El camino de ida fue silencioso, pues lejos de comenzar una conversación con el chofer, Lola se encontraba demasiado ocupada con su vista sobre los inmensos-y desde su perspectiva, infinitos- edificios que se erguían a lolargo de su camino. No pasaron más de unos veinte minutos cuando finalmente el auto estacionó frente a un gran hotel de aspecto increíblemente lujoso. El chofer se encargó de abrir la puerta de ella de forma caballerosa para que pudiera bajarse, y luego de un cordial saludo de despedida, se quedó unos momentos de pie contemplando la imponente edificación a su frente. El hotel en cuestión, tenía escrito “Hillton” en unas grandes letras luminosas, que acompañaban la entrada de puertas de cristal. Una alfombra desde la calle te daba la bienvenida hasta la entrada, en donde la recepcionista aguardaba con una gran sonrisa a que pidieras por tu habitación. Lola, aún sorprendida ante el llamativo hotel, dio unos pequeños y tímidos pasos hacia adelante hasta quedar baj
El camino de ida fue silencioso, pues lejos de comenzar una conversación con el chofer, Lola se encontraba demasiado ocupada con su vista sobre los inmensos-y desde su perspectiva, infinitos- edificios que se erguían a lolargo de su camino. No pasaron más de unos veinte minutos cuando finalmente el auto estacionó frente a un gran hotel de aspecto increíblemente lujoso. El chofer se encargó de abrir la puerta de ella de forma caballerosa para que pudiera bajarse, y luego de un cordial saludo de despedida, se quedó unos momentos de pie contemplando la imponente edificación a su frente. El hotel en cuestión, tenía escrito “Hillton” en unas grandes letras luminosas, que acompañaban la entrada de puertas de cristal. Una alfombra desde la calle te daba la bienvenida hasta la entrada, en donde la recepcionista aguardaba con una gran sonrisa a que pidieras por tu habitación. Lola, aún sorprendida ante el llamativo hotel, dio unos pequeños y tímidos pasos hacia adelante hasta quedar
La mañana había arribado, igual que todas las anteriores en su semana. Sin embargo, él sabía que esa era una mañana particularmente diferente, ahora que debía lidiar con su nueva pupila aguardándole en el hotel. Por lo que, sonando su alarma a primera hora, dio un salto sobre su cama y comenzó a preparar su café. Mientras se preparaba la infusión en su máquina cafetera, se dirigió al baño en dónde se dio una ducha rápida y luego lavó sus dientes. Ya preparado, salió hacia la cocina en dónde su mascota salió a saludarle. Dándole una pequeña palmada en el lomo, tomó una taza de su alacena y se sirvió aquél café negro recién hecho mientras miraba indistintamente un punto en su cocina. Sin embargo, se vio distraído rápidamente por una foto en su pared, de él y
Dieron las ocho, y el anochecer comenzaba a caer en el fresco otoño de la gran ciudad. Ella miró el reloj en su muñeca por última vez antes de terminar de acomodar sus grandes aretes de perlas, que combinaban a la perfección con su discreto escote y su brillante collar de oro. Cualquier persona que la visualizara a simple vista, podría decir que todo aquello era una buena imitación, pero lo cierto es que todas sus joyas eran genuinas y habían sido obsequio de uno de los tantos hombres que lograron pasar de manera fugaz por su vida. Inevitablemente, sonrió al recordar el suceso mientras acomodaba el exceso de labial en el borde de sus labios, ayudándose de su dedo pulgar. Sonrió frente al espejo, dándose una mirada de aprobación a sí misma. Mientras dejaba que una estela de perfume se alojara en su piel, sintió la presencia de su hermana pequeña asomándose de forma curiosa por el marco de la puerta. _ ¿Hoy también te toca trabajar? - Preguntó frotando su ojo, algo adormecida.
