—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.
—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.
—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.
—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.
Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.
—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.
—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?
—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.
—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.
—Eran muchas cosas las que no tenía con él, como respeto y consideración. No sé si sea algo que ese chico me pueda ofrecer —respondió, de manera tajante, no deseaba recordar a su exnovio, una persona que siempre la hizo sentir que no era suficiente.
—¿No tomarías el riesgo? Dijiste que te parecía muy dulce.
—Ni siquiera sé cómo se llama, así que no voy a darle más vueltas a ese asunto. Fue algo de una noche y ya.
Eva llegó al dormitorio con una gran bolsa de cosas para comer, impidiendo que siguieran hablando del tema.
—Ya tengo todo listo para la noche de Mooncrawler —dijo, en un tono cantarino.
—¿Sí veremos todos los capítulos de la serie? —preguntó Mariela, emocionada.
—Obvio microbio —respondió la amiga—. Es la tradición de las series en esta pieza.
—¿Es por eso que hiciste tu horario para no tener clases los jueves? —preguntó Mariela a su hermana.
—Sí, mañana sólo tengo que revisar pendientes del servicio becario.
Las tres se acomodaron sobre la colchoneta y vieron la televisión hasta la madrugada.
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No quería levantarse temprano, pero debía ir más tiempo al entrenamiento de natación de la mañana si pensaba dedicar la tarde a la tesis. Como Harry se quedó a dormir, se había desvelado hablando con él, tratando de convencerlo de que no necesitaba conocer a otras personas por el momento.
Nadó hasta que terminó completamente agotado, no era saludable, pero tampoco le importaba mucho. Si se castigaba así, tal vez eso le ayudaría a continuar con el trabajo pendiente, estaba harto de no poder despejar la mente.
Su entrenador le cuestionó el no haber asistido el día anterior por la mañana, diciéndole que no le quitaba el puesto de capitán del equipo por su historial, pero que si volvía a repetirse, podía olvidarse de él. Le escuchó con atención y prometió que no se repetiría otra vez, pero que necesitaba que le permitiera no ir al entrenamiento vespertino para trabajar en su tesis. El entrenador le dio el permiso a regañadientes.
Se duchó, se puso ropa limpia y salió del centro acuático para dirigirse a la oficina del tutor.
—Me da gusto que seas puntual esta vez. Ya te estábamos esperando.
Él se sorprendió al entrar y ver a la joven de la noche anterior ahí.
—Ah, ya se conocen —asumió Tobbias por la manera en la que ambos se miraron.
—Sí —ella respondió con desenfado—, conversamos un poco en la fiesta de disfraces de Alpha Rho.
—Qué bien —el profesor tomó asiento y le indicó a su alumno que hiciera lo mismo—, al menos nos ahorraremos las presentaciones. Isabel, ya no vas a revisar los exámenes, te vas a dedicar exclusivamente a ayudar a Robert a sacar adelante su tesis.
—Esta situación es un poco extraña, porque no pienso hacerle el trabajo —ella respondió, a la defensiva, aunque educada.
—Nadie dijo eso —le recriminó Robert, ofendido.
—Bueno, lamento este malentendido —dijo Tobbias, tratando de solucionar el conflicto—. No es para que hagas su tesis, él es muy capaz de hacerlo, pero está estancado y no puede avanzar, tal vez tu perspectiva le sea útil. Es lo único que debes hacer, además de ciertas notas que encuentres pertinentes.
—Ah… lo siento —ella se disculpó con él, de manera sincera.
—No importa —le respondió, aún tratando de digerir lo incómodo de la situación.
Estuvieron hablando sobre la estructura que Tobbias quería que Isabel siguiera y sobre la fecha límite para poder hacer correcciones, hasta que dieron las dos de la tarde y salieron de la oficina de Tobbias.
Caminaron por el pasillo hacia la salida en silencio, hasta que ella creyó prudente hablar.
—De verdad lamento lo que dije hace rato. No quise ofenderte.
A Robert le parecía que ya no debía disculparse, pero creía que era un gesto considerado.
—Está bien, yo tampoco debí responder como lo hice.
Ella sonrió.
—Bien —luego agregó—. No tenemos que hablar sobre lo que pasó entre nosotros ¿cierto?
—No —él también le sonrió—. Si lo prefieres, podemos hacer como que nos acabamos de conocer.
—Sí, lo prefiero. No porque haya estado mal —ella se empezaba a poner nerviosa—, en realidad, la pasé muy bien, es sólo que no sería bueno volver a mencionarlo.
—Estoy de acuerdo, sobre ambas cosas —la vio alzar una ceja—. Me refiero a que también para mi estuvo bien y que no hay que hablar de eso, y no diré nada más al respecto.
Tuvieron un silencio incómodo.
—Tengo mi trabajo en esta USB —cambió el tema, para romper la tensión y sacó el dispositivo para dárselo.
