—¡Rápido, saquen a la hija del jefe de aquí!
—Esos idiotas lo tenían todo planeado, nos han emboscado. —Le respondía un hombre herido en su hombro izquierdo por una bala que lo perforó. —Debe haber un soplón, nos van abatir. —¡No pierdas la cabeza estúpido! —Le respondía el sicario que perecia tener el mando ahí. —Tenemos que sacarla de aquí o las cuentas con el jefe serán peor. La luna brillaba intensamente en aquel escenario. Parecía que se había puesto su traje de gala, hermoso, luminoso, penetrante. Todo para alumbrar a estos dos grupos de sicarios, que se enfrentaban por las calles de Florencia. La balacera era muy intensa, el grupo de los "Melchi" había emboscado a sus enemigos jurados, los "Bolgia". Estos grupos habían estado en guerra por años, gracias a sus dos líderes que deseaban el poder absoluto del País. Los Melchi habían sido acorralados después de ser interceptados en un terreno aparentemente neutro. La hija del temible líder, había salido a pasear y su escolta la acompañaba. Momento que aprovecharon sus enemigos para darles caza. —No se preocupe, tenemos una oportunidad. —Decía su protector mientras la tranquilizaba. —Le doy mi palabra que la sacaremos de aquí. —Idiota, esto lo tenían planeado. —Dijo ella muy enojada mientras se refugiaba detrás de un auto. —Dame un arma, yo misma saldré de aquí. —Eso es muy arriesgado. —Dijo él sorprendido por su petición. —Permitanos hacer nuestro trabajo, permítanos protegerla. La violencia en aquel lugar amuentaba a cada minuto. Las balas que viajaban por el aire eran demasiadas, y muchas de ellas ya se incrustaban en los cuerpos de los sicarios por ambos bandos. —Los Bolgia lo tenían bien planeado. —Continuaba la joven hablando mientras la valentía se apoderaba de ella. —No se las vamos a dejar fácil, está noche bañaremos con su sangre el piso de Florencia. Estas palabras motivaron a sus hombres quienes eran superados en número pero no en valentía y honor. Uno de ellos le dió el arma a su jefa y la siguieron al frente y así tratar de hacerse un espacio para salir de ahí. Ella corrió velozmente, con una mirada de firmeza, orgullo y coraje. Sus hombres detrás de ella con el espíritu del poder con ellos. Corrían mientras disparaban, directamente contra sus enemigos que al verlos se sintieron intimidados. Las calles de Florencia estaban por presenciar algo único en aquellas guerras de la mafia en ese país. Las balas salían de sus armas con gran velocidad y precisión, como si ellas mismas desearan defenderla por voluntad propia. Se incrustaron en los enemigos que venían de frente, regando su sangre y decorando los pisos con sus cuerpos. Armas, chaquetas, sombreros y todo lo que les caracterizaba a aquellos sicarios, era desprendido de sus cuerpos para quedar en el olvido. La estrategia parecía funcionar pero el destino jugó en su contra. Colocó enfrente de ellos a un gran estratega, quien aprovechó la distracción con la caída de sus colegas para apuntar y disparar desde los techos con sus seguidores. Diez hombres se habían apostado en la parte alta, quienes a su señal dispararon aprovechando el impulso y el descuido de sus adversarios. Las balas los abatieron casi al momento dejando solo a la protegida de pie y a su guarura detrás de ella. —¡Maldición, todos han caído! —Gritó nerviosa mientras miraba atrás y contemplaba los cuerpos de los caídos. —Señorita, por favor no se resista. —Dijo su guarura mientras la tumbaba en el piso para él ponerse arriba de ella a manera de protección. —Con gusto doy mi vida por usted. Los sicarios del grupo vencedor se fueron acercando para rodear a estos dos. Con sus armas apuntaron a ellos con la intención de abatirlos. —Esperamos sus órdenes señor. —Le decían al brillante estratega victorioso y de quién dependían para hacer algo. —Esa mujer debe ser importante. —Decía muy tranquilamente mientras fumaba su cigarrillo. —Nuestro informante tenía razón, tenemos un buen botín. Los sicarios dejaron de apuntar mientras desarmaban a los dos capturados. Con mucha resistencia los amarraron mientras eran maldecidos y escupidos por aquella impulsiva mujer. —¡Malditos, se van arrepentir de esto! —Gritaba para desahogar su impotencia al ser capturados. —Vaya que eres violenta. —Decía el líder vencedor cuyo nombre era Esteban Bolgia, ”El rayo dorado" —No me sorprende que estos hombres te siguieran por miedo. —Se reía de ella con sus compañeros. —Miren eso, atrapamos a la fiera de Florencia. Las risas y burlas por parte de todos no se