En cuestión de minutos, se encontraban hablando animadamente de la vida bajo unas copas de vino tinto que debía de costar al menos, lo que Lola pagaba de renta en su hogar. Estuvieron en una larga charla por más de una hora luego de cenar, en la que en realidad él se encontraba contándole su vida de forma entusiasta mientras Lola simplemente fingía oírle con gran interés. Poco y nada hablaron sobre ella, que tampoco acostumbraba a responder a preguntas que no le hicieran. Y, aun las que si le hacía, simplemente se inventaba alguna creativa respuesta para darle. De todas formas, no tenía por qué recordar sus propias mentiras una vez que desaparecía en cuánto su objetivo era cumplido. A veces, le impresionaba la cantidad de tiempo que alguien podía estar hablando de sí mismo. Y aunque solía ser la parte más aburrida del plan, fingía con las mejores de sus fuerzas que estaba completamente interesada en oír sobre cómo era el jefe de una gran y exitosa empresa fuera del país. En
El revuelo comenzó a salirse de control, llamando la atención de las personas que se encontraban allí cenando. Lola se puso de pie, fingiendo encontrarse confundida y atemorizada, y se dirigió detrás de su cita de esa noche buscando refugio tras la mujer que gritaba su nombre de forma incesante. _¿Quién es ella? Él no respondió a la pregunta, pero tampoco le quitaba los ojos de encima. Como si estuviese intentando idear cómo saldría ileso de esos aprietos en los que se había metido. En un momento de lucidez se giró hacia ella, tomándola delicadamente de los brazos. _Escucha, creo que será mejor que te marches de aquí. Lola asintió, inundando sus ojos de la mejor inocencia fingida. Vestida bajo una piel de cordero, tomó su abrigo junto a sus cosas marchándose entre la multitud de personas curiosas que se habían puesto de pie para observar la bochornosa escena. Para su suerte, aquella mujer se encontraba tan furiosa con su propio marido que no había logrado visualizarla salie
Había pasado un mes desde la desaparición de Miel, y a Lola se le había hecho una eternidad día tras día. Había ido con todos los medios y recursos que tenía a su alcance, pero ninguno parecía realmente interesado en ayudarla. La policía había dicho que existía una investigación en curso, pero sabía que no podría insistir tanto con ellos ya que podrían sospechar de ella y sus fechorías. Se había dedicado a buscarla sola, cuadra por cuadra, por la ciudad. No había recorrido todos los rincones de ésta, pero estaba segura que había transitado mucho camino en su búsqueda. Sin embargo, todos los días de igual manera el resultado no cambiaba. Volvía cansada, con sus manos vacías y sin tener idea de a dónde se podía encontrar. Luego de la primera semana de búsqueda, Lola cayó en una profunda depresión. La soledad la acobijaba mientras se la pasaba dentro de su cuarto, mirando el techo. Se sentía inútil, devastada y muy culpable. Sabía en el fondo que no tenía forma de predecir el hecho,
Preguntó de forma simpática, con una sonrisa. Sin embargo, Lola lo observaba con una expresión neutral y totalmente desconfiada de su parte. Pues hasta donde ella tenía conocimiento, las únicas personas que sabían su nombre eran debido a que ella tenía intención que así fuese. Pero este sujeto en particular, podría asegurar que no lo había visto nunca antes. Ni por la zona, ni tampoco fuera de ella. Sin ningún reparo por disimular, ella le dio una mirada de arriba abajo, de forma desconfiada. _¿Quién eres? Preguntó finalmente, en un tono defensivo. Él le extendió su mano con intención de estrecharla con la de ella, pero sólo recibió la mirada fría y desconfiada de Lola mientras aguardaba por su respuesta. Finalmente, sólo guardo su mano nuevamente dentro de su bolsillo mientras procedía a aclarar su garganta para contestar. _Mi nombre es Jim. Un gusto conocerte. _¿De dónde sacaste mi nombre, Jim? Preguntó ella, mirando hacia el estante de botellas de la barra, mientras