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Capitulo 2. UN ENCUENTRO NADA AGRADABLE

El lugar se veía perfectamente conservado. Todo en él estaba muy ordenado y libre de polvo. Esto era a petición general de "Don Fernando" líder de los capos en todo el país. Este jefe se había ganado su popularidad no solo por inteligente, también por su sangre fría y por un gran olfato para los negocios. Tenía una especie de intuición que le hacía elegir bien a sus socios, así como prevenirse de quien no le sería útil.

Don Fernando era el capo líder de los Bolgia, grupo que ya dominaba la mitad de Italia operando desde Roma, la mayor ciudad para sus negocios.

—¿Cómo dices?—Preguntó muy enojado mientras golpeaba el escritorio con ambos puños.—¿Ese idiota tuvo la oportunidad de matarla y en vez de eso la trajo a nuestra fortaleza?

—Sí señor, es lo que han reportado los hombres que recién llegaron.—Su acompañante se mostraba tímido, estaba claro que no deseaba ser él quien diera las noticias al jefe, pero indudablemente era su trabajo hacerlo y como buena persona de confianza, lo estaba haciendo. 

—Llegaron no hace mucho.—Dijo sin perder ritmo.—Según dicen, los emboscaron y mataron a todos excepto a ella.

—Ese estúpido. —Dijo murmurando para sí mismo—¿Dónde está ahora?

—Se fue a nuestro refugio en la zona sur.—Le contestó con firmeza.—Dicen que la llevó ahí para interrogarla.

—¡Maldita sea, es un estúpido!—Gritó muy enojado mientras golpeaba nuevamente la mesa.

—¿Quiere que lo mandemos llamar?—Dijo el capo muy servicial, mientras acomodaba su sombrero blanco.

—No, será una pérdida de tiempo.—Respondió el gran jefe levantándose al fin de su cómoda silla acojinada.—Iré directamente, tengo que llegar antes de que mi hijo cometa otra estupidez... Mi hijo, a veces siento vergüenza decirle así.

—No lo juzgué así jefe.—Intentó interceder mientras también se levantaba para acompañarlo.—Es un joven impulsivo nadamas.

—Los impulsos no sirven de nada en nuestro oficio.—Le respondió para cerrar la conversación. Era bien sabido que le gustaba decir la última palabra.

Ambos salieron de aquel escondido pero lujoso lugar. Este tipo de organizaciones tenía la costumbre de disfrazar sus bases con restaurantes o tiendas de arte. Los edificios solían ser muy grandes, en la parte delantera y baja se colocaban los negocios fantasmas. Mientras que en el resto del edificio, todo lo demás aguardaba.

Al salir del restaurante ya los esperaba el auto con un chófer listo para cumplir su trabajo. Fuera del coche estaban dos de sus hombres que le custodiaban en el viaje. A ellos se unirían dos autos más, llenos de sicarios bien armados que protegerían al gran patrón.

El traslado fue muy rápido, las calles casi vacías eran aprovechadas por estos hombres para acelerar lo más que los motores permitían.

En cuestión de unos minutos ya habían llegado al resguardo principal de este grupo delictivo. Era una inmensa casa que servía de guarida para todos ellos. Casa que era propiedad de Don Fernando. Ahí era donde su hijo mantenía cautiva a la hija de su enemigo.

La casa estaba fuertemente vigilada por varios hombres armados y distribuídos en distintos puntos estratégicos, todo para cuidar lo mejor posible todas las entradas.

Al llegar, se estacionaron y de inmediato fueron recibidos por los hombres que custodiában la entrada principal, abrieron las grandes rejas blancas para que pudieran entrar inmediatamente. No sin antes darle el saludo de respeto que su jefe merecía.

—¿Dónde está mi hijo?—Preguntó don Fernando al instante que bajó del auto.

—Está en las bodegas subterráneas.—Le respondió el guardia más cercano a él.

