—¿Quién se cree ella para jugar así conmigo? ¡Qué se vaya al carajo! Hay cientos de chicas que estarían más que dispuestas a entregarse a mí sin ningún esfuerzo —bufó mientras conducía.
«Pero la quiero a ella».
Llegó a casa y se dio una ducha helada por su culpa, era la segunda noche que lo dejaba tan necesitado y furioso. Si quería lograr algo con la rubia, tendría que cambiar de estrategia y ella le dejó claro cuánto le molestaba su fama de playboy. Pensó que podría fingir por un tiempo que ya no lo era, si con eso lograba que cambiase de opinión.
Se recostó en la cama y buscó el nombre de Nick Benson en las redes sociales. Para su sorpresa, el F******k del soldadito estaba llena de fotos junto a Mel totalmente acaramelados. El aspecto del susodicho no le parecía la gran cosa: cabello rubio, ojos marrones y una estatura promedio. No tenía siquiera grandes músculos. Era un simplón comparado con él, pero lo odiaba por un solo motivo: era el novio de Melanie.
Salió de su habitación para ir a la de su hermana Hayley y abrió la puerta sin tocar.
—¡¿Por qué entras así?! —Le reclamó su hermanita con cara de enojo.
—Si quieres privacidad, puedes cerrar con llave. Necesito el número de Melanie. Sé que lo tienes —pidió sin dar detalles.
—¿Para qué lo quieres?
—Por un asunto del instituto. No seas fisgona —contestó cortante.
—¿Y si no quiero?
—¡Hayley! Deja la niñería. ¿Me lo vas a dar o no?
—Si te lo doy, ¿no me molestas más?
—¡Hayley!
—Bien, pero lárgate de mi habitación de una vez. —Él elevó los hombros y asintió de mala gana.
—¡Se dice gracias! —le gritó cuando su hermano abandonó la habitación después de recibir un mensaje con el número de la rubia que no podía sacar de su cabeza.
Axx: Ese bikini rosa luciría mucho mejor conmigo al lado.
Envió en un mensaje a Melanie y esperó la respuesta con una sonrisa dibujada en la boca. En cierta forma, le gustaba irritarla.
Mel: No te imaginas lo que hizo Nick cuando me vio sin él.
Aquel mensaje le borró la sonrisa de golpe. Imaginarla desnuda delante de aquel tipejo lo hirió directo en su ego.
Axx: Eres muy mala mintiendo. Ese chiquillo no tiene pinta de saber complacer ni a una mosca.
Respondió arrogante. Si ella quería jugar sucio, él lo haría también.
Mel: Piensa lo que quieras. Voy a dormir.
Melanie tomó su almohada y gritó en ella a todo pulmón. Estaba furiosa por haberle dado el nombre verdadero de Nick y olvidarse de un pequeño detalle: existía F******k y su novio había subido un álbum de fotos de su última visita a la playa antes del accidente. Solo era cuestión de días para que Axxel supiese el verdadero estado de salud de él.
El lunes llegó y Mel tendría que enfrentar al chico castaño que le nublaba los sentidos. La sola idea de tenerlo cerca le aterraba porque él despertaba en ella miles de sensaciones que no podía evitar. Su plan de hacerse la dura estaba siendo más difícil de lo que había pensado.
Se tomó una taza de café cargado, ya que seguía con mucho sueño por los trasnochos del fin de semana. Al terminar su bebida, besó la mejilla de su abuela antes de salir. Como ella no tenía auto, ni un novio con uno, tomaba el autobús a diario.
Las dos primeras clases pasaron y aún no había señales de Axxel. Con un poco de suerte, se libraría ese día de tener que confrontarlo, pero la suerte no estaba de su lado esa mañana. Al entrar a la cafetería, al primero que vio fue al protagonista de sus desvelos mordiendo una manzana verde, una en la que deseó convertirse para estar en aquella boca.
«Cálmense hormonas».
