Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él.
Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar.
—Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel.
—Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó.
—Necesito una mejor excusa que eso, no has avanzado nada en semanas —le respondió, fijando la vista en él—. ¿Sabes? Puedo dejar pasar que me dejes plantado porque nunca había hecho algo así, pero no encuentro una razón válida para que alguien como tú que tiene la capacidad de hacer bien las cosas, sólo deje de cumplir con su trabajo.
Robert no quería objetar nada al respecto.
—Supongo que he estado distraído.
El profesor suspiró con pesadez.
—Sé que las expectativas familiares son difíciles, pero tienes suficientes privilegios para sobrellevarlas. Yo no tenía a mi disposición los recursos que tú tienes. Ni siquiera tienes que preocuparte por obtener un empleo al graduarte, como los demás estudiantes, se asume que algún día serás juez de la Suprema Corte, como tu padre, o dirigirás una comisión de Derechos Humanos, como tu madre. Tienes todas las puertas abiertas gracias a tus padres, no lo desperdicies y haz algo bueno con eso. Tienes todo a tu favor.
—Tengo un bloqueo, es todo, pero sí terminaré la tesis —dijo, con la mirada en el suelo.
Su tutor cambió el tono de su voz, a uno más comprensivo.
—Voy a asignarte a alguien para que revise tu trabajo, es una persona con energía y tiene mucha más inspiración que tú, eso debe servir de algo. Vuelve mañana.
—Está bien —aceptó, mientras se levantaba del asiento—. Me esforzaré más.
Y después de hacer esa promesa sincera, salió del despacho del profesor.
Pensó en que si le asignaba a Erika, iba a terminar la tesis esa misma semana. Esa mujer no le iba a dar tregua y lo obligaría a pasar hambre y deprivación del sueño si era necesario, rogaba en su interior para que no fuera ella la persona que le ayudaría con su escrito.
Se fue a la biblioteca, a intentar continuar trabajando. Miro el espacio en blanco en el procesador de textos, sin que nada volviera a su cabeza, como había estado sucediendo desde hacía casi un mes. La verdad era que no lo entendía, después del rompimiento, se había enfrascado a trabajar en su tesis todo el tiempo que tenía disponible para eso, pero luego de unas semanas, no podía concentrarse, de nada le servía leer una y otra vez lo que ya llevaba elaborado, se quedaba en el mismo punto. No era un buen momento para lidiar con una separación, aunque si lo pensaba bien ¿en realidad eso se podía? ¿Cuál era un buen momento para tirar a la basura los cinco años que había invertido en esa relación? Y no había una hora del día en la que no pensara en ello, al menos no hasta la noche anterior, que estuvo con aquella chica, y ni siquiera sabía su nombre.
Harry lo encontró en la sala de estudio individual. Por suerte no llevaba a su novia, no era que le deseara el mal, pero le parecía un fastidio que siempre estuvieran juntos, ya no recordaba la última vez que estaban en el mismo lugar sólo ellos dos. No le parecía saludable que se comportaran como imanes, y no se podía hablar de nada con ella presente porque siempre daba su opinión no solicitada sobre algo de lo que ella no tenía ni la más pálida idea.
—Oye ¿no piensas hablarme de lo que hiciste anoche? —le preguntó, cerrando el monitor de la computadora de su primo.
—Harry, eso es privado, no tengo que decirte nada sobre eso —le respondió con algo de fastidio.
—Entonces sí te tiraste a alguien.
—No tienes que ser tan vulgar —dijo, volviendo a abrir su computadora.
—Por lo menos dime si ya podemos considerar que volverás a tener citas.
—¿”Podemos”? ¿Tú y quién más está planeando cosas para mí? —le cuestionó, alzando una ceja.
—Mina tiene una hermana y ella ha sido muy obvia sobre lo que busca contigo —sugirió, hablando sobre su cuñada.
—Me acosa cada vez que me ve. No quiero tener nada con ella.
—Bueno, era una sugerencia… —Harry pensó en algo más— ¿Qué tal Erika? A ella ya la conoces.
—Es mi amiga, además, ya está saliendo con alguien.
—Bueno, pero ¿no te interesa volver a salir con la chica de ayer?
—No sé cómo se llama y tal vez nunca la vuelva a ver. ¿Cuál es el punto de que tenga citas? Aún es reciente.
—Es que me duele que siempre estés tan triste.
Podía ver las buenas intenciones de su primo, pero sabía que no lo entendía. No era sencillo darle vuelta a la página a alguien que había significado todo su universo y un día decidió dejarlo.
—Harry, esto no se arregla de esa manera —dijo, suavizando el tono de su voz.
