—Calma, Max. Ya estoy aquí —le dijo al cachorro que le lamia el rostro. Puso al pequeño Yorkshire en el suelo y él correteó feliz por la casa, que no era la más grande y lujosa de la manzana, pero tenía lo necesario para vivir.
Tiró el bolso sobre su viejo y descolorido sofá, que alguna vez fue gris y mullido, y caminó hasta la cocina. No era que tuviese que andar mucho, el lugar era pequeño, pero necesitaba con urgencia un cambio, desde las paredes descascaradas y amarillentas, hasta la vieja heladera oxidada.
—Hola, abue. ¡Ya llegué! —gritó para que la escuchase, porque había días que Margaret estaba totalmente sorda y otros que oía con claridad.
Su abuelita caminó hasta la cocina, apoyándose en su bastón, y saludó a su querida nieta con un beso en la mejilla.
—Hola, dulzura. Tu padre llamó esta mañana. Vendrá en unos días por algunos documentos y no sé qué.
—¡Santo Cristo! ¿Qué estará buscando William esta vez?
—Cariño, no te enojes con él. Recuerda que es tu padre —le pidió con ternura.
—Desgraciadamente —murmuró.
—Sí, mi linda, que Dios le aclare la mente —pronunció su abuela, provocando que Melanie riera a carcajadas. Adoraba las ocurrencias de su viejita, quien estaba por cumplir setenta años.
***
—¡Oh, Axxel! No pares —gimió Sabrina en el asiento trasero de su Mustang.
Nadie tenía porqué enterarse de su enrollada con la porrista. Una cosa era desear a Mel y otra que fuese exclusivo para ella. «Eso solo lo hacen los tontos», decía cuando le hablaban de amor porque «él nunca se iba a enamorar».
—Ni una palabra de esto a nadie, princesa —murmuró y se arrepintió de haberla llamado así. Por alguna extraña razón, esa palabra era especial, exclusiva para Melanie.
«Esa rubia me está afectando de verdad. Acostarme con Sabrina no sirvió de nada. La quiero a ella.»
—¿Por qué te resistes, Axxel?, ¿no ves que siempre vuelves a mí? —le susurró, acariciándole la entrepierna.
—Déjalo ya, Sabrina. Ya estás en casa, bájate.
—¿Por qué eres tan idiota? —bufó y azotó la puerta al bajarse.
«¿Por qué sigo buscando a esa histérica?»
Arrancó el auto, derrapando en la carretera, y llegó a casa poco después para darse una larga ducha, expectante por lo que le esperaría esa noche con Melanie.
«¿Por qué las horas no avanzan?».
Estaba impaciente y decidió salir antes. Se puso una chaqueta negra de cuero y salió de su habitación para ir por ella sin importar que fuesen las ocho treinta, una hora y media antes de la cita.
—Pequeña, ¿estás bien? —indagó cerca de la puerta de Hayley cuando escuchó que estaba sollozando de nuevo.
—Si, Axx. Estoy leyendo un libro que me ha hecho moquear —le respondió sin abrir la puerta.
—Deja de leer esa b****a entonces, Hayley —respondió tragándose el cuento. Ella estaba llorando, pero no por un libro sino por otro idiota: Maison Hudson.
A las nueve de la noche, Axxel estaba sentado en el capó de su Mustang esperando que Melanie terminase su turno en Joe´s.
«¿Qué tan lejos llegaremos hoy?, ¿qué planes tiene Melanie para esta noche?»
Sus labios dibujaron una sonrisa cuando la vio salir del local. «La verían desde la luna con ese fucsia chillón», satirizó y caminó hacia ella, preparado para atacarla a besos.
—Axxel, lo siento. Tenemos que posponer esto. Nick despertó, tengo que ir a verlo. Lo siento tanto —tartamudeó nerviosa.
—¿De qué hablas? ¿Qué significa «Nick despertó»?
«¡No! Ella no va a jugar conmigo. No lo hará.»
Su primer pensamiento, al saber que Nick había despertado, fue Axxel y en cómo quedarían las cosas con él. Estaba siendo muy egoísta al preocuparse por en el castaño de ojos cautivantes en lugar de pensar en Nick. Y, con los nervios que tenía, había olvidado que él no sabía la verdad. Estaba tan conmocionada que no sabía qué hacer ni qué decir.
Tomó varías respiraciones largas antes de poder contestar—: Axxel. Yo… lo siento. Me da vergüenza pedirte esto, pero… necesito que me lleves con Nick. —Cerró los ojos, esperando su reacción… una que no tardó en llegar.