hicieron esperar, esto causó más frustración en la capturada quién no paraba de escupir. —Por favor, tapen de una buena vez su boca. —Ordenó Esteban mientras se acercaba a ella. Dejó notar que su valentía y vulgaridad verbal, no eran lo único que resaltaba en ella. Quedó totalmente perdido por su belleza. —¡No le hagan nada! —Interrumpió con súplicas el guarura que estaba sometido a un lado. —¡Su padre tomará venganza! Estaban giró su cabeza para mirarlo y así responderle. —Su padre lleva años intentando tomar venganza y adivina ¿Qué? No lo ha conseguido. —Las burlas se hicieron presentes nuevamente por parte de todos. Ninguno de ellos dos se habían intimidado ni al estar rodeados por tantos sicarios muy bien armados. A pesar de que ellos tenían una fama de ser terribles y ahora estar a su merced.—¡Idiotas, lo pagarán en el infierno! —Seguía defendiéndose de manera verbal. —No tienen honor, ella no es su padre. Esteban se agachó para mirarle a la cara y continuar con la conversación. —En este negocio todos nos iremos al infierno. —Su voz era suave, como la de alguien que disfruta el torturar. —Tienes razón, ella no es su padre. Ese estúpido no sale a las calles porque nos tiene miedo. Pero no te preocupes, ella nos servirá en este momento. El valiente guarura se enojó por ese comentario y le escupió en la cara para después llenarlo de insultos y retos. Esteban se levantó y muy elegante, sacó de su traje color gris, un pañuelo blanco con el que se limpió.—La muerte es algo que nos depara a todos en este negocio.—Continuaba hablando mientras se acomodaba su fino saco.—Pero tú lo has dicho bien, ella es importante así que la mantendré con vida, en cambio tú… Estaban sacó su pistola para disparar varias veces en el cuerpo de su enemigo. Un disparo dió en su abdomen, otro más en el pecho, dos en la cabeza y uno más en su cuello. El hombre cayó muerto de inmediato sin decir más palabras. Su cabeza golpeó el suelo y su saliva se mezcló con la sangre que ya había caído. La joven amarrada, gritó desesperadamente, al grado de casi comerse la cinta que no le permitía hablar. Sus lágrimas eran abundantes y sus gruñidos desgarradores. La batalla había terminado con un claro vencedor y era momento de dar el siguiente paso. —Señor perdón pero, ¿De verdad la mantendrá con vida?—Interrumpió uno de sus hombres.—¿No sería mejor matarla y dejarla del otro lado de la ciudad con estos? Eso sería un mensaje contundente para el enemigo y su padre se pondría contento. —Si, podría ser. —Le respondió sin revelar lo que estaba sintiendo. Y es que ya había sido víctima del encanto de aquella mujer. La miraba a los ojos y podía ver una luz a través de ellos. Una luz que nunca había visto y que le hizo ser débil para matarla. Por alguna razón deseaba conservarla, pero no lo iba aceptar así que tuvo que improvisar una respuesta convincente. —Pero pienso, mi querido Ben, que debemos ir más allá.—Lo miró a los ojos fijamente.—Imagínate la desesperación en nuestro enemigo al saber que su hija desapareció o que está en nuestras manos. La información que le podemos sacar a esta mujer, será algo valioso. —Nuestro enemigo no se quedará quieto, vendrá una guerra inminente.—Dijo él, intentando convencerlo. —La guerra mi querido Ben lleva años, esto es una batalla ganada. Se apresuró a responder mientras apagaba su cigarro dejándolo caer al piso. —Esta mujer será mi invitada, yo asumo la responsabilidad con mi padre. Ahora llevénsela y dejen saber a los Melchis que con nosotros no se juega y sobretodo que tenemos a la querida Stefani Sandoval en nuestro poder. La decisión de Esteban fue respetada por su grupo. Salieron de ahí rápidamente subiendo a sus autos. Dispuestos a regar la sangre de sus enemigos por la ciudad, pegar carteles de burla y sobre todo, regresar a su refugio para contar al jefe de su triunfo. La guerra que en esa noche tomaría más fuerza, era algo que ni Estaban, ni nadie podía imaginarse. Una guerra que sacudiria a toda Europa.El lugar se veía perfectamente conservado. Todo en él estaba muy ordenado y libre de polvo. Esto era a petición general de "Don Fernando" líder de los capos en todo el país. Este jefe se había ganado su popularidad no solo por inteligente, también por su sangre fría y por un gran olfato para los negocios. Tenía una especie de intuición que le hacía elegir bien a sus socios, así como prevenirse de quien no le sería útil.Don Fernando era el capo líder de los Bolgia, grupo que ya dominaba la mitad de Italia operando desde Roma, la mayor ciudad para sus negocios.—¿Cómo dices?—Preguntó muy enojado mientras golpeaba el escritorio con ambos puños.—¿Ese idiota tuvo la oportunidad de matarla y en vez de eso la trajo a nuestra fortaleza?—Sí señor, es lo que han reportado los hombres que recién llegaron.—Su acompañante se mostraba tímido, estaba claro que no deseaba ser él quien diera las noticias al jefe, pero indudablemente era su trabajo hacerlo y como buena persona de confianza, lo estaba
