¿Azula o Luzma?

Luego de charlar con mi padre, me despedí de Luzma con un beso y una promesa de volver pronto. Necesitaba tiempo y espacio para procesar todo lo que había escuchado. Conducir siempre me ayudaba a pensar, así que me subí a mi carro y comencé a recorrer las calles de la ciudad, dejándome llevar por el camino.

Finalmente, llegué a una bodega abandonada en un rincón olvidado de la ciudad. Aparqué el coche y me dirigí hacia la entrada, sintiendo la tensión aumentar con cada paso. Al entrar, me encontré con mi primo Maxon, ese miserable que siempre había sido una espina en mi costado.

Maxon estaba allí, esperándome con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Había algo oscuro y amenazante en su presencia, algo que siempre me había inquietado.

—Damon, qué sorpresa verte aquí —dijo Maxon con una voz cargada de sarcasmo.

—No hagas que me arrepienta de haber venido, Maxon. Sabes por qué estoy aquí —respondí, tratando de mantener la calma mientras lo encaraba.

Maxon se encogió de hombro
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