Arthur Christenses se adentró en un oscuro bosque donde las sombras parecían cobrar vida. Allí encontró al malvado hechicero, un ser de mirada penetrante y sonrisa siniestra que lo esperaba con ansias.—Ah, Arthur, has llegado —dijo el hechicero, su voz suave como la seda, pero cargada de malicia. —He estado esperando tu visita. Sé lo que deseas: acabar con Zeus.Christenses asintió, con su ambición brillando en los ojos.—Sí, ese inmortal ha sido un obstáculo en mi camino. Necesito una forma de debilitarlo. ¿Puedes ayudarme?El hechicero se acercó y susurró un conjuro antiguo.—Hay un ritual que se puede hacer. Necesitarás reunir tres elementos: la sangre de un lobo, el llanto de un niño inocente y la sombra de un traidor. Con ellos, podrás invocar un poder que debilitará a Zeus, haciéndolo vulnerable.Arthur frunció el ceño intrigado, pero también cauteloso.—¿Y qué precio tiene este poder?El hechicero sonrió mostrando sus dientes afilados.—El precio es tu alma, Arthur. Pero piens
Días después…La maldad de Arthur Christenses no tardó en manifestarse. Reunió todos los elementos que el siniestro hechicero le había pedido para llevar a cabo el hechizo que arruinaría la inmortalidad de Zeus. Con una sonrisa maliciosa, se dirigió a su oscuro laboratorio, donde la atmósfera estaba impregnada de un aire de peligro inminente.—¡Por fin todo está listo! —exclamó Arthur, mientras colocaba los ingredientes sobre la mesa. —Con eso, Zeus no podrá resistir mi poder.Un eco de risa resonó en la habitación y una sombra se materializó en una esquina.—Recuerda, Arthur —dijo la figura encapuchada, cuya voz susurrante era como el viento. —El poder que buscas no es fácil de controlar. La ira de un dios es temible.—No me importa —replicó Arthur con determinación. — He esperado demasiado tiempo para que el miedo me detenga. ¡Hoy, Zeus conocerá mi verdadero poder!Con un gesto decidido, comenzó a mezclar los ingredientes, mientras la sombra observaba con interés. La noche se oscure
Sandra, aún con el eco de la partida de Alex resonando en su mente, decidió llamar a Abril. Con el teléfono en la mano, marcó el número rápidamente y esperó ansiosa a que le contestaran.—¡Hola, Abril! —dijo Sandra, y su voz tembló ligeramente. —Soy yo, Sandra. Necesito hablar contigo.—¿Qué sucede? —preguntó Abril, sintiendo un nudo en el estómago. — ¿Es sobre Alex?—Sí, acaba de salir del tribunal de una manera muy extraña. No me dio detalles, pero estaba visiblemente preocupado por algo que no logro entender.—¿Preocupado? —replicó Abril, sintiendo que la inquietud se apoderaba de ella. — ¿De qué se trata? ¿Está bien?—No lo sé. Solo sé que se fue rápidamente, como si estuviera huyendo de algo. No pude detenerlo y ahora estoy aquí, preocupada por lo que pueda estar pasando.Abril sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La falta de información la hacía sentir vulnerable y confundida.—Sandra, esto no me gusta. Alex nunca actúa así sin razón. ¿Crees que deberíamos hacer algo?—De
Horas más tarde, tras adentrarse en el denso bosque de Londres, Alexander se reunió con los otros hombres lobo que se unirían a él en la batalla contra los Christenses. Sin embargo, sintió la necesidad de alejarse un momento para llamar a su mujer, Abril, quien estaba profundamente preocupada por él. Después de que Sandra le informara de que Alexander había salido de los tribunales de manera precipitada, sin ofrecer más detalles, la ansiedad de Abril había aumentado.Con el corazón acelerado, Alexander marcó su número y, al instante, escuchó la voz temblorosa de su mujer al otro lado de la línea.—¡Alexander! ¿Dónde estás? Sandra me dijo que te fuiste sin avisar. ¡Estás en peligro! —exclamó Abril, con voz llena de preocupación.—Abril, tengo que ir a salvar a Zeus. Él está en peligro y no puedo quedarme de brazos cruzados —respondió Alexander, tratando de mantener la calma.—¡No! ¡Por favor, no lo hagas! Piensa en mí y en nuestros hijos. Necesitamos que regreses a casa —suplicó ella,
