Capítulo cuarenta y cuatro. Yo maté a mi novia.Owen tomó a Britney en brazos y se dirigió a la casa. —Hay algo que debo decirte, Britney — murmuró él entonces mientras subía las escaleras con cuidado —. Lo siento, pero no es una confesión fácil de hacer para mí… O para ti de escuchar…Su esposa iba a escuchar la verdad e iba a ser él quien se la dijera. Owen respiró hondo un par de veces, pero había llegado ya a la habitación y aún no había dicho nada. Entonces, pensando en que ella empezaría a preguntarle a causa de su silencio, liberó su pesadilla privada en cuanto llegaron al dormitorio.—Britney, el hecho es que yo maté a mi novia Sally. Fue culpa mía que muriera.Sintió que el cuerpo de ella se ponía rígido entre sus manos.—No puede ser.—Cómo me gustaría que no fuera así — dijo él dejándola suavemente en la cama.—¿Pero… cómo? — la voz de la joven era poco más que un susurro.Owen sentía la aprensión en la voz de Britney. Ya no había vuelta atrás. Tendría que escuchar la tris
Capítulo cuarenta y cinco. Estaré a tu lado cada minuto. Empezó a entrar y salir gente de la habitación de Britney llevando sábanas y noticias de que el doctor estaba a punto de llegar. Nonna Bacchari le puso hielo en los labios. La vida giraba alrededor de ella pero su mundo se circunscribía a los brazos de Owen. —Oh… Owen… esto se suponía que no debía suceder. Le he hecho algo terrible a Donatello, y tú ni siquiera me amas… — dijo la joven con debilidad. La abrazó más fuerte. —El trabajo y mi pasado no me han permitido admitirlo hasta ahora, Britney. Te amo. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que he estado al no comunicarte mis sentimientos. Por favor, perdóname… Déjame amarte, déjame mantenerte a salvo aquí, para siempre… El doctor irrumpió en medio de una oleada de aire frío. Una vez examinada, se llevó a Owen aparte. Britney quedó en manos de Nonna. La anciana le pasaba una esponja por la cara y le daba mas hielo para que chupara. —Oh, sería una pena que no llegara al h
Capítulo cuarenta y siete. Te quiero demasiado.—Créeme — murmuró Owen —. Créeme, Britney. No te dejaré. Te amo. Te necesito. Todo lo que me importa ahora son el niño y tú.—Escúchame — susurró ella temerosa de que el dolor no le dejara hablar después— . Lo que sucedió antes, no va a volver a pasar. Nuestro hijo está bien alimentado y fuerte. Se parece a ti. Todo irá bien.Owen se inclinó y apoyó su frente en la de ella.—Y, ¿qué pasa contigo?La frente estaba fría como el hilo, debía de ser porque la de ella ardía. Trató de sonreír. Owen ni siquiera intentó hacer lo mismo. Estaba tan pálida que hasta los labios estaban perdiendo su color. Owen la agarró de la mano y se llevó los dedos a los labios para besarlos.—No puedo soportar que vuelvas a pasar por lo mismo otra vez — dijo ella intentando humedecerse los labios —. A lo mejor… quizá deberíamos pensar en irnos al hospital.—Pediré una ambulancia — dijo el doctor Cássio Kostovos sacando el móvil, pero Owen se puso en pie de un sal
Capítulo cuarenta y ocho. The End Cuando Britney se despertó estaba oscuro. Un pájaro cantaba no muy lejos. Movió la cabeza. Las cortinas de la habitación estaban cerradas, pero una intensa luz artificial se abría paso por una rendija. Debía de ser temprano por la mañana o tarde por la noche. Gradualmente se dio cuenta de que ya no le dolía nada. En medio de la oscuridad se pasó la mano por el vientre… Sus ligeros movimientos alertaron a la enfermera de guardia. La mujer se acercó con una sonrisa. —¿Quiere que llame a su marido? Está abajo con su hija. Britney frunció el ceño. Debía de ser un caso de confusión de identidades. —¿Mi hija? No, eso no es posible… Owen tiene un hijo, yo tuve un hijo. Se llama Adonis. ¿Dónde está? —Allí, allí — la enfermera calló a Britney poniéndole un termómetro bajo la lengua —. No hay por qué preocuparse, querida. La bebé había tragado un poco de líquido, así que está en observación. Su marido se ha dividido entre usted y la niña, pero le he
