A la mañana siguiente opté por levantarme temprano, ya que no tenía sueño por la emoción que sentía, me di una ducha y fui hacia la cocina en donde Clara me había dejado el desayuno antes de irse a la casa grande. Junto al desayuno había una nota que decía:
“Mi niña cierra bien la puerta antes de salir y ten mucho cuidado, te dejé la llave en el cajón del mueble de la entrada; en la noche nos vemos. Con cariño tu abuela”.
Guardé la nota en mi cuaderno y lo guardé en mi bolso junto al sobre de la universidad, documentos y demás. Tomé mi desayuno, guardé mi celular y marché rumbo a la oficina de la universidad.
Luego de caminar por un largo rato y tomar el bus, por fin llegué a mi destino, estaba muy emocionada, así que apreté mi bolso en mi pecho y entre; caminando directo hacia la recepción,
—Buenos días — saludé a la recepcionista con apuro,
—Hola; buenos días, ¿qué necesitas?
— Vengo a entregar los papeles y la autorización para ingresar— le comenté con una sonrisa,
— Muy bien, toma asiento que enseguida te hago pasar.
Asentí con la cabeza y me senté en uno de los sillones pacientemente. Los minutos pasaron lento mientras esperaba mi turno,
—Fernanda por favor acompáñeme.
— Sí, si voy— me levanté torpemente, y seguí a la recepcionista hasta una gran puerta de madera oscura,
—Adelante el director te está esperando— asentí con la cabeza y pasé a la oficina.
—Hola, buenas tardes, toma asiento por favor; mi nombre es Gabriel Belmonte y soy el director de esta universidad— se presentó de manera cordial, extendiendo una mano hacia mí,
— Hola, soy Fernanda Wellington, me postulé para una de sus becas y salí beneficiada con una completa, vengo a entregar la autorización firmada y el resto de los documentos pedidos— le dije, estrechando su mano antes de sentarme.
El director tomo él sobre qué le extendí y sacó uno a uno los papeles encima de su escritorio. Completó mi registro y me hizo preguntas personales de importancia para la institución,
— Dígame Fernanda, ¿está segura de que logrará mantener una nota de más 9 en cada materia y aparte de mantener un buen desempeño académico, trabajar como formador para aquel estudiante que necesite asesoría?
Con mucha atención a su pregunta intenté responderle lo más educadamente posible para que no notara mi nerviosismo ni mis manos temblorosas,
— Con mucho respeto director, mi sueño ha sido ingresar a esta universidad desde que tengo 10 años y me he esforzado mucho para lograrlo. Ahora que me han dado esta oportunidad daré el doble de mí para cumplir sus expectativas y formarme como una médica de renombre, dejando en alto el nombre de esta universidad como se merece.
— Muy bien; me gusta ese entusiasmo y que tengas agallas para luchar por lo que quieres, bienvenida a la universidad Greenwich — sin más que decir, me dio la mano nuevamente y me retiré de su oficina con una llave y una caja donde venía todo lo que necesitaría para empezar mi primer año en la universidad de medicina de mis sueños.
Solo me faltaban tres días para empezar oficialmente mi carrera universitaria, aunque estaba muy nerviosa por lo que me esperaba, también estaba muy emocionada; mi corazón no cabía en mi pecho y las ganas de gritar como loca para que todo el mundo se enterara de la felicidad que sentía eran enormes.
Ya tenía todo listo para mudarme a la habitación del instituto, mi uniforme, mis libros; mis poquitas pertenencias, todo estaba listo. Me senté en la cama y contemplé mi bolso y las tres cajas que estaban apiladas alado de la puerta. No pude evitar pensar si mi abuelo me viera ahora, quizás estaría mucho más feliz que yo, recuerdo verlo llegar con su bata blanca cansado del pequeño hospital donde trabajaba, siempre lo recibía con un abrazo y un beso que él juraba que le sacaba todo el cansancio.
Recuerdo que después de cenar siempre íbamos al pequeño salón donde yo elegía uno de sus muchos libros de medicina y nos sentábamos juntos a leerlo hasta que me quedaba dormida en su regazo y él con sumo cuidado me llevaba a mi cuarto y me arropaba para seguir durmiendo.
Tantos lindos recuerdos, para mí él era mi héroe; mi ejemplo a seguir, siempre lo fue todo para mí, por eso decidí ser doctora para seguir sus pasos, salvar vidas y ayudar a quien más lo necesité.
Por fin llegó el día de la mudanza. Renato llegó temprano para acompañarme y ayudarme a llevar mis cosas,
—Bueno mi niña, ¿ya tenemos todo? — pregunto al guardar la última caja,
— Sí, todo guardado y asegurado— sonreí,
—Muy bien sube al auto y ponte el cinturón de seguridad— me pidió.
Yo solo le regalé una sonrisa mientras subíamos al mismo; iniciando así nuestro viaje. Llegar nos tomaría más de 6 horas, pero no teníamos apuro, al contrario; teníamos tiempo para ir con calma, escuchando música de los 80 que era la música favorita de Renato y charlar mientras pasábamos por distintos pueblos, praderas y colinas.
