Lo Casual
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Por: Sandra Castibel
Prefacio

Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle.

—Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte.

—Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente.

Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas.

—A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo.

—No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforzaré por alcanzarte allá.

—Por favor, ya no me lo hagas más difícil —ella también dejó escapar su llanto—. Te amo, por eso tengo que dejarte libre ¿puedo pedirte que hagas lo mismo por mí?

Él se cubrió el rostro con las manos.

—Está bien.

Yelena pasó sus manos por su cabello castaño, le parecía tan suave al tacto.

—Hay un último favor que debo pedirte.

—¿Qué es? —le preguntó, entre lágrimas.

—No me acompañes al aeropuerto mañana.

Robert sentía cómo se le oprimía el pecho al escucharla, tanto, que le costaba trabajo la acción de respirar. Cerró los ojos por un momento y suspiró, tratando de mantener la compostura.

—Por lo menos déjame despedirme de ti.

—Es mejor que nos despidamos ahora, lo prefiero.

Le fue difícil caer en cuenta de que no tenía manera de persuadirla a hacerle más fáciles las cosas, pero comenzaba a molestarle la idea que se comenzaba a hilar en su cabeza: ella ya había considerado dejarlo tal vez semanas antes de decírselo. Justo un día antes la habían pasado maravillosamente, ella sí se había dado tiempo de entender el peso de terminar la relación, pero no había querido comentarle nada, hasta que se fuera y así hacerlo más fácil para ella.

—No esperaba que terminaras conmigo una noche antes de irte ¿cómo se supone que pueda despedirme ahora? ¿No podías decirme esto antes? —comenzaba a enojarse, aunque no quería que ella lo notara.

—No te dije nada porque sabía que ibas a lograr convencerme de continuar a distancia, te conozco.

—¿De alguna manera esto es culpa mía? —le cuestionó, elevando la voz.

—Nadie te está culpando, Robert, esto es precisamente lo que quería evitar. No quería pasar mis últimos días aquí discutiendo contigo, no quiero que lo último que tengamos sea una pelea.

—Lamento decir que no salió como lo planeaste porque es obvio que ya estamos peleando.

—Bueno, la verdad es que tú eres el único que pelea aquí —ella se levantó de la cama, colocándose cerca de la ventana—. Ninguno de los dos gana nada, la realidad es que me iré y no quiero que pasemos por una relación a distancia que igual terminará mal. Te lo dije, prefiero que sea ahora que puedo verte a los ojos que en un par de meses.

Él se rindió, tampoco quería tener una discusión con ella y que esa fuera la última interacción que tuvieran, significaba mucho para él como para terminar de esa manera.

—Lo siento —se disculpó.

—Yo también lo siento —volvió a acercarse a él y lo abrazó, permitiéndole sollozar en su hombro, hasta que estuviera más tranquilo.

Ambos se secaron las lágrimas y se besaron una última vez.

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