El calentón de la noche anterior lo dejó dispuesto a estar con la primera que se le ofreciera y ella le venía bien en ese momento. Observó desde la distancia a Melanie y se preguntó qué hacía una chica tan linda de mesonera en Joe´s. Su uniforme era horrendo, pero le agradaba la vista que le ofrecían aquellos pantalones ajustados. Con la inspiración que necesitaba, hizo su camino hasta el baño de mujeres, cerró con pestillo y se encontró con una Sabrina muy dispuesta a brindarle unos minutos de diversión.
La porrista se subió la falda blanca que traía puesta y lo rodeó con las piernas por la cintura. Luego de unos pocos besos, Axx se bajó la cremallera y se puso un preservativo antes de introducirse en ella. Sus pensamientos se centraron en Mel, en imaginar que era ella y no Sabrina con la que estaba teniendo relaciones.
Los pequeños gemidos de su acompañante no se hicieron esperar y él cayó en cuenta de que no eran esos los que quería escuchar. Deseaba a Melanie y no a Sabrina.
«Ay, Melanie. ¿Qué carajo me estás haciendo?»
Sabrina se acomodó la falda y se retocó los labios con un brillo labial sabor a frambuesa cuando todo acabó, pero Axxel no tenía intención de esperarla más así que salió del baño y se sentó de nuevo en la mesa, buscando con la mirada a su rubia debilidad.
«Bien, Melanie. ¿Qué viene ahora?»
Los ojos grises de Melanie habían captado todo y enseguida supo lo que había pasado en ese baño. Quería salir corriendo y llorar como una chiquilla en el rincón de su habitación, pero no lo haría. No le daría esa satisfacción.
—¡Oye! ¿Tú eres Melanie? Te he visto en el instituto. ¿Eres una mesonera? ¡Wow! Qué bajo ha caído nuestra escuela —se burló la porrista que Axxel tomó en el baño como a una cualquiera.
«Esa zorra estirada y llena de extensiones no sabe con quién se está metiendo», refunfuñó Mel en su mente. Su instinto le decía que le arrancara los ojos. No lo hizo solo para conservar el empleo que era un asco, pero necesitaba el dinero.
«¿Qué estupideces dice Sabrina?, ¿por qué quiere humillar a Melanie?», pensó Axxel con disgusto.
Él no consideraba el trabajo de mesonera como algo que menospreciar. Sabía que la vida no era fácil para todos y que algunos tenían que esforzarse más para obtener las cosas.
—No seas una perra. No todas son unas niñas mimadas todomelodanmispapis como tú —soltó Axx en forma de reclamo.
—¡Axxel Wilson! ¿Me llamaste perra y mimada? ¡Eres un idiota! —gritó y salió echando humo de la pizzería.
A Mel le causó mucha gracia la exagerada escena de malcriadez que hizo Sabrina al salir de Joe´s y sonrió divertida.
—Bien, veo que tus dientes siguen dentro de tu boca —bromeó Axx, logrando que ella sonriera más.
—Gracias por eso, pero que conste que sé defenderme sola —le advirtió.
Los chicos volvieron a su pizza y olvidaron el pequeño drama que había provocado Sabrina. Axxel y Melanie seguían de pie en el mismo sitio sin decir ninguna palabra.
«Axxel: 1. Melanie: 0». Marcó él con petulancia en su cabeza.
—Tengo que volver al trabajo, gracias de nuevo y perdona lo de antes. Estoy muy cansada y…
—No digas más, Melanie. Respecto a perdonarte… dame una recompensa y lo haré.
—Bueno, el perdón solo se pide o se gana, no se exige —contestó y dio media vuelta, dejándolo de nuevo sin palabras.
«Mel: 1. Axxel: 1. Ahora sí que estoy confundido. ¿Cómo se gana con esta chica? Es un verdadero laberinto sin salida».
***
Melanie había terminado su jornada y los pies le dolían horrores. Necesitaba una ducha caliente y meterse debajo de sus sábanas lo antes posible.
—¿A dónde crees que vas sola en la oscuridad? —preguntó Axxel, provocándole un semi-infarto.
—¡Dios! Casi me matas de un susto —gritó, con las palpitaciones de su corazón multiplicadas por tres.
«¿Qué hace él todavía aquí?»
Aunque la hubiera defendido de Sabrina, ella no podía olvidar lo que estuvo haciendo con esa misma chica en el baño de Joe´s.
