Axxel inició el juego y golpeó la bola sin problemas, determinado a ganarle a Jackson y ser el dueño de aquel premio tan codiciado: un beso de la rubia que tanto deseaba. Iba muy bien, pero se distrajo pensando en lo que sería tener a Melanie de nuevo entre sus brazos y dejó caer la pelota.
—¡Sí, gané! —se burló Jackson alzando los brazos.
—Imbécil —gruñó Axx y contuvo las ganas de molerlo a golpes. Estaba furioso por haber perdido ante Jackson y que él pudiera besar a Melanie.
—Ven, nena. Dame mi beso —demandó Jack con una sonrisa de oreja a oreja.
«No, esa b****a no la va a besar. ¿Cómo carajo pasó esto? Él nunca me ha ganado un jodido juego. Le partiré la cara si la toca».
Melanie sonrió y se acercó con lentitud hacia él. Sabía lo que hacía. «Caerás a mis pies, Axx», prometió mientras se dejaba sostener por Jack. La distancia entre ellos era inexistente; estaban tan cerca que ni un papel pasaría entre los dos. Los nudillos de Axxel se pusieron blancos y ardía en celos al ver a ese par a punto de besarse.
«¡No! Eso no va a pasar».
—¡Quiero la revancha! Si gano, ese beso será mío —propuso antes de que el beso se diera. Aunque no se besarían en la boca, como todos pensaban. Ella había acordado con Jackson que si ganaba la besaría en la mejilla. Se había inscrito en el juego para acercarse a Axxel sin saber que él la buscaría primero.
—Asume la derrota, Axxel. Yo gané —espetó Jackson sin alejarse de Melanie.
—Te daré dos billetes de los grandes por el beso —ofreció sin dejar de mirarlos.
—Acepto —respondió Jackson soltando a Melanie enseguida.
—¡Son un par de idiotas! —gritó Melanie fuera de sí y salió de la casa decidida a marcharse. Fue una mala idea ir a la fiesta y una peor intentar conquistar a un idiota como Axxel. ¿Cómo podía gustarle?, ¿por qué?
La situación se le escapó de las manos. Había hecho el ridículo delante de todos y quedó en evidencia. Se alejó corriendo y lloró tanto que las lágrimas le nublaron los ojos. Terminó sentándose en una roca frente a la playa y lloró hasta que se quedó sin lágrimas. Se sentía tan estúpida...
—No grites, dulzura. Disfrutarás esto, te lo prometo. —pronunció una voz masculina cubriéndole la boca con una mano y con la otra la levantó de la roca.
Melanie no sabía quién podía ser, pero el hombre apestaba como el infierno.
«¡No! ¿Qué hago? Este hombre… él puede. ¡Qué no me haga daño! ¡No, por favor!», rogó en sus pensamientos. Se había alejado demasiado sin pensar en las consecuencias.
El hombre la tenía inmovilizada y a su merced; podía hacer lo que quisiera con ella y no había forma de evitarlo. Estaba aterrada y comenzó a llorar tan fuerte que su cuerpo se sacudía sin control.
—¡Suéltala ahora mismo, pedazo de b****a! —ordenó una voz gruesa y enojada.
«¡Axxel! Gracias a Dios», dijo Melanie para sus adentros. Reconoció su voz sin problema.
Axxel la estuvo buscando desde que se fue y, por suerte, llegó justo a tiempo para salvarla de aquella b****a humana.
«Maldito bastardo. Lamentarás haberla tocado».
—Ella está conmigo. ¿Verdad, dulzura? —preguntó el sujeto muy cerca del rostro de Melanie.
Ella no sabía qué hacer, lo único que quería era que ese hombre la liberara.
—¡Suéltala ahora! —demandó de nuevo.
—Y si no lo hago, ¿qué harás, muchachito? —lo retó el hombre.
«Lo voy a matar».
Aquel hombre, cuyas sucias manos tocaban a la rubia, colmó la paciencia de Axxel. No estaba dispuesto a seguir jugando su juego mientras ella temblaba y lloraba por su culpa. Corrió hacia ellos y golpeó el costado del sujeto, liberando así a Melanie. Siguió pegándole una y otra vez hasta que Mel gritó que se detuviese.
