En cuestión de minutos, se encontraban hablando animadamente de la vida bajo unas copas de vino tinto que debía de costar al menos, lo que Lola pagaba de renta en su hogar. Estuvieron en una larga charla por más de una hora luego de cenar, en la que en realidad él se encontraba contándole su vida de forma entusiasta mientras Lola simplemente fingía oírle con gran interés. Poco y nada hablaron sobre ella, que tampoco acostumbraba a responder a preguntas que no le hicieran. Y, aun las que si le hacía, simplemente se inventaba alguna creativa respuesta para darle. De todas formas, no tenía por qué recordar sus propias mentiras una vez que desaparecía en cuánto su objetivo era cumplido.
A veces, le impresionaba la cantidad de tiempo que alguien podía estar hablando de sí mismo. Y aunque solía ser la parte más aburrida del plan, fingía con las mejores de sus fuerzas que estaba completamente interesada en oír sobre cómo era el jefe de una gran y exitosa empresa fuera del país. En medio de la conversación, ella se encargó de analizarlo a profundidad: cabello siempre bien cuidado, una barba sutil pero elegante y algunas canas blancas que se asomaban en ella, demostrando una clara diferencia de edad entre ambos. De todas formas, esto a ella no le molestaba en absoluto. Había aprendido que mayormente, los verdaderos hombres ricos eran aquellos que le llevaban al menos una década de ventaja por sobre sus veintidós años. Su mirada viajó a sus muñecas, notando un costoso reloj de oro en su mano derecha, mientras que en su izquierda notó una serie de anillos de joyería que debían de valer una fortuna cada uno. A grandes rasgos al menos, notó que no mentía acerca de su gran estatus social.
No obstante, estaba casi segura de que no se debía imaginar ni de cerca lo cautelosa y detallista que Lola podía llegar a ser con cosas de ese estilo. Tan así, que le fue imposible no notar el mensaje de su esposa preguntándole si estaría en la casa para la hora de la cena. Notando su descuido, de forma rápida y algo nerviosa se encargó de guardar el celular en su bolsillo. Lola sonrió divertida para sus adentros, dándose cuenta que, desde un principio, él le había aclarado que era un hombre soltero. Rodó levemente sus ojos, mientras se había dado cuenta que eran más tendenciosos a ser infieles de lo que ella esperaba. Pero entendía que era debido a que estaban dispuestos a gastar cualquier suma de dinero en sus bolsillos con tal de sentirse atraídos o al menos, cercanos, hacia esa chispa de juventud que destilaban las mujeres jóvenes con las que salían.
Habiendo terminado de cenar, Lola se encargó de acercarse corporalmente lo suficiente para generar una confianza entre ambos, y que él notara su interés. Y parecía ser que hasta el momento, venía funcionando a la perfección. Era sutil, pero lo suficientemente obvia para que se entendiera el mensaje que le intentaba transmitir. Toqueteos, roces y sonrisas con miradas que hablaban más explícitamente que cualquier palabra.
Cuando Lola notó que le tenía en la palma de su mano, comenzó a poner en marcha la última parte de su plan.
_Cariño, ¿Puedo hacerte una pregunta?
Él la observó con atención, algo sorprendido ante el repentino apodo de su parte.
_ ¿Qué ocurre?
Ella bajó su mirada algo ruborizada, mientras le sonreía tímidamente.
_ ¿Qué te parece si bebemos un último trago aquí, y luego nos dirigimos hacia algún lugar más... privado?...
A pesar de que intentó mantener la compostura, Lola notó como este particular pedido lo puso algo nervioso al respecto. Aunque, aun así, no parecía negarse ante aquella propuesta.
_ ¿Algún lugar privado? ¿Qué tienes en mente? - Preguntó él, con una pequeña sonrisa y una mirada lujuriosa.