Ya íbamos a mitad de camino cuando paramos en una gasolinera por combustible y provisiones para el resto del viaje
—Tío, ¿algo más aparte de gaseosa y galletitas? — le pregunté mientras tomaba el efectivo que me entregaba,
— Si trae dos paquetes de mentas y unos chicles, los que te gusten.
Mientras él cargaba el auto, yo me apresuré a la tiendita y compré las provisiones, al volver al auto retomamos nuestro viaje.
No podía evitar perder mi vista por la ventana y suspirar repetidas veces, por fin luego de tantos años deseándolo empezaría a cumplir mi sueño, estaba consciente de que extrañaría mucho a Clara, Blanca y por supuesto a Renato. Ellos eran mi familia desde que perdí a mi abuelo y siempre habían velado por mí. Pero, así como anhelaba que mi abuelo se sintiera orgulloso de mí; lo mismo pasaba con ellos, quería que me vieran realizarme y ser yo quien velase por ellos cuando se jubilaran.
—Fer mira ahí está, la gran Universidad Greenwich— pronuncio Renato con emoción, sacándome de mis pensamientos.
Al mirarla quede atónica, era enorme; toques de piedra en cada esquina, farolas de la edad dorada, plantas y árboles a montones. En fotos se veía precioso, pero en persona eso era majestuoso.
Al bajar del auto tomé mi bolso y una de las cajas del maletero, mi tío me siguió con las cosas faltantes, nos guiamos por los carteles y llegamos a un edificio muy bonito adornado como todo el lugar, — Hola — nos saludó una señora de pelo dorado con un uniforme de seguridad mientras nos abría la puerta, — Hola, buenas tardes— respondí con impaciencia, — Soy Doroti la guardia de la residencia número tres de estudiantes— se presentó formalmente, — Un placer me llamo Fernanda, mi habitación es la numero 16— le dije con emoción, — Muy bien sube las escaleras, la tercera puerta a la derecha. Por favor que tu acompañante no demore mucho, ya que no está permitido que hombres entren en la residencia de las chicas— nos indicó amablemente, — Gracias Doroti y entendido no demoraremos mucho— le hice una señal a mi tío para que me siguiera y caminamos rumbo a la habitación. Luego de dejar las cosas en la cama que elegí, acompañé a mi tío hasta el auto donde nos despedimos y me
El primer mes ha pasado volando y ya se han formado los “grupitos”. Están los populares, que se dividen en dos grupos; el primero son las divas, así se hacen llamar ellas. Son un grupo de 5 chicas, todas muy bonitas, de padres adinerados y creencia de princesas, la cabecilla del grupo es Andrea, una rubia muy despampanante, alta; curvilínea, de ojos azules, ella es la hija del director. Las gemelas Leticia y Laura, dos chicas muy operadas que prefieren arreglar todo de forma carnal; con poco cerebro, son idénticas y usan el pelo largo; Andrea con ondas en un tono rojizo y Laura lo tiene lacio y castaño, ambas tienen ojos color ámbar. Luego está Tiana, una morocha con cuerpo de ensueño; tiene el cabello negro y rizado, sus ojos son cafés; novia del colíder de futbol a la que solo le importan las apariencias y por último la pobre Luisa, que es una chica linda, altura promedio; cuerpo pequeño sin muchas curvas, su piel tiene un perfecto tono rosa que la hace parecer muy delicada;
Después de pasar el fin de semana armándome de valor y buscando un plan que me ayudé a acercarme al grupo Puños me di por vencida, ya era lunes y no tenía nada, solo una cara de muerto viviente que ni yo misma aguantaba, — Hola chicas, ¿cómo están? — salto a nuestro lado Luca, con tres cafés en las manos, —Oh, por tu cara veo que horrible— aclaró mientras hacía ademanes de dolor, —Toma; anda luego de un café, te sentirás mejor— nos pasó los vasos de café y se puso a tomar el suyo mientras esperábamos para entrar a clase. Cuando la hora llegó e íbamos entrando al aula; no me di cuenta de que Bruno estaba parado cerca de la entrada, este no perdió la oportunidad de hacerme una zancadilla y mi café terminó sobre el uniforme de Renata. Al levantar los ojos me quede helada; esa mujer quería matarme lo decía con la mirada, mientras alejaba de su piel la tela caliente por el café. Renata era una mujer con buenas curvas, su piel era blanca y su cabello lo llevaba suelto, hasta sus ca
