Era 31 de octubre, la fecha que más le gustaba a Isabel. El hecho de poder ser otra persona por un día y compartir con sus amistades un buen rato, la hacía sentir viva. No era lo mismo que sentía cuando era Navidad, y hasta creía que era una mejor festividad por permitirle ser más libre bajo un disfraz.
Estaba en su dormitorio, con su amiga Eva, casi terminando de arreglarse para la fiesta de disfraces de personajes de películas de los 80's. La joven morena que la acompañaba le había llevado un diminuto vestido de tirantes con un escote pronunciado.
—Eva, no me voy a poner esto —Isabel estaba atónita con el atuendo de pronunciado escote en el pecho y espalda— Ni siquiera tengo el cuerpo de Michelle Pfeiffer en Scarface.
—Me lo regaló la vendedora en la compra del vestido de Baby, es una fiesta de disfraces, mostrar a las chicas una vez al año, no hace daño.
—No te creo que te lo regalaran, lo compraste —no era la primera vez que su amiga hacía eso, el año anterior le había llevado uno de gatita sexy.
—Está bien —dijo con fastidio—, me descubriste, es que ya usaste ese overol demasiadas veces: Hace dos años fuiste Cazafantasmas, el anterior fuiste Maverick, y ahora serás Ellen Ripley.
—Oye, lo modifiqué todas esas veces. Es una buena prenda —le respondió, mientras le mostraba con orgullo las insignias que le cosió.
—Ya merece jubilarse.
—El año que viene me servirá para el de Sarah Connor. Lo teñiré y le quitaré la parte de arriba.
—Promete que te desharás de él después de eso.
—No lo creo, podría ser útil para el de Ian Malcolm.
—Debería haber una regla sobre reciclar la misma ropa por más de tres años.
—No puedo creer que me critiques por esto para ser alguien tan tacaña.
Eva iba a replicar sobre eso, pero recibió una llamada.
—Ernesto, my love —respondió y esperó a que él hablara—. Ah, sí, ya casi estoy lista, sólo me falta bañarme, depilarme, secarme el cabello, hacerme el peinado de Baby, maquillarme y ponerme el vestido. Estoy bromeando, sólo me pongo el vestido y salimos
Isabel revisaba de nuevo que los parches hubieran quedado bien colocados, luego terminó de levantarse el cabello previamente rizado, poniéndose suficiente laca como para fumigar a una colonia de cucarachas. Se sentía orgullosa de su traje de suboficial, adoraba la idea de poder ir a una fiesta de disfraces donde pudiera presumirlo, esperando que alguien la reconociera. Si veía a un buen xenomorfo le pediría una foto.
Eva también terminó de arreglarse y salieron del dormitorio, cuando llegaron al auto de Ernesto, él las saludó efusivamente y subieron.
—Oye, Isabel ¿eres Maverick otra vez? —le preguntó, entre risas.
—Ellen Ripley —le corrigió, señalando su cabello.
—Lo sabía, sólo quería molestarte un poco —él sonrió por el retrovisor.
Ella se rió de la broma. Ernesto le caía bien, era agradable con las personas y muy dulce con su novia, le alegraba que Eva estuviera saliendo con él. Llegaron a la fiesta de Halloween de los Alpha Rho, que para sorpresa de nadie ya estaba bastante animada.
—Antes de salir del coche —dijo Ernesto—, les digo que no voy a beber nada para que puedan estar tranquilas de que volverán a su edificio sanas y salvas.
—Me encanta que seas tan responsable —Eva le dio un beso ruidoso en la mejilla, luego se dirigió a Isabel—. Y tú, si decides irte con alguien más esta noche, me tienes que avisar y mandar tu ubicación, bueno, mejor a los dos, no vaya a ser.
—Sabes que nunca me iría sin avisar, no soy tan desconsiderada —le replicó.
—No pierdo nada con repetir nuestras reglas de seguridad.
Isabel rodó los ojos mientras bajaban del auto y se dirigían a la entrada de la fiesta.