Axx se levantó del suelo y la vio temblando. Caminó hasta ella y la abrazó para tratar de consolarla. ¿Qué habría pasado si él no hubiera aparecido? La sola idea le hacía hervir la sangre.
—Ya te tengo, Melanie —susurró mientras le acariciaba el cabello.
Un dolor extraño le golpeó el pecho cuando la sostuvo. Tenerla tan cerca lo hacía sentir débil. Era una mezcla de éxtasis y felicidad. Algo que jamás había sentido con ninguna chica.
«¿Qué carajo me pasa con ella?»
—Gracias, Axxel. Yo... no sé de dónde salió —balbuceó con voz temblorosa.
—¡Chist! Tranquila, estás a salvo conmigo —aseguró sin dejar de acariciarla.
—Quiero ir a casa —pidió entre sollozos. Él se alejó de su cuerpo lo suficiente para que pudiesen caminar juntos hasta la casa de Mack, dejando a aquel hombre asqueroso revolcándose en la arena de dolor.
Antes de irse, Melanie subió a uno de los baños de la casa y se lavó el rostro hasta que se le puso rojo. Se miró al espejo y volvió a llorar sin parar. Las lágrimas se convirtieron en quejidos y se deslizó hasta el suelo, abrumada.
—¿Estás bien, Mel? —preguntó Axxel desde detrás de la puerta.
—Sí, ya salgo. —Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y salió de su refugio.
«Estaba llorando de nuevo. ¡Desgraciado hombre! Sí lo vuelvo a ver, lo mato», pensó él recordando la escena de aquel hombre sosteniendo a Melanie en contra de su voluntad.
Subieron al Mustang GT de Axx y ella se resistía a mirarlo a la cara. Por alguna razón, se sentía avergonzada por lo que pasó con aquel hombre.
—¿Por qué te fuiste? —Ella frunció los labios, sopesó sus opciones, que no eran muchas, y decidió decirle la verdad. No tenía nada qué perder.
—Odio que los chicos me traten como a un objeto. Querías pagar por mí como si fuera una p**a —respondió con tono de reclamo.
—¡Dios, Melanie! No lo hice por eso… Yo… lo siento. —Se disculpó avergonzado.
—¿Tú qué? —indagó ante el tono de duda que escuchó en su voz.
—Yo no quería que Jack te besara. —admitió y una pequeña sonrisa se formó en los labios de Melanie.
—No me iba a besar con él, acordamos que solo me besara la mejilla —se sinceró queriendo ser honesta.
—¿Y por qué me hiciste creer que sí? —preguntó frunciendo el ceño.
—¿Y por qué te importaba si lo hiciera? —contraatacó ella alzando una ceja.
Como los dos eran testarudos, ninguno dio su brazo a torcer. No querían revelar sus secretos: el de Melanie: que todo era un plan para acercarse a él porque le gustaba. Y el de Axxel porque sentía una fuerte atracción por ella desde hacía un tiempo.
—Bueno, princesa. Ya estás en la seguridad de tu casa. ¿Quieres que te acompañe esta noche? —preguntó en tono de broma.
Melanie puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Quería decirle que sí, pero no podía. Sabía muy bien cómo pensaban los hombres y estaba resuelta a ser la excepción a la regla.
—Tú te lo pierdes, princesa. Las chicas hacen fila por dormir en estos brazos —dijo, mostrando sus bíceps y provocando que ella estallara en risa.
«Ya verás de lo que hablo».
No permitiría que se burlase de esa forma de él. Tenía que probar su punto. La tomó por las caderas y la pegó a su cuerpo, dejando en evidencia por segunda vez su creciente excitación. Sus labios encontraron los suyos y la besó con lujuria y descontrol, como había deseado desde que la vio llegar esa noche. Las manos de Melanie se detuvieron en la espalda de Axx mientras que las de él bajaron hasta su espalda baja. El fulgor de aquel beso la invadió por completo, sumergiéndola en una repentina calidez. Estaba deseando más… mucho más. Su femeneidad latía descontrolada reclamando atención y gimió el nombre de Axxel cuando él le besaba la clavícula. Estaba perdiendo el control en pleno pórtico de su casa.
«¡Oh mi Dios! Esto es… tengo que detenerlo».
