Capítulo 2

Liah observa a la mujer, que tiene entre sus brazos, y lo único que se le ocurre es llevarla a su tráiler, ya que es todo lo que posee en ese lugar y lo que considera ser su hogar temporal. Debido a que no confía en las autoridades de aquella ciudad ni siquiera contempla entregarla a ellos, puesto que está seguro de que, si la deja allí, estos podrían aprovecharse de la vulnerabilidad de la chica.

Al día siguiente, Liah sale por un desayuno para dos y, al regresar, nota que la mujer está despertándose. Su cabello rojizo luce demacrado con la luz solar, al igual que la piel blanca cubierta de moretones. Cuando ella abre los ojos, él se queda embelesado con el tono ambarino que refleja tristeza y confusión. Mientras tanto, la mujer, de apariencia esquelética, lo observa sin disimulo, analizando cada detalle de él.

De repente, ella se levanta de golpe al darse cuenta que está en una cama que no es la suya. Sin embargo, enseguida recuerda que la casa donde vivió ya no es su hogar, y no puede evitar reír internamente ante el pensamiento inicial. No tiene ni siquiera un colchón donde apoyar la cabeza en las noches.

Su mirada vuelve a recorrer al joven rubio, quien parece un ser celestial vestido con simples ropas de un trabajador mal pagado. ¿Quién es ese hombre de rostro y cuerpo perfectos? ¿Por qué la tiene cautiva en ese lugar?

Su corazón empieza un retumbe exagerado ante las posibles causas de estar allí junto a ese hombre tan peculiar, todas igual de aterradoras. Conoce a los chicos ricos que lo tienen todo y buscan experiencias extremas para llenar el vacío que sus vidas perfectas no logran saciar.

¿Acaso ese hombre es uno de ellos? Pese a que su ropa dicta su falta de riqueza, tanto su porte como apariencia evidencia la buena vida de la que goza. ¿O cómo explicaría la perfección de su piel? No hay rastro del maltrato solar en ella, ni las secuelas del mal cuidado.

O su cabello, tan sedoso y lleno de vida. Ese cuerpo atlético no puede ser más que el producto de horas de ejercicios en un gimnasio, proteínas costosas y una alimentación que un hombre pobre no podría costear.

Su cuerpo empieza a temblar al sentirse la presa de un cazador, quizás un psicópata que busca adrenalina para sentirse vivo. O tal vez solo está siendo fantasiosa y el prejuicio la tiene desvariando. Sea lo que sea, teme por su vida.

—Ya despertaste —dice él con una sonrisa amigable, rompiendo el silencio cargado de tensión que sus meditaciones exageradas provocaron.

Ella se queda sin habla por un largo rato, y vuelve a perderse en la hermosura de aquel hombre de cabello dorados y rizados, ojos verdes y figura esbelta.

Nunca antes ha visto a un sujeto tan atractivo, ni siquiera en las revistas o la televisión.

Ah, ¿ahora está tan enfocada en su belleza que se ha olvidado de su juico anterior? Pero es que ese chico no parece ser una persona común. Él luce como un ser superior, que posee un brillo especial en su apariencia. Hay algo en él que lo hace muy llamativo e intrigante. Para ella, él es perfecto. Casi angelical o una criatura sobrenatural.

—¿Quién eres tú? —pregunta ella con recelo, su cuerpo permanece en estado de alerta mientras busca cualquier objeto en la angosta habitación que le pueda servir de arma.

—Mi nombre es Liah. Me mudé en esta ciudad tras la muerte de mis padres, en busca de una mejor economía. Como puedes ver, no he logrado mucho, pero llevo una vida decente y con mis necesidades básicas cubiertas. —Él se rasca la cabeza con la mano que tiene libre mientras sonríe divertido.

A simple vista, parece un chico inocente y amable, incapaz de matar una mosca. Sin embargo, no se confiará del todo, ya que su experiencia le ha enseñado que las apariencias son engañosas.

—Soy Sandra… —Al instante se arrepiente de decirle su nombre. No entiende por qué de pronto se siente segura con un extraño—. Yo… no tengo a dónde ir…

—No te preocupes, Sandra, mi tráiler está a tu disposición todo el tiempo que necesites quedarte —le responde.

 Liah pone las bolsas sobre una mesita de noche, y saca su porción de la comida, dejándole la suya dentro del empaque. Entiende que todavía está afectada por el ataque que sufrió la noche anterior, por lo que decide darle privacidad y dejarla comer en la cama.

—Me voy a la sala a desayunar —añade en un tono cortés y dulce—. Si quieres me puedes acompañar o te puedes quedar aquí. Traje café regular, sándwiches y un jugo de frutas. Espero que te guste todo lo que escogí, pero si no es así, no dudes en decirme para comprarte otra cosa.

Ella se queda inerte en su lugar e incapaz de responderle. Está sorprendida. ¿Por qué ese desconocido es tan amable y compasivo con ella?

Después de unos diez minutos, la chica decide acompañar a Liah a desayunar, ambos sentados en un sofá confortable y amplio. El tráiler no tiene muchos ajuares, pero sí los suficientes para estar allí. Además, el espacio es generoso y su apariencia es pulcra.