—Disculpa, no era mi intención asustarte. Entonces ¿a dónde vas? —Volvió a preguntar.
—A una fiesta en Beverly Hills. Mi chófer me está esperando en la limusina —respondió sarcástica.
—¡Dios, Melanie! Me estás volviendo loco. No sé como leerte, no sé cómo llegar a ti.
—¿Llegar a mí o entre mis piernas? —puntualizó sin rodeos.
—¡Wow! Eres increíble. ¿Cómo lo haces? ¿Hay una jodida cámara escondida por alguna parte?
—¡Púdrete, Axxel! —gruñó y siguió caminando para no seguir soportando sus idioteces.
—¡Púdrete tú! —respondió y caminó hacia su Mustang, echando chispas por los ojos.
«¿Para eso la esperé por dos horas? Me tiene harto, cansado de que me trate como b****a. ¡Vete al carajo, Melanie Smith!»
Condujo fuera del solitario estacionamiento de Joe´s y no le tomó mucho encontrarse de nuevo con la chica que lo había enfurecido más de una vez en los últimos dos días. Melanie lo sacaba de quicio y no podía evitarlo.
—No, esta chica está mal de la cabeza —resopló mirándola. Bajó la velocidad y le pidió que subiera al auto, no iba a dejar que caminara sola por la calle después de lo que había pasado con aquel asqueroso hombre aquella noche.
—No, gracias —espetó sin mirarlo.
—Melanie, por favor. No quería gritarte, pero es que eres demasiado terca. Sube al auto.
—¿Por qué sigues insistiendo? Déjame en paz, Axxel.
«¡No! Cuando repartieron la terquedad, Melanie hizo la fila de primera.»
—Sube si no quieres que vaya por ti —ordenó la segunda vez. No estaba jugando.
—Bien —siguió caminando sin creer en su amenaza porque era bastante testadura y un 110% orgullosa.
Sin dudarlo dos veces, él detuvo el auto y lo rodeó para cargarla como un saco de papas. Ella pataleó para impedirlo, pero Axxel era mucho más fuerte. Abrió la puerta y la metió en el auto, cansado de sus absurdas discusiones.
La rubia se cruzó de brazos y sopló con fuerza el flequillo que le cubría el rostro. Estaba demasiado agotada por su turno doble en Joe´s como para seguir luchando con su orgullo.
—¿Qué quieres de mí, Axxel?
«Follarte tan duro que grites mi nombre en todos los idiomas que existen.»
Si le decía la verdad, Melanie jamás le hablaría de nuevo. Solo le quedaban dos opciones: mentir o evadir la pregunta.
—¿En qué sentido?
—Olvídalo. Llévame a casa. —Ella suponía a dónde quería dirigir la conversación cuando usó la técnica de responder con otra pregunta.
—¿Acaso tu novio no viene por ti al trabajo?
«¿Qué clase de estúpido deja que su novia camine a estas horas por las calles de Miami? Sí ella fuese mía yo… ¿En qué carajo estoy pensando? Yo solo quiero acostarme con ella, no hacerla mi novia ni nada parecido.»
Melanie no tenía intención de revelar su secreto. ¿Qué le podía decir? Si le decía la verdad, lo mínimo que pasaría era que él se riese en su cara.
—Pues él se enlistó en las Fuerzas Armadas y comenzó su entrenamiento hace unos meses. Pronto vendrá a verme. —Mintió sin parpadear.
—No está mal, yo también me enlistaré en unos meses, quizás lo llegue a conocer. ¿Cuál es su nombre?
—Nick Benson.
—¿Qué pensará tu soldadito al saber que gemiste mi nombre ayer en el pórtico de tu casa?
«¡Oh mi Dios! Él tiene razón, gemí su nombre en plena calle. No puedo con la vergüenza.»
—Detén el auto, Axxel. Me voy a bajar.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero y lo que dije es verdad. Yo te gusto y eso no tiene nada de malo.
—Si no lo detienes, me lanzo —amenazó.
—Lánzate —respondió él elevando los hombros.
Ella se cruzó de brazos porque no podía negar que él le gustaba, pero no lo admitiría para no aumentar su estúpido ego masculino.
Cuando Axxel detuvo el auto frente a la casa de Melanie, no quería dejarla ir enojada. Así no funcionaban las cosas para él. Aunque, últimamente, no estaba siendo el de siempre, Melanie comenzaba a trastornar su mundo entero.