—Respetaré eso, aunque no estoy de acuerdo.
—Bien… supongo.
Tuvieron un silencio incómodo.
—Oye ¿quieres que lleve a tu pieza helado y alitas después de tu entrenamiento? Podríamos ver el final de Mooncrawler.
Robert ya lo había visto antes, pero no quería quitarle la intención de hacer algo para animarlo.
—Está bien.
Sólo esperaba que no siguiera insistiendo con el tema.
—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.—Eran muchas cosas las que no tenía con él, co
Isabel volvió a su dormitorio, esperando que Eva y Mariela hubieran salido. Tenía que cumplir con la promesa de dejarle notas a Robert. Sentía un poco de pena por él, parecía que en verdad le importaba el tema de su tesis, pero no sabía cómo quitarse el bloqueo. Hasta el momento, lo consideraba un chico amable, aunque demasiado formal en su trato, creía que tal vez sólo era tímido. Empezó a trabajar en el documento, haciendo todas las anotaciones positivas que podía en la sección de comentarios del procesador de texto, las negativas las escribía en un cuaderno y se las diría de manera verbal, sólo si era necesario. Era fiel creyente de que el reforzamiento positivo funcionaba, y si era útil en los niños que a veces cuidaba para ganar un dinero extra, en una persona adulta también debía serlo. Detectó cierto apasionamiento en el tono del texto un capítulo antes de que se detuviera por completo, como si hubiera una influencia de algo externo, luego volvía a lo formal y neutro en el p
Aunque había dicho que no lo volvería a hacer, Isabel se fue a pasar la noche del viernes con otro sujeto. Lo conocía por Jim, iba a la misma clase de Estados Financieros que ella y le gustaba el aroma a limpio de su cabello que le llegaba a los hombros. Creía que tal vez sí se había convertido en una zorra después de todo, así que evitaría mencionarlo a Mariela, mintiéndole con la excusa de estudiar en la biblioteca. No quería comparar, pero a diferencia de Robert, su compañero de clase estaba despierto antes que ella, le ofreció café y una camiseta, diciéndole que de esa manera ella tendría que volver, mientras le guiñaba un ojo. Le gustaba la atención de un joven alto, atlético y desenfadado como él, así que aceptó la prenda, rechazó el café y se fue, considerando cumplir con su parte del trato. Dos chicos distintos en una semana, había roto su récord personal. Se dirigió a la biblioteca, deteniéndose a comprar un sándwich en un carrito cercano. Robert ya estaba a la entrada, m
Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle. —Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte. —Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente. Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas. —A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo. —No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforza
Era 31 de octubre, la fecha que más le gustaba a Isabel. El hecho de poder ser otra persona por un día y compartir con sus amistades un buen rato, la hacía sentir viva. No era lo mismo que sentía cuando era Navidad, y hasta creía que era una mejor festividad por permitirle ser más libre bajo un disfraz. Estaba en su dormitorio, con su amiga Eva, casi terminando de arreglarse para la fiesta de disfraces de personajes de películas de los 80's. La joven morena que la acompañaba le había llevado un diminuto vestido de tirantes con un escote pronunciado.—Eva, no me voy a poner esto —Isabel estaba atónita con el atuendo de pronunciado escote en el pecho y espalda— Ni siquiera tengo el cuerpo de Michelle Pfeiffer en Scarface.—Me lo regaló la vendedora en la compra del vestido de Baby, es una fiesta de disfraces, mostrar a las chicas una vez al año, no hace daño.—No te creo que te lo regalaran, lo compraste —no era la primera vez que su amiga hacía eso, el año anterior le había llevado un
Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo. Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estac
Robert seguía durmiendo en su habitación, a pesar de que el sol ya estaba bastante alto. Su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por una frazada de color celeste. Era un lugar bastante limpio y ordenado, lo único fuera de lugar era la ropa regada por el suelo. —¿Quién es la impostora de Ellen Ripley y por qué te llama “Indiana Jones”? —una voz femenina lo despertó. Vio a una mujer de cabello cobrizo y enormes ojos verdes sentada en una silla frente a su cama, enseñándole una nota. —¿Qué haces aquí? —le cuestionó, sin responder a sus preguntas, mientras se cubría mejor con las sábanas. —Parece que lo olvidaste, tenías que ir con el tutor de tu tesis a las 8, ya es mediodía, así que me preocupé porque no supe de ti en toda la mañana. Él se llevó una mano al rostro, con fastidio. —Erika, no tienes que cuidarme. Además, nunca te dije que tenía revisión de tesis hoy. —No te estoy cuidando, pero tenía que venir a ver que no hubieras muerto en el baño al salir de la ducha —respondió,