—¿Qué pretendes conmigo?—Preguntaba intrigada Stefan a su captor.—¿Seré una esclava ahora?—Dudo que tengas la voluntad para serlo.—Dijo él colocándose unos guantes de piel en ambas manos.—Eres muy rebelde, seguro le das muchos problemas a tu padre.—Eso a ti no te importa.—Se mostró molesta.—Yo jamás me someteré a nadie. La conversación ocurría en aquella bodega donde se habían mantenido varias horas ya. Era un lugar que usaban para resguardar barriles que contenían licor con el que surtían sus restaurantes y también a sus aliados. Era muy obscura y fría. El gran espacio que había en ella la hacía ver muy aterradora.La iluminación era un problema, al ser un lugar subterráneo, solo contaban con luz artificial. La electricidad no era una herramienta muy abundante y con un par de focos en casa esquina, se consideraba suficiente para ellos. Stefani estaba amarrada en un poste de cemento, uno que sostenía el peso de todo el lugar. Sus brazos comenzaban a resentir el cansancio por aquel
El escenario era muy desafiante. En ese lugar no se tenía ningún control respecto a los sicarios y el armamento. Todos llevaban pistolas y tenían un temperamento algo inestable. No era extraño ver enfrentamientos de vez en cuando entre ellos, escuchar gritos u hombres desesperados ya que el ambiente no ayudaba mucho.Estos grupos actuaban como una pandilla y no como un grupo organizado, al menos no dentro de las instalaciones.Drogas, armas, sexo, erotismo y vulgaridad, eran algunas de las cosas que se veían en esta vida nocturna a la que estaban acostumbrados.La luna era de los pocos testigos que presenciaban lo que realmente ocurría en las sombras.Muchos de estos hombres no conocían otro tipo de vida, con eso habían crecido y pretendían mantenerse ahí. Eran muy pocos los que deseaban salir de aquello para buscar una vida diferente. En general todos ellos lo disfrutaban y planeaban seguir ahí hasta sus muertes, sin importar lo pronto que llegaran. Un sistema al que algunos llegaban
Las bodegas, ese lugar ocupado por los capos de la mafia como escondite, lugar para torturas y para mantener el armamento en orden.Aquellas bodegas oscuras a las cuales solo se tenía acceso gracias a una llave. Un lugar sumergido en la oscuridad y abandono. Donde algunos insectos, así como roedores buscaban refugio. Un sitio que parecía ser abandonado por las leyes divinas y del hombre, donde lo único que importaba era satisfacer los peores delirios de maldad. Instrumentos sangrientos, sustancias tóxicas y peligrosas, todo eso era refugiado en aquellas paredes, cobijandolas como un hogar.—¡Saquenme de aquí por favor!Gritaba Stefani después de tres días prisionera ahí. Atada en el grueso poste, con una mirada turbia, con la sensación de haber sido olvidada. —¡Prometo que voy a cooperar!Sus lamentos eran escuchados por apenas dos guardias que vigilaban la entrada. Se hacían los sordos, aunque no había mucho con lo que distraerse. Los gritos de la cautiva mujer comenzaban a ser mole
—No finjas que esto pasará solo porque estás amarrada.—Le decía Esteban a su hermosa prisionera mientras intentaba acomodar su cuerpo arriba del de ella.—Se que esto lo deseas tanto como yo.—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?—Le respondió con voz débil pero que aún se resistía por mostrarse rebelde.—Lo puedo sentir. Veo tus ojos totalmente entregados a mi.—Comenzó a desplazar su rodilla en la de ella para abrirla lentamente y entrar en un cruce demasiado sensual.—Puedo sentir a tu piel cómoda, excitada. Con deseos de seguir siendo acariciada por la mía.Stefani ya se había entregado casi por completo ante la presencia de su captor. Gran parte de lo que él decía era verdad pero su orgullo no le haría aceptarlo tan fácil.Estaba entregada a su abdomen y pecho que ya descansaban sobre ella ya sin ropa. Ese abdomen trabajado y marcado, complemento ideal de ese pecho fuerte que ya la domaba en la cama.El espacio era obscuro, en un lugar que podía ser el cómplice perfecto para que ocu