Ella levantó delicadamente sus hombros, mirándolo bajo una inocente pero seductora mirada. A su vez, se encargaba de trazar círculos sobre el dorso de su mano, manteniendo de esta forma, estimulados varios de sus sentidos. De esa manera, era menos propenso a considerar dos veces la situación al encontrarse demasiado distraído entre la sensación del tacto en su piel y su mirada atrapada en los ojos de ella.
_No podemos estar en mi casa, cariño. La están remodelando y es algo peligroso el quedarse allí.
Lola guardó sus inmensas ganas de poner en blanco sus ojos al oír la excusa más patética -y sobre todo, bastante obvia- que existía. Rápidamente mostró un rechazo hacia su negación, quitando sus manos de encima suya y retrayéndose lo suficiente para poder recostar su espalda en el asiento. Parte de su manipulación, se podría decir.
_Qué mal escuchar eso. Realmente creí que podríamos divertirnos esta noche.
Soltó con un dejo de desilusión, torciendo una mueca. Como respuesta, le observó inflar sus pulmones de aire mientras recapacitaba.
_ ¿Sabes qué? Déjame hacer una llamada y podemos resolverlo.
Le notó sacar el celular de su saco, aunque ella lo detuvo antes de que siquiera marcara un número provocando que éste la observara con desconcierto.
_ ¿Puedes traer primero las bebidas? Realmente se me antoja un Martini.
Él sonrió, asintiendo sin dudarlo. De forma distraída dejó su teléfono sobre la mesa, acción producida seguramente gracias al vino bebido anteriormente. Caminando hacia la barra para poder complacer los deseos de su joven cita, Lola le observó de espaldas pidiendo los tragos. Sin tiempo que perder, se encontró tomando su celular para poder entrar hacia la bandeja de mensajes que tenía de su esposa, que lucía desesperada en comunicarse con él. En cuestión de segundos, se encargó de enviarse así misma el número de la mujer, para luego dejar el aparato nuevamente sobre la mesa con el fin de no despertar sospechas.
Minutos más tarde, su cita volvió con dos tragos en su mano y una sonrisa complaciente. Los dejó sobre la mesa delicadamente mientras tomaba asiento. Sin embargo, antes de siquiera poder darle un sorbo a la copa, ella se puso de pie tomando su cartera.
_Puedes hacer tus llamadas tranquilo mientras me dirijo hacia el baño. Prometo que sólo será un segundo.
Mencionó de forma inocente mientras le señalaba el teléfono, llevándose un asentimiento cordial de su parte. Por como seguía en marcha su plan, aquel hombre no tenía la menor idea de sus verdaderas intenciones. Lo notaba en su forma de expresarse, completamente relajado y con su guardia baja ante ella.
"Qué gran error de su parte." -Pensó.
El camino hacia el baño le sirvió a Lola para realizar su siguiente movimiento. Marcó el número de la esposa que, para su propia sorpresa, le contesto casi al instante. La consigna era clara: Lola fingía ser una investigadora privada que tenía información confidencial que inculpaba a su esposo mediante una infidelidad. Incluso, podía decirle dónde se encontraba en ese preciso instante. Pero como nada es gratis en la vida, le hizo saber que sólo hablaría bajo una condición: necesitaba que le diera la clave de banco de su marido para poder retirar el dinero de su caja.
_¿Cómo sé que no intentas estafarme? - Preguntó dubitativa aquella mujer.
_No te estoy pidiendo que confíes. Sólo te estoy diciendo que, si fuera tú, me gustaría saber este tipo de cosas. Sobre todo si tengo la oportunidad de atrapar a mi pareja con las manos sobre el crimen en este preciso instante. ¿No crees?
No parecía fácil convencerla, pero algo en su tono de voz le decía a Lola que seguramente aquella mujer ya tenía sus propias sospechas bajo el brazo. Por lo que luego de una negociación de por medio, llegaron a un acuerdo. Una vez que obtuvo lo suyo, Lola no escatimó en detalles, otorgándole la dirección y el aspecto de la joven con la que se encontraba, que era claramente ella.