—Para, Axxel. Tengo novio —pronunció jadeante, logrando que Axxel se detuviera y la mirada como si tuviera tres ojos en lugar de dos.
Lo que ella decía no era del todo falso. Sí tenía un novio, uno que estaba en coma desde hacía seis meses y con poca probabilidad de despertar. Pero, aunque Nick estuviera confinado en una cama, se sintió culpable al besarse con otro.
«¿Cómo fui capaz de hacerle esto a Nick? Debí pensar en él antes de coquetear con Axxel. Es que… no creí que se interesaría en mí. Estaba segura que no insistiría después de rechazarlo en la playa. Axxel Wilson no ruega».
—No es un problema para mí, no busco nada serio aquí, Melanie, solo pasarla bien una noche —mencionó comportándose como el cretino que todos conocían, pero en el fondo ardía de celos. Él sentía más por Melanie de lo que quería admitir.
Para él, el amor era un sentimiento absurdo. Pero una cosa es querer convencerte de algo y otra ser arrastrado por un profundo deseo, y todo su ser anhelaba más de aquellos ardientes labios.
—Todo esto fue un error. No debió pasar —susurró ella con un nudo en la garganta y se apreuró a entrar a su casa, alejándose de la tentación que era Axxel Wilson.
Él permaneció de pie mirando hacia la puerta por la que ella había entrado sintiéndose confundido y disgustado en partes iguales. Aquel beso le removió el piso. En su vida, había sentido algo igual. Fue como si sus labios le pertenecieran, como si un vacío en su pecho se llenara solo con tocarla.
«Ella no significa nada. Es una chica como cualquier otra», se dijo disgustado, negando sus sentimientos, se subió en su auto y se marchó.
El corazón de Melanie latía furioso en su pecho cuando cerró la puerta. Se tocó los labios recordando aquel momento, reviviendo cada roce y caricia de los labios del castaño que había despertado sensaciones pecaminosas en su interior.—Melanie. ¿Eres tú, cariño? —preguntó Margaret, su abuela materna al escuchar ruido en la entrada.—Sí, abue. ¡Ya llegué! —respondió elevando la voz.Su abuela siempre la esperaba sentada en su mecedora sin importar la hora que fuese. Ya ella estaba cansada de insistir en que no lo hiciera, pero Melanie había heredado su testarudez.—Vamos, abue. Es hora de dormir —le dijo cuando llegó hasta ella.La anciana tomó su bastón y caminó hasta la habitación del piso inferior, ya no podía subir todos los esc
El calentón de la noche anterior lo dejó dispuesto a estar con la primera que se le ofreciera y ella le venía bien en ese momento.Observó desde la distancia a Melanie y se preguntó qué hacía una chica tan linda de mesonera en Joe´s. Su uniforme era horrendo, pero le agradaba la vista que le ofrecían aquellos pantalones ajustados. Con la inspiración que necesitaba, hizo su camino hasta el baño de mujeres, cerró con pestillo y se encontró con una Sabrina muy dispuesta a brindarle unos minutos de diversión.La porrista se subió la falda blanca que traía puesta y lo rodeó con las piernas por la cintura. Luego de unos pocos besos, Axx se bajó la cremallera y se puso un preservativo antes de introducirse en ella. Sus pensamientos se centraron en Mel, en imaginar que era ella y no Sabrina con la que estaba teniendo relaciones.Los peque&ntil
—¿Quién se cree ella para jugar así conmigo? ¡Qué se vaya al carajo! Hay cientos de chicas que estarían más que dispuestas a entregarse a mí sin ningún esfuerzo —bufó mientras conducía.«Pero la quiero a ella».Llegó a casa y se dio una ducha helada por su culpa, era la segunda noche que lo dejaba tan necesitado y furioso. Si quería lograr algo con la rubia, tendría que cambiar de estrategia y ella le dejó claro cuánto le molestaba su fama de playboy. Pensó que podría fingir por un tiempo que ya no lo era, si con eso lograba que cambiase de opinión.Se recostó en la cama y buscó el nombre de Nick Benson en las redes sociales. Para su sorpresa, el Facebook del soldadito estaba llena de fotos junto a Mel totalmente acaramelados. El aspecto del sus