***
—Iré por algo para beber—dijo Robert, disfrazado de Indiana Jones, a su primo Harry, quien iba de Han Solo, para poder alejarse de él y su novia, Leia.
Le incomodaba ser la tercera rueda de ese par que nunca tenía reparos en las muestras de afecto que eran demasiado explícitas para su gusto. Una vez que destapó la botella de cerveza, creyó que era mejor salir a tomar algo de aire fresco para evitar ser visto por cualquiera de ellos dos. Quería mucho a Harry, pero no entendía por qué lo incluía en sus planes con su novia. No había muchas personas fuera, así que creyó que era buena idea fumarse un cigarrillo sin riesgo a que le vaciaran toda la cajetilla. Una chica con traje de aviador salió poco después de él. ¿Maverick? No, si la observaba bien, las insignias eran de la Nostromo, por lo que era mucho más factible que se tratara de Ellen Ripley. Ella se recargó con pesadez en una columna y no parecía prestar atención a nada en particular, él creyó que tal vez estaba drogada. No era asunto suyo, pero si no intervenía podía pasarle algo.
—¿Estás bien? —le preguntó, desde una distancia prudente.
Ella se sobresaltó.
—Sí, es sólo que estuve a punto de desmayarme. Hace demasiado calor adentro y me mareé.
—Yo también preferí salir. Hay muchas personas en un espacio muy pequeño.
Hubo un silencio un poco incómodo.
—No quiero ser grosera, pero ¿podrías apagarlo, por favor? —le pidió, señalando el cigarrillo.
—Lo siento —se disculpó, tirándolo al suelo, para luego sonreírle—. El olor no debe estar ayudando a que te sientas mejor.
—Gracias —le devolvió la sonrisa— Así que... Indiana Jones ¿eh?
Él asintió.
—Ellen Ripley, asumo.
—¡Finalmente! —exclamó— Toda esa gente me pregunta si soy el genderbent de Maverick.
Él se rió.
—En su defensa, la mayoría de ellos no están sobrios desde las 3 de la tarde.
Ella le sonrió.
—¿Te molesta si me quedo aquí? —preguntó, de manera cautelosa —. No creo poder regresar allá y debo esperar a mi amiga y a su novio para irnos.
—No —le hizo espacio en la barandilla para que se recargara a su lado—. Yo también debo esperar a mi primo y a su novia.
—No pareces divertirte mucho.
—Es que no planeé venir, él sólo llegó y me dijo que había rentado un disfraz de Harrison Ford para mí. Me parecía grosero decirle que no después de verlo feliz de llevarme a una fiesta de disfraces.
—¿De casualidad tu primo no se llama Eva? —Ellen bromeó.
Él se rió.
—Se llama Harry, él y su novia son Han Solo y Leia.
—Eso es muy dulce.
—Tienen una relación bastante codependiente.
Esa última frase la hizo reír mucho y él comenzó a sentir cierta energía entre ellos. Consideró que tal vez no era tan malo permitirse coquetear con ella, para variar.
—Siento que estoy siendo maleducado al no ofrecerme a traerte algo para beber. ¿Quieres una soda?
—En realidad no —ella lo miraba de manera coqueta, aunque tímida—. Esto no es algo que haga con personas que no conozco, pero quisiera que fuéramos a otro lugar.
Él creía entender hacia dónde iba la conversación, pero no quería malinterpretarlo y que ella terminara sintiéndose incómoda, así que prefirió ser cauteloso.
—Sé de un buen diner donde podemos hablar —le propuso.
—Ese no es el tipo de lugar al que quiero que me lleves —la joven se llevó una mano a la nuca y bajó la mirada—. ¿Puedes llevarme a tu dormitorio?
Desde su rompimiento con Yelena, había tenido algunas oportunidades para llevarse a algunas chicas a su recámara, pero no había aceptado a ninguna. No conocía a la mujer que tenía frente a él, pero algo le decía que no podía ser tan mala idea, le agradaba y no creía que ella tuviera intenciones de volverlo a ver, lo cual podía ser bueno.