El chico de ojos color miel no le dedicó ni una sonrisa, ni siquiera un asentimiento. Fue como si ella no existiese en aquel lugar; su desprecio le provocó un retorcijón que se agudizó en su estómago. Se esperaba una palabra sarcástica o mordaz de parte de él, pero nunca pensó que la ignoraría. Con el rabo entre las piernas, caminó hacia la fila para elegir su comida, sin saber cómo ocultar el gesto de tristeza en su rostro.
—Mel, pareces salida de The Walking Dead[1]. ¿Qué te pasó? —preguntó una castaña de baja estatura y figura esbelta: Emma, su única amiga.
—Todo y nada. No te lo puedo decir aquí —respondió sin atreverse a mirarla.
—¿Qué hiciste ahora, Mel?
Emma conocía a Melanie y esa cara pálida solo podía significar a una cosa: se atrevió a seducir a Axxel a pesar de sus advertencias.
—No es lo que piensas… del todo —convino, adivinando la conjetura a la que había llegado su amiga.
Mel caminó hasta una mesa vacía al fondo del cafetín, seguida de Emma, y se sentó sin querer mirarla a los ojos.
—Ahora sí, Mel. Dímelo todo.
—Bueno, te lo diré, pero no puedes contarle a nadie. —Emma puso los ojos en blanco con histrionismo.
—No tienes ni qué decirlo, sabes que soy como una tumba. A ver, cuentame qué pasó.
—Axxel y yo... nos besamos —balbuceó nerviosa, aún le parecía mentira que hubiera sucedido.
—¡Oh Mi Dios! —chilló, alzando la voz.
—¡Chist! Calla, Emma. —Ella lo hizo y le pidió detalles. Melanie le contó una versión corta y no tan descriptiva de lo que sucedió aquella noche.
—Eres una tonta, Mel. Él solo quiere una cosa y cuando lo obtenga, "si te he visto, no me acuerdo".
—¿Crees que no lo sé? Pero no va a conseguir nada conmigo, te lo aseguro.
—Ten cuidado, Mel, o terminarás con el corazón roto… como yo —aseguró apretando la mano de su amiga.
En el pasado, Emma tuvo una aventura pasajera con el mejor amigo de Axxel, Maison Hudson. Ella creyó que con persuasión podía conquistar el corazón del chico de ojos celestes, pero terminó cayendo en picada a un pozo de lágrimas y arrepentimientos.
—No te preocupes, estaré bien —prometió sin fundamento.
¿Cómo puede alguien proteger su corazón de esa forma? Para eso no hay fórmula alguna.
***
«Lo espanté con mi estúpida escena de lo seduzco y lo dejo ardido. Han pasado cinco días, cinco y Axxel no se ha acercado a mí. ¡Genial, Melanie!»
—Hola, princesa —susurró en su oído, apareciendo como por arte de magia otra vez.
Ella no movió ni un ligamento. Estaba congelada delante de su casillero. «¿Qué hago?, ¿Qué digo?» Su mano derecha abandonó el cerrojo y dio media vuelta para enfrentarse al musculoso, caliente y muy atractivo Axxel Wilson. Aquellos ojos color miel se fijaron a los suyos, quitándole toda voluntad y autocontrol. Estaba suspendida en el tiempo mientras él apoyaba ambas manos contra los casilleros, acorralándola, cautivándola con el inconfundible aroma varonil que emanaba el cuerpo del deseo.
—Hola, Axxel —balbuceó. Él sonrió con naturalidad y se le marcaron dos hoyuelos en las mejillas.
«Estúpidos hoyuelos calienta bragas.»
Deseaba besarla, presionarla contra el metal y hacerle soltar unos cuantos gemidos, pero no iba hacerlo. No ahí. No ese día.
«Esa boca pronto será mía, princesa», sentenció antes de decir lo que había planeado.