—Está bien, mañana te diré lo que pienso —lo tomó y lo guardó bien en su bolsa—. ¿A qué hora estaría bien vernos?
—Tengo entrenamiento desde las cuatro hasta las seis, después de eso estoy libre.
—Termino mis clases hasta las ocho, pero haré notas y te las entregaré.
—Pensé que tardaría más con Tobbias, así que no tendré entrenamiento hoy, podría hablarte del tema de la tesis si no tienes algo que hacer.
—Los jueves no tengo clases, pero quisiera comer algo, podemos hablar de eso si quieres.
—Bien.
Ambos se fueron de ahí y pasaron a tomar el almuerzo a la cafetería. A pesar de lo incómodo que podía ser el contexto que tenían, tuvieron un rato agradable.
Isabel volvió a su dormitorio, esperando que Eva y Mariela hubieran salido. Tenía que cumplir con la promesa de dejarle notas a Robert. Sentía un poco de pena por él, parecía que en verdad le importaba el tema de su tesis, pero no sabía cómo quitarse el bloqueo. Hasta el momento, lo consideraba un chico amable, aunque demasiado formal en su trato, creía que tal vez sólo era tímido. Empezó a trabajar en el documento, haciendo todas las anotaciones positivas que podía en la sección de comentarios del procesador de texto, las negativas las escribía en un cuaderno y se las diría de manera verbal, sólo si era necesario. Era fiel creyente de que el reforzamiento positivo funcionaba, y si era útil en los niños que a veces cuidaba para ganar un dinero extra, en una persona adulta también debía serlo. Detectó cierto apasionamiento en el tono del texto un capítulo antes de que se detuviera por completo, como si hubiera una influencia de algo externo, luego volvía a lo formal y neutro en el p
Aunque había dicho que no lo volvería a hacer, Isabel se fue a pasar la noche del viernes con otro sujeto. Lo conocía por Jim, iba a la misma clase de Estados Financieros que ella y le gustaba el aroma a limpio de su cabello que le llegaba a los hombros. Creía que tal vez sí se había convertido en una zorra después de todo, así que evitaría mencionarlo a Mariela, mintiéndole con la excusa de estudiar en la biblioteca. No quería comparar, pero a diferencia de Robert, su compañero de clase estaba despierto antes que ella, le ofreció café y una camiseta, diciéndole que de esa manera ella tendría que volver, mientras le guiñaba un ojo. Le gustaba la atención de un joven alto, atlético y desenfadado como él, así que aceptó la prenda, rechazó el café y se fue, considerando cumplir con su parte del trato. Dos chicos distintos en una semana, había roto su récord personal. Se dirigió a la biblioteca, deteniéndose a comprar un sándwich en un carrito cercano. Robert ya estaba a la entrada, m
Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle. —Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte. —Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente. Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas. —A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo. —No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforza
Era 31 de octubre, la fecha que más le gustaba a Isabel. El hecho de poder ser otra persona por un día y compartir con sus amistades un buen rato, la hacía sentir viva. No era lo mismo que sentía cuando era Navidad, y hasta creía que era una mejor festividad por permitirle ser más libre bajo un disfraz. Estaba en su dormitorio, con su amiga Eva, casi terminando de arreglarse para la fiesta de disfraces de personajes de películas de los 80's. La joven morena que la acompañaba le había llevado un diminuto vestido de tirantes con un escote pronunciado.—Eva, no me voy a poner esto —Isabel estaba atónita con el atuendo de pronunciado escote en el pecho y espalda— Ni siquiera tengo el cuerpo de Michelle Pfeiffer en Scarface.—Me lo regaló la vendedora en la compra del vestido de Baby, es una fiesta de disfraces, mostrar a las chicas una vez al año, no hace daño.—No te creo que te lo regalaran, lo compraste —no era la primera vez que su amiga hacía eso, el año anterior le había llevado un
Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo. Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estac
Robert seguía durmiendo en su habitación, a pesar de que el sol ya estaba bastante alto. Su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por una frazada de color celeste. Era un lugar bastante limpio y ordenado, lo único fuera de lugar era la ropa regada por el suelo. —¿Quién es la impostora de Ellen Ripley y por qué te llama “Indiana Jones”? —una voz femenina lo despertó. Vio a una mujer de cabello cobrizo y enormes ojos verdes sentada en una silla frente a su cama, enseñándole una nota. —¿Qué haces aquí? —le cuestionó, sin responder a sus preguntas, mientras se cubría mejor con las sábanas. —Parece que lo olvidaste, tenías que ir con el tutor de tu tesis a las 8, ya es mediodía, así que me preocupé porque no supe de ti en toda la mañana. Él se llevó una mano al rostro, con fastidio. —Erika, no tienes que cuidarme. Además, nunca te dije que tenía revisión de tesis hoy. —No te estoy cuidando, pero tenía que venir a ver que no hubieras muerto en el baño al salir de la ducha —respondió,
Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él. Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar. —Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel. —Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó. —Necesito una me