Me desperté temprano debido a la visita de la señora Alicia, la mamá de Damon. Yo tenía a Amina entre mis brazos, dándole la mamila, mientras la señora Alicia sostenía a Alisson. —Están hermosas mis nietas —dijo la señora Alicia, sus ojos llenos de ternura mientras miraba a las pequeñas. Asentí, tratando de mantener la calma a pesar de la tensión que sentía. Sabía que su visita no era solo para ver a las niñas. —Señora, si desea hablarme de su hijo, yo no quiero volver a verlo —dije, mi voz firme pero educada. No quería ser descortés, pero necesitaba dejar claros mis límites. La señora Alicia suspiró, su expresión reflejando una mezcla de comprensión y tristeza. —Luzma, entiendo cómo te sientes. Damon ha cometido errores, muchos errores, y no espero que lo perdones fácilmente. Pero él está tratando de cambiar, por el bien de ustedes y especialmente por el bien de sus hijas. Solo quería que lo supieras. Damon te ama, Luzma. Yo soy su madre y puedo asegurarlo. Sentí un nudo en el
Aún no podía creer lo que había hecho. Me acosté con Azula. Soy un completo imbécil. La culpa y la desesperación me corroían por dentro. Hace más de dos horas que Luzma se marchó con mis hijas y no he podido encontrarlas. He buscado por todas partes. No ha llegado a la casa de Rodrigo ni a ningún otro lugar que yo pueda imaginar. No está con sus padres, ni con ningún amigo o familiar conocido. La ansiedad me estaba matando, y la sensación de haberlo perdido todo me aplastaba el pecho. Caminé de un lado a otro en la sala, pasando mis manos por el cabello, tratando de pensar en dónde podría estar. Cada minuto que pasaba sin noticias aumentaba mi angustia. Recordé el dolor en los ojos de Luzma cuando me sorprendió con Azula y supe que había destruido todo lo que teníamos. —¿Damon, qué vamos a hacer? —preguntó Lucía, su voz llena de preocupación. —No lo sé, Lucía. No lo sé... —dije, sintiendo la desesperación en mi voz. Lucía me miró con tristeza, entendiendo la gravedad de la
Luz Marina Hoffmann Habían pasado más de cuatro años desde aquella noche terrible. Mi vida había cambiado de manera radical, pero finalmente había encontrado una paz y felicidad que pensé que nunca volvería a experimentar. Estaba viviendo en una pequeña ciudad lejos de todo lo que me recordaba a Damon y el doloroso pasado que dejé atrás. Ahora, mis días estaban llenos de risas, juegos y el amor incondicional de mis dos pequeñas, Amina y Alisson. Mis pelirrojas eran el centro de mi mundo, el mayor motivo de mi existencia. Las amaba con todo mi corazón, y cada día agradecía por tenerlas conmigo. Habíamos construido una vida sencilla pero llena de amor y felicidad. Amina y Alisson estaban creciendo rápido y cada una tenía su propia personalidad distintiva. Alisson, mi tranquila y amorosa niña, siempre tenía una sonrisa dulce en su rostro. Era paciente y gentil, con un corazón tan grande que parecía abarcar el mundo entero. Le encantaba pintar y pasar horas dibujando en su pequeña
Mientras dormía a las pequeñas, me encantaba contarles un cuento feliz a las dos. Era un momento especial del día, un tiempo de conexión y ternura que las ayudaba a relajarse y quedarse dormidas. Sin embargo, esa noche noté que Alisson estaba muy triste. Sus ojitos reflejaban una tristeza profunda que no solía ver en ella. —¿Qué pasa, mi pequeña pelirroja? —le pregunté suavemente mientras acariciaba su cabello—. ¿Por qué estás triste? Alisson miró hacia abajo, jugueteando con la manta entre sus dedos. Amina, siempre atenta, se inclinó hacia adelante, preocupada por su hermana. —¿Las molestaron en el jardín? —pregunté, tratando de entender qué había sucedido. Había unos niños que les encantaba molestar a los niños pequeños. Ya había hablado al respecto, pero los maestros no hacían nada. Amina se defendía bastante bien y con ella no se metían, pero sí con Alisson. Alisson asintió lentamente, y sentí un nudo en el estómago. —¿Qué te dijeron ahora, mi amor?— Pregunté Alisso
Damon Chrysler En este momento me encuentro jugando en mi oficina con Diego. El pequeño de cuatro años ha sido mi salvación estos últimos años. Desde