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Capítulo 2. Inesperado

Capítulo 2 Inesperado

Nara había salido de aquel lugar tan rápido como sus altos tacones le permitieron, la chica estaba más roja que cuando salía a disfrutar del frío en Navidad, había caminado sin mirar hacia atrás. Prácticamente corrió hasta que estuvo cerca de una estación de autobús, llegó entonces hasta el centro de la ciudad: Bellas Artes. Una hermosa locación en el corazón de la capital había un palacio lleno de historia, lleno de tiempo, lleno de arquitectura para contar el paso de la historia sobre el y acudía ahí seguido cuando necesitaba un respiro: había librerías, cafeterías, había familias paseando con sus hijos y algunos paseando a sus perros, restaurantes y miles de cosas más. En la explanada del Palacio de Bellas Artes, había un montón de personas con talento: Personas improvisando con sólo una bocina (Nara siempre se preguntaban cómo es que habían logrado conseguir rimar con cualquier objeto que se les ponía en frente), bailarines y adultos mayores gozando del danzón.

Cerca del bellísimo palacio, estaba unas bancas donde la gente podía sentarse a conversar, encontró una vacía y se acercó. En el momento en que se sentó, cuando por fin dejó de tener movimiento en sus piernas, se puso a sopesar todo lo que había pasado desde su huida de Genética Laboratorios, comenzó a sacudirse con violencia, como si tuviera frío.

Juntó las manos, entrelazando los dedos y se las acercó al pecho… Las lágrimas empezaron a rodar grandes y pesadas por sus mejillas, había dejado caer el cabello sobre su cara para que no la vieran llorar, sollozaba y su pecho se levantaba poco a poquito sintió la cara empapada. Pocas veces había llorado como aquella vez. De su bolsa sacó la servilleta que había agarrado en el café… Su café. Había dejado el vaso aún con el delicioso líquido por la mitad cuando se fue.

—¿Cómo es que lo arruiné todo?—. Siguió llorando.

No había sol en aquella tarde en la capital. No había improvisadores, ni perros paseando, había muchas personas rondando, pero no era fin de semana así que seguramente se dirigían hacia su casa después de trabajar, mejor así. Que la gente no la viera de aquella forma hecha un ovillo sintiéndose ridícula.

—¿Ahora cómo es que voy a pagar todos esos recibos?—. Seguía hablando con ella.

Nara tenía la regla de hablar con ella, era buena amiga de sí misma. En aquella voz interna encontraba consuelo, paz, esperanza. Ordenaba sus ideas pero todo era mejor cuando lo decía en voz alta, repasando sus deberes, las tablas de multiplicar, qué monto estaba pagado y qué deudas la esperaban sobre la mesa.

Después de que se sintió en calma, o menos consternada, se limpió la cara, hurgó entre su bolsa buscando su polvo para la cara. Polvo de arroz, deseó tener otro tipo de polvo que cubriera mejor sus ojeras. No podía usar otro tipo de polvo, había probado de todos y el árabe había sido el único que no le hizo ronchas o sarpullido.

No quería que sus padres la vieran llorar, habían sido épocas difíciles, lo peor había pasado pero aún tenían muchos días grises por delante, sabía lo mucho que le dolía a su mamá verla llorar. Después de calmarse, contó el cambio en su pantalón de vestir, compró un periódico para seguir buscando trabajo.

—Bueno, mientras me voy a pie, podré ir leyendo los empleos que pueda tomar.

Se mantiene positiva, es lo poco que le queda. Toma su bolso y el saco para comenzar a andar, una larga caminata le espera.

***

Abrió la puerta de su casa con mucho cuidado, pero el esfuerzo de no hacer ruido fue inútil, su mamá la había escuchado llegar.

—¿Golondrina eres tú?—. Su mamá le decía así, mejor dicho su abuela. Tenía una cabeza pequeña y ojos tan curiosos como los de aquel pájaro tan común en esas tierras, así que se le había quedado el apodo posiblemente para siempre—¿Hola?

