El escenario era muy desafiante. En ese lugar no se tenía ningún control respecto a los sicarios y el armamento. Todos llevaban pistolas y tenían un temperamento algo inestable. No era extraño ver enfrentamientos de vez en cuando entre ellos, escuchar gritos u hombres desesperados ya que el ambiente no ayudaba mucho.
Estos grupos actuaban como una pandilla y no como un grupo organizado, al menos no dentro de las instalaciones. Drogas, armas, sexo, erotismo y vulgaridad, eran algunas de las cosas que se veían en esta vida nocturna a la que estaban acostumbrados. La luna era de los pocos testigos que presenciaban lo que realmente ocurría en las sombras. Muchos de estos hombres no conocían otro tipo de vida, con eso habían crecido y pretendían mantenerse ahí. Eran muy pocos los que deseaban salir de aquello para buscar una vida diferente. En general todos ellos lo disfrutaban y planeaban seguir ahí hasta sus muertes, sin importar lo pronto que llegaran. Un sistema al que algunos llegaban pero muy pocos abandonaban. —¿Qué pasa Bordon?—Preguntó Estaban para confrontar al grupo que recién llegaba.—¿A qué se debe esa entrada y esa agresividad? —¡Nos hemos enterado que nuestro peor enemigo está en nuestras instalaciones!—Comenzó a caminar hacia ellos rápidamente.—¡Y ahora me doy cuenta que es verdad y la tienes comiendo en nuestra fortaleza!, ¿Por qué pasa esto? —¿Desde cuándo te debo dar explicaciones sobre mis decisiones?—Lo afrontó sin moverse de ahí. —Desde que yo y mis compañeros nos arriesgamos por tu familia.—Su mirada se mantuvo firme aunque le hablara a su líder.—¿Sabes cuántos de mis compañeros murieron luchando contra ella? Es una falta de respeto el tenerla aquí. —Hablas como si ellos no supieran el riesgo o como si no recibieran un pago por esos servicios.—Regresó su mirada al comedor, dando por hecho que la conversación había terminado.—Asi son las guerras. No quieras fingir que lo haces por lealtad y no por el dinero que se te paga. —¿Pones en duda mi lealtad?—Se agachó para buscar su mirada.—En todo caso, ¿Quién es el qué está comiendo con el enemigo, como buenos amigos? Esteban se levantó muy molesto y dispuesto a realizar una confrontación. Sabía que no podía luchar con todos sus hombres pues como buen estratega comprendía el error que cometería. Pero ahora estaba recorriendo el camino tramposo del amor, uno que sin darse cuenta, le hacía perder claridad en sus decisiones. —¡Ya basta!—Stefani gritó desesperada. Se levantó y para sorpresa de todos, reto a Bordon.—Si tanto coraje me tienes, ¿Qué esperas? Estoy aquí enfrente, ¿Por qué no haces algo? Bordon y todo el equipo que le acompañó hasta ahí quedaron sorprendidos por dicho reto. Se quedaron mudos y no hubo forma en contestar aquello. Stefani continuó con sus acciones, se acercó a él y rápidamente sacó su arma de la cintura. La giró magníficamente y se la ofreció. —Tienes un arma pero no demuestras valor para usarla.—Dijo ella retándolo con la mirada.—Tu enemigo está enfrente de ti, dispara y listo. Déjate de reclamos, pareces una dramática mujer. A pesar de sentirse molesto, Bordon no reaccionó ante aquellos retos, no aceptó el arma y solo la miró confundido. —Aquí nadie va disparar a nadie.—Intervino Estaban poniéndose en medio de ellos dos. Tomó el arma y se la devolvió a Bordon.—Por favor, déjenme está situación a mí. —¿Esta situación?—Desvió su mirada ahora a él.—¿Te refieres a una cuestión diplomática?, o tal ves a ¿La convivencia con el enemigo? —Te lo dije y lo repetiré por última vez.—Esteban ahora hablaba con un tono molesto.—No tengo porque reportarte nada, esta mujer estará ahora conmigo. Trata de no molestar. Bordon y su equipo se alejaron de ahí, no sin antes regalar unas miradas retadoras y de insatisfacción. Esteban y Stefani regresaron a sus asientos para poder comer y descansar. —¿Qué pretendes al poner a tus hombres en tu contra por mi presencia?—La intriga en ella comenzaba aumentar. —¿Qué te hace pensar que los estoy poniendo en mi contra?—Comezó a beber alcohol.—Y más, que lo estoy haciendo por ti. —No entiendo nada tu actitud, ni que carajo hago aquí. —Aquí estás para comer y beber, ¿Cuánto más debo repetirlo? —No me refiero a eso. No te hagas el estúpido.