NAVIDAD ENTRE AMIGOS. Y para eso, necesito tener toda la información, ya que sacare parejitas de los hijos de estos bombones. Si quieren mañana empiezo con la de Salvatore. Las amo y mil gracias por acompañarme en esta historia. Si les gusto, me lo hacen saber, ya saben que los comentarios ayudan a crecer la novela en la plataforma. Y si no, bueno... igual las amo. ¡Besos!
EL SABOR DE LA VENGANZA SIPNOSIS: Salvatore Mancini se casó enamorado, pero, pronto, descubrió que su nueva esposa, no era más que una interesada y para colmo lo engañó con su socio, escapó con sus hijos y lo dejó sumido en el más profundo dolor. Él solo cuenta los días para descubrir su paradero y hacerle pagar por su traición. Sídney Prescott recobró el conocimiento después de un trágico accidente y por desgracia no recuerda nada. Y lo primero que vio fue a un hombre atractivo llamarla su esposa, pero la miró con desprecio y la acusó de haber hecho cosas que no podía recordar. No obstante, su marido despierta en ella sensaciones y sentimientos que no puede entender y Sídney comienza a cuestionarse si de verdad es esa mujer cruel que todos señalan. ¿Cómo podría ser capaz de escapar con otro hombre y secuestrar a sus propios hijos? ¿Cómo podía recuperar el amor de su marido y demostrar que no era la mujer que todos odiaban? Pero, Salvatore está decidido a hacerle pagar cada una d
CAPÍTULO 2 Su intento de protesta apenas si fue audible en el cuarto cargado de tensión. El estallido de una amarga carcajada de Salvatore le produjo una sacudida. —Tú planeaste encontrarte con él cuando te fuiste de aquí, ¿no es cierto, Sydney? Estuviste con él todo este tiempo, esperando, ¿verdad, pequeña golfa intrigante? —se inclinó hacia ella por encima de la cama. La furia que ardía en su mirada que resultaba impresionante por su intensidad. —¿En dónde está mi hijo, perra? ¿Por qué tipo de infierno planeas hacerme pasar esta vez? —el odio vibraba en su voz. Rick lo observaba, sin decir nada, pero su cuerpo permanecía en tensión. La muchacha tendida en la cama se limitó a mirarlo también, confusa y asustada. «¿Por qué estaba tan furioso aquel hombre? ¿Quién era Dominic Caruso? ¿En dónde había estado ella con él? ¿Y por qué le interesaba eso? ¿Cómo suponía que ella sabía dónde estaba su hijo?» Eran preguntas para las que no tenía respuestas. —Intento recuperar a mi hijo, Syd
CAPÍTULO 3Sydney se encogió ante la condena que había en el escrutinio amenazador de su esposo.—¡Qué absurdo! ¡Eres un tonto, Rick! Tú deberías conocerla mejor que la mayoría de los hombres con los que se ha acostado. Deberías comprender que mi dulce y pequeña esposa sabe con exactitud lo que hace, en todo momento. El destino que lleva puede ser un secreto absoluto para el resto del mundo, pero ella sabe siempre hacia dónde va.Rick se estremeció ante el desprecio que revelaba su voz, pero guardó silencio. La risa de Salvatore pareció desnudar al médico en alguna forma que Sydney no comprendió, y lo dejó indefenso. Lo vio meter los puños en los bolsillos de su chaqueta. Tenía los ojos fijos con expresión helada, en la cara desdeñosa de su amigo.Pero Salvatore Mancini no se fijó en él. Contempló a la mujer acostada sobre la cama con visible disgusto pintado en su rostro.—¿Cuándo esperas que pueda recordar quién es y lo que ha hecho? —su clara voz aguda cortaba el aire como si fuera
CAPÍTULO 4. En las siguientes dos semanas. Ella se adaptó a la rutina del hospital, los días iban y venían. Sus huesos comenzaron a soldar para la satisfacción de Rick. Las inflamaciones que produjeron los golpes cedieron poco a poco. Se curaron sus costillas rotas y los dolores de cabeza desaparecieron. —Serafina se va a casa hoy —anunció, la enfermera, asomando la cabeza dentro de la habitación. A ella le agradaba mucho Sydney, que comenzaba a considerarla como una amiga. Era ella la que le llevaba noticias diarias sobre el progreso de la niña. —La vestirán en una hora. Salvatore vendrá a recogerla. ¿Te gustaría verla antes de que se marche? Creo que podría hacer arreglos para ello. Serafina estaba en el área infantil del hospital. Sydney, hizo una ligera mueca de tristeza y movió la cabeza con un gesto negativo. —Es muy pequeña para entender, creo que será mejor que espere un poco y me vea cuando tenga otra vez aspecto de ser humano —murmuró, con la tristeza reflejada en sus o
