Dieron las ocho, y el anochecer comenzaba a caer en el fresco otoño de la gran ciudad. Ella miró el reloj en su muñeca por última vez antes de terminar de acomodar sus grandes aretes de perlas, que combinaban a la perfección con su discreto escote y su brillante collar de oro. Cualquier persona que la visualizara a simple vista, podría decir que todo aquello era una buena imitación, pero lo cierto es que todas sus joyas eran genuinas y habían sido obsequio de uno de los tantos hombres que lograron pasar de manera fugaz por su vida. Inevitablemente, sonrió al recordar el suceso mientras acomodaba el exceso de labial en el borde de sus labios, ayudándose de su dedo pulgar.
Sonrió frente al espejo, dándose una mirada de aprobación a sí misma. Mientras dejaba que una estela de perfume se alojara en su piel, sintió la presencia de su hermana pequeña asomándose de forma curiosa por el marco de la puerta.
_ ¿Hoy también te toca trabajar? - Preguntó frotando su ojo, algo adormecida.
Lola se giró en sus talones dirigiéndose hacia ella. Debido a la diferencia de estatura, se puso en cuclillas mientras le otorgaba una cálida sonrisa.
_Sí, hoy también debo salir. Pero mira el lado bueno...-Comentó, levantando sus cejas de forma misteriosa. -en la mañana, podremos ir juntas a comprar la mochila que tanto querías para tus clases.
Rápidamente notó como los ojos de la pequeña se iluminaron con emoción. Una pícara sonrisa se asomó entre sus labios, dejando ver la ilusión que le habían hecho las palabras de su hermana mayor. Ambas se dieron un abrazo, para que luego Lola depositara un pequeño beso sobre la frente de la pequeña antes de llevarla a la cama.
De pie en la puerta de la habitación, contempló su pequeña e inocente presencia antes de cerrar la puerta. Lola no había crecido con padre, ni mucho menos con madre. Su hermana tampoco. Realmente no recuerda mucho de su infancia, más que tener a su lado desde siempre a su hermana menor, Miel. De hecho, Lola fue quién se había encargado de ponerle un nombre a la infante, ya que según su parecer, su pequeña hermana tenía los ojos de un color similar, y la dulzura que su ser destilaba definitivamente se asemejaban al particular dulce.
Sin lugar a dudas, hacerse cargo de una niña recién nacida a sus doce años de edad no fue nada fácil para Lola. Al ser la mayor, tuvo que encargarse de que ambas sobrevivieran sin tener nada más que la una a la otra.
Aunque no fue tarea fácil, Lola terminó de escolarizarse completamente a sus dieciocho años. Había sido algo agotador, pero sabía que era necesario si pretendía conseguir algún trabajo conforme se volviera mayor y los recursos comenzaran a serle escasos. Sin embargo, en algún punto de su vida al volverse mayor y cumplir sus dieciocho años, se dio cuenta que tenía algo dentro suyo de lo que podía, en definitiva, sacar mucho provecho al respecto.
Ella era una persona muy extrovertida, pero así también, una observadora silenciosa cuando se lo necesitaba. Poco a poco, se dio cuenta que sus observaciones podían hacer la diferencia para conseguir lo que quería, especialmente de su principal objetivo: los hombres. Y no cualquier hombre, sino que aquellos con suficiente dinero dentro de su billetera como para complacer todas sus necesidades. Con el poder de la práctica, Lola se había vuelto sin saberlo, una maestra en el arte de la seducción. Conocía a su target al pie de la letra y esta ventaja, lograba que ella pudiera volverse todo aquello que ellos buscaban, tal y como si fuera un oasis en medio de un desierto.