—Dijo molesta mientras lo miraba.—Quiero saber ¿Qué pretendes al tenerme así? —Si a mis hombres no les debo reporte, ¿Qué te hace pensar que a ti te debo alguno? La joven entendió que era una pérdida de tiempo continuar con esa conversación. Aprovechó la hospitalidad para beber agua que le había puesto ahí. El líquido refrescó su garganta de una manera muy placentera. En ellos eran con los que se apreciaba realmente la vida. —¿Cuánto tiempo estaré aquí?—Seguía intrigada por su futuro. —Eso depende de tu cooperación y reacción de tu padre.—Tenia la actitud de alguien muy tajante y sin ganas de hablar demasiado. Era directo y eso en ocasiones lo confundía con soberbia. —¿Me estás diciendo que me usarás para sacar información de mi padre?—Su enojo e impulso violento regresó.—O, ¿Pretendes usarme como moneda de cambio? Estaban no respondió nuevamente ninguna de estas dudas. Solo la miró como diciendo. "Deja de hablar y come", "Yo no te diré nada de mis planes" —¡De una vez te advierto que eso no pasará!—Arrojó la copa con el agua al suelo.—¡Prefiero morir antes que darte información, yo no soy una traidora! Esteban solo miró desconcertado el vaso roto y el agua derramada, esos impulsos agresivos comenzaban a molestarle. —¡Mátame de una vez o lo haré yo misma! Tomó un vidrio del piso con el que intentó cortarse el cuello. Afortunadamente llegó Esteban a tiempo y detuvo su mano. —De verdad que eres molesta.—Dijo mientras aún forcejeaba con ella para quitarle el cristal, esto le hizo una ligera cortadura en su mano y la sangre comenzó a caer.—¿Ahora tendré que batallar con tus tendencias suicidas? —No me usarás, si la batalla la he perdido entonces moriré.—Hablaba con valentía.—No pienso ser un arma en contra de mi padre. El ambiente ya estaba muy tenso, la señora que preparaba la comida había dejado de hacerlo pues la conducta agresiva de aquella mujer comenzaba a inquietar. No se imaginaban de lo que sería capaz si se saliera de control. Varios de los sicarios que ahí custodiában, dudaban si acercarse o no para ayudar a su líder y someterla. Parte de estas dudas eran porque muchos de ellos si deseaban verla muerta. Otros más no sabían cómo ayudar, mientras que algunos querían ver a su jefe en acción. —Nadie intervenga por favor.—Pidió él, sacando de dudas a todos sobre que hacer.—Esta invitada y yo, lo resolveremos ahora mismo. Todos pudieron ver como su líder desarmó a la mujer con un movimiento muy rápido e inusual. Sin olvidar su toque varonil y salvaje, le dobló la muñeca para que el vidrio cayera al piso rápidamente. Stefani mostró un grito de dolor por está acción, pero debido a su adrenalina, seguía pelando sin bajar el ritmo. —¡Eres un sucio, tramposo e idiota!—Hablaba con un poco de sentimiento pues había pensado que él tenía buenas intenciones. En el fondo su mente le hizo imaginar que podría haber una historia de amor entre ellos dos, pero ahora con esa deducción la cosa cambiaba y el dolor se hacía presente. Los insultos continuaron, incluso cuando Esteban dobló sus brazos para someterla por la espalda. La colocó contra la mesa pero esta vez no hubo toque erótico, él en verdad estaba muy molesto. —Nadie ha hablado de eso, déjate de dramas por favor.—Esteban mostraba expresión de fastidio por esa actitud.—No quería que esto fuera así, pero has obligado. ¡Regresarás a las bodegas!Las bodegas, ese lugar ocupado por los capos de la mafia como escondite, lugar para torturas y para mantener el armamento en orden.Aquellas bodegas oscuras a las cuales solo se tenía acceso gracias a una llave. Un lugar sumergido en la oscuridad y abandono. Donde algunos insectos, así como roedores buscaban refugio. Un sitio que parecía ser abandonado por las leyes divinas y del hombre, donde lo único que importaba era satisfacer los peores delirios de maldad. Instrumentos sangrientos, sustancias tóxicas y peligrosas, todo eso era refugiado en aquellas paredes, cobijandolas como un hogar.—¡Saquenme de aquí por favor!Gritaba Stefani después de tres días prisionera ahí. Atada en el grueso poste, con una mirada turbia, con la sensación de haber sido olvidada. —¡Prometo que voy a cooperar!Sus lamentos eran escuchados por apenas dos guardias que vigilaban la entrada. Se hacían los sordos, aunque no había mucho con lo que distraerse. Los gritos de la cautiva mujer comenzaban a ser mole