De regreso en la ciudad, Harry y Duvan trabajaban arduamente para reunir información sobre el enemigo de Zeus y el peligro que enfrentaba Alexander. Ninguno de los dos quería admitirlo, pero ambos sabían que el tiempo era esencial y que cada minuto que pasaba podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte para Alexander y Zeus.—¿Estás seguro de lo que dices sobre Arthur Christenses?—Sí, Harry. Es un verdadero bárbaro. No tiene límites. Vendería su alma al diablo si eso le garantizara lo que quiere.—Eso es aterrador. Si él está detrás de las tierras de Zeus, Alexander está en peligro.—Lo sé. Cada minuto que pasa es crucial. Alexander se fue a buscar a su padre, y no tengo idea de lo que Arthur podría hacer para detenerlo.—¿Y si Arthur ya está un paso por delante? No podemos permitir que le pase algo a Alex.Entonces tenemos que actuar rápido. Necesitamos reunir más información y encontrar una manera de protegerlos.—Tienes razón. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si
Arthur estaba acompañado por el hechicero malévolo, quien, con una sonrisa siniestra, le reveló que Zeus se encontraba en un estado de gran fragilidad.—Puedo verlo —dijo el hechicero, gesticulando hacia las aguas del río, donde las corrientes reflejaban visiones distorsionadas. —Su esencia se desvanece lentamente, atrapada en mis hechicerías.Arthur soltó una risa malévola, sintiéndose victorioso ante la inminente derrota de su enemigo.—¡Así que finalmente ha llegado su hora! —exclamó, con su voz llena de desdén. —Zeus, el gran dios, ahora es solo una sombra de lo que fue. Al perder su inmortalidad, está envejeciendo por dentro, día tras día. ¡Es un espectáculo digno de ver!El hechicero asintió, complacido:—Sí, su poder se desmorona y, con cada instante que pasa, se vuelve más vulnerable. Pronto no será más que un recuerdo y el mundo caerá bajo nuestro control.Arthur, con una mirada de satisfacción, se acercó al hechicero.—Entonces, ¿qué estamos esperando? Debemos asegurarnos de
A pesar de que aún se encontraban a una considerable distancia del reino danés, el camino era largo y lleno de obstáculos. Alexander, asumiendo el papel de líder, logró convencer a los licántropos que lo acompañaban de que tomaran su avión privado para acelerar el viaje. Tras un breve pero intenso debate, llegaron a un pueblo cercano donde, con urgencia, pidieron un teléfono. El CEO lobo, con una mezcla de determinación y ansiedad en su mirada, marcó el número de su piloto, instruyéndolo para que tuviera listo el avión y los llevara a todos hasta el reino danés.Minutos más tarde, el piloto, al llegar con todo listo, no pudo evitar observar a los acompañantes de Alexander con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Su aspecto desaliñado y la tensión palpable en el aire contrastaban con la imagen habitual de los viajeros que solían abordar su aeronave. Sin embargo, con una discreción profesional y un semblante serio, el piloto siguió las órdenes de su jefe, preparándose para el despeg
Horas después…Alexander se acomodó al pie del robusto árbol y sintió la frescura de la noche envolverlo como un manto. Las estrellas titilaban en el cielo, pero su mente estaba nublada por la confusión. De repente, una figura apareció ante él: la joven hechicera licántropa, con sus ojos brillantes como dos faros en la oscuridad.—Alexander —comenzó ella, su voz suave pero apremiante. —Debes escucharme. Han lanzado un hechizo intenso para debilitar a tu padre. Solo tú puedes romperlo. Eres el elegido por los dioses y la madre Luna.Él la miró, con sus ojos rojos reflejando la incredulidad.—¿Yo? —preguntó, y su voz tembló. —No entiendo. He vivido entre humanos toda mi vida. No sé nada de dioses ni de magia. ¿Por qué yo?La joven se arrodilló a su lado, con la expresión seria.—Porque tienes un poder dentro de ti que aún no comprendes. No solo tu vida está en juego, sino también la de tu padre y la de toda la manada. Si no actúas, todo lo que amas se perderá.Alexander sintió cómo se l