CAPÍTULO 15Esa tarde la llevó en avión a Roma, en el lujoso jet ejecutivo que estaba esperando en la pista aérea de la hacienda y que él mismo piloteaba. Cuando llegaron al aeropuerto que estaba en el sur de la ciudad, un BMW plateado, estacionado en un hangar privado, los aguardaba.Salvatore la llevó a la ciudad, a tiempo para su cita con Rick. Se había mostrado malhumorado y silencioso durante el vuelo. Seguía mostrándose inabordable cuando llegaron al consultorio. Después se fueron de compras. Salvatore tomó la pequeña lista que ella había preparado, la miró y se rio, lleno de desprecio. La metió en el bolsillo del pantalón y procedió a guiarla a través de la ciudad. No prestó atención a la falta de interés de su esposa, ella estaba demasiado agotada, emocionalmente, para luchar con él.Sydney se sentó tan pronto llegaron a una tienda y, en silencio, lo vio reunir a las babeantes vendedoras y darles instrucciones de lo que él quería. Parecía tan arrogante como un rey y además gu
CAPÍTULO 16 Sydney disfrutaba grandemente de las cabalgatas, se sentía muy tranquila en la silla y no temía el movimiento de su montura. Su marido la observaba sin hacer comentarios. Ella se preguntó dónde había aprendido a montar y por qué Salvatore no se había dado cuenta antes que sabía hacerlo. No tardó en renunciar al intento de averiguarlo y se dedicó a disfrutar del placer que le producían los paseos a caballo. Los días empezaron a seguir una rutina fija a partir de entonces. Todas las mañanas desayunaba y se iban a visitar una área diferente de los viñedos y a Sydney le encantaba esa parte del día. Después de cambiarse a ropa más formal, para el trabajo, se dirigían a la oficina. Ella trabajaba con Silvana, se mostraba indiferente a la antipatía que le demostraban algunas mujeres en la oficina y respetaba a Sol y a su aparente deseo de mantenerse alejada de ella. Melanie era otra cosa, la mujer la miraba siempre de una forma que proyectaba un odio venenoso. Exageraba cualqui
CAPITULO 17 A la mañana siguiente, se dirigió a la caballeriza. Después de escuchar la conversación y el secreto de su cuñado, no se atrevió a decir nada y ni siquiera le hizo el mínimo comentario a su marido. Por otro lado, también estaba el hecho de que según todos había hecho tantas cosas malas, cosas que ella no podía recordar, pero que la atormentaban. El sol se sentía tibio a través de la seda del vestido que llevaba. Bella la recibió con un suave relincho y entró en el cubículo de la yegua y le dio a comer la manzana, conteniendo a duras penas las lágrimas. —¡Tú si me quieres, ¿Verdad?! —murmuró —. ¿Qué voy a hacer? Todos me odian y yo me odio a mí misma. He arruinado tantas vidas… —inclinó la cara contra el cuello del animal, sintiéndose agobiada de cansancio—. Y ni siquiera sé qué he hecho con Estéfano Marco estaba de pie, a la entrada del cubículo, con los ojos empequeñecidos y brillantes bajo el ala de su sombrero. —Hola —dijo ella con voz insegura y se volvió nerviosa
CAPÍTULO 18 Sydney despertó en la mañana, le habían lavado todo rastro de la sangre de Marco, su cuerpo maltratado estaba desnudo entre las sábanas. El brazo de Salvatore le rodeaba la cintura, y sentía su aliento cálido en la mejilla. Sydney se puso rígida de miedo y se quedó quieta, cuando sintió que él se movía. Su brazo la oprimió, en actitud posesiva, y la acercó más a su cuerpo, pero no despertó. Una agradable sensación recorrió a la mujer, se relajó, sintiéndose segura y feliz en los brazos de Salvatore. Cuando despertó y se dio cuenta de la situación, se rodó hacia su propio lado de la cama y retiró con los pies el edredón, se sentó en la orilla de la cama, dándole la espalda. —¿Estás despierta, Sydney? —Sí. —Entonces vístete para ir a Roma. Volaremos en cuanto terminemos de desayunar —se puso de pie—. Tienes una cita con Rick —explicó antes de ir hacia el vestidor. —¿De veras? —ella se sentó en la cama, sosteniendo la sábana a la altura de la barbilla para cubrirse, si