—¡¿Estás loca?! ¿Planeaste todo esto para burlarte de mí? Ya no me siento ni remotamente culpable por haberme follado a Sabrina esta tarde.
—¡Oh, mi Dios! —Mel se cubrió la boca con las manos, dolida por lo que él gritó sin ninguna vergüenza.
—Me voy, Melanie. ¡Esto se fue al carajo! —gritó, dando manotazos al aire. Él había conocido a muchas chicas locas en la vida, pero nadie podría superar la locura de esa rubia.
—¡Despertó de un coma! —vociferó Melanie, desesperada por llamar su atención mientras se acercaba a su auto.
Axx jamás se esperó algo como eso. Su mente se había llenado de miles de posibilidades menos esa. Asumió que ella planificó todo para vengarse de él.
—Ven, te llevaré —ofreció a pesar de sentirse confundido, era lo mínimo que podía hacer después de gritarle, decirle loca y acusarla de algo tan estúpido como una venganza.
Mel corrió al auto y cerró la puerta sin mirarlo, apenada por depender de él para llegar a su novio. Además de lo enojada que estaba por lo que le gritase que estuvo con Sabrina, eso arruinaba más las cosas entre ellos.
—¿Desde cuándo? —Se limitó a preguntar él.
—Hace seis meses —musitó Melanie sin hacer contacto visual.
—¡Jesús! Eso es mucho tiempo. ¿Qué le pasó?
—Fue un accidente en auto. Un hombre borracho fue el culpable y su padre… murió esa noche.
«¡Perfecto! ¿En qué lugar me deja eso a mí! Todo lo que quería de ella era acostarme con ella»
Y quería es la palabra clave aquí, porque estaba comenzando a sentir cosas diferentes, cosas que no se trataban de simple sexo y le estaba aterrando como el infierno. Lo mejor sería alejarse, dejar a un lado a Melanie y seguir con su vida.
—Princesa, ya estamos aquí. Ve a reencontrarte con Nick —anunció con recelo cuando llegó al hospital.
Despedirse era lo último que quería, dejarla ahí era una cruel sentencia de lo que pudo haber existido entre ellos y el final de algo que no tuvo oportunidad de iniciar.
«¿Por qué se siente como un adiós?, ¿por qué me duele tanto dejarla ir?»
Melanie asintió cuando lo único que quería era rogarle que le sostuviese la mano mientras entraba al hospital. En sus diecisiete años, le había tocado enfrentar la vida prácticamente sola. Su abuela siempre había estado con ella, pero a su edad ya no podía darle el apoyo que necesitaba.«¿Sería mucho pedirle que venga conmigo? No, no puedo. Fue suficiente con que me trajese a ver a mi novio cuando tenía una cita con él. Además, ¿qué explicación le daría a Nick? Hola, él es Axxel, nos hemos besado dos veces y teníamos una cita hoy. Sí, sonaría genial. Así que no tengo opción, enfrentaré esto sola.»—Te puedo esperar si lo necesitas —ofreció él al verla tan nerviosa.—¿De verdad lo harías?—Sí, princesa.
El chico de ojos pardos respiró hondo para calmarse cuando la vio salir por la puerta de emergencia. Esa media hora dentro del hospital, sin saber qué hacía con su novio, lo estaba envenenando.—¿Estás bien? —preguntó cuando subió al auto, aunque era obvio que algo iba mal. Muy mal. Era fácil saber que estuvo llorando.—No. Yo… es muy complicado, Axxel —se limitó a responder.«¿Es complicado por él o por mí? ¡Dios, Melanie! No tengo una idea de lo que haré contigo. Me estás volviendo loco».¿Iba a alejarse de él?, ¿terminaría todo con Nick? Eran dos interrogantes que lo traían de cabeza. Encendió el auto y condujo a casa de Mel en silencio, no era la noche que había imaginado unas horas antes.«Necesito tanto un abrazo. Neces
Conforme pasaban los días, las visitas de Axxel a la casa de Mel se hacían más frecuentes y subiditas de tono. No podían estar cerca sin dejar de tocarse.Ella le exigió cuatro citas y ya habían celebrado la número tres. La primera, en un restaurant de comida Mexicana, a Melanie le encantaba la salsa picante y ese era el lugar ideal para degustarlo sin impedimentos. La segunda, planeada por él, fue ir al autocine a ver una de esas películas de antaño. Era el lugar perfecto para meterle mano a su rubia favorita, pero su plan cayó en picada cuando ella se puso sentimental con la cinta que proyectaron.La tercera cita fue la más divertida, subieron a la montaña rusa más peligrosa de Miami y fue adrenalina pura. Las uñas de ella se clavaron en su antebrazo con tanta fuerza que lo dejó marcado por varios días.«Una cita más. Una m&aa
