Isabel volvió a su dormitorio, esperando que Eva y Mariela hubieran salido. Tenía que cumplir con la promesa de dejarle notas a Robert. Sentía un poco de pena por él, parecía que en verdad le importaba el tema de su tesis, pero no sabía cómo quitarse el bloqueo. Hasta el momento, lo consideraba un chico amable, aunque demasiado formal en su trato, creía que tal vez sólo era tímido.
Empezó a trabajar en el documento, haciendo todas las anotaciones positivas que podía en la sección de comentarios del procesador de texto, las negativas las escribía en un cuaderno y se las diría de manera verbal, sólo si era necesario. Era fiel creyente de que el reforzamiento positivo funcionaba, y si era útil en los niños que a veces cuidaba para ganar un dinero extra, en una persona adulta también debía serlo.
Detectó cierto apasionamiento en el tono del texto un capítulo antes de que se detuviera por completo, como si hubiera una influencia de algo externo, luego volvía a lo formal y neutro en el punto en que se quedaba pausado el escrito. Debía decirle que tenía que corregirlo para mantener el estilo de una tesis.
Tobbias tenía razón, él era muy capaz de terminar el trabajo, no sabía de muchas personas que se basaran en el cumplimiento de las leyes de acceso al agua potable y su regulación en la explotación por parte de las corporaciones. Había recabado suficiente información y testimonios para volverla creíble, hasta se dio el tiempo para entrevistar personalmente a quienes se vieron afectados. Robert se estaba ganando su respeto como profesional, por eso le parecía raro que no pudiera continuar si ya le había dedicado tanto esfuerzo.
Logró terminar la revisión antes de que las otras chicas llegaran, lo que le dio tiempo de asear un poco el lugar. Siempre que hacía las tareas hogareñas, le llegaban las ideas más tontas. La de esta vez, se trataba sobre si realmente podría hacer a un lado lo que había pasado en Halloween con Robert, no era que creyera que terminaría liada con él de nuevo, pero le costaba un poco de trabajo separar al joven cortés que se preocupaba por el problema del agua y al hombre con quien había decidido pasar la noche de manera casual. Eso volvía incómoda la interacción, aunque estuvieran de acuerdo en no volver a hablar de ello. Se preguntó si él también pensaría lo mismo de ella cada vez que la viera, o peor aún, si él la imaginaba desnuda cuando tuviera oportunidad. Negó con la cabeza tratando de quitarse ese pensamiento, si ése fuera el caso, no hubiera escuchado nada de lo que dijo esa tarde o sus ojos se hubieran paseado por todo su cuerpo, como le había pasado con Eduardo. Era por mucho, la idea más estúpida que le había llegado a la mente.
Ahora que Eduardo volvía a su mente, recordaba cada interacción con él. Pensó en el momento en el que lo conoció, era una excursión universitaria, le vio bromear con sus amigos, y aunque no le parecía que dijera los chistes más inteligentes o divertidos, le parecía adorable que aún así lograra hacerles reír. Tenía cierto encanto en sus facciones delicadas, casi femeninas, y le sorprendió mucho sentirse atraída hacia él, siendo que no era para nada su tipo. Creyó que tal vez podría enamorarse de él, sin saber que estaba tomando una de las peores decisiones que había hecho en su vida.
Ella era muy joven e ingenua, no tenía ninguna experiencia en cuanto a relaciones, así que se dejó llevar por la corriente que la llevaría a un lugar lleno de decepciones, lágrimas y tristeza. Detrás de esa fachada inocente que él presentó, había una persona que sólo sabía herir y engañar. Si sólo hubiera escuchado a la ex novia, otra cosa hubiera sido.
Se sintió avergonzada por haberse reído de sus advertencias, creyendo que eran producto de los celos. No tuvo que pasar demasiado tiempo para que ella se diera cuenta de que todo lo que le dijo era verdad. Ella no tenía necesidad de pasar por algo así ¿por qué se había encaprichado con él? Desde el principio había sido cruel con ella, diciéndole que sus besos dejaban mucho que desear por ser tan mojigata.
Poco después, Eduardo comenzó a engañarla, haciéndole creer que ella estaba viendo cosas donde no las había, diciéndole que todo era un producto de su imaginación y que sus actitudes de asedio la hacían ver como una loca. Isabel se sentía cansada todo el tiempo por cuidar que no la dejara, así que empezó a acostarse con él para mantenerlo con ella, Todas esas experiencias íntimas eran tan insatisfactorias, mecánicas e impersonales, que terminaba lo más agotada anímicamente que nunca.