Se armó de valor la chica y suspiró.

—Hola mami, ya llegué. ¿Cómo les fue en su día?— Preguntó de pronto, subió las pequeñas escaleras corriendo a su cuarto, dejó su bolsa, se quitó los zapatos y descalza bajó a la cocina a saludar a su mamá.

—¿Te dieron el empleo tesoro?—. Se escucha preocupada su mamá, Nara negó lentamente con la cabeza y comenzó a llorar, listo, no había aguantado más. Su mamá la abrazó—. No pasa anda cielo hay muchos más lugares, mira todo pasa por algo, quizá algo mejor viene, uno nunca sabe. Ve a cambiarte, voy a servir la cena, llegaste tarde por cierto. No llores, ánimo. Puse agua caliente para café y preparé hotcakes, con cajeta, tus favoritos.

Admiraba la fuerza de su mamá. No se dejaba vencer por nada, la admiraba. Asintió y dejó todo para un mal recuerdo dentro de la bóveda de su cabeza, junto a sus otras malas experiencias.

Por la noche, mientras estaba acomodando sus peluches en la silla de su pequeño escritorio, recibió un correo de un contacto desconocido.

“Buenas noches, señorita Del Valle Olivera:

Hemos visto su currículum de egreso. Estamos impresionados con la participación activa que tuvo durante toda su preparación profesional, estamos muy interesados en usted y estamos seguros de que sería una gran pieza dentro de nuestro personal, buscamos gente como usted especializada en la Calidad, sobre decir el por qué. Esperamos que pueda ir a una entrevista relámpago en un café, está aquí la descripción del evento. La tenemos agendada a usted y otras personas, no será la única aspirante para conseguir el empleo. Por eso mismo, le pedimos que confirme su asistencia, sería el día de pasado mañana, viernes. Esperamos ampliamente poder contar con usted.

—Administración”

No confiaba en aquellos correos tan sospechosos, menos con la situación del país, pero no tenía opción se le venía el pago de recibos de la luz, pedir más gas y tratar de disminuir otra deuda particular que le quitaba el sueño por las noches. Confirmó su asistencia y le enviaron la ubicación del café, al parecer estaba cerca del centro.

—Bueno, al menos no tengo que ir muy lejos esta vez.

***

Rodrigo tenía mucho tiempo sentado en su escritorio, la computadora estaba abierta en la bandeja de correos; Maricela ya tenía al candidato para el puesto, solamente se leía: Este es el que se va a contratar, queremos autorización para mañana y que empiece el lunes.

Sonrió. Estaba molesta su Supervisora, al parecer algo había en aquella chica que había despertado el interés de su mejor directora para contratar empleados y administración de personal también él estaba sorprendido. Pocos (o nadie, mejor dicho) le habían hablado de ese modo, se sentía culpable, debió esperar a que Maricela acabara pero tenía mucho que hacer y el tiempo es algo que no suele perder jamás.

Bebía un vino helado mientras trabajaba, estaba agotado y era apenas media semana, quería leer, pero había prioridades urgentes que atender. La chica se había esfumado en cuando Maricela la despidió de forma cortés… Qué demonios estaba haciendo, ese no era él, él tenía educación, valores, principios sobre todo con las mujeres. Se le había subido todo el trabajo y lo habían nublado, ni siquiera se había puesto un pañuelo en su saco, cosa que casi nunca pasaba. Se frota la cara con pesar.

Se recargó en el sillón ejecutivo de piel negra, ¿Cómo podría disculparse y hacer lo correcto? Jamás la vería de nuevo. Un foco se prendió en su cabeza, no le respondió nada sobre el nuevo empleado, más bien comenzó a hurgar en su correo de Genética Labortorios (Laboratories si quieres decirlo en inglés) tenía trabajo que hacer, pronto.

Se levantó y se sirvió agua en una taza, sacó su caja llena de té de diferente sabores y eligió uno suave… No iba a dormir esa noche.

Otra vez.

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