—¡Ah, soy un imbécil! Arruiné lo que estaba pasando entre nosotros. Solo faltaba una cita, una cita y la tendría. Pero no, tuve que acostarme con esa chica. ¿Y de que sirvió? De nada, porque solo pensaba en ella, en esa calienta pelotas que me tiene obsesionado —se reprochó en los vestidores del instituto.«Al carajo el juego, la voy a buscar. Ella no sabe lo que me está matando recordar esa mirada. La lastimé tanto.»Nunca, jamás en la vida le había importado herir los sentimientos de ninguna chica, hasta que la conoció a ella.—¡Axx! ¿A dónde vas? El entrenamiento va a comenzar — advirtió Maison.—Soy un jodido idiota, Maison.—Oye, no sé de qué hablas, pero te necesito en diez minutos en el campo, ya arreglarás tu asunto luego.«Com
Axxel salió del instituto más feliz de lo que había estado en toda su vida. ¿Era cierto lo que le dijo a Mel? A decir verdad, no estaba seguro, pero si sabía que entre ellos había una química innegable y brutalmente devastadora. Si tenía que gritar a los cuatro vientos que la quería para tener otra oportunidad, estaba dispuesto a hacerlo.Llegó a su casa sin esperar encontrarse con una pequeña sorpresa: la visita de Isabel, su abuela materna.«Saludo incómodo en cinco, cuatro, tres…»—Hola cariño, pero si te has convertido en todo un hombre —lo saludó, apretándole las mejillas como si fuese un niño.«Odio que haga eso.»—Hola, abuela —pronunció sin mucho entusiasmo y se separó de aquellas manos acosadoras—. Iré arriba por una ducha
—Eres una perra, igual que tu madre y mereces morir como ella. —sentenció, mientras sostenía el cuchillo cerca de su garganta.De pronto, se sintió mareada y comenzó a ver todo doble. Algo no andaba bien y ella lo sabía. Con lentitud, se llevó una mano a la cabeza y descubrió la razón de su aturdimiento: estaba sangrando.Algo iba muy mal cuando Mel le dijo «te quiero». Nunca había admitido algo así, pero Axxel se lo atribuyó al alcohol. Lo que no terminaba de entender era eso del aula nueve, en el instituto no utilizaban esa forma de identificación.—Piensa, Axx. ¿Qué significa 9/11? ¿Por qué no me abre la puerta? —Estuvo pensándolo durante un tiempo hasta que lo descrifró—. ¡Mierda! Él está ahí. Su jodido padre está con ella. —Sacó el tel&e
Enfrentar la pérdida de su abuela fue un golpe duro para Melanie, porque, cuando su madre murió, era muy pequeña para comprenderlo, pero ahora la realidad de saber que estaba sola en el mundo la había derrumbado por completo.Axxel fue su apoyo en los últimos días, pero no podía poner en él todas sus esperanzas. Los dos solo eran par de jóvenes tratando de descubrirse así mismos.En el cementerio solo la acompañaron Emma, Axx, Nick, algunas amigas de su abuela, y el reverendo Albert, quien dijo unas emotivas palabras en memoria de su abue, quien fue una fiel creyente y miembro de su iglesia.Cientos de gardenias adornaban el féretro de madera color caoba que Mel escogió para ella dos días antes. Se acercó temerosa para darle el último adiós, con un sentido «te amo abue», antes que iniciaran el descenso del ataúd.&mdash
Subieron al Mustang para ir a casa y Mel se seguía preguntando qué pasaría ahora. ¿Seguirían cómo antes? ¿La confesión significaba algo más? No lo sabía y solo quedaba una opción: hacer la pregunta.—¿Qué es exactamente lo que pasa entre nosotros, Axxel?—¿Qué crees que pasa entre nosotros, princesa? —contraatacó, dispuesto a jugar con su mente.—Axxel, no me devuelvas la pelota. —se quejó, cruzando los brazos sobre su pecho.—Ves, no es nada bonito esquivar una pregunta con otra ¿no? —sonrió.Ella se quedó callada el camino restante hasta su casa, porque no sería la primera en abrir la boca. Si él no sabía cómo llamar lo que sea que ellos estuvieran haciendo, ella mucho menos.Llegaron a su destino poco después y, apenas abri&o