—Calma, Max. Ya estoy aquí —le dijo al cachorro que le lamia el rostro. Puso al pequeño Yorkshire en el suelo y él correteó feliz por la casa, que no era la más grande y lujosa de la manzana, pero tenía lo necesario para vivir.Tiró el bolso sobre su viejo y descolorido sofá, que alguna vez fue gris y mullido, y caminó hasta la cocina. No era que tuviese que andar mucho, el lugar era pequeño, pero necesitaba con urgencia un cambio, desde las paredes descascaradas y amarillentas, hasta la vieja heladera oxidada.—Hola, abue. ¡Ya llegué! —gritó para que la escuchase, porque había días que Margaret estaba totalmente sorda y otros que oía con claridad.Su abuelita caminó hasta la cocina, apoyándose en su bastón, y saludó a su querida nieta con un beso en la mejilla.—Hola, dulzura. Tu padre ll
Melanie asintió cuando lo único que quería era rogarle que le sostuviese la mano mientras entraba al hospital. En sus diecisiete años, le había tocado enfrentar la vida prácticamente sola. Su abuela siempre había estado con ella, pero a su edad ya no podía darle el apoyo que necesitaba.«¿Sería mucho pedirle que venga conmigo? No, no puedo. Fue suficiente con que me trajese a ver a mi novio cuando tenía una cita con él. Además, ¿qué explicación le daría a Nick? Hola, él es Axxel, nos hemos besado dos veces y teníamos una cita hoy. Sí, sonaría genial. Así que no tengo opción, enfrentaré esto sola.»—Te puedo esperar si lo necesitas —ofreció él al verla tan nerviosa.—¿De verdad lo harías?—Sí, princesa.
El chico de ojos pardos respiró hondo para calmarse cuando la vio salir por la puerta de emergencia. Esa media hora dentro del hospital, sin saber qué hacía con su novio, lo estaba envenenando.—¿Estás bien? —preguntó cuando subió al auto, aunque era obvio que algo iba mal. Muy mal. Era fácil saber que estuvo llorando.—No. Yo… es muy complicado, Axxel —se limitó a responder.«¿Es complicado por él o por mí? ¡Dios, Melanie! No tengo una idea de lo que haré contigo. Me estás volviendo loco».¿Iba a alejarse de él?, ¿terminaría todo con Nick? Eran dos interrogantes que lo traían de cabeza. Encendió el auto y condujo a casa de Mel en silencio, no era la noche que había imaginado unas horas antes.«Necesito tanto un abrazo. Neces
Conforme pasaban los días, las visitas de Axxel a la casa de Mel se hacían más frecuentes y subiditas de tono. No podían estar cerca sin dejar de tocarse.Ella le exigió cuatro citas y ya habían celebrado la número tres. La primera, en un restaurant de comida Mexicana, a Melanie le encantaba la salsa picante y ese era el lugar ideal para degustarlo sin impedimentos. La segunda, planeada por él, fue ir al autocine a ver una de esas películas de antaño. Era el lugar perfecto para meterle mano a su rubia favorita, pero su plan cayó en picada cuando ella se puso sentimental con la cinta que proyectaron.La tercera cita fue la más divertida, subieron a la montaña rusa más peligrosa de Miami y fue adrenalina pura. Las uñas de ella se clavaron en su antebrazo con tanta fuerza que lo dejó marcado por varios días.«Una cita más. Una m&aa
—¡Ah, soy un imbécil! Arruiné lo que estaba pasando entre nosotros. Solo faltaba una cita, una cita y la tendría. Pero no, tuve que acostarme con esa chica. ¿Y de que sirvió? De nada, porque solo pensaba en ella, en esa calienta pelotas que me tiene obsesionado —se reprochó en los vestidores del instituto.«Al carajo el juego, la voy a buscar. Ella no sabe lo que me está matando recordar esa mirada. La lastimé tanto.»Nunca, jamás en la vida le había importado herir los sentimientos de ninguna chica, hasta que la conoció a ella.—¡Axx! ¿A dónde vas? El entrenamiento va a comenzar — advirtió Maison.—Soy un jodido idiota, Maison.—Oye, no sé de qué hablas, pero te necesito en diez minutos en el campo, ya arreglarás tu asunto luego.«Com