«¿Qué hago llevando a casa a una chica con la que no tendré sexo?»
—¿Por qué te empeñas en odiarme? —preguntó queriendi entenderla.
—No te odio, Axxel. Solo no quiero ser otra de las cientos de chicas con las que te acuestas por una noche.
—Quizás haga el sacrificio y pase más de una noche contigo —pronunció mientras se humedecía los labios.
La palabra «sacrificio» era una mentira más grande que Saturno. Él deseaba pasar más de una noche con la rubia de ojos grises.
Melanie se acercó a él con lentitud y le acunó el rostro con ambas manos, haciendo que él se doblegara ante ella. Su aroma acaramelado lo envolvió y deseaba más que nunca besar aquellos labios carnosos.
—Dime una cosa: ¿en verdad eso funciona con las chicas? —susurró muy cerca de su boca.
—¿De qué hablas? —Él no estaba pensando, no quería hablar, solo deseaba besarla.
—Toda esa estupidez de más de una noche —espetó, quitando sus manos del rostro de Axxel.
«¿Qué estoy haciendo? Estoy loca. Sí, bastante desquiciada para jugar así con él.»
—Estás jugando con fuego, Melanie, y te vas a quemar.
—El único que se está quemando es tu amiguito ahí abajo —aseguró con suficiencia antes de bajarse de su auto.
Cerró la puerta y caminó hasta la entrada a pesar del temblor en sus piernas. Axxel seguía ahí, lo supo por el sonido del motor de su Mustang, pero contuvo el deseo de volver atrás y besarlo sin ninguna vergüenza. Su autocontrol estaba en código rojo y no podía flaquear.
Entró a su casa y se sostuvo contra la puerta hasta que escuchó el chillido de los neumáticos del auto sobre el pavimento. Era obvio que él estaba muy furioso y Melanie se había excedido al seducirlo de esa manera.
—¿Quién se cree ella para jugar así conmigo? ¡Qué se vaya al carajo! Hay cientos de chicas que estarían más que dispuestas a entregarse a mí sin ningún esfuerzo —bufó mientras conducía.«Pero la quiero a ella».Llegó a casa y se dio una ducha helada por su culpa, era la segunda noche que lo dejaba tan necesitado y furioso. Si quería lograr algo con la rubia, tendría que cambiar de estrategia y ella le dejó claro cuánto le molestaba su fama de playboy. Pensó que podría fingir por un tiempo que ya no lo era, si con eso lograba que cambiase de opinión.Se recostó en la cama y buscó el nombre de Nick Benson en las redes sociales. Para su sorpresa, el Facebook del soldadito estaba llena de fotos junto a Mel totalmente acaramelados. El aspecto del sus
—Calma, Max. Ya estoy aquí —le dijo al cachorro que le lamia el rostro. Puso al pequeño Yorkshire en el suelo y él correteó feliz por la casa, que no era la más grande y lujosa de la manzana, pero tenía lo necesario para vivir.Tiró el bolso sobre su viejo y descolorido sofá, que alguna vez fue gris y mullido, y caminó hasta la cocina. No era que tuviese que andar mucho, el lugar era pequeño, pero necesitaba con urgencia un cambio, desde las paredes descascaradas y amarillentas, hasta la vieja heladera oxidada.—Hola, abue. ¡Ya llegué! —gritó para que la escuchase, porque había días que Margaret estaba totalmente sorda y otros que oía con claridad.Su abuelita caminó hasta la cocina, apoyándose en su bastón, y saludó a su querida nieta con un beso en la mejilla.—Hola, dulzura. Tu padre ll
Melanie asintió cuando lo único que quería era rogarle que le sostuviese la mano mientras entraba al hospital. En sus diecisiete años, le había tocado enfrentar la vida prácticamente sola. Su abuela siempre había estado con ella, pero a su edad ya no podía darle el apoyo que necesitaba.«¿Sería mucho pedirle que venga conmigo? No, no puedo. Fue suficiente con que me trajese a ver a mi novio cuando tenía una cita con él. Además, ¿qué explicación le daría a Nick? Hola, él es Axxel, nos hemos besado dos veces y teníamos una cita hoy. Sí, sonaría genial. Así que no tengo opción, enfrentaré esto sola.»—Te puedo esperar si lo necesitas —ofreció él al verla tan nerviosa.—¿De verdad lo harías?—Sí, princesa.
