CAPITULO 11

CAPITULO 11

A medida que la mañana avanzaba. La abuela hacia una inspección específica de los viñedos o para observar lo que hacían los trabajadores y comentarlo con su nieto. No dirigió una sola palabra a la mujer sentada junto a ella en las dos horas que duró el recorrido.

Cuando volvieron, cruzó las puertas dobles, delante de Salvatore, y subió corriendo la escalera, con su esposo detrás de ella. Cuando llegó a la puerta del vestidor de su dormitorio, le preguntó con frialdad.

—¿Cómo debo vestirme?

—Vas a estar en la oficina todo el día. Quiero que dejes a Serafina con Lupe hoy. Ella puede cuidarla muy bien y no creo que sea bueno para la niña estar encerrada en la oficina, necesita aire libre y sol.

—Pero, sin duda, yo soy más capaz que Lupe de cuidar a mi propia hija —protestó Sydney con aspereza—. Y, desde luego, no me entusiasma nada la idea de pasar el día encerrada en tu oficina.

—Tal vez no —rio sin entusiasmo— pero mi intención es que lo hagas, mi amor. Prepárate para irnos
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