Sandra, aún con el eco de la partida de Alex resonando en su mente, decidió llamar a Abril. Con el teléfono en la mano, marcó el número rápidamente y esperó ansiosa a que le contestaran.—¡Hola, Abril! —dijo Sandra, y su voz tembló ligeramente. —Soy yo, Sandra. Necesito hablar contigo.—¿Qué sucede? —preguntó Abril, sintiendo un nudo en el estómago. — ¿Es sobre Alex?—Sí, acaba de salir del tribunal de una manera muy extraña. No me dio detalles, pero estaba visiblemente preocupado por algo que no logro entender.—¿Preocupado? —replicó Abril, sintiendo que la inquietud se apoderaba de ella. — ¿De qué se trata? ¿Está bien?—No lo sé. Solo sé que se fue rápidamente, como si estuviera huyendo de algo. No pude detenerlo y ahora estoy aquí, preocupada por lo que pueda estar pasando.Abril sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La falta de información la hacía sentir vulnerable y confundida.—Sandra, esto no me gusta. Alex nunca actúa así sin razón. ¿Crees que deberíamos hacer algo?—De
Horas más tarde, tras adentrarse en el denso bosque de Londres, Alexander se reunió con los otros hombres lobo que se unirían a él en la batalla contra los Christenses. Sin embargo, sintió la necesidad de alejarse un momento para llamar a su mujer, Abril, quien estaba profundamente preocupada por él. Después de que Sandra le informara de que Alexander había salido de los tribunales de manera precipitada, sin ofrecer más detalles, la ansiedad de Abril había aumentado.Con el corazón acelerado, Alexander marcó su número y, al instante, escuchó la voz temblorosa de su mujer al otro lado de la línea.—¡Alexander! ¿Dónde estás? Sandra me dijo que te fuiste sin avisar. ¡Estás en peligro! —exclamó Abril, con voz llena de preocupación.—Abril, tengo que ir a salvar a Zeus. Él está en peligro y no puedo quedarme de brazos cruzados —respondió Alexander, tratando de mantener la calma.—¡No! ¡Por favor, no lo hagas! Piensa en mí y en nuestros hijos. Necesitamos que regreses a casa —suplicó ella,
De regreso en la ciudad, Harry y Duvan trabajaban arduamente para reunir información sobre el enemigo de Zeus y el peligro que enfrentaba Alexander. Ninguno de los dos quería admitirlo, pero ambos sabían que el tiempo era esencial y que cada minuto que pasaba podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte para Alexander y Zeus.—¿Estás seguro de lo que dices sobre Arthur Christenses?—Sí, Harry. Es un verdadero bárbaro. No tiene límites. Vendería su alma al diablo si eso le garantizara lo que quiere.—Eso es aterrador. Si él está detrás de las tierras de Zeus, Alexander está en peligro.—Lo sé. Cada minuto que pasa es crucial. Alexander se fue a buscar a su padre, y no tengo idea de lo que Arthur podría hacer para detenerlo.—¿Y si Arthur ya está un paso por delante? No podemos permitir que le pase algo a Alex.Entonces tenemos que actuar rápido. Necesitamos reunir más información y encontrar una manera de protegerlos.—Tienes razón. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si
Arthur estaba acompañado por el hechicero malévolo, quien, con una sonrisa siniestra, le reveló que Zeus se encontraba en un estado de gran fragilidad.—Puedo verlo —dijo el hechicero, gesticulando hacia las aguas del río, donde las corrientes reflejaban visiones distorsionadas. —Su esencia se desvanece lentamente, atrapada en mis hechicerías.Arthur soltó una risa malévola, sintiéndose victorioso ante la inminente derrota de su enemigo.—¡Así que finalmente ha llegado su hora! —exclamó, con su voz llena de desdén. —Zeus, el gran dios, ahora es solo una sombra de lo que fue. Al perder su inmortalidad, está envejeciendo por dentro, día tras día. ¡Es un espectáculo digno de ver!El hechicero asintió, complacido:—Sí, su poder se desmorona y, con cada instante que pasa, se vuelve más vulnerable. Pronto no será más que un recuerdo y el mundo caerá bajo nuestro control.Arthur, con una mirada de satisfacción, se acercó al hechicero.—Entonces, ¿qué estamos esperando? Debemos asegurarnos de