De repente unos gritos y un silbato se empezaron a escuchar, —¡Hey!, ¿qué pasa ahí? (silbatazos) —No deben estar afuera a esta hora, ya sonó el toque de queda. (silbatazos) Mientras la persona de uniforme se acercaba, Renata y los otros dos se fueron, — Te salvó la campana— fue lo que me dijo antes de irse. —Fernanda, ¿estás bien? — fue lo último que escuché antes de caer desplomada al piso. Cuando recobré mis sentidos, me encontraba en la enfermería; giré suavemente la cabeza y noté a mi amiga sentada a mi lado tomándome la mano, —Fer; hola nena, ¿cómo te sientes?, ¿te duele algo, llamo a la enfermera? — en sus ojos podía ver lo preocupada que estaba por mí, —Tranquila, estoy bien, solo me duele un poco la cabeza— me senté en la camilla con cuidado, — ¿Cómo llegué aquí? — le pregunté mientras ella me daba un vaso de agua y una pastilla que tomé inmediatamente, —Fue Doroti, ella vio a un grupo de estudiantes fuera después del toque de queda y cuando se acercó
Ya habían pasado dos horas y no habíamos avanzado más de dos hojas, — Vamos Dilan presta atención no es tan difícil. — Uff, esto es muy aburrido; porque mejor no vamos a tomar algo por ahí— cerro su libro sin mucho afán, — No, de aquí no te vas hasta que no entiendas lo que vengo explicándote hace dos horas. — ¡Ja!, te crees muy sabionda— chisto Jesua tirando el cuaderno por encima de mi cabeza, — Vasta, quietos; no tiren los libros— les pedí comenzando a impacientarme, — ¿Acaso los compraste tú? — refutó Renata con seriedad, mientras jugaba con una navaja de bolsillo. — Levanten el culo, tenemos asuntos que atender ahora— soltó sin más Matt que se había dignado a aparecer y sin darme tiempo a nada ya estaban los cuatro yéndose y dejándome ahí como idiota otra vez, — Espera, aún no hemos terminado— grité sin que ninguno de ellos me prestara atención. Me levanté lo más rápido que pude, corriendo hacia ellos y pare a Matt en seco dándole un tirón de su campera,
El día estaba horrible, la lluvia chocaba con fuerza en la ventana y la última clase del día se había suspendido por el mal tiempo. Así que tenía un poco de tiempo libre extra y decidí sentarme en una de las mesas apartadas de la biblioteca, saqué mis auriculares y puse algún tema de esos que calman el mal genio, contemplando como caían las gotas por la ventana y así me quedé un largo rato. De repente un estruendo me sacó de mis pensamientos, era Matt que más que sentarse; se dejó caer en la silla que estaba frente a mí. Note que me decía algo; así que opte por pausar mi música, — ¿Dijiste algo? — le pregunté y él me miró con cara de fastidio, volviendo a hablar, — Ahí lo tienes, espero que estés satisfecha ahora por quitarme horas de sueño en bobadas. Observé la mesa y estaba el sobre que le había entregado la tarde anterior, — Ah eso. Luego lo veo y te digo si está bien o no— le aclaré sin muchas ganas. Volví a poner mi música y mirar por la ventana ignorándole por com
—¡¡¡Buenos días!!!— abrí los ojos con pereza y vi la sonrisa de Lupe con todos los pelos enredados y un regalo en las manos, —¿Creíste que me olvidaría de que ayer era tu cumpleaños? — me dijo con emoción mientras extendía los brazos para que agarrara el regalo, — Gracias Lu, no te hubieras molestado— le dije luego de tomar el mismo con una sonrisa, — No es molestia alguna, eres mi mejor amiga. Anda ábrelo. Me senté cómodamente en la cama y abrí el obsequio rompiendo el papel frente a los ojos de Lupe que se veía muy ansiosa, — Oh, es precioso Lu — era un hermoso peluche blanco con un corazón en las patitas que decía “eres mi mejor amiga”, — Me alegro de que te guste, me tomo mucho tiempo decidirme— me aseguró con franqueza apoyando una mano en su pecho, — Si me encanta, dormirá conmigo desde hoy. Lupe puso su pelo hacia atrás y se sentó en la punta de la cama, mirándome con curiosidad, — Ayer fui a buscarte a la biblioteca y te vi saliendo de ella con Matt— pro
Me quedé sentada disfrutando mi trago y moviéndome al compás de la música, mientras observaba a las personas en la pista, era muy divertido verlos, algunas parejas estaban muy melosas; otros grupitos bailaban y se chocaban entre sí, habían muchas personas con sus propios estilos, en fin; mucho para ver. Mientras estaba en las nubes y contemplando la pista, alguien se sentó a mi lado sin que me diera cuenta, — Hola hermanita. Uff, esa vos otra vez no, fue lo primero que se cruzó por mi mente. — ¿Qué quieres?, ¿no tienes alguna chica por ahí con quien perder el tiempo?— soltó una risita y puso su mano en mi rodilla, — Ahí muchas sí, pero esta noche eres tú la que me interesa— se pegó más a mí, — ¡Quítate! — saque su mano y me alejé un poco, cosa que resulto en vano; ya que mientras más me alejaba, el más cargoso se ponía, — Anda, no te hagas la difícil. Sé que también estás loquita por mí— tomo mi mano apretándola a su pecho, — Ni en tus sueños, tú solo me das asco