CAPÍTULO 19 Sydney volvió a la hacienda acompañada de Salvatore para almorzar. Lo habían convertido en un hábito desde que ella empezó a trabajar en la oficina, y aprovechaba la oportunidad de jugar con Serafina. —Tengo que salir de la ciudad, cara —comentó Salvatore mientras comían—. Debo asistir a un importante simposio sobre procedimientos de mercadeo —le sonrió—. Yo soy uno de los oradores. —¿Vas a estar ausente mucho tiempo? —Cuando menos una semana. Tal vez diez días, tengo que partir esta misma tarde. —¿No es repentino? —preguntó ella con intranquilidad, porque la había asaltado un extraño presentimiento—. ¿Por qué no me lo habías dicho antes? —Lo sé desde hace meses. Terminé de preparar mi exposición apenas, pero en ese tiempo no te comunicaba muchas cosas. —No —torció los labios — No lo hacías. —Eso ha quedado atrás, cara. No tengo ningún deseo de que vuelva a ocurrir, tú prefieres nuestra situación actual, ¿verdad? Ella bajó la vista, tratando de disimular el dolor q
CAPÍTULO 20 —Esa boa se está buscando un serio problema—murmuró Silvana un día—. Salvatore se va a poner furioso cuando descubra lo que ha dicho. —Él sabe exactamente dónde está y qué está haciendo. Está con ella, ¿recuerdas? —¡Sydney! Tú no puedes creer eso —protestó la chica, con una expresión sincera y escandalizada—. Tu marido no es capaz de hacer algo así, y tú lo sabes. Esa serpiente solo estaba tratando de molestarte. Eso es todo. —Pero lo ha hecho —contestó Sydney con resignación. Silvana movió la cabeza de un lado a otro. —Yo sé que no. Salvatore era muy amigo de Luis, el hermano de Melanie. Él murió en un accidente y Salvatore contrató a Melanie como secretaria para ayudar a la familia. Ella siempre está aprovechándose del cariño que él sentía por su hermano y del que tiene por la madre de ella. Se da aires de eficiente e indispensable, pero ha estado a punto de hacer perder la paciencia a Salvatore, en varias ocasiones. Los rizos casi rojos de Silvana saltaron en seña
CAPÍTULO 21 —Mi manera de hacer las cosas no es siempre la mejor, amor. Pero este no es un error e intento salirme con la mía y debo advertirte que pocas veces fracaso cuando me propongo algo. —No, está vez, Salvatore Mancini—replicó ella furiosa—. ¡Yo siempre te odiaré! —Esperaremos a ver, no olvides que sigues siendo mi esposa. Sydney estudió sus facciones hundidas en las sombras y comprendió que no era capaz de sostener por mucho tiempo su furia contra este hombre irritante que era su marido. No tenía deseos de hacerlo, la perspectiva de una relación con él, sin tensiones ni agresividad, resultaba tentadora. Aspiró con fuerza una bocanada de aire y decidió lanzarse a las profundidades. —Supongo que uno de nosotros vivirá para lamentarlo, pero, sí, Salvatore. Acepto tu tregua. Le ofreció la mano, con una idea bastante aproximada de cuál de los dos sería el perdedor, pero no le importó. Salvatore estrechó su mano, se llevó sus dedos a los labios y los besó con una extraña delica
CAPÍTULO 22 La atrajo hacia él y sus manos exploraron las líneas de su cuerpo; su boca buscó y encontró sus pechos, Sydney sintió que se enloquecía de pasión. Su cuerpo se convirtió en una llama ardiente en los brazos de Salvatore, concentrada solo en el hombre que la tenía en sus brazos, en la satisfacción de una necesidad tan grande, que el sol brillante de arriba y el duro suelo sobre el que yacía, le parecían inexistentes. Sydney le recorrió el torso desnudo con las palmas de las manos. Las yemas de sus dedos descubrieron cada curva de sus músculos. ―Eres tan suave… Su pequeño comentario hizo que Salvatore esbozara una sonrisa. ―Tócame todo lo que quieras ―susurro y bajo la cabeza para besarla ― rápido, despacio… como quieras… Sydney clavo las uñas en su espalda estremeciéndose con su beso. Luego Salvatore trazo un sendero de besos hacia el valle entre sus pechos, sus terminaciones nerviosas se erizaron cuando ella pasó las uñas por sus hombros en un sensual jugueteo. Él no