—Ves como tiemblas ante mí, sientes que toda tu fuerza se desvanece ante mi presencia. Sé cuánto quieres besarme, Mel. ¿Por qué te resistes?
Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y, por un instante, estuvo dispuesta a admitir que era verdad, que quería besarlo y dejar que hiciese lo que quisiese con ella.
—¿Cómo puedes asegurar que quiero un beso tuyo? —siseó, siguiendo con su teatro.
—Porque yo también lo quiero, porque me encantas y me estás trastornando… porque besar esa boca tuya es en lo único que pienso desde la última vez que la probé.
—Fascinante. Creo que es un discurso demasiado elaborado para alguien como tú.
—Mel, no te resistas —se acercó más a ella y recorrió su rostro con la nariz, desde el lóbulo de la oreja hasta la comisura de sus labios, dispuesto a dominarla a su antojo. Había planeado acorralarla en aquellos solitarios pasillos del instituto e incitarla para tratar de derrumbar la barrera invisible que construyó ella entre los dos, pero se encontró atrapado en su propio juego.
—¿Qué quieres de mí? —le preguntó la rubia de ojos grises, esperando que esta vez no esquivara la respuesta.
—Tendré lo que tú estés dispuesta a darme —murmuró hipnotizado.
—¿Y qué estás dispuesto tú a darme? —refutó, poniendo resistencia.
—Lo que quieras te lo daré, princesa.
—Búscame en Joe´s a las diez —susurró y le plantó un beso en la mejilla.
Algo en su cuerpo latía y no era solo su corazón. No podría esperar nueve infernales horas, necesitaba besarla en ese momento.
Sus manos bajaron a su lugar habitual, las caderas de Melanie, y la presionó contra los casilleros de metal para besarla. Se estaban devorando en pleno pasillo. Las manos inquietas de Axxel se movieron de las caderas de la chica hasta llegar aquel trasero caliente que tanto lo excitaba y su deseo se avivó. Ya besarla no bastaba, pero no era el momento ni el lugar.
«¡Oh mi Dios! ¡Axxel es… un experto en el arte de besar.»
Ella gimió, al sentir aquella lengua caliente saboreando su cuello, esa que despertaba una oleada de excitación, y hundió sus manos dentro de la camiseta del sexy chico que la estaba besando con pasión.
—¡Wilson! ¡Smith! —Los reprendió el señor Dawson, su profesor de inglés.
Melanie perdió el tono natural de la piel cuando escuchó la voz de su profesor. Se arregló la camiseta, en un intento de mejorar su aspecto, pero ya era tarde, el señor Dawson había visto todo y en primera fila.
«Estúpidas hormonas. ¿Acaso me volví loca? Nos estábamos comiendo en pleno pasillo del instituto. La madre que lo parió. ¿Por qué Axx tiene que ser tan… divino?»
—Síganme a la oficina del director —ordenó el profesor.
«¿Del director dijo? ¡Ay!, es que yo lo mato». «¿Sí? ¿Y tú acaso lo detuviste?», la acusó su voz interna.
«Bueno, no. Yo… él. ¿Con quién carajo me estoy excusando?»
—Tranquila, Mel. Todo estará bien —le prometió y la tomo de la mano mientras seguían al señor Dawson a la oficina.
«Estoy perdida. Si se enteran de que vivo sola con mi abue… no, eso no puede pasar.»
Axxel se contuvo de reír a carcajadas al ver su gesto de terror. Le encantaba esa vulnerabilidad, esos nervios, ese rostro sonrojado...
«Mel es tan sexy. Si supiera cuánto me pone mirar esa boquita rosada, esos deliciosos pechos, ese… contrólate, Axx.»
—¿Nunca has estado aquí, princesita?
Ella negó con la cabeza, estaba demasiado aturdida y preocupada.
«¡Oh mi Dios! Me quiero morir. ¿Y si todos se enteran de lo que hicimos? Esto es lo que faltaba. Ya es suficiente con que me traten como la cenicienta del instituto, para que ahora me llamen zorra.»