El chico de ojos pardos respiró hondo para calmarse cuando la vio salir por la puerta de emergencia. Esa media hora dentro del hospital, sin saber qué hacía con su novio, lo estaba envenenando.—¿Estás bien? —preguntó cuando subió al auto, aunque era obvio que algo iba mal. Muy mal. Era fácil saber que estuvo llorando.—No. Yo… es muy complicado, Axxel —se limitó a responder.«¿Es complicado por él o por mí? ¡Dios, Melanie! No tengo una idea de lo que haré contigo. Me estás volviendo loco».¿Iba a alejarse de él?, ¿terminaría todo con Nick? Eran dos interrogantes que lo traían de cabeza. Encendió el auto y condujo a casa de Mel en silencio, no era la noche que había imaginado unas horas antes.«Necesito tanto un abrazo. Neces
Conforme pasaban los días, las visitas de Axxel a la casa de Mel se hacían más frecuentes y subiditas de tono. No podían estar cerca sin dejar de tocarse.Ella le exigió cuatro citas y ya habían celebrado la número tres. La primera, en un restaurant de comida Mexicana, a Melanie le encantaba la salsa picante y ese era el lugar ideal para degustarlo sin impedimentos. La segunda, planeada por él, fue ir al autocine a ver una de esas películas de antaño. Era el lugar perfecto para meterle mano a su rubia favorita, pero su plan cayó en picada cuando ella se puso sentimental con la cinta que proyectaron.La tercera cita fue la más divertida, subieron a la montaña rusa más peligrosa de Miami y fue adrenalina pura. Las uñas de ella se clavaron en su antebrazo con tanta fuerza que lo dejó marcado por varios días.«Una cita más. Una m&aa
—¡Ah, soy un imbécil! Arruiné lo que estaba pasando entre nosotros. Solo faltaba una cita, una cita y la tendría. Pero no, tuve que acostarme con esa chica. ¿Y de que sirvió? De nada, porque solo pensaba en ella, en esa calienta pelotas que me tiene obsesionado —se reprochó en los vestidores del instituto.«Al carajo el juego, la voy a buscar. Ella no sabe lo que me está matando recordar esa mirada. La lastimé tanto.»Nunca, jamás en la vida le había importado herir los sentimientos de ninguna chica, hasta que la conoció a ella.—¡Axx! ¿A dónde vas? El entrenamiento va a comenzar — advirtió Maison.—Soy un jodido idiota, Maison.—Oye, no sé de qué hablas, pero te necesito en diez minutos en el campo, ya arreglarás tu asunto luego.«Com
Axxel salió del instituto más feliz de lo que había estado en toda su vida. ¿Era cierto lo que le dijo a Mel? A decir verdad, no estaba seguro, pero si sabía que entre ellos había una química innegable y brutalmente devastadora. Si tenía que gritar a los cuatro vientos que la quería para tener otra oportunidad, estaba dispuesto a hacerlo.Llegó a su casa sin esperar encontrarse con una pequeña sorpresa: la visita de Isabel, su abuela materna.«Saludo incómodo en cinco, cuatro, tres…»—Hola cariño, pero si te has convertido en todo un hombre —lo saludó, apretándole las mejillas como si fuese un niño.«Odio que haga eso.»—Hola, abuela —pronunció sin mucho entusiasmo y se separó de aquellas manos acosadoras—. Iré arriba por una ducha
—Eres una perra, igual que tu madre y mereces morir como ella. —sentenció, mientras sostenía el cuchillo cerca de su garganta.De pronto, se sintió mareada y comenzó a ver todo doble. Algo no andaba bien y ella lo sabía. Con lentitud, se llevó una mano a la cabeza y descubrió la razón de su aturdimiento: estaba sangrando.Algo iba muy mal cuando Mel le dijo «te quiero». Nunca había admitido algo así, pero Axxel se lo atribuyó al alcohol. Lo que no terminaba de entender era eso del aula nueve, en el instituto no utilizaban esa forma de identificación.—Piensa, Axx. ¿Qué significa 9/11? ¿Por qué no me abre la puerta? —Estuvo pensándolo durante un tiempo hasta que lo descrifró—. ¡Mierda! Él está ahí. Su jodido padre está con ella. —Sacó el tel&e