En el capítulo anterior, hubo un error con el nombre de la protagonista. Me disculpo, la razon es que estoy con otra historia y se me cruzan los cables. ¿Lección aprendida? Si, trabaja en un proyecto a la vez.
CAPÍTULO 29 El rostro del detective permaneció impasible. Sonrió con suavidad y suspiro. —¿Quién eres, entonces? —Soy Elizabeth Prescott — su voz se perdió entre sus sollozos ― Soy hermana gemela de Sydney. Se fue de casa desde joven, se comunicaba poco con nosotros y un día apareció, pidiéndome que viniera a Italia con Dominic Casano y con Serafina. No estaba de acuerdo, pero él… él tenía una pistola... —sus sollozos ahogaron su voz por un momento—. Pensé que iba a matarnos, así que luché contra él, en el automóvil, la pistola se disparó y yo... lo maté. Fue entonces que el coche se salió del camino y se cayó al precipicio. —Ok, está bien… cálmate — acaricio la cabeza de Elizabeth y, con gentileza —. Ya hablaremos. Más tarde la llevaron al hospital y en él la condujeron al hospital y Rick la estaba esperando. Le hicieron un minucioso examen, buscando fracturas o contusiones que pudiera haber sufrido. De repente comenzó a sentirse mareada, con náuseas y vomitó. —Vamos, a la cama
CAPÍTULO 30Se había ido de su vida para siempre, con el rostro lleno de profunda tristeza, volvió su atención hacia las dos personas que en otro tiempo significaron todo para ella. Nick comprendió la tensión de ella y la acostó con suavidad en la almohada. —¡Elizabeth, mi amor… pensábamos que te habíamos perdido para siempre! —su madre acarició su cabello, retirándolo de la frente—. ¿Qué te sucedió? Parece que te hubiera tragado la tierra.—Lo sé, madre. Cuando llegué al lugar acordado, Sydney se encontraba con ese hombre, Dominic. Me suplicó que trajera a Serafina a Italia como un favor muy especial para ella. Parecía aterrorizada con la idea de hacerlo ella misma, pero insistió en que la niña debía ser traída aquí—suspiró—. Ya sabes que nunca he podido negarme a lo que ella me pide.Su madre se llevó una mano a la boca y ahogo el sollozo que amenazaba con salir.―¿Quiere decir…?―Sí, mama… ―su voz se apagó cuando tuvo que reconocer que Salvatore era el esposo de su hermana ―… se c
—No te preocupes. No me mires así. Lo encontramos, ¿sabes? O más bien, lo que queda de él —le sonrió con gentileza—. Salió despedido del automóvil y cayó quinientos metros, río abajo —se detuvo y observó la expresión desesperada de ella—. Es muy probable que haya muerto antes de que se diera cuenta de qué era lo que había ocurrido.—¿En… encontraron su… su pistola? — pregunto tragando saliva.—¿Qué pistola? —la sonrisa de Rocco fue enigmática y no le reveló nada—. No encontramos ningún arma y sus restos no mostraron huella de herida de arma de fuego.—Pero estoy segura de que yo le disparé —Elizabeth se obligó a confesar con no poco esfuerzo.—Estoy seguro de que merecía ser baleado—comentó Rocco con tranquilidad—. Es probable que hayas fallado. ¿Qué sucedió?—Los dos íbamos sentados adelante —recordó —. Serafina estaba llorando. Él ya la había asustado un par de veces. Cuando me negué a exigir dinero por la seguridad de Estéfano, el hombre empezó a vociferar como un loco, fue terribl
CAPÍTULO 32Salvatore no fue a visitarla y no se había presentado todavía cuando Nick llegó al día siguiente, a decirle que tenía que marcharse. —Estoy seguro de que tú te alegrarás de no tener que verme más, ¿no es así? —su dolor lo hacía agresivo—. Supongo que no puedo culparte por lo que pasó, pero eso no impide que me moleste. Si no tuviera que volver ahora mismo, me quedaría aquí, para luchar por ti —la miró con expresión sombría—. Tal vez sea mejor para todos que no pueda quedarme. Quizá te veré de nuevo, si alguna vez vuelves a Chicago. —¡Nick! Siento todo lo que ha pasado. Pero sucedió, ¿sabes? Lo lamento, pero no puedo hacer nada al respecto. —No puedes lamentarlo más de lo que lo lamento yo —sonrió con amargura — Me voy Eli, antes de que me ponga ridículo y sentimental. Se inclinó sobre ella y le dio un beso; sin embargo, ella no respondió a la caricia. Elizabeth se quedó inmóvil, lamentando su partida. «¡Qué gran enredo había hecho el destino!» No podía imaginar siqui