Esto sin dudas había logrado no sólo aumentar su autoestima, sino también la confianza que se tenía en sí misma. Ella creía, sin ningún ápice de sarcasmo al respecto, que podía contra el mundo entero ella misma. Había logrado hace un tiempo perder completamente el sentido de la culpa ante sus acciones, tal y como muchos lo habían hecho con ella en el pasado. Sólo visionaba sus metas y en cuánto las cumplía, desaparecía de forma permanente. Para ella no existían héroes o villanos, como así tampoco gente buena ni gente mala. Sólo personas que intentaban, con lo que tenían, darle algún sentido a su vida.
Además, con el tiempo logró darse cuenta que su pasatiempo le costaba menos tiempo que el de un trabajo convencional, y esto le daba las suficientes horas libres para poder criar a su hermana de forma sana. Era todo lo que tenía, y siempre quería asegurarse de darle absolutamente todo lo que necesitara, aún si esto conllevaba accionar de una forma-moralmente, quizás- mal vista.
Lola soltó un suspiro mientras finalmente se alejaba de la puerta del cuarto de su hermana, tomando su bolso para salir a las calles, una noche más. Cerró la puerta principal del pequeño apartamento en donde vivían, dándole un último vistazo al lugar para asegurarse de que todo se encontrara en orden antes de dejarlo. Cuando pareció encontrarse segura, cerró la puerta bajo llave y se volteó hacia las oscuras calles del barrio en donde hace años se encontraban viviendo. Muy lejos del lujo de la ciudad, era una pequeña vecindad de departamentos algo descuidados con calles iluminadas por unas escasas luces amarillentas, de las cuáles la mayoría siquiera funcionaba correctamente. Miró su reloj, notando que le quedaba poco tiempo para llegar hasta el lugar en dónde había quedado en verse con su cita de esa noche. Luego de haber tenido con él una larga charla en un evento de caridad, se había ofrecido a buscarla a su hogar . Pero claro, no había forma en la que ella le revelara realmente dónde vivía. Primeramente, porque arruinaría el sentido de su falso personaje de mujer de la alta sociedad, y sobre todo, porque Lola jamás confiaba lo suficiente en alguien para dejarse al descubierto de esa forma.
Por lo que, debido a esto, no le quedaba más que caminar las diez calles que la alejaban del centro de la gran ciudad, en dónde le había dicho al galán que vivía. Esa noche de otoño era particularmente fría, y lo sentía en sus piernas desnudas, ya que había decidido llevar un elegante vestido color azul marino para la cena. Muy elegante, pero poco práctico en cuánto al clima de esa ocasión.
Luego de unos minutos de intenso caminar arribó en el lugar acordado, dándose cuenta que aún quedaban cerca de cinco minutos hasta que su hombre llegara. Inhaló hondo, llenando sus pulmones con la fresca brisa que, al entrar en contacto con su cálida respiración le dio un pequeño cosquilleo en sus fosas nasales. Levantó su vista al cielo, notando como las brillantes estrellas en el cielo eran reemplazadas por las innumerables luces de los imponentes edificios que rodeaban el lugar. Era una vista nocturna realmente cautivante, y era una de las cosas que a Lola tanto le agradaban cuando tenía que acercarse hacia ese lado de la ciudad. El centro era en definitiva aquel lugar adueñado por los adinerados, y era muy extraño ver a alguien de los suburbios caminando por esas calles. Lola sabía muy bien por experiencia propia que los ricos muchas veces, despreciaban la presencia de la clase media en su zona. Muy en el fondo de su pecho, y a pesar del desprecio que les mantenía, Lola anhelaba en algún momento ser parte de las personas que vivían dentro de esos grandes edificios, y manejaban esos costosos coches en los que muchas veces le había tocado ir de copiloto. Cada vez que hundía su cabeza en esa fantasía se imaginaba teniendo la vida perfecta y costosa que siempre soñó, dándole a su hermana todo lo que muchas veces, no había podido otorgarle incluso aunque quisiera.