Sabía que entre todas las cosas, nadie sospecharía que ella misma buscaría exponerse de esa forma.
Habiendo realizado de forma exitosa el último paso, sólo quedaba esperar a que comenzara la gran función. Para cuando caminó fuera del baño dirigiéndose hacia la mesa, notó que él colgó su celular casi al instante mientras le daba una pequeña sonrisa.
_Tengo buenas noticias.
_Te escucho. -Soltó ella, tomando asiento.
_ Tengo un departamento en donde podemos pasar el rato, si así lo quieres.
_Suena como una propuesta interesante. -Respondió con una media sonrisa, tomando un trago de su copa.
_Bueno, espero que lo sea. Eres muy bonita y realmente me gustaría poder conocerte más a fondo.
Ah, sí.
La típica frase que estaba cansada de oír. Aquella que sabía bien que le decían cuando querían de ella algo más que simplemente una mirada coqueta, pero como se debían de mantener las formas, se habían ingeniado la idea de fingir que realmente les interesaba conocerla, como si de alguna forma le debieran algún tipo de sentimentalismo ante su primitivo deseo de lujuria. Pero mejor que nadie, Lola sabía que aquel interés en su persona estaba por mucho, alejado de la realidad.
Aguantó sus ganas de reírse ante su patética frase, y simplemente le sonrió de forma dulce ante sus palabras. No le daría mayor respuesta que su silencio, para mantener aquel misterio que tanto les cautivaba.
En cuánto tomó el último trago de su copa, sintió el calor de la bebida bajar por su garganta mientras oía detrás de sí un gran estruendo. Ambos dirigieron su mirada hacia el lugar desde dónde provenía el escándalo, que parecía ser de una mujer notablemente furiosa que intentaba entrar. De forma disimulada Lola volvió su mirada hacia su cita que parecía haber drenado todo el color de su rostro mientras miraba a aquella mujer con ojos de verdadero terror.
Lola sonrió maliciosamente sabiendo que una vez más, había logrado salirse con la suya.
El revuelo comenzó a salirse de control, llamando la atención de las personas que se encontraban allí cenando. Lola se puso de pie, fingiendo encontrarse confundida y atemorizada, y se dirigió detrás de su cita de esa noche buscando refugio tras la mujer que gritaba su nombre de forma incesante.
_¿Quién es ella?
Él no respondió a la pregunta, pero tampoco le quitaba los ojos de encima. Como si estuviese intentando idear cómo saldría ileso de esos aprietos en los que se había metido. En un momento de lucidez se giró hacia ella, tomándola delicadamente de los brazos.
_Escucha, creo que será mejor que te marches de aquí.
Lola asintió, inundando sus ojos de la mejor inocencia fingida. Vestida bajo una piel de cordero, tomó su abrigo junto a sus cosas marchándose entre la multitud de personas curiosas que se habían puesto de pie para observar la bochornosa escena. Para su suerte, aquella mujer se encontraba tan furiosa con su propio marido que no había logrado visualizarla saliendo del lugar. Una vez que ya se encontraba en la puerta revisó todos sus elementos para asegurarse de que no le faltaba nada. Tocó su cartera, su abrigo, y luego los bolsillos de éste. Sonrió al ver que con éxito había logrado tomar la billetera de aquel hombre de sus manos sin que siquiera lo notara, ya que se encontraba demasiado ocupado prestándole suficiente atención al revuelo causado por su esposa.