—¿Axx… qué es lo peor que puede pasar?
—Que nos metan en detención por unas horas y escuchar un sermón de abstinencia y control de natalidad.
—¡Oh, mi Dios! No puedo llegar tarde a casa. Mi abue… —Se detuvo al caer en cuenta de que hablaría de más.
—Tu abue… ¿qué? —preguntó curioso.
—Nada, olvídalo.
«¿Por qué Mel es tan rara? Aunque eso es lo que más me gusta de ella, esa actitud tan enigmática. Me trae loco. Estuve por arrancarle la ropa en ese pasillo.»
Entraron a la oficina del director poco después y, como era de esperarse, el discurso que mencionó Axxel se hizo presente.
Los dejaron libre de detención, pero con la advertencia de no repetir nada parecido en ninguna parte del instituto. Ellos asintieron y salieron de ahí aliviados por librarse del castigo. Bueno, Melanie estaba aliviada, para Axx no era la gran cosa.
[1]Serie estadounidense.
—Calma, Max. Ya estoy aquí —le dijo al cachorro que le lamia el rostro. Puso al pequeño Yorkshire en el suelo y él correteó feliz por la casa, que no era la más grande y lujosa de la manzana, pero tenía lo necesario para vivir.Tiró el bolso sobre su viejo y descolorido sofá, que alguna vez fue gris y mullido, y caminó hasta la cocina. No era que tuviese que andar mucho, el lugar era pequeño, pero necesitaba con urgencia un cambio, desde las paredes descascaradas y amarillentas, hasta la vieja heladera oxidada.—Hola, abue. ¡Ya llegué! —gritó para que la escuchase, porque había días que Margaret estaba totalmente sorda y otros que oía con claridad.Su abuelita caminó hasta la cocina, apoyándose en su bastón, y saludó a su querida nieta con un beso en la mejilla.—Hola, dulzura. Tu padre ll
Melanie asintió cuando lo único que quería era rogarle que le sostuviese la mano mientras entraba al hospital. En sus diecisiete años, le había tocado enfrentar la vida prácticamente sola. Su abuela siempre había estado con ella, pero a su edad ya no podía darle el apoyo que necesitaba.«¿Sería mucho pedirle que venga conmigo? No, no puedo. Fue suficiente con que me trajese a ver a mi novio cuando tenía una cita con él. Además, ¿qué explicación le daría a Nick? Hola, él es Axxel, nos hemos besado dos veces y teníamos una cita hoy. Sí, sonaría genial. Así que no tengo opción, enfrentaré esto sola.»—Te puedo esperar si lo necesitas —ofreció él al verla tan nerviosa.—¿De verdad lo harías?—Sí, princesa.
El chico de ojos pardos respiró hondo para calmarse cuando la vio salir por la puerta de emergencia. Esa media hora dentro del hospital, sin saber qué hacía con su novio, lo estaba envenenando.—¿Estás bien? —preguntó cuando subió al auto, aunque era obvio que algo iba mal. Muy mal. Era fácil saber que estuvo llorando.—No. Yo… es muy complicado, Axxel —se limitó a responder.«¿Es complicado por él o por mí? ¡Dios, Melanie! No tengo una idea de lo que haré contigo. Me estás volviendo loco».¿Iba a alejarse de él?, ¿terminaría todo con Nick? Eran dos interrogantes que lo traían de cabeza. Encendió el auto y condujo a casa de Mel en silencio, no era la noche que había imaginado unas horas antes.«Necesito tanto un abrazo. Neces