A pesar de que aún se encontraban a una considerable distancia del reino danés, el camino era largo y lleno de obstáculos. Alexander, asumiendo el papel de líder, logró convencer a los licántropos que lo acompañaban de que tomaran su avión privado para acelerar el viaje. Tras un breve pero intenso debate, llegaron a un pueblo cercano donde, con urgencia, pidieron un teléfono. El CEO lobo, con una mezcla de determinación y ansiedad en su mirada, marcó el número de su piloto, instruyéndolo para que tuviera listo el avión y los llevara a todos hasta el reino danés.Minutos más tarde, el piloto, al llegar con todo listo, no pudo evitar observar a los acompañantes de Alexander con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Su aspecto desaliñado y la tensión palpable en el aire contrastaban con la imagen habitual de los viajeros que solían abordar su aeronave. Sin embargo, con una discreción profesional y un semblante serio, el piloto siguió las órdenes de su jefe, preparándose para el despeg
Horas después…Alexander se acomodó al pie del robusto árbol y sintió la frescura de la noche envolverlo como un manto. Las estrellas titilaban en el cielo, pero su mente estaba nublada por la confusión. De repente, una figura apareció ante él: la joven hechicera licántropa, con sus ojos brillantes como dos faros en la oscuridad.—Alexander —comenzó ella, su voz suave pero apremiante. —Debes escucharme. Han lanzado un hechizo intenso para debilitar a tu padre. Solo tú puedes romperlo. Eres el elegido por los dioses y la madre Luna.Él la miró, con sus ojos rojos reflejando la incredulidad.—¿Yo? —preguntó, y su voz tembló. —No entiendo. He vivido entre humanos toda mi vida. No sé nada de dioses ni de magia. ¿Por qué yo?La joven se arrodilló a su lado, con la expresión seria.—Porque tienes un poder dentro de ti que aún no comprendes. No solo tu vida está en juego, sino también la de tu padre y la de toda la manada. Si no actúas, todo lo que amas se perderá.Alexander sintió cómo se l
Mientras la luna parecía unirle a Alexander una intensa conexión, el malvado hechicero Hakeem sentía cómo su embrujo perdía fuerza y debilitaba a Zeus. Sin embargo, en su cueva resonaba una fuerza sobrenatural más poderosa que toda su maldad. Hakeem sabía que Zeus había sido bendecido por los dioses, pero aún no lograba descifrar quién era esa criatura que ponía en tela de juicio todo su poder maligno.En la penumbra de su cueva, Hakeem se volvió hacia uno de sus secuaces, un hechicero igualmente maléfico llamado Malakar. Con voz sombría, le dijo:—Arthur Christenes, el enemigo de Zeus, no puede saber ni una sola palabra sobre ese salvador que aparece como una luz en medio de las sombras. Si lo descubre, todo estará perdido.Malakar asintió, su rostro reflejando la preocupación.—¿Qué haremos, maestro? No podemos permitir que esa luz se expanda.Hakeem sonrió con malicia, brillándole los ojos con un oscuro propósito.—Debemos actuar con rapidez. La oscuridad siempre encuentra una mane
En medio de la calma engañosa de la laguna, un silencio inquietante se apoderó del aire. De repente, sin previo aviso, Arthur Christenses apareció rodeado de sus secuaces y del brujo malévolo Hakeem. La tensión se palpaba en el ambiente y el brillo de la traición iluminaba sus miradas.—¡Alexander! —gritó Arthur, y su voz resonó con ferocidad. —He venido a reclamar lo que es mío. Tu padre ha caído y tú no eres más que un obstáculo en mi camino. ¡Hakeem, ven y reclama su alma para hundirla en las tinieblas!Hakeem, con una sonrisa siniestra, levantó su mano, invocando sombras que danzaban a su alrededor. Su mirada se centró en Alexander, quien se mantenía firme, sintiendo el peso de la herencia de su padre.—Tu valentía es admirable, joven guerrero —dijo Hakeem, su voz suave pero amenazante. —Pero no te engañes. Este hechizo me da poder sobre ti y sobre tu padre. ¡Ríndete y ahorra sufrimiento!Sin embargo, Alexander no se dejó intimidar. Con determinación, desenfundó su lanza, cuyo met