—No finjas que esto pasará solo porque estás amarrada.—Le decía Esteban a su hermosa prisionera mientras intentaba acomodar su cuerpo arriba del de ella.—Se que esto lo deseas tanto como yo.—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?—Le respondió con voz débil pero que aún se resistía por mostrarse rebelde.—Lo puedo sentir. Veo tus ojos totalmente entregados a mi.—Comenzó a desplazar su rodilla en la de ella para abrirla lentamente y entrar en un cruce demasiado sensual.—Puedo sentir a tu piel cómoda, excitada. Con deseos de seguir siendo acariciada por la mía.Stefani ya se había entregado casi por completo ante la presencia de su captor. Gran parte de lo que él decía era verdad pero su orgullo no le haría aceptarlo tan fácil.Estaba entregada a su abdomen y pecho que ya descansaban sobre ella ya sin ropa. Ese abdomen trabajado y marcado, complemento ideal de ese pecho fuerte que ya la domaba en la cama.El espacio era obscuro, en un lugar que podía ser el cómplice perfecto para que ocu
—¡Rápido, saquen a la hija del jefe de aquí!—Esos idiotas lo tenían todo planeado, nos han emboscado. —Le respondía un hombre herido en su hombro izquierdo por una bala que lo perforó. —Debe haber un soplón, nos van abatir.—¡No pierdas la cabeza estúpido! —Le respondía el sicario que perecia tener el mando ahí. —Tenemos que sacarla de aquí o las cuentas con el jefe serán peor.La luna brillaba intensamente en aquel escenario. Parecía que se había puesto su traje de gala, hermoso, luminoso, penetrante. Todo para alumbrar a estos dos grupos de sicarios, que se enfrentaban por las calles de Florencia.La balacera era muy intensa, el grupo de los "Melchi" había emboscado a sus enemigos jurados, los "Bolgia". Estos grupos habían estado en guerra por años, gracias a sus dos líderes que deseaban el poder absoluto del País.Los Melchi habían sido acorralados después de ser interceptados en un terreno aparentemente neutro. La hija del temible líder, había salido a pasear y su escolta la acom
El lugar se veía perfectamente conservado. Todo en él estaba muy ordenado y libre de polvo. Esto era a petición general de "Don Fernando" líder de los capos en todo el país. Este jefe se había ganado su popularidad no solo por inteligente, también por su sangre fría y por un gran olfato para los negocios. Tenía una especie de intuición que le hacía elegir bien a sus socios, así como prevenirse de quien no le sería útil.Don Fernando era el capo líder de los Bolgia, grupo que ya dominaba la mitad de Italia operando desde Roma, la mayor ciudad para sus negocios.—¿Cómo dices?—Preguntó muy enojado mientras golpeaba el escritorio con ambos puños.—¿Ese idiota tuvo la oportunidad de matarla y en vez de eso la trajo a nuestra fortaleza?—Sí señor, es lo que han reportado los hombres que recién llegaron.—Su acompañante se mostraba tímido, estaba claro que no deseaba ser él quien diera las noticias al jefe, pero indudablemente era su trabajo hacerlo y como buena persona de confianza, lo estaba
—¿Qué pretendes conmigo?—Preguntaba intrigada Stefan a su captor.—¿Seré una esclava ahora?—Dudo que tengas la voluntad para serlo.—Dijo él colocándose unos guantes de piel en ambas manos.—Eres muy rebelde, seguro le das muchos problemas a tu padre.—Eso a ti no te importa.—Se mostró molesta.—Yo jamás me someteré a nadie. La conversación ocurría en aquella bodega donde se habían mantenido varias horas ya. Era un lugar que usaban para resguardar barriles que contenían licor con el que surtían sus restaurantes y también a sus aliados. Era muy obscura y fría. El gran espacio que había en ella la hacía ver muy aterradora.La iluminación era un problema, al ser un lugar subterráneo, solo contaban con luz artificial. La electricidad no era una herramienta muy abundante y con un par de focos en casa esquina, se consideraba suficiente para ellos. Stefani estaba amarrada en un poste de cemento, uno que sostenía el peso de todo el lugar. Sus brazos comenzaban a resentir el cansancio por aquel