Mosaico 2

Obedecí en silencio. Cuando terminé, Ariel me indicó que no lo vendara. Se acercó un poco más y puso ambas manos sobre la herida. La forma en que Lucas se distendió fue evidente. Lo escuché suspirar. Mi hijo me enfrentó sonriendo de costado.

—Tranquila, ma. No es tan fácil voltear a un guerrero como él.

Firmé el acta de defunción de mi lógica.

Así que no tuve inconvenientes en preguntarle: —¿Tenés idea qué pasó, Ariel? ¿Cómo puede estar herido?

Mi hijo hizo una mueca pensativa. Su expresión se hizo atenta, como si escuchara, y asintió.

—Cuando vio a Blas a punto de atacarte, corrió a cubrirte… ¿quién es Blas?

Año sabático para mi incredulidad.

—Otro Caído.

—Ah. Bueno, lo que pasa es que recibi&oacut

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