CAPÍTULO 5El sábado siguiente le quitaron el yeso del brazo. Esa tarde, la enfermera llegó cargada de ropa femenina.—¡Qué suerte tienes! Te trajeron estas cosas para que te las pongas —dijo, al mismo tiempo que extendió sobre la cama delicadas prendas íntimas de seda y productos de uso personal. —¿Me han dado de alta? —preguntó Sydney. Rick no había hecho todavía su visita acostumbrada y el día anterior no le mencionó nada.—Sí. Todo ha sido arreglado ya, ese precioso ejemplar de hombre con él que estás casada te espera afuera—comentó la mujer sonriendo—. Y no con mucha paciencia, lamento decirte —la simpática enfermera lanzó un suspiro melodramático—. Algunas mujeres tienen toda la suerte del mundo. Debe ser maravilloso estar casada con un hombre así y ser adorada por él. ¿Qué te parece si te lo cambio por esto?Le ofreció una pluma que había suelta sobre la cama.—¿Una pluma? —Sydney se echó a reír.—Sí, así las dos nos divertimos. Yo con Salvatore y tú haciéndote cosquillas con
CAPÍTULO 6«¡Tienes que ayudarme! No va a pasar nada, puedes hacerlo…»Sydney sollozó, invadida por un dolor de cabeza indescriptible. Se hundió en la seguridad de los brazos que la rodeaban, en su esfuerzo por escapar de la pesadilla.Recuperó la lucidez al escuchar la suave voz que parecía ser un eco. Salvatore, inclinado sobre una rodilla, sostenía su cuerpo tembloroso entre sus brazos. Su asombrada expresión era una mezcla de desolación y gentileza, mientras la acariciaba con ternura, en un intento por tranquilizarla. Apretó la cabeza de ella contra la curva de su hombro, y empezó a decirle palabras tranquilizadoras. La chica tembló, entonces aspiró grandes bocanadas de aire. Encontró consuelo en el latido fuerte y rítmico del corazón que quedaba bajo su mejilla y en el calor de los brazos que la oprimían con tanta seguridad. Sus dedos se aferraron a él.—¿Qué recordaste, Sydney?Ella se estremeció y se dio cuenta, de pronto, de los brazos que la sostenían, se enderezó y se apartó
Capítulo 7 Salvatore iba pensativo cuando el automóvil pasó debajo del impresionante arco en que estaba pintada las letras “TERRANOVA” Al preguntar ella qué significaba aquello escrito en italiano, él se lo tradujo al inglés. —¿Más falta de memoria, Sydney? —se burló él. Ella lo miró irritada; pero entonces recordó su resolución y le sonrió con una dulzura que no pasó inadvertida. Su boca hizo una mueca de disgusto, al reconocer el cambio de tácticas de ella. —Está bien —dijo él —. El nombre es italiano. Mi tatarabuela era italiana y heredó la mayor parte de este valle. Como mi inteligente antecesor italiano se enteró de esto, se casó con ella y desde entonces hemos logrado conservar en la familia la propiedad. Era ya enorme al iniciarse, pero la hemos ido agrandando, con el curso del tiempo. ¿Contesta eso tu pregunta? —Sí, gracias. ¿Por qué se llama Terranova? —Siempre hemos tenido caballos aparte uvas, generalmente están libres en las colinas. Pasaron por una pista donde un a
CAPÍTULO 8 Sydney recibió en sus brazos a la niña y a pesar de que no recordaba a aquel pedacito de gente, no había la menor duda respecto al cariño que la pequeña sentía por su madre. Serafina la conocía y la amaba. «¡Cielos, de verdad soy la esposa de Salvatore!» Desde que recuperó la conciencia y le dijeron que estaba casada con ese hombre que era un desconocido para ella, estaba segura, en el fondo de su alma, de que debía ser un error, que se aclararía con el tiempo, pero el reconocimiento instantáneo de la niña hizo desaparecer su esperanza de no estar casada con él. La niña se aferró a ella, feliz de haber encontrado a su adorada mamá. Sydney contuvo las lágrimas y no estaba segura si lloraba porque sus esperanzas se habían desvanecido o por la niña que estaba ahora en sus brazos. Alisó los cabellos, del mismo color de los de Salvatore, retirándolos de la carita de la niña, y la besó. Al levantar la vista, la sorprendió una expresión de asombro e incredulidad en el rostro s