—Mantengan los ojos bien abiertos y de ser necesario dupliquen la guardia.—Comenzó a caminar rápidamente hacía las bodegas después de dar la orden.

La enorme casa contaba con un gran pasillo cubierto por árboles y pasto. Sería un gran jardín si alguien le dedicara el tiempo, pero ellos lo ocupaban para mantener oculto el interior. Todo lo importante en ese terreno se mantenía en la parte baja. Túneles y habitaciones subterráneas que servían como seguridad para esto. Así la policía solo podría ver una casa y al inspeccionar no encontraría nada. El acceso a las bodegas y pisos subterráneos, era conocido solo por ellos.

Se trasladó lo más rápido que pudo, con el coraje en sus ojos y en los puños que cerraba a cada momento mientras recordaba la noticia.

En poco tiempo ya estaba llegando a la parte trasera donde se le informó que su hijo se encontraba. Las puertas estaban resguardadas por dos de sus hombres quienes al verlo, rápidamente se hicieron a un lado para dejarlo pasar.

—Si cooperas, todo será más fácil para ti muñeca.—Esteban, el hijo de don Fernando, estaba sentado en una silla mirando cómodamente a su víctima.—Puedes ganar mucho, si así lo deseas.

—Y tú vas a perderlo todo.—Le respondió la bella Stefani con un tono retador.—Esta guerra ya la perdieron desde antes de iniciarla, nunca conseguirán el territorio.

—De verdad que eres testaruda.—Se tocó la frente con ambas manos en señal de desesperación.—Esto lo haremos por las buenas o la malas, yo siempre consigo lo que me propongo.

—¿Qué significa esto Estaban?—Don Fernando entraba en la habitación para escuchar la conversación.—¿Qué haces conversando con la hija del enemigo? Esta mujer debería estar muerta ya.

—Buena noche padre.—Se levantó de la silla y saludó muy cortés.—No deberías estar tan estresado, hemos dado un gran golpe a nuestros enemigos, he aquí nuestro trofeo.

—Esto no es ningún deporte. Los únicos trofeos deben ser las cabezas de nuestros enemigos, colgadas en la entrada.—Estaba sumamente molesto, sus deseos de poder le hacían ser frío y tajante.—Erik, dame una pistola. Voy a terminar el trabajo.

La joven Stefani se sintió muy asustada. Desde que llegó ahí, sabía que había perdido y que la muerte le esperaba. Pero por alguna razón, al mirar al capo con esa actitud fría y con deseos de matarla sin dudar, se sintió muy atemorizada.

—Tranquilo padre, eso no sería correcto.—Su salvador se colocó enfrente de su padre para opacar su visión y así evitar que disparara.—Tengo un plan con esta chica, nos puede beneficiar más de lo que crees.

—Este es otro de tus caprichos y locuras, no puedo tolerar más de esas acciones.—Quiso esquivar a su hijo para dispararle, pero nuevamente el joven le interrumpió al interponerse

—No padre, escúchame.—Se acercó a él para susurrarle algo al oído.

Tanto los guardias como la propia Stefani se quedaron intrigados por saber que le decía, pero nadie logró escuchar.

—Sabía que era otra de tus locuras.—Dijo el padre indignado por lo que escuchó.—¿Cómo sabes que funcionará?

—Solo confía en mí por favor.—Le habló con un tono ligero mientras lo convencía con su mirada.—Después de todo, seré el heredero de tu imperio algún día, ¿No?

—Esta bien, confiaré en ti está vez.—Se quedó mirando a la chica capturada profundamente unos momentos. Después dió la vuelta, se ajustó su saco y comenzó a caminar rumbo la salida.—¡Vámonos todos, dejen a mi hijo a cargo de esto!

Sorpresivamente tuvo un cambio de actitud, ahora se retiraba e incluso se veía más tranquilo.

Al salir, Stefani y el resto de sicarios solo pudieron hacerse una pregunta. ¿Qué le dijo Esteban para provocar ese cambio?

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