Comenzó a dejar de reconocerse a sí misma. ¿En qué momento se había convertido en una mujer a la que su novio trataba con más indiferencia que a un mueble? Ella no recordaba ser así antes de estar con él, no era el tipo de relación afectiva que tenían sus padres, tampoco era algo a lo que había aspirado, aún así, no quería dejarlo. Si él se iba ¿quién iba a quererla? Por eso se volvió más complaciente. Sin embargo, nada de lo que hiciera iba a ser suficiente para conservalo, al final, él decidió que todo iba a terminar.
Se asustó con la notificación de su teléfono que le indicaba que Robert había enviado un texto. Se sentía un poco avergonzada por estar pensando en Eduardo en ese momento, ya no sentpia tristeza, pero estaba molesta consigo misma por permitir todo eso. Tomó el celular y leyó su mensaje.
Robert
Está bien si mejor vemos las notas el sábado? No podré ir por ellas mañana
Que su tema de conversación fuera ése le confirmaba que no tenía por qué ver intenciones donde no las había y eso la hacía sentir aliviada. Se dispuso a responder.
Isabel
Sí, a las 11?
Robert
Está bien. Dónde?
Isabel
En la biblioteca?
Robert
OK
Y no dijo nada más, lo que la hizo sonreír. Parecía que las cosas eran más simples con él de lo que ella se imaginaba.
Aunque había dicho que no lo volvería a hacer, Isabel se fue a pasar la noche del viernes con otro sujeto. Lo conocía por Jim, iba a la misma clase de Estados Financieros que ella y le gustaba el aroma a limpio de su cabello que le llegaba a los hombros. Creía que tal vez sí se había convertido en una zorra después de todo, así que evitaría mencionarlo a Mariela, mintiéndole con la excusa de estudiar en la biblioteca. No quería comparar, pero a diferencia de Robert, su compañero de clase estaba despierto antes que ella, le ofreció café y una camiseta, diciéndole que de esa manera ella tendría que volver, mientras le guiñaba un ojo. Le gustaba la atención de un joven alto, atlético y desenfadado como él, así que aceptó la prenda, rechazó el café y se fue, considerando cumplir con su parte del trato. Dos chicos distintos en una semana, había roto su récord personal. Se dirigió a la biblioteca, deteniéndose a comprar un sándwich en un carrito cercano. Robert ya estaba a la entrada, m
Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle. —Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte. —Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente. Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas. —A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo. —No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforza
Era 31 de octubre, la fecha que más le gustaba a Isabel. El hecho de poder ser otra persona por un día y compartir con sus amistades un buen rato, la hacía sentir viva. No era lo mismo que sentía cuando era Navidad, y hasta creía que era una mejor festividad por permitirle ser más libre bajo un disfraz. Estaba en su dormitorio, con su amiga Eva, casi terminando de arreglarse para la fiesta de disfraces de personajes de películas de los 80's. La joven morena que la acompañaba le había llevado un diminuto vestido de tirantes con un escote pronunciado.—Eva, no me voy a poner esto —Isabel estaba atónita con el atuendo de pronunciado escote en el pecho y espalda— Ni siquiera tengo el cuerpo de Michelle Pfeiffer en Scarface.—Me lo regaló la vendedora en la compra del vestido de Baby, es una fiesta de disfraces, mostrar a las chicas una vez al año, no hace daño.—No te creo que te lo regalaran, lo compraste —no era la primera vez que su amiga hacía eso, el año anterior le había llevado un
Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo. Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estac
Robert seguía durmiendo en su habitación, a pesar de que el sol ya estaba bastante alto. Su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por una frazada de color celeste. Era un lugar bastante limpio y ordenado, lo único fuera de lugar era la ropa regada por el suelo. —¿Quién es la impostora de Ellen Ripley y por qué te llama “Indiana Jones”? —una voz femenina lo despertó. Vio a una mujer de cabello cobrizo y enormes ojos verdes sentada en una silla frente a su cama, enseñándole una nota. —¿Qué haces aquí? —le cuestionó, sin responder a sus preguntas, mientras se cubría mejor con las sábanas. —Parece que lo olvidaste, tenías que ir con el tutor de tu tesis a las 8, ya es mediodía, así que me preocupé porque no supe de ti en toda la mañana. Él se llevó una mano al rostro, con fastidio. —Erika, no tienes que cuidarme. Además, nunca te dije que tenía revisión de tesis hoy. —No te estoy cuidando, pero tenía que venir a ver que no hubieras muerto en el baño al salir de la ducha —respondió,
Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él. Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar. —Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel. —Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó. —Necesito una me
—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.—Eran muchas cosas las que no tenía con él, co