—Sí —respondió—, sólo debo avisar que me iré.
—Yo también tengo que hacer lo mismo —ella parecía nerviosa, al igual que él, pero tomó su teléfono para mensajear a su amiga.
—¿Estás lista? —le preguntó, después de recibir un mensaje de Harry animándolo.
—Sí —le parecía que estaba muy decidida a pesar de verse tan inquieta.
Pidieron un taxi y llegaron rápido al edificio de dormitorios. Al cerrar la puerta de su pieza, ella lo rodeó con sus brazos y lo besó.
Por primera vez en meses, pudo olvidarse de Yelena por una noche.
Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo. Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estac
Robert seguía durmiendo en su habitación, a pesar de que el sol ya estaba bastante alto. Su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por una frazada de color celeste. Era un lugar bastante limpio y ordenado, lo único fuera de lugar era la ropa regada por el suelo. —¿Quién es la impostora de Ellen Ripley y por qué te llama “Indiana Jones”? —una voz femenina lo despertó. Vio a una mujer de cabello cobrizo y enormes ojos verdes sentada en una silla frente a su cama, enseñándole una nota. —¿Qué haces aquí? —le cuestionó, sin responder a sus preguntas, mientras se cubría mejor con las sábanas. —Parece que lo olvidaste, tenías que ir con el tutor de tu tesis a las 8, ya es mediodía, así que me preocupé porque no supe de ti en toda la mañana. Él se llevó una mano al rostro, con fastidio. —Erika, no tienes que cuidarme. Además, nunca te dije que tenía revisión de tesis hoy. —No te estoy cuidando, pero tenía que venir a ver que no hubieras muerto en el baño al salir de la ducha —respondió,
Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él. Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar. —Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel. —Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó. —Necesito una me
—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.—Eran muchas cosas las que no tenía con él, co
Isabel volvió a su dormitorio, esperando que Eva y Mariela hubieran salido. Tenía que cumplir con la promesa de dejarle notas a Robert. Sentía un poco de pena por él, parecía que en verdad le importaba el tema de su tesis, pero no sabía cómo quitarse el bloqueo. Hasta el momento, lo consideraba un chico amable, aunque demasiado formal en su trato, creía que tal vez sólo era tímido. Empezó a trabajar en el documento, haciendo todas las anotaciones positivas que podía en la sección de comentarios del procesador de texto, las negativas las escribía en un cuaderno y se las diría de manera verbal, sólo si era necesario. Era fiel creyente de que el reforzamiento positivo funcionaba, y si era útil en los niños que a veces cuidaba para ganar un dinero extra, en una persona adulta también debía serlo. Detectó cierto apasionamiento en el tono del texto un capítulo antes de que se detuviera por completo, como si hubiera una influencia de algo externo, luego volvía a lo formal y neutro en el p
Aunque había dicho que no lo volvería a hacer, Isabel se fue a pasar la noche del viernes con otro sujeto. Lo conocía por Jim, iba a la misma clase de Estados Financieros que ella y le gustaba el aroma a limpio de su cabello que le llegaba a los hombros. Creía que tal vez sí se había convertido en una zorra después de todo, así que evitaría mencionarlo a Mariela, mintiéndole con la excusa de estudiar en la biblioteca. No quería comparar, pero a diferencia de Robert, su compañero de clase estaba despierto antes que ella, le ofreció café y una camiseta, diciéndole que de esa manera ella tendría que volver, mientras le guiñaba un ojo. Le gustaba la atención de un joven alto, atlético y desenfadado como él, así que aceptó la prenda, rechazó el café y se fue, considerando cumplir con su parte del trato. Dos chicos distintos en una semana, había roto su récord personal. Se dirigió a la biblioteca, deteniéndose a comprar un sándwich en un carrito cercano. Robert ya estaba a la entrada, m
Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle. —Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte. —Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente. Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas. —A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo. —No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforza