Se suponía que aquel matrimonio era solo de apariencias…
Lo único que Gael tenía que hacer era casarse con la hija de Praxis Stratos…, pero no podía tocar a su nueva y tentadora esposa. Olivia había impuesto las reglas, pero de repente su matrimonio le parecía demasiado práctico. El deseó ardió en él y entonces quiso convertir el acuerdo temporal en uno permanente. ****Ya comienza la última historia de esta saga. No te pierdas la oportunidad de conocer a la intrépida Olivia Stratos.****Capítulo Uno: Deberíamos casarnos —Creo que deberíamos casarnos. Gael Rutherford se atragantó con la cerveza y, dejando la botella sobre la barra del bar, empezó a toser mientras miraba a la mujer que había estado a punto de matarlo con cuatro palabras. Aunque ella merecía la pena. Su pelo era casi tan negro como el de él, sus ojos de un azul más claro que el suyo. Tenía los pómulos altos, las cejas arqueadas y una expresión de fiera determinación. Llevaba un vestido de verano en color amarillo que dejaba al descubierto un par de piernas fabulosas y unas sandalias con florecitas blancas que mostraban unos dedos con las uñas pintadas de rojo. — ¿Casarnos? ¿No crees que antes deberíamos… no sé, ir a una cita o como mínimo cenar juntos? Ella miró al camarero, como para comprobar que no estaba escuchando la conversación. —Sé que debe sonar un poco raro… Gael soltó una carcajada. —Raro es decir poco. —No obstante, tengo mis razones. — Ah, me alegra saberlo —
Capítulo dos. ¿Por qué yo?El escalofrío que le provocó a Gael el roce de su mano lo pilló desprevenido… Y también a Oliva parecía haber sentido algo porque apartó la mano de inmediato. No importaba, se dijo Gael. Podía sentirse atraído por una mujer sin hacer nada al respecto. De hecho, no se dejaba llevar por su pene desde que tenía diecinueve años. — Al menos podrías escucharme — insistió Olivia. Frunciendo el ceño, Gael volvió a sentarse. No estaba interesado en lo que pudiera decir, ¿pero por qué arriesgarse a ofender a un miembro de la familia Stratos? —Muy bien, te escucho. —Quiero que te cases conmigo. —Sí, eso ya lo sé, ¿pero por qué? —Porque es lo más lógico. Gael seguía con la convicción de que a aquella señorita le faltaba un tornillo en el cerebro.—¿En qué universo? — Tú quieres la parcela para que tu primo construya un hotel y yo quiero un marido temporal. —¿Temporal? Ella rio suavemente, un sonido rico y musical, el pelo negro flotando alrededor d
Capítulo tres. No te vas a arrepentir. Gael esbozó una media sonrisa que la hizo tragar saliva. Era un hombre muy guapo que exudaba encanto y… Y aquello podría ser peligroso, se dijo a sí misma. — Cenar, ¿eh? — repitió él, dejando la cerveza sobre la mesa —. Muy bien, yo nunca rechazo la oportunidad de cenar con una mujer guapa. Sin embargo, te lo advierto: no estoy interesado en casarme. — Lo sé. Por eso eres perfecto. Gael sacudió la cabeza, riendo. — Aún no tengo claro si estás loca o no. — No, no estoy loca. Sencillamente, soy decidida. — Guapa y decidida — murmuró él —. Una combinación peligrosa. — Hay un restaurante muy bueno en la isla: Diego’s. Nos veremos allí a las ocho. — A las ocho en La cantina de la Playa — le recordó él, levantándose. Olivia lo observó mientras se alejaba. Era alto y fibroso y se movía con la gracia de los hombres seguros de sí mismos. En realidad, Gael Rutherford era más de lo que había imaginado. Solo esperaba que no fuese más de
Capítulo cuatro. Una unión buena para todos.Gael lo pensó muy bien antes de volver a hablar.—¿Y cuánto duraría este matrimonio? — Ya te lo dije, dos meses — respondió Olivia, más animada. Llevaba meses armando el plan y, por el momento, Gael Rutherford seguía sentado frente a ella. No había dicho que sí, pero tampoco se había marchado —. Es tiempo suficiente para convencer a mi padre de que al menos lo hemos intentado. — Y cuando nuestro matrimonio 'fracase', ¿crees que tratará de dejar de casarte? — Sí, creo que sí — Olivia se mordió los labios —. Espero que sí. Estoy cansada de los hombres que tratan de ganarse el favor de mi padre. Además, esta es mi única posibilidad de conseguir el fideicomiso a mi manera. Estaré casada, como él quiere, pero será un marido que habré elegido yo y la clase de matrimonio que yo quiero. —Ya veo. La brisa le movía el flequillo a Gael, levantándolo. — Si aceptas, nos divorciaremos a los dos meses — siguió Olivia —. Yo conseguiré mi fidecomis
