Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo.
Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estación. Estaba tan tensa en el taxi que el chofer se puso nervioso, llegaron y ella se bajó sin pagar. El pobre hombre tuvo que perseguirla por la entrada del lugar, creyendo que le había robado, por lo que Isabel se disculpó y le dio el dinero del viaje.
Cuando el hombre se fue, sintió que alguien tocaba su hombro.
—Tengo casi media hora esperándote —su hermana estaba con cara de pocos amigos. Era una joven de rostro redondo, cabello rojizo y un estilo muy femenino para vestir.
—¡Mariela! —se sorprendió— Lo siento, tuve un contratiempo.
Su hermana la miró de arriba a abajo. Su atuendo consistía en una camiseta verde con la frase"Sexy Stuff" y jeggings negros.
—Nunca vestirías una camiseta con letras, así que te creo —mencionó, mientras buscaban otro coche para irse de ahí.
Las dos se fueron al campus y pararon en el dormitorio de Isabel para dejar las maletas de Mariela, luego, fueron a la cafetería a almorzar algo. Recibió una llamada de Eva, preguntando si podía alcanzarlas ahí, a lo que accedió. Sabía cuál iba a ser el tema de conversación, pero prefería ya tachar eso de la lista de pendientes.
Eva llegó con una caja de donas y la puso sobre la mesa donde estaban las hermanas.
—Todas son rosas, es mi soborno para que me cuentes todo lo que hiciste anoche —dijo, hablando muy en serio.
—¿De qué habla? —preguntó Mariela.
Isabel suspiró con pesadez y habló.
—Anoche, después de la fiesta de disfraces, me fui con alguien.
Su hermana menor se llevó una mano al pecho, sorprendida.
—Pero, Isabel, tú nunca haces esas cosas —por su mirada, parecía muy asustada.
—Ni siquiera lo pensé, sólo me fui con Indiana Jones a su dormitorio —agregó, con desfachatez.
—Genial —replicó Eva, con falsa molestia—. Ahora tendré que adivinar con cuál de todos los Indiana Jones que estuvieron en la fiesta te acostaste.
—Con el que todavía estaba sobrio —Isabel se permitió bromear.
—¡Eso no ayuda! —reclamó— Algo bueno debe tener para que hayas accedido.
—En realidad —dijo, tomando una dona y entrecerrando sus ojos cafés—, fui yo quien se lo propuso.
Las otras dos mujeres volvieron a llevarse la mano al pecho, todavía más sorprendidas.
—El espíritu de una promiscua debió apoderarse de ti —le dijo su amiga, intentando no parecer muy contenta con la idea.
—No fue así, Eva —continuó—, cuando salí a tomar aire porque creí que iba a desmayarme, él me preguntó si me sentía bien. Conversamos un poco sobre ser mal tercio de nuestros amigos, me hizo reír. Me parecía muy dulce y estaba solo, al igual que yo. No teníamos nada mejor que hacer, así que sólo se lo dije y él aceptó llevarme a su dormitorio.
—¿Es lindo? —preguntó Mariela, tratando de sacar algo positivo de eso.
—Sí —su hermana aceptó.
—¿Qué tan grande es? —quiso saber Eva.
—No llevo una cinta de medir a todos lados, pero lo suficiente.
—¿Entonces fue bueno? —la morena la miraba expectante mientras robaba una dona de la caja.
Isabel suspiró con pesadez, no creía que le fuera a ser incómodo decir algunos detalles en un lugar público.
—No se vino cuando me quité el sostén y todo el tiempo supo lo que estaba haciendo. Así que sí, estuvo bien.
—Espera —Mariela intervino—, eso es muy específico. ¿Te pasó con alguien? ¿Eduardo así era?
—Más de una vez, pero es algo de lo que no quiero hablar.
—Secundo eso —apoyó Eva—. Volviendo a lo que nos interesa ¿verás de nuevo a Indy?
—Bueno, no lo sé. No es algo que espere —respondió, mirando su dona.
—¿Y por qué no? —cuestionó su hermana.
—Porque… —ni siquiera ella sabía cómo explicarlo— si nos volvemos a ver, tal vez lo bueno de ese momento se vaya. Ni siquiera sé si desea seguir viéndome.
—He visto cómo te mueves cuando te ejercitas, yo creo que sí —mencionó Eva.
—¡Eva! —a la joven le pareció un poco impertinente el comentario—. Tú tienes un problema serio.
—Leí que es normal imaginar cómo otras personas tienen sexo. No soy la única en todo el mundo que lo hace.
—¿Le dejaste tu número para que te contacte? —preguntó Mariela.
—No y es mejor que las cosas sigan así, sólo le dejé una nota diciéndole que debía irme y que no se preocupara por mí, también le dije que la pasé bien con él. Supongo que eso es lo decente en estos casos, no lo sé.
Las tres siguieron conversando, pero ya no mencionaron nada sobre el tema de la aventura de una noche de Isabel. Su hermana y su amiga la conocían bien, si la asediaban demasiado con algo de lo que ya había decidido no hablar, iba a cerrarse, enojándose con ambas por su falta de respeto a sus deseos. Era mejor esperar a que ella decidiera volver a esa charla por su propia voluntad, a nadie le convenía su molestia.
