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Capítulo cuatro: Un nuevo lugar.

Al bajar del auto tomé mi bolso y una de las cajas del maletero, mi tío me siguió con las cosas faltantes, nos guiamos por los carteles y llegamos a un edificio muy bonito adornado como todo el lugar, 

  

 — Hola — nos saludó una señora de pelo dorado con un uniforme de seguridad mientras nos abría la puerta,  

  

— Hola, buenas tardes— respondí con impaciencia, 

  

— Soy Doroti la guardia de la residencia número tres de estudiantes— se presentó formalmente, 

  

 — Un placer me llamo Fernanda, mi habitación es la numero 16— le dije con emoción,   

  

 — Muy bien sube las escaleras, la tercera puerta a la derecha. Por favor que tu acompañante no demore mucho, ya que no está permitido que hombres entren en la residencia de las chicas— nos indicó amablemente, 

  

— Gracias Doroti y entendido no demoraremos mucho— le hice una señal a mi tío para que me siguiera y caminamos rumbo a la habitación. 

  

Luego de dejar las cosas en la cama que elegí, acompañé a mi tío hasta el auto donde nos despedimos y me quedé mirándolo hasta que se perdió en la lejanía, respiré profundo; me di ánimos y volví a mi residencia. 

  

Al llegar a la puerta noté que la otra etiqueta con el nombre de mi compañera de cuarto ya no estaba, así que supe que también había llegado, abrí la puerta y entre. Apenas puse un pie dentro, vi a una chica de estatura baja y un cuerpo bien proporcionado, pelo rojizo hasta la mitad de la espalda; su piel parecía de porcelana y tenía pecas. Usaba lentes grandes ocultando sus ojos celestes mientras luchaba con subir una maleta a la cama, 

  

 — Permíteme ayudarte — le dije sin pensar y upé la maleta del lado contrario a ella para así dejarla sobre la cama, 

  

 — Emm gracias — sonrió mirándome avergonzada,  

  

— Soy Lupe, supongo que eres mi compañera de cuarto— se presentó, acomodando sus lentes, 

  

 — Hola, encantada de conocerte mi nombre es Fernanda, pero puedes decirme Fer, espero que podamos llevarnos bien. 

  

  

Luego de unos segundos sin decir nada; ambas nos echamos a reír, parecíamos dos tontas paradas ahí mirando el suelo como si este se fuera a romper. 

  

  

Cada una pasó la tarde desempacando y organizando sus cosas en los estantes, entre charlas, chistes, risas y música variada para conocernos más. A las siete fuimos juntas hasta el edificio principal, donde estaban reunidos todos los estudiantes, profesores; trabajadores de distintos rubros y el director, 

  

— Muy buenas tardes a todos los estudiantes. Espero que las vacaciones hayan sido de su agrado y estén aquí para un nuevo año lleno de aprendizaje y ganas de superarse, este año le damos la bienvenida a esta gran familia, a 60 nuevos estudiantes y a la señora Grecia, nuestra nueva consejera escolar — explicó el director mientras seguía con su largo discurso, presentaciones; mandatos, horarios y reglas que todos debían recordar. 

  

Luego de terminada la ceremonia de bienvenida; se nos entregó un libro de reglas y nuestros horarios del año escolar con el nombre de cada maestro, así como un mapa de toda la institución y una tarjeta de identificación que debíamos llevar con nosotros en todo momento. De regreso en la habitación caí rendida en mi cama y me quedé totalmente dormida, fueron muchas emociones para un solo día y esto recién comenzaba. 

  

Por fin llegó el primer día de clase, luego de ducharme ya tenía mi uniforme puesto; una linda camisa blanca con el logo en el lado derecho del pecho, una pollera tableada color negro y con los bordes de un color rojo oscuro y haciendo juego con la pollera un lindo suéter con el logo en la misma parte que la camisa.  