El revuelo comenzó a salirse de control, llamando la atención de las personas que se encontraban allí cenando. Lola se puso de pie, fingiendo encontrarse confundida y atemorizada, y se dirigió detrás de su cita de esa noche buscando refugio tras la mujer que gritaba su nombre de forma incesante. _¿Quién es ella? Él no respondió a la pregunta, pero tampoco le quitaba los ojos de encima. Como si estuviese intentando idear cómo saldría ileso de esos aprietos en los que se había metido. En un momento de lucidez se giró hacia ella, tomándola delicadamente de los brazos. _Escucha, creo que será mejor que te marches de aquí. Lola asintió, inundando sus ojos de la mejor inocencia fingida. Vestida bajo una piel de cordero, tomó su abrigo junto a sus cosas marchándose entre la multitud de personas curiosas que se habían puesto de pie para observar la bochornosa escena. Para su suerte, aquella mujer se encontraba tan furiosa con su propio marido que no había logrado visualizarla salie
Había pasado un mes desde la desaparición de Miel, y a Lola se le había hecho una eternidad día tras día. Había ido con todos los medios y recursos que tenía a su alcance, pero ninguno parecía realmente interesado en ayudarla. La policía había dicho que existía una investigación en curso, pero sabía que no podría insistir tanto con ellos ya que podrían sospechar de ella y sus fechorías. Se había dedicado a buscarla sola, cuadra por cuadra, por la ciudad. No había recorrido todos los rincones de ésta, pero estaba segura que había transitado mucho camino en su búsqueda. Sin embargo, todos los días de igual manera el resultado no cambiaba. Volvía cansada, con sus manos vacías y sin tener idea de a dónde se podía encontrar. Luego de la primera semana de búsqueda, Lola cayó en una profunda depresión. La soledad la acobijaba mientras se la pasaba dentro de su cuarto, mirando el techo. Se sentía inútil, devastada y muy culpable. Sabía en el fondo que no tenía forma de predecir el hecho,
Preguntó de forma simpática, con una sonrisa. Sin embargo, Lola lo observaba con una expresión neutral y totalmente desconfiada de su parte. Pues hasta donde ella tenía conocimiento, las únicas personas que sabían su nombre eran debido a que ella tenía intención que así fuese. Pero este sujeto en particular, podría asegurar que no lo había visto nunca antes. Ni por la zona, ni tampoco fuera de ella. Sin ningún reparo por disimular, ella le dio una mirada de arriba abajo, de forma desconfiada. _¿Quién eres? Preguntó finalmente, en un tono defensivo. Él le extendió su mano con intención de estrecharla con la de ella, pero sólo recibió la mirada fría y desconfiada de Lola mientras aguardaba por su respuesta. Finalmente, sólo guardo su mano nuevamente dentro de su bolsillo mientras procedía a aclarar su garganta para contestar. _Mi nombre es Jim. Un gusto conocerte. _¿De dónde sacaste mi nombre, Jim? Preguntó ella, mirando hacia el estante de botellas de la barra, mientras
Éste tragó en seco mientras levantaba ambas de sus manos, dejándolas a la vista de ella. _Escucha Lola, no hace falta que hagas esto. Realmente no intento hacerte daño. Aseguró él. Sin embargo, Lola no creía palabra alguna. Apenas si confiaba en ella misma, como para fiarse ante un desconocido que no sólo sabía su nombre, sino también el de su hermana menor. _ ¿Cómo es que sabes mi nombre? - Preguntó ella, aun apuntándole fríamente. - ¿De dónde es que conoces a Miel? _ Sólo baja el arma y prometo que te explicaré.-Pidió de forma calmada, levantando uno de sus brazos con cuidado. - No hace falta que te pongas de esta manera. Alguien puede salir lastimado aquí. Ella lo miró de arriba abajo, tensando su mandíbula con enojo. _ ¿Para qué? ¿Acaso quieres que baje el arma para poder llamar a tus amigos y así puedan rescatarte? Él la miró en silencio,pensativo, mientras fruncía su ceño con confusión. Ella señaló de forma tosca, con la punta de la pistola, el bolsillo derecho de su pa
