CAPÍTULO 6«¡Tienes que ayudarme! No va a pasar nada, puedes hacerlo…»Sydney sollozó, invadida por un dolor de cabeza indescriptible. Se hundió en la seguridad de los brazos que la rodeaban, en su esfuerzo por escapar de la pesadilla.Recuperó la lucidez al escuchar la suave voz que parecía ser un eco. Salvatore, inclinado sobre una rodilla, sostenía su cuerpo tembloroso entre sus brazos. Su asombrada expresión era una mezcla de desolación y gentileza, mientras la acariciaba con ternura, en un intento por tranquilizarla. Apretó la cabeza de ella contra la curva de su hombro, y empezó a decirle palabras tranquilizadoras. La chica tembló, entonces aspiró grandes bocanadas de aire. Encontró consuelo en el latido fuerte y rítmico del corazón que quedaba bajo su mejilla y en el calor de los brazos que la oprimían con tanta seguridad. Sus dedos se aferraron a él.—¿Qué recordaste, Sydney?Ella se estremeció y se dio cuenta, de pronto, de los brazos que la sostenían, se enderezó y se apartó
Capítulo 7 Salvatore iba pensativo cuando el automóvil pasó debajo del impresionante arco en que estaba pintada las letras “TERRANOVA” Al preguntar ella qué significaba aquello escrito en italiano, él se lo tradujo al inglés. —¿Más falta de memoria, Sydney? —se burló él. Ella lo miró irritada; pero entonces recordó su resolución y le sonrió con una dulzura que no pasó inadvertida. Su boca hizo una mueca de disgusto, al reconocer el cambio de tácticas de ella. —Está bien —dijo él —. El nombre es italiano. Mi tatarabuela era italiana y heredó la mayor parte de este valle. Como mi inteligente antecesor italiano se enteró de esto, se casó con ella y desde entonces hemos logrado conservar en la familia la propiedad. Era ya enorme al iniciarse, pero la hemos ido agrandando, con el curso del tiempo. ¿Contesta eso tu pregunta? —Sí, gracias. ¿Por qué se llama Terranova? —Siempre hemos tenido caballos aparte uvas, generalmente están libres en las colinas. Pasaron por una pista donde un a
CAPÍTULO 8 Sydney recibió en sus brazos a la niña y a pesar de que no recordaba a aquel pedacito de gente, no había la menor duda respecto al cariño que la pequeña sentía por su madre. Serafina la conocía y la amaba. «¡Cielos, de verdad soy la esposa de Salvatore!» Desde que recuperó la conciencia y le dijeron que estaba casada con ese hombre que era un desconocido para ella, estaba segura, en el fondo de su alma, de que debía ser un error, que se aclararía con el tiempo, pero el reconocimiento instantáneo de la niña hizo desaparecer su esperanza de no estar casada con él. La niña se aferró a ella, feliz de haber encontrado a su adorada mamá. Sydney contuvo las lágrimas y no estaba segura si lloraba porque sus esperanzas se habían desvanecido o por la niña que estaba ahora en sus brazos. Alisó los cabellos, del mismo color de los de Salvatore, retirándolos de la carita de la niña, y la besó. Al levantar la vista, la sorprendió una expresión de asombro e incredulidad en el rostro s
CAPÍTULO 9 Se sentaron ellos dos y la abuela, a la mesa decorada con exquisito gusto y alumbrada con velas. La suave luz se reflejaba en las superficies pulidas de los inapreciables muebles antiguos. Un sirviente italiano llamado Armando sirvió la deliciosa comida, moviéndose de un lado a otro con natural soltura. Leticia, que era hermana de Lupe, que Sydney descubrió posteriormente, entraba de vez en cuando a ayudarle. Armando era el hermano mayor de las dos. La madre, Leona, cocinaba y manejaba la casa con indiscutible eficiencia. Salvatore se sentó en la cabecera, con expresión fría y lejana. Sydney no intervino en la conversación entre él y su abuela. La anciana, con la espalda recta y actitud imperiosa, se sentaba a la izquierda de su nieto. No la tomó en cuenta, en ningún momento, la presencia de la mujer sentada frente a ellos, era como si no existiera. Salvatore habló con su abuela de los acontecimientos del día, de las condiciones de los viñedos y de los negocios de la imp