  

Me contemplé en el espejo de cuerpo completo que teníamos a los pies de la cama y decidí usar unas botas cortas; color negro que siempre amé y me resultaban cómodas, ya que no era una chica muy alta me dejaban con una altura natural, siempre fui delgada con un cuerpo bien proporcionado así que la ropa nunca fue un problema, solo me faltaban los detalles; decidí llevar mi pelo suelto por ser el primer día, así mis ondas se movían solas con el viento; puesto que me llegaban hasta las caderas en un tono negro y de maquillaje opte solo por usar delineador, ya que mi mirada verde claro resaltaba por sí sola y un brillo suave en los labios, pues mi piel tenía un tono muy natural y mis labios siempre tomaban un suave color rosa, nunca me gustó producirme mucho. 

  

  

—¿Ya estás lista Fer? — me preguntó Lupe mientras se ponía el suéter, 

  

 —Sí, ya estoy; vamos— le contesté mientras me ponía mi perfume favorito y agarraba mi bolso. Así arrancamos juntas a la primera clase del día; Psicología. 

  

Al entrar al aula buscamos los primeros asientos para sentarnos juntas. Ya había un par de estudiantes; cada uno en su mundo o ablando con sus colegas, yo solo respiré hondo y saqué mi cuadernola y la lapicera. Estaba impaciente por comenzar la clase, al cabo de unos minutos entro por la puerta el profesor Gutiérrez, 

  

 —Buenos días, alumnos; soy su profesor, el señor Gutiérrez. Conmigo tendrán la asignatura de Psicología— prosiguió dando su explicación sobre la materia y como la llevaría a cabo cuando el director apareció en la puerta interrumpiendo la clase, 

  

—Permiso profesor aquí vengo a traerle dos nuevos estudiantes que fueron transferidos hoy — se excusó, 

  

 — Muy bien director, chicos adelante; pasen— pidió el profesor haciéndoles una señal con la mano para que entraran. 

  

 Me quedé en shock cuando reconocí a la primera persona que ingresó; era Bruno Ravanoch mi hermanastro, 

  

 —Por favor busquen asiento —dijo el profesor un poco impaciente al verlos tan lentos. 

  

  

Bruno entró haciéndose el ganador; tirando piropos y guiños a cada chica linda que veía, su uniforme ajustado no dejaba mucho a la imaginación, si lo conoceré... su vida solo gira en gimnasios; chicas, ropa de marca; autos caros y un derroche del dinero de su padre. 

  

Cuando pasó a mi lado me sonrió de forma espeluznante, yo intenté hacerme la que no lo vi y bajé mi mirada hacia mi cuadernola. 

  

El segundo estudiante era diferente, entro y se sentó sin más; no dijo ni media palabra, era un muchacho con cuerpo de atleta, llevaba encima de su uniforme una campera de cuero negra y un colgante raro en el pantalón, en su cabeza tenía un gorro oscuro que dejaba a la vista algunos mechones de su pelo castaño y tenía una pequeña piedra en su oreja derecha. Su mirada color miel daba escalofríos, su piel tenía un tono avellano. 

  

Si lo sé; parezco muy observadora, creo que esa es una de mis cualidades, pues nunca olvido una cara ni los detalles. 

  

La clase transcurrió sin más interrupciones, Lupe se dio cuenta de que algo no andaba bien, solo me miraba con su rostro angelical y me sonreía de manera dulce para levantarme un poco el ánimo, por otro lado; yo no podía dejar de preguntarme que hacía Bruno aquí, él odia estudiar, si pasaba de clase en el colegio era solo por las “generosas” donaciones que realizaba Rebecca cada mes. 

  

Desde que pisé la casa grande él se dedicó a humillarme, dejar en claro que era peor que una huérfana porque mi madre no me quería y mi padre ni siquiera me conocía, muchas tardes la pasé encerrada en el depósito de ejercicios del colegio solo porque él y su grupo me encerraban ahí y destruían mis pocos útiles. Solo lograba salir cuando el conserje escuchaba mi llanto y súplicas en la puerta.  

Los fines de semana también eran difíciles, Bruno se divertía golpeándome con ramas o tirándome piedras solo porque vivía en su casa, nunca pude quejarme; ya que para Rebecca o José yo no era más que un estorbo.    

  

Luego de la última clase regrese a mi habitación y pase el resto del día encerrada en mis libros y estudios, no quería pensar más; en lo malo de mi pasado, así que solo decidí esquivarlo lo más posible, solo espero que funcione. 

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