Se suponía que aquel matrimonio era solo de apariencias… Lo único que Gael tenía que hacer era casarse con la hija de Praxis Stratos…, pero no podía tocar a su nueva y tentadora esposa. Olivia había impuesto las reglas, pero de repente su matrimonio le parecía demasiado práctico. El deseó ardió en él y entonces quiso convertir el acuerdo temporal en uno permanente. ****Ya comienza la última historia de esta saga. No te pierdas la oportunidad de conocer a la intrépida Olivia Stratos.****
Capítulo Uno: Deberíamos casarnos —Creo que deberíamos casarnos. Gael Rutherford se atragantó con la cerveza y, dejando la botella sobre la barra del bar, empezó a toser mientras miraba a la mujer que había estado a punto de matarlo con cuatro palabras. Aunque ella merecía la pena. Su pelo era casi tan negro como el de él, sus ojos de un azul más claro que el suyo. Tenía los pómulos altos, las cejas arqueadas y una expresión de fiera determinación. Llevaba un vestido de verano en color amarillo que dejaba al descubierto un par de piernas fabulosas y unas sandalias con florecitas blancas que mostraban unos dedos con las uñas pintadas de rojo. — ¿Casarnos? ¿No crees que antes deberíamos… no sé, ir a una cita o como mínimo cenar juntos? Ella miró al camarero, como para comprobar que no estaba escuchando la conversación. —Sé que debe sonar un poco raro… Gael soltó una carcajada. —Raro es decir poco. —No obstante, tengo mis razones. — Ah, me alegra saberlo —
Capítulo dos. ¿Por qué yo?El escalofrío que le provocó a Gael el roce de su mano lo pilló desprevenido… Y también a Oliva parecía haber sentido algo porque apartó la mano de inmediato. No importaba, se dijo Gael. Podía sentirse atraído por una mujer sin hacer nada al respecto. De hecho, no se dejaba llevar por su pene desde que tenía diecinueve años. — Al menos podrías escucharme — insistió Olivia. Frunciendo el ceño, Gael volvió a sentarse. No estaba interesado en lo que pudiera decir, ¿pero por qué arriesgarse a ofender a un miembro de la familia Stratos? —Muy bien, te escucho. —Quiero que te cases conmigo. —Sí, eso ya lo sé, ¿pero por qué? —Porque es lo más lógico. Gael seguía con la convicción de que a aquella señorita le faltaba un tornillo en el cerebro.—¿En qué universo? — Tú quieres la parcela para que tu primo construya un hotel y yo quiero un marido temporal. —¿Temporal? Ella rio suavemente, un sonido rico y musical, el pelo negro flotando alrededor d
Capítulo 1. El Precio de la libertadThalía no dejaba de observar la ciudad de Londres por la ventanilla del auto a medida que el mismo avanzaba. No quería hacerlo, pero no tenía otra opción. Su hermano estaba en problemas y como era habitual, su padre la había obligado a limpiar el desastre. Sin embargo, Christian West había llegado demasiado lejos. —Tienes que convencer a Praxis de que retire los cargos contra tu hermano —le había exigido su padre—, a como de lugar. Su destino estaba cada vez más cerca. El reloj seguía avanzando. El servicio de seguridad de Stratos había inspeccionado su coche y su persona, y enviado una foto suya a la planta ejecutiva donde, según le habían informado, la esperaban. Tenía diez minutos antes de ser considerada un riesgo para la seguridad.Había creído que jamás volvería a encontrarse con Praxis Stratos.Se alisó la falda lápiz y evitó asomarse al espejo del coche para comprobar su maquillaje por enésima vez. No tenía sentido. Iba a enfrentarse a é