Dado que Liah recibe visitas de algunos zollebs que van de misión, se aseguró de conseguir una casa móvil de dos habitaciones, así mantiene su privacidad. Solo espera que a ninguno de ellos se les ocurra ir en todo el tiempo que él esté acogiendo a su nueva invitada, pues no quiere escuchar los sermones de su padre. Allí él le explica el estado en la que la encontró y la razón por la que la llevó a su hogar. Ella también le cuenta cómo escapó de su esposo abusivo, quien la maltrataba y la drogaba para tenerla controlada.

 —Yo no tengo a dónde ir porque no poseo familia, solo lo tenía a él. Pero decidí dejarlo cuando él empezó a compartirme con sus amigos. —El llanto le impide continuar hablando, y ella se derrumba frente a Liah, quien la observa con lástima, y sin saber qué hacer para consolarla.

Los primeros días son difíciles porque la chica teme salir sola a la calle. Las pesadillas, los episodios de ansiedad y estrés postraumático son muy comunes, pero Liah es un gran apoyo para ella. Más allá de ser su hospedador, se convierte en su protector y proveedor, y… su interés amoroso. Él suele rechazarla porque no puede tener nada serio con nadie debido a su naturaleza y a que está de pasada en ese continente.

Una noche de tormenta, ella se cuela en la habitación de Liah con la excusa de que tiene miedo, pero pronto intenta seducirlo.

—Sandra, solo estaré aquí por un tiempo, luego debo regresar a mi tierra. Es por esto que no me quiero involucrar contigo, ya que estaría mal que te abandone —le explica, ante la intensa insistencia de ella para que tengan intimidad esa noche.

—Eso lo entiendo —le responde—. Solo será acostarno; no te exigiré nada.

Él accede, pues siente una gran atracción hacia la chica. Esa es la primera de muchas noches de pasión entre ellos. Y así transcurren los meses.

***

Liah recibe la señal de su padre, con un mensaje claro que lo deja sin opciones: tiene que regresar. Una orden directa del rey, a quien pronto sucederá en el trono porque ya se cansó de reinar. Liah debe prepararse para tomar la corona, dejando la misión en el territorio humano a cargo de un guerrero de confianza de su padre.

Él pone el tráiler a nombre de Sandra, también prepara una buena cantidad de dinero para que ella se mantenga por un tiempo, hasta que esté lista para ocuparse de sí misma. Piensa preparar una cena especial para despedirse; sin embargo, su padre aparece en persona en el tráiler y lo obliga a regresar en ese mismo instante, reprochando su mala conducta al involucrarse con una simple humana.

Es por esto que Liah le deja una nota, explicando su ausencia mientras ella se encuentra comprando comida.

Cuando Sandra regresa al tráiler, no lo encuentra allí ni a él ni a sus pertenencias privadas, como ropa o productos del cuidado personal. No hay nada que evidencie su existencia, más que los ajuares propios del lugar y una nota sobre la cama que dicta:

«Tuve que irme de imprevisto. Lo lamento mucho, pero ya no nos volveremos a ver».

Solo eso, tan simple y directo, sin una explicación detallada. Ni siquiera le regaló una despedida de frente que la ayudara a asimilar su ausencia. ¿Eso es lo que ella se merece? Una nota fría y poco empática, después de todo lo que ellos vivieron juntos. ¿Acaso lo que compartieron no significó nada para él?

En un arranque de ira y frustración, Sandra arruga el papel y llora sobre la cama con rabia e impotencia, luego saca la prueba de embarazo, que marca positivo, y la estrella contra la pared.

Los días trascurren y la ausencia de Liah se siente cada vez más real, pero ella aún mantiene la esperanza de que él volverá a su vida. Por lo tanto, empieza a buscarlo y a preguntar por él a las personas que lo conocieron; sin embargo, nadie es capaz de darle una respuesta. Tiempo después, ella descubre que el tráiler está a su nombre y que él le dejó mucho dinero guardado en una caja.

Con la cantidad que le dejó, puede cuidar de su embarazo sin trabajar y mantener a la bebé por todo un año. Sin embargo, debido a que ella solo se enfoca en gastarlo, el dinero se termina, y se ve obligada a buscarse un trabajo para poderse mantener y criar a la pequeña. Dado que nunca aprendió un oficio y no está dispuesta a realizar trabajos duros, decide aceptar empleos cuestionables y que la llevan a recaer en las drogas y el alcohol.

Ver a la niña la llena de rabia, puesto que, aunque ella saca su mismo tono rojizo del cabello, todo lo demás lo hereda de su padre. Por lo tanto, cada vez que la mira, recuerda al hombre de quien se enamoró, pero que la abandonó y ni siquiera fue capaz de despedirse en persona. Lo que más le duele es que no tiene la esperanza de encontrarlo, por lo que está segura de que nunca más volverá a verlo.

Lo odia tanto que desea volver a tenerlo enfrente para acabar con su vida de forma lenta y dolorosa, o al menos es lo que dice cada vez que la frustración la deprime.

Todo su rencor se lo transmite a su hija, a quien siempre maltrata y descuida, hasta que un día decide abandonarla en un parque y empieza una nueva vida en otra ciudad.

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