Robert seguía durmiendo en su habitación, a pesar de que el sol ya estaba bastante alto. Su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por una frazada de color celeste. Era un lugar bastante limpio y ordenado, lo único fuera de lugar era la ropa regada por el suelo. —¿Quién es la impostora de Ellen Ripley y por qué te llama “Indiana Jones”? —una voz femenina lo despertó. Vio a una mujer de cabello cobrizo y enormes ojos verdes sentada en una silla frente a su cama, enseñándole una nota. —¿Qué haces aquí? —le cuestionó, sin responder a sus preguntas, mientras se cubría mejor con las sábanas. —Parece que lo olvidaste, tenías que ir con el tutor de tu tesis a las 8, ya es mediodía, así que me preocupé porque no supe de ti en toda la mañana. Él se llevó una mano al rostro, con fastidio. —Erika, no tienes que cuidarme. Además, nunca te dije que tenía revisión de tesis hoy. —No te estoy cuidando, pero tenía que venir a ver que no hubieras muerto en el baño al salir de la ducha —respondió,
Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él. Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar. —Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel. —Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó. —Necesito una me
—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.—Eran muchas cosas las que no tenía con él, co
Isabel volvió a su dormitorio, esperando que Eva y Mariela hubieran salido. Tenía que cumplir con la promesa de dejarle notas a Robert. Sentía un poco de pena por él, parecía que en verdad le importaba el tema de su tesis, pero no sabía cómo quitarse el bloqueo. Hasta el momento, lo consideraba un chico amable, aunque demasiado formal en su trato, creía que tal vez sólo era tímido. Empezó a trabajar en el documento, haciendo todas las anotaciones positivas que podía en la sección de comentarios del procesador de texto, las negativas las escribía en un cuaderno y se las diría de manera verbal, sólo si era necesario. Era fiel creyente de que el reforzamiento positivo funcionaba, y si era útil en los niños que a veces cuidaba para ganar un dinero extra, en una persona adulta también debía serlo. Detectó cierto apasionamiento en el tono del texto un capítulo antes de que se detuviera por completo, como si hubiera una influencia de algo externo, luego volvía a lo formal y neutro en el p
Aunque había dicho que no lo volvería a hacer, Isabel se fue a pasar la noche del viernes con otro sujeto. Lo conocía por Jim, iba a la misma clase de Estados Financieros que ella y le gustaba el aroma a limpio de su cabello que le llegaba a los hombros. Creía que tal vez sí se había convertido en una zorra después de todo, así que evitaría mencionarlo a Mariela, mintiéndole con la excusa de estudiar en la biblioteca. No quería comparar, pero a diferencia de Robert, su compañero de clase estaba despierto antes que ella, le ofreció café y una camiseta, diciéndole que de esa manera ella tendría que volver, mientras le guiñaba un ojo. Le gustaba la atención de un joven alto, atlético y desenfadado como él, así que aceptó la prenda, rechazó el café y se fue, considerando cumplir con su parte del trato. Dos chicos distintos en una semana, había roto su récord personal. Se dirigió a la biblioteca, deteniéndose a comprar un sándwich en un carrito cercano. Robert ya estaba a la entrada, m
Una joven pareja conversa sobre su futuro juntos en un dormitorio universitario. Yelena, una hermosa chica rubia de porte elegante, abraza a su novio, Robert, que no está feliz con lo que acaba de decirle. —Pero no tenemos que terminar ahora —él la miró con tristeza con sus profundos ojos azules—. Podría ir a visitarte. —Robert —ella tampoco estaba feliz con ello—, me voy dos años a China, no sería justo para ninguno de los dos seguir. Podríamos estar a distancia unos meses, pero sabemos que no va a funcionar, y prefiero pedirte que nos separemos ahora que puedo decírtelo de frente. Él bajó la mirada en respuesta, sabía que si decía algo la voz se le iba a quebrar y no iba a lograr contener las lágrimas. —A mí también me duele alejarme de ti —tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso corto en los labios—, pero no quiero atarte a mí durante los años que no podré verte, tampoco quiero pedirte que me esperes, es mucho tiempo. —No puedes decidir eso por mí —sollozó—. Me esforza
Era 31 de octubre, la fecha que más le gustaba a Isabel. El hecho de poder ser otra persona por un día y compartir con sus amistades un buen rato, la hacía sentir viva. No era lo mismo que sentía cuando era Navidad, y hasta creía que era una mejor festividad por permitirle ser más libre bajo un disfraz. Estaba en su dormitorio, con su amiga Eva, casi terminando de arreglarse para la fiesta de disfraces de personajes de películas de los 80's. La joven morena que la acompañaba le había llevado un diminuto vestido de tirantes con un escote pronunciado.—Eva, no me voy a poner esto —Isabel estaba atónita con el atuendo de pronunciado escote en el pecho y espalda— Ni siquiera tengo el cuerpo de Michelle Pfeiffer en Scarface.—Me lo regaló la vendedora en la compra del vestido de Baby, es una fiesta de disfraces, mostrar a las chicas una vez al año, no hace daño.—No te creo que te lo regalaran, lo compraste —no era la primera vez que su amiga hacía eso, el año anterior le había llevado un