CAPÍTULO 10Despertó al sentir la mano de su marido en el hombro, él, la sacudió ligeramente.—¡Despierta, Sydney! Es hora de levantarse.—No, tengo sueño, un poco más, ¿Sí?—contestó somnolienta, pero, de pronto, recordó los sucesos de la noche anterior y abrió los ojos. Se sentía turbada por su comportamiento.—. ¿Qué hora es? —preguntó, al ver que estaban encendidas las lámparas y afuera estaba oscuro.—Ya te dije… hora de levantarse. Date prisa porque quiero desayunar dentro de quince minutos. Ponte ropa para el frío. Siempre inspeccionó los viñedos en cuanto amanece.Salvatore no parecía con ánimo de evocar los sucesos de la noche anterior. Sydney lanzó un suspiro de alivio y de gratitud. Tomó la bata que él arrojó hacia la cama y se la puso, mientras él descorrió las cortinas de las ventanas.Estaba vestido con jeans azules deslavados y una camisa blanca, arriba una chaqueta de cuero negro, le daba un toque varonil. Se había afeitado y su cabello negro estaba peinado con cierto d
CAPITULO 11A medida que la mañana avanzaba. La abuela hacia una inspección específica de los viñedos o para observar lo que hacían los trabajadores y comentarlo con su nieto. No dirigió una sola palabra a la mujer sentada junto a ella en las dos horas que duró el recorrido.Cuando volvieron, cruzó las puertas dobles, delante de Salvatore, y subió corriendo la escalera, con su esposo detrás de ella. Cuando llegó a la puerta del vestidor de su dormitorio, le preguntó con frialdad.—¿Cómo debo vestirme?—Vas a estar en la oficina todo el día. Quiero que dejes a Serafina con Lupe hoy. Ella puede cuidarla muy bien y no creo que sea bueno para la niña estar encerrada en la oficina, necesita aire libre y sol.—Pero, sin duda, yo soy más capaz que Lupe de cuidar a mi propia hija —protestó Sydney con aspereza—. Y, desde luego, no me entusiasma nada la idea de pasar el día encerrada en tu oficina.—Tal vez no —rio sin entusiasmo— pero mi intención es que lo hagas, mi amor. Prepárate para irnos
CAPÍTULO 12—¿Qué pasa, Sydney? —él se lanzó sobre ella con rapidez —. Acabas de recordar algo. ¿Qué es? ¡Dímelo! —la asió con fuerza de los hombros.El fuego danzaba en sus ojos y destruyó su voluntad. Así que se lo dijo. Él la soltó con la misma brusquedad con que la agarro y la hizo tambalearse. Se dio la vuelta y se fue por el sendero que conducía a las oficinas.Sydney lo siguió en silencio, sintiéndose miserable. Vestía un vestido azul marino, que era lo más apropiado que encontró en su fabuloso guardarropa para una oficina. Salvatore la dejó en el área de recepción y pareció olvidarse de ella, contrario a su actuación de hacía un momento.Se sentó, cruzó sus esbeltas piernas y se dedicó de nuevo a leer boletines del gobierno sobre la industria vitivinícola. Su contenido le interesó, los leyó con cuidado y absorbió toda la información que pudo. Hizo una lista mental de cosas que no entendía, para preguntárselas, si alguna vez él decidía hablar con una persona normal.Tiempo desp
Capítulo 13 Su desafío era innegable. Sydney levantó la cabeza, llena de orgullo, y sus ojos azules se oscurecieron. Hizo un leve movimiento de cabeza hacia la mujer y se volvió hacia Salvatore. —¿Podemos irnos a almorzar ahora, mi amor? —preguntó, sintiendo en el fondo de su mente que había aceptado el reto que le había lanzado la otra. Se obligó a dar un tono alegre a su voz—. Me estoy muriendo de hambre y me gustaría saber cómo está Serafina. Oyó cómo la mujer lanzaba una leve exclamación ahogada, al comprender que ella estaba estableciendo con claridad sus derechos. Sydney sonrió por dentro, mientras introducía su brazo en el de Salvatore, este la miró un poco desconcertado, pero se despidió de su secretaria y salió con ella. Serafina los recibió con expresión de felicidad. Para sorpresa de Salvatore, empezó a hablar, hilando unas cuantas frases. —No había hablado antes —le dijo a Sydney muy serio—. No sabía que ya podía hacerlo. Ella recordó ahora que la niña solo había usa