La luz de un coche iluminando su rostro la sacó rápidamente de sus pensamientos, mientras reconoció rápidamente el rostro del conductor. Una malévola sonrisa se formó en su rostro, mientras veía a su objetivo sonreírle de vuelta, de forma ingenua. Respiró hondo, poniéndose rápidamente en personaje. Aunque con el paso de los años, aquel álter ego ya se había vuelto en su mayoría, parte de su personalidad coqueta. Caminó con sus elegantes zapatos de forma lenta y femenina hasta el auto, esperando fuera de éste a que su acompañante le abriera la puerta del copiloto. Al entender su pequeño gesto, el hombre de traje se bajó del coche sin titubeos para realizar este accionar, no sin antes acercarse a ella para saludarla con una sutil sonrisa. Ella extendió su mejilla, dejando que depositara un pequeño beso en ella, acompañado de una disimulada caricia en su espalda. Quizás para otra persona podría haber sido un gesto que se podría pasar de largo, pero Lola sabía exactamente lo que eso significaba. Aquel hombre se encontraba, sin duda alguna, muy entusiasmado de verla. Y Lola presentía en sus adentros que, luego de haberla visto ya una primera vez, esperaba que algo sucediera con ella luego de esa velada.
Había aprendido tan fácilmente a distinguir las intenciones de los hombres que la rodeaban que, de todas sus herramientas de seducción, se había vuelto la más importante. Leer el lenguaje corporal le habían permitido tener la suficiente ventaja de poder saber cómo realizaría su próximo paso, con el fin de que su plan saliera tal y como pretendía.
Ambos subieron al auto, mientras él le mencionaba el restaurante al que asistirían. Ella asintió cautivada, aunque ya de antemano lo sabía. Antes de aquella cita, se había encargado de investigar todo sobre el masculino, incluyendo también, los restaurantes que solía frecuentar. No obstante, como parte de su papel como inocente mujer, fingió encontrarse sorprendida de igual manera.
_Me agrada volver a verte.-Mencionó él, apoyando suavemente su mano sobre la suya.
_A mí también me agrada el volver a vernos, George.- Soltó ella, sonriendo coquetamente.
Rápidamente notó como una sonrisa se torció en sus labios mientras conducía. Y ella sabía que había sido por el simple y sutil hecho de que había dicho su nombre. Inconscientemente, cuando alguien está en proceso de conocer a una persona y le llaman por su nombre, siente casi de forma inmediata una chispa de atención en su mente, ya que nuestro nombre es la firma de identificación de nuestro ego. Y Lola sabía bien que, a los hombres de ese tipo, les encantaba recibir variadas formas en las que pudieran aumentar su pesado ego. Para ellos, los halagos nunca eran suficientes por lo que, captar su atención requería de un nivel más elevado de seducción de lo normal.
Llegaron al elegante lugar, cubierto de una cálida luz que ambientaba el lugar bajo costosos candelabros colgando del techo. Rápidamente un camarero los guio hasta su mesa, la cual había sido reservada con bastante anticipación debido a la notable exclusividad del lugar.
_ ¿Qué quieres para beber? - Preguntó él, una vez que ambos habían tomado asiento.
Lola apoyó ambos brazos sobre la mesa, inclinándose levemente hacia adelante. Sus ojos jamás rompían con el contacto visual con él. Una pequeña sonrisa coqueta se asomó en la comisura de sus rojos labios, sin llegar a mostrar sus dientes.
_Sorpréndeme. -Le respondió ella, aleteado sus voluminosas pestañas de forma coqueta.
Notó un comportamiento positivo en él, que parecía dispuesto a seguirle el juego.
_ ¿Vino?
Ella asintió con una leve sonrisa.
_Me parece bien.