Capítulo cinco. Trato hecho.'¿Quieres casarte conmigo?'Aquellas tres palabras que a Gael lo hacían sentir un escalofrío. Gael había jurado no volver a cometer el error de casarse, pero aquello era diferente. La primera vez que dijo: 'Sí, acepto' había sido un desastre. Esta vez conseguiría algo más allá de un divorcio rápido. Esta vez, él llevaría el control. Sería él quien dijese cuánto había terminado, él quien se diera la vuelta. Y esta vez, su corazón no estaría involucrado. De modo que asintió con la cabeza. —Muy bien, trato hecho. La sonrisa de Olivia lo dejó sin aliento. Ella le tomó la mano y, como había ocurrido la primera vez, en cuanto rozó su piel sintió una descarga que le subió por el brazo hasta llegar a su torso, haciendo que le latiese el corazón. Si Olivia había sentido lo mismo no se le notaba, de modo que intentó disimular, luchando contra una atracción que era más poderosa de lo que hubiera esperado. —Solo hay una cosa más — dijo ella ento
Capítulo seis. Acepto la propuesta. Praxis Stratos, un hombre alto de pelo blanco, rondaba los sesenta años, pero sus sabios ojos azules parecían los de un hombre mucho más joven. Sentado tras el escritorio de su biblioteca, miraba a Gael con ojos serios y él sostuvo su mirada sin pestañear. Sabía muy bien que el primero que hablase perdería poder, de modo que guardó silencio, esperando que Stratos diese el primer paso. La suite de Praxis Stratos ocupaba la mitad de la planta superior del hotel, la suite de Olivia ocupaba la otra mitad. Era un establecimiento elegante de estilo europeo, pero ligeramente descuidado, como si hubiera visto tiempos mejores. Y Gael tuvo que preguntarse si Stratos sería tan rico como decían. Había notado un par de manchas de humedad en el techo y otros detalles. Nada que llamase demasiado la atención, solo pequeñas advertencias: molduras cuarteadas, marcas en el suelo de madera… Por supuesto, eso no demostraba nada. Tal vez Praxis estaba demas
Capítulo siete. Una noticia mala y otra buena. A la mañana siguiente, Gael miraba su ordenador esperando que se conectase la video llamada y, al ver su reflejo en la pantalla, hizo una mueca. Parecía un cadáver. Eso le enseñaría a beber coñac con un anciano que probablemente tenía coñac corriendo por sus venas, pensó. Stratos había querido brindar por el trato y a Gael no se le había ocurrido ninguna razón para no hacerlo. Sin embargo, horas después de escuchar innumerables historias sobre la isla y la infancia de Olivia, todas regadas con vaso tras vaso de coñac, había salido trastabillando de la suite. Apenas había podido pegar ojo, esperando que la habitación dejase de dar vueltas. Y cuando por fin se quedó dormido, en sus sueños era perseguido por Praxis Stratos, que reía como un maníaco mientras Olivia le tiraba ramos de novia a la cara. —No se te ocurra analizar el sueño — murmuró. Cuando tosió, sintió que su cabeza estaba a punto de explotar. Estaba alargando una m
Capítulo ocho. El loco de la familia Silencio. Los hermanos de Gael lo miraban, perplejos. —¿Casarte? — repitió Dorian. —¿Estás loco? — le espetó Hans. —¿Con la morena? —La misma, Olivia Stratos. —¿La hija de Praxis Stratos? — ¿La has conocido, te has enamorado y has pedido su mano en veinticuatro horas? — exclamó Dorian. —¿Quién ha dicho nada de amor? —¿Entonces por qué vas a casarte? —He hecho un trato con Olivia: me caso con ella y conseguimos la parcela. —Esto es llevar las cosas demasiado lejos — opinó Hans. — Ya está hecho. Hemos llegado a un acuerdo y pienso cumplir mi parte. —¿Por qué? —Porque no había otra manera de conseguir la parcela. —Estás loco. — No, no lo estoy — replicó Gael, irritado —. Será un matrimonio temporal y en dos meses nos divorciaremos, pero seguiremos teniendo la parcela. Hans sacudió la cabeza, como si no supiera qué decir, pero Dorian no tenía ese problema. —No puedes hacer eso, Gael. Casarse de ese modo no es… — ¿No es qué? — No e