Conforme pasaban los días, las visitas de Axxel a la casa de Mel se hacían más frecuentes y subiditas de tono. No podían estar cerca sin dejar de tocarse.Ella le exigió cuatro citas y ya habían celebrado la número tres. La primera, en un restaurant de comida Mexicana, a Melanie le encantaba la salsa picante y ese era el lugar ideal para degustarlo sin impedimentos. La segunda, planeada por él, fue ir al autocine a ver una de esas películas de antaño. Era el lugar perfecto para meterle mano a su rubia favorita, pero su plan cayó en picada cuando ella se puso sentimental con la cinta que proyectaron.La tercera cita fue la más divertida, subieron a la montaña rusa más peligrosa de Miami y fue adrenalina pura. Las uñas de ella se clavaron en su antebrazo con tanta fuerza que lo dejó marcado por varios días.«Una cita más. Una m&aa
—¡Ah, soy un imbécil! Arruiné lo que estaba pasando entre nosotros. Solo faltaba una cita, una cita y la tendría. Pero no, tuve que acostarme con esa chica. ¿Y de que sirvió? De nada, porque solo pensaba en ella, en esa calienta pelotas que me tiene obsesionado —se reprochó en los vestidores del instituto.«Al carajo el juego, la voy a buscar. Ella no sabe lo que me está matando recordar esa mirada. La lastimé tanto.»Nunca, jamás en la vida le había importado herir los sentimientos de ninguna chica, hasta que la conoció a ella.—¡Axx! ¿A dónde vas? El entrenamiento va a comenzar — advirtió Maison.—Soy un jodido idiota, Maison.—Oye, no sé de qué hablas, pero te necesito en diez minutos en el campo, ya arreglarás tu asunto luego.«Com
Axxel salió del instituto más feliz de lo que había estado en toda su vida. ¿Era cierto lo que le dijo a Mel? A decir verdad, no estaba seguro, pero si sabía que entre ellos había una química innegable y brutalmente devastadora. Si tenía que gritar a los cuatro vientos que la quería para tener otra oportunidad, estaba dispuesto a hacerlo.Llegó a su casa sin esperar encontrarse con una pequeña sorpresa: la visita de Isabel, su abuela materna.«Saludo incómodo en cinco, cuatro, tres…»—Hola cariño, pero si te has convertido en todo un hombre —lo saludó, apretándole las mejillas como si fuese un niño.«Odio que haga eso.»—Hola, abuela —pronunció sin mucho entusiasmo y se separó de aquellas manos acosadoras—. Iré arriba por una ducha
—Eres una perra, igual que tu madre y mereces morir como ella. —sentenció, mientras sostenía el cuchillo cerca de su garganta.De pronto, se sintió mareada y comenzó a ver todo doble. Algo no andaba bien y ella lo sabía. Con lentitud, se llevó una mano a la cabeza y descubrió la razón de su aturdimiento: estaba sangrando.Algo iba muy mal cuando Mel le dijo «te quiero». Nunca había admitido algo así, pero Axxel se lo atribuyó al alcohol. Lo que no terminaba de entender era eso del aula nueve, en el instituto no utilizaban esa forma de identificación.—Piensa, Axx. ¿Qué significa 9/11? ¿Por qué no me abre la puerta? —Estuvo pensándolo durante un tiempo hasta que lo descrifró—. ¡Mierda! Él está ahí. Su jodido padre está con ella. —Sacó el tel&e
Enfrentar la pérdida de su abuela fue un golpe duro para Melanie, porque, cuando su madre murió, era muy pequeña para comprenderlo, pero ahora la realidad de saber que estaba sola en el mundo la había derrumbado por completo.Axxel fue su apoyo en los últimos días, pero no podía poner en él todas sus esperanzas. Los dos solo eran par de jóvenes tratando de descubrirse así mismos.En el cementerio solo la acompañaron Emma, Axx, Nick, algunas amigas de su abuela, y el reverendo Albert, quien dijo unas emotivas palabras en memoria de su abue, quien fue una fiel creyente y miembro de su iglesia.Cientos de gardenias adornaban el féretro de madera color caoba que Mel escogió para ella dos días antes. Se acercó temerosa para darle el último adiós, con un sentido «te amo abue», antes que iniciaran el descenso del ataúd.&mdash