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Capitulo 5. PRISIONERA

Las bodegas, ese lugar ocupado por los capos de la mafia como escondite, lugar para torturas y para mantener el armamento en orden.

Aquellas bodegas oscuras a las cuales solo se tenía acceso gracias a una llave. Un lugar sumergido en la oscuridad y abandono. Donde algunos insectos, así como roedores buscaban refugio. Un sitio que parecía ser abandonado por las leyes divinas y del hombre, donde lo único que importaba era satisfacer los peores delirios de maldad. Instrumentos sangrientos, sustancias tóxicas y peligrosas, todo eso era refugiado en aquellas paredes, cobijandolas como un hogar.

—¡Saquenme de aquí por favor!

Gritaba Stefani después de tres días prisionera ahí. Atada en el grueso poste, con una mirada turbia, con la sensación de haber sido olvidada. 

—¡Prometo que voy a cooperar!

Sus lamentos eran escuchados por apenas dos guardias que vigilaban la entrada. Se hacían los sordos, aunque no había mucho con lo que distraerse. Los gritos de la cautiva mujer comenzaban a ser molestos.

Las órdenes eran claras, no abrir esa puerta a menos que fuera necesario para alimentarla. Esto lo tenían que hacer en 30 minutos, no podían dejarla con objetos filosos así que la precaución con los platos era necesaria. Estos minutos también eran aprovechados para que ella hiciera del baño, era un martirio incesante para ella. Sin duda Esteban se había tomado muy enserio todo esto.

—¡Ya entendí la lección!—Continuaba pidiendo desesperada.—Por favor, ayúdenme.

En ese momento algo anormal a la rutina de aquellos días estaba sucediendo. Esteban, el capo que ordenó este castigo para Stefani, abrió las puertas dejando entrar algo de luz que deslumbró los ojos de aquella mujer.

—Parece que tu orgullo cedió muy pronto.—Dijo él entre burlas y acercándose lentamente hacia ella quien permaneció en silencio para analizar de que se trataba esa visita.—Me dicen los guardias que desde el primer día has estado suplicando por salir de aquí. Dices que estás segura de querer cooperar, ¿Eso es verdad?

—Si.—Dijo secamente y al momento.

—Y exactamente, ¿Con qué quieres cooperar?—Se agachó para mirarla a los ojos, sintió que así haría más presión.—Yo no te he pedido nada.

—Estoy dispuesta a cooperar en lo que de requiera.—Respondió después de analizar sus palabras por algunos segundos.

Esteban la tomó suave pero firmemente del mentón, hizo esto para hacer contacto visual con ella.

—Lo único que deseo es que te comportes y seas una buena invitada.¿Comprendes?

—Trataré de hacerlo, solo necesitas poner tus reglas.—Su voz era tan dulce que podría interpretarse como una pequeña niña siendo regañada por su padre.

—¿Reglas?—La soltó y se levantó para darle la espalda.—Solo hay una, que te comportes, ¿Entiendes eso?

—Puedo hacer mucho más que eso.—Su tono era ahora uno muy seductor, digno de una dama que desea obtener la atención de su pareja.

—¿Ah si?—Logró el objetivo de llamar su atención. Esteban se quitó el saco para ir hacia ella.—Enséñame qué puedes.

—¿Así?—Preguntó sorprendida después de ver su aceptación tan rápida.

—¿Qué tiene?, ¿Necesitas un cortejo?

—No, lo pregunto porque ahí están tus hombres.—Le dijo mientras señalaba con su cabeza.—Supongo que entiendes la privacidad que requiere este asunto.

—¿Privacidad?, ¿Requieres eso?, Pensé que tenías más ganas de salir de las bodegas.—Se incorporó nuevamente y comenzó a ponerse su saco. Tenía la intención de irse de ahí.—Vengo luego, cuando pienses mejor las cosas.

—No, no, por favor espera.—Lo interrumpió para no quedarse sola nuevamente.—Si puedo hacerlo así.

Estaban dió una ligera sonrisa de satisfacción que no le mostró. Ella estaba haciendo exactamente lo que él quería, sentía un gran placer por lograr esto.

—Ven, acércate a mí.—Continuaba con la seducción.—Te voy a complacer en todo.

Esteban se dió la vuelta mostrando una expresión de egocentrismo. Actitud que denotaba capricho pero que era una máscara ante ella.

Disfraz o no, esa actitud hizo enojar aún más a Stefany que no planeaba seguir con aquella farsa. Su intención era que el capo se acercara para así liberarse, dar su último intento de lucha y así caer con honor.

Desafortunadamente para ella, Esteban se percató del plan y solo le siguió el juego.

Se hincó para quedar a su altura. Comenzó a acariciar sus rodillas en círculos. La miró muy penetrante y después de unos segundos, movió sus manos hacia sus piernas para acariciarla de igual forma.

Las piernas de Stefani de inmediato sintieron gran satisfacción, el calor que le provocaban las caricias, era el remedio perfecto ante ese frío.

Independientemente de su plan, la satisfacción era verdadera y decidió disfrutarlo un poco cerrando sus ojos.

Esteban también sintió gozo, no era un secreto que Stefani le gustaba pero no podía demostrarlo abiertamente y menos antes ella, eso le restaría poder.

Presionó más fuerte su muslo derecho, era un efecto normal de aquel gusto por esa mujer. La reacción de ella fue inmediata. Abrió sus ojos completamente y lo miró, sin dar a notar el placer.

—Acércate a mí.—Le pidió con tono suave y sensual.—Deja que mis labios toquen los tuyos, se necesitan.

Esteban mostró una mirada con la que intentó vender la idea de haber caído en la trampa.

La idea de Stefani se había transformado en dejarlo acercarse para morder y lastimar sus labios. Pensaba sacrificar todos los avances por esa acción, que en ese momento le pareció la más adecuada. La adrenalina y el momento le hicieron ver qué era el momento justo para la venganza. Pensaba en eso justo cuando los labios de Esteban se acercaban a ella. Notó que él cerró los ojos, lo que le hizo más fácil el plan.

Lo veía lentamente saboreandose el plato como una bestia salvaje a punto de cazar. Sentía eterno el momento que sus labios se pusieran a una distancia factible para atacar, pero eso momento nunca llegó.

Como si una cucharada de sopa se derramara justo antes de llegar a la boca, así sintió Stefani cuando Esteban arruinó su plan.

—Tendrás que ser mucho más convincente si deseas obtener algo.—Se lo dijo al oído, justo un segundo después que desviará su boca de los labios de su prisionera.—En ningún momento me creí tu cambio, se que puedes resistir más que eso.

Stefani intentó reaccionar para morder su mejilla por la desesperación, pero nuevamente se frustraron sus planes cuando él la esquivó. Para aumentar el coraje de ella, le dió un beso en su boca aprovechando su descuido. Después de hacerlo se alejó de ahí convencido de irse.

Comenzó a caminar sin mirar atrás y solo se detuvo un momento para decirle.

—Te visitaré en tres días más, espero que tu actitud cambié en verdad.

Stefani se quedó frustrada, el cansancio, el momento incómodo, su dignidad pisoteada nuevamente, todo eso le generó una mezcla de emociones que detonaron en estrés, el cual solo pudo sacar de forma verbal.

—¡Te odio, maldito seas!—Gritaba mientras lo veía salir.—¡Eres un hijo de perra, me voy a vengar de ti, lo juro!

Pero sus gritos se ahogaron en la bodega cuando la puerta fue cerrada para dejarla sola nuevamente.

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