Oliver despertó otro día más en su departamento, dispuesto a dirigirse a su trabajo. Era en definitiva uno de los más aclamados agentes del lugar, por lo que no dudaron en llamarlo a una reunión de emergencia cuando parecieron haber encontrado pistas sobre un caso que habían estado investigando durante los últimos meses. Sonaba lo suficientemente convincente para que decidiera aparecerse a pesar de ser ese su día libre. Se vistió con rapidez y salió en su auto hacia su trabajo. Llegó luego de un largo y congestionado tramo, siendo recibido por su asistente que le seguí a el paso a su lado. _Te esperan en la sala de conferencias. -Le comentó, acercándole un vaso de café. Él lo tomó entre sus manos mientras ambos entraban en el ascensor. _ ¿No tienes noticia de sobre qué se trata la reunión? Ella negó rápidamente con su cabeza. _No, se han mantenido bastantes reservados al respecto. Oliver asintió en silencio, pensativo. Le dio otro sorbo largo a su vaso de café antes de volv
Y no podía evitar pensar en que podía ser posible que recupere a su hermana y, no conforme aún con eso, también se vería beneficiada de una gran cantidad de dinero, muchísimo mayor incluso a lo que estaba acostumbrada a conseguir. Asintiendo con su cabeza, estrechó la mano de Charles con una tímida sonrisa. Éste se la devolvió casi al instante, notablemente animado de ver que había aceptado su propuesta. _¿Esto es en serio? Comentó de fondo Oliver, aún perplejo. Charles giró su mirada hacia él, frunciendo su ceño. _Sigo sin comprender qué es lo que tanto te molesta sobre esto, Evans. _Me resulta absurdo. Si vamos al caso, estoy seguro de que cualquier mujer puede hacer lo que ella hace. Charles movió su cabeza hacia un lado mientras le escuchaba. _¿No crees que quizás la estés subestimando un poco? Lola tocó delicadamente el brazo de Charles captando su atención y pidiéndole sutilmente que se detenga. Luego, de manera delicada se puso de pie lentamente. _Tranquilo, no hac
Finalmente, luego de ingresar por aquella puerta dieron con un largo pasillo un tanto más oscuro que el resto del edificio. Al final de éste, se encontraba lo que parecía ser un amplio salón con diferentes elementos de entrenamiento físico. Incluso, para el momento en el cuál ellos habían entrado dentro se encontraban dos personas entrenando dentro de un ring de pelea, mientras una tercera persona se encontraba desde afuera dándoles diferentes indicaciones. Al caminar ambos dentro, captaron rápidamente la atención de los presentes, quienes saludaron alegremente a Oliver, que les devolvió el saludo con una sonrisa mientras sacudía su mano de un lado a otro. La mujer que se encontraba dando indicaciones por fuera del ring se acercó a ambos con una simpática sonrisa, dispuesta a saludarles. _Este es el salón de equipo de ataque. -Indicó Oliver. -Aquí vendrás a entrenar al menos tres días a la semana, hasta que notemos que estás físicamente acorde a lo que se requiere para la misión
_Eres bastante extraña a veces. Respondió él, siguiéndola. _Estás confundido, yo no soy quien metió un puñetazo al aire como respuesta ante un chiste. Le reprochó rápidamente Lola, caminando despreocupada delante de él. Oliver notó que, a pesar de que pudiera estar o no de acuerdo con el plan de su jefe en incluirla a la misión próxima, ella definitivamente tenía algo particular que no concebía en otra mujer. Suponía por el momento que se trataba de la voraz manera en la que no tenía miedo a responder a las cosas, incluso si eso atraía controversia. Algo dentro suyo no dejaba de pensar que, entre el carácter de ambos, sólo podrían ocurrir dos cosas: podrían volverse una dupla realmente explosiva o, al contrario, encender todo en llamas ante el mal hábito de ambos en querer tener la última palabra siempre. Volviendo en si, intentó alcanzar el paso de su nueva compañera que ya había conseguido pasarle por varios metros delante. Caminando a su lado, chasqueó su lengua captando la