CAPÍTULO 33Sus ojos la devoraron.—Vístete, mi amor…Elizabeth se quedó inmóvil, mirándolo, mientras la furia crecía dentro de ella. Sostuvo con fuerza la toalla y luchó sin éxito por contener la rabia que la invadía.—¿Cómo te atreves? —rugió—. ¿Cómo te atreves a venir aquí, después de tanto tiempo, sentarte como si fueras el señor del universo y decirme que me vista?—Así que me echaste de menos, ¿eh? —comentó el tranquilo.—¡No, maldita sea! No te extrañe para nada. Di gracias a Dios de que saliste de mi vida.—¡Cuidado, cara mía! No abuses de mi paciencia. Aceptaré tu arrebato, únicamente porque enviaste de regreso a tu amante.Se puso de pie, en actitud amenazadora, para pararse delante de ella. Elizabeth se estremeció y retrocedió instintivamente.—Nick era mi prometido, no mi amante.—Estás en lo correcto, era… —la áspera risa de Salvatore estaba llena de satisfacción— Y seguirá siendo así el resto de tu vida, amore.—Sí. Se fue. No podía volver con él después de lo que había
CAPÍTULO 34—Pero, lo pude convencer, de que te amaba con todo mi corazón y de que no me había aprovechado de las circunstancias en que te encontrabas.Elizabeth se ruborizó.—Pero lo hiciste, ¿no es cierto?—Ah, pero no lo hice hasta que estaba ya casi loco de desesperación. Ningún hombre ha sufrido lo que yo, amore. Conocía y despreciaba a Sydney, no podía perdonarla por lo que me había hecho. Y, sin embargo, me estaba enamorando irremediablemente de la mujer que tanto odiaba. Casi perdí la razón.―¿Y cómo es que mi hermana se divorció de ti así nada más? ¿Ella té... quiero decir, tuviste que darle dinero para obtener el divorcio?—No tenía que hacerlo, pero lo hice, cara. Era la forma más fácil y rápida de obtener lo que quería. Al mismo tiempo, me estaba librando de una vez por todas el único elemento nocivo de mi vida.—Me asombra mucho que haya aceptado, a menos que le hayas ofrecido una enorme suma — dijo y lo miró, comprendiendo que él no iba a decirle más—. Solo espero que ha
En algún lugar de Chicago… —Honestamente, Salvatore — digo, mientras mi mundo permanece en la oscuridad detrás de una venda de seda —No sé de qué se trata todo este secreto, soy mala para las sorpresas. Sus manos están sobre mis hombros llevándome ... a alguna parte. Todo comenzó hace unas seis horas cuando condujimos a un campo de aviación privado y él me acompañó a un avión, el suyo, mi flamante esposo, ahora era dueño de un avión más lujoso y moderno. Me vendaron los ojos durante la duración del vuelo, lo que sinceramente no fue tan malo porque, bueno, era lo único que llevaba puesto la mayor parte del tiempo. El embarazo, parece haber hecho el sexo más placentero y ¿quién soy yo para no ceder a mis placeres y los de mi hombre? Después de que él me vistió y aterrizamos, me llevó a un auto. Condujimos aquí, donde sea que estuviera. Todo el tiempo se negó a decirme dónde estábamos y hacia dónde íbamos. —Ya casi llegamos —me dice al oído. Suspiró, dejándome consolar en su calidez
ELIZABETH. Estaba sentada en la oficina cuando recibí una llamada, mis ojos se abrieron de sorpresa cuando recibí la noticia. Era Bob. Han pasado el tiempo y ahora mi pequeña Serafina, es toda una mujer y pronto se convertirá en madre. Bob es su esposo. Me levanté del asiento con rapidez y corrí a la oficina de mi guapo marido, es increíble que aun cuando han pasado años y ya está casi en sus cincuenta, no deja de ser atractivo y varonil. Confieso que me declaro enamorada de su cabello plateado, aunque no es completamente de ese color, sus sienes tienen ese toque que lo hace ver más interesante. Abro la puerta con rapidez y Salvatore está atendiendo una llamada, me hace un gesto de que espere y no puedo contener mi ansiedad por decirle que nos convertiremos muy pronto en abuelos. Actualmente, vivimos en Chicago, la hacienda, sigue perteneciendo a la familia Mancini, es parte de la identidad de la familia. Siempre que podemos viajamos y subimos a nuestra montaña privada, dónde nos