En cuestión de minutos, se encontraban hablando animadamente de la vida bajo unas copas de vino tinto que debía de costar al menos, lo que Lola pagaba de renta en su hogar. Estuvieron en una larga charla por más de una hora luego de cenar, en la que en realidad él se encontraba contándole su vida de forma entusiasta mientras Lola simplemente fingía oírle con gran interés. Poco y nada hablaron sobre ella, que tampoco acostumbraba a responder a preguntas que no le hicieran. Y, aun las que si le hacía, simplemente se inventaba alguna creativa respuesta para darle. De todas formas, no tenía por qué recordar sus propias mentiras una vez que desaparecía en cuánto su objetivo era cumplido. A veces, le impresionaba la cantidad de tiempo que alguien podía estar hablando de sí mismo. Y aunque solía ser la parte más aburrida del plan, fingía con las mejores de sus fuerzas que estaba completamente interesada en oír sobre cómo era el jefe de una gran y exitosa empresa fuera del país. En
El revuelo comenzó a salirse de control, llamando la atención de las personas que se encontraban allí cenando. Lola se puso de pie, fingiendo encontrarse confundida y atemorizada, y se dirigió detrás de su cita de esa noche buscando refugio tras la mujer que gritaba su nombre de forma incesante. _¿Quién es ella? Él no respondió a la pregunta, pero tampoco le quitaba los ojos de encima. Como si estuviese intentando idear cómo saldría ileso de esos aprietos en los que se había metido. En un momento de lucidez se giró hacia ella, tomándola delicadamente de los brazos. _Escucha, creo que será mejor que te marches de aquí. Lola asintió, inundando sus ojos de la mejor inocencia fingida. Vestida bajo una piel de cordero, tomó su abrigo junto a sus cosas marchándose entre la multitud de personas curiosas que se habían puesto de pie para observar la bochornosa escena. Para su suerte, aquella mujer se encontraba tan furiosa con su propio marido que no había logrado visualizarla salie
Había pasado un mes desde la desaparición de Miel, y a Lola se le había hecho una eternidad día tras día. Había ido con todos los medios y recursos que tenía a su alcance, pero ninguno parecía realmente interesado en ayudarla. La policía había dicho que existía una investigación en curso, pero sabía que no podría insistir tanto con ellos ya que podrían sospechar de ella y sus fechorías. Se había dedicado a buscarla sola, cuadra por cuadra, por la ciudad. No había recorrido todos los rincones de ésta, pero estaba segura que había transitado mucho camino en su búsqueda. Sin embargo, todos los días de igual manera el resultado no cambiaba. Volvía cansada, con sus manos vacías y sin tener idea de a dónde se podía encontrar. Luego de la primera semana de búsqueda, Lola cayó en una profunda depresión. La soledad la acobijaba mientras se la pasaba dentro de su cuarto, mirando el techo. Se sentía inútil, devastada y muy culpable. Sabía en el fondo que no tenía forma de predecir el hecho,
Preguntó de forma simpática, con una sonrisa. Sin embargo, Lola lo observaba con una expresión neutral y totalmente desconfiada de su parte. Pues hasta donde ella tenía conocimiento, las únicas personas que sabían su nombre eran debido a que ella tenía intención que así fuese. Pero este sujeto en particular, podría asegurar que no lo había visto nunca antes. Ni por la zona, ni tampoco fuera de ella. Sin ningún reparo por disimular, ella le dio una mirada de arriba abajo, de forma desconfiada. _¿Quién eres? Preguntó finalmente, en un tono defensivo. Él le extendió su mano con intención de estrecharla con la de ella, pero sólo recibió la mirada fría y desconfiada de Lola mientras aguardaba por su respuesta. Finalmente, sólo guardo su mano nuevamente dentro de su bolsillo mientras procedía a aclarar su garganta para contestar. _Mi nombre es Jim. Un gusto conocerte. _¿De dónde sacaste mi nombre, Jim? Preguntó ella, mirando hacia el estante de botellas de la barra, mientras
Éste tragó en seco mientras levantaba ambas de sus manos, dejándolas a la vista de ella. _Escucha Lola, no hace falta que hagas esto. Realmente no intento hacerte daño. Aseguró él. Sin embargo, Lola no creía palabra alguna. Apenas si confiaba en ella misma, como para fiarse ante un desconocido que no sólo sabía su nombre, sino también el de su hermana menor. _ ¿Cómo es que sabes mi nombre? - Preguntó ella, aun apuntándole fríamente. - ¿De dónde es que conoces a Miel? _ Sólo baja el arma y prometo que te explicaré.-Pidió de forma calmada, levantando uno de sus brazos con cuidado. - No hace falta que te pongas de esta manera. Alguien puede salir lastimado aquí. Ella lo miró de arriba abajo, tensando su mandíbula con enojo. _ ¿Para qué? ¿Acaso quieres que baje el arma para poder llamar a tus amigos y así puedan rescatarte? Él la miró en silencio,pensativo, mientras fruncía su ceño con confusión. Ella señaló de forma tosca, con la punta de la pistola, el bolsillo derecho de su pa
Oliver despertó otro día más en su departamento, dispuesto a dirigirse a su trabajo. Era en definitiva uno de los más aclamados agentes del lugar, por lo que no dudaron en llamarlo a una reunión de emergencia cuando parecieron haber encontrado pistas sobre un caso que habían estado investigando durante los últimos meses. Sonaba lo suficientemente convincente para que decidiera aparecerse a pesar de ser ese su día libre. Se vistió con rapidez y salió en su auto hacia su trabajo. Llegó luego de un largo y congestionado tramo, siendo recibido por su asistente que le seguí a el paso a su lado. _Te esperan en la sala de conferencias. -Le comentó, acercándole un vaso de café. Él lo tomó entre sus manos mientras ambos entraban en el ascensor. _ ¿No tienes noticia de sobre qué se trata la reunión? Ella negó rápidamente con su cabeza. _No, se han mantenido bastantes reservados al respecto. Oliver asintió en silencio, pensativo. Le dio otro sorbo largo a su vaso de café antes de volv
Y no podía evitar pensar en que podía ser posible que recupere a su hermana y, no conforme aún con eso, también se vería beneficiada de una gran cantidad de dinero, muchísimo mayor incluso a lo que estaba acostumbrada a conseguir. Asintiendo con su cabeza, estrechó la mano de Charles con una tímida sonrisa. Éste se la devolvió casi al instante, notablemente animado de ver que había aceptado su propuesta. _¿Esto es en serio? Comentó de fondo Oliver, aún perplejo. Charles giró su mirada hacia él, frunciendo su ceño. _Sigo sin comprender qué es lo que tanto te molesta sobre esto, Evans. _Me resulta absurdo. Si vamos al caso, estoy seguro de que cualquier mujer puede hacer lo que ella hace. Charles movió su cabeza hacia un lado mientras le escuchaba. _¿No crees que quizás la estés subestimando un poco? Lola tocó delicadamente el brazo de Charles captando su atención y pidiéndole sutilmente que se detenga. Luego, de manera delicada se puso de pie lentamente. _Tranquilo, no hac
Finalmente, luego de ingresar por aquella puerta dieron con un largo pasillo un tanto más oscuro que el resto del edificio. Al final de éste, se encontraba lo que parecía ser un amplio salón con diferentes elementos de entrenamiento físico. Incluso, para el momento en el cuál ellos habían entrado dentro se encontraban dos personas entrenando dentro de un ring de pelea, mientras una tercera persona se encontraba desde afuera dándoles diferentes indicaciones. Al caminar ambos dentro, captaron rápidamente la atención de los presentes, quienes saludaron alegremente a Oliver, que les devolvió el saludo con una sonrisa mientras sacudía su mano de un lado a otro. La mujer que se encontraba dando indicaciones por fuera del ring se acercó a ambos con una simpática sonrisa, dispuesta a saludarles. _Este es el salón de equipo de ataque. -Indicó Oliver. -Aquí vendrás a entrenar al menos tres días a la semana, hasta que notemos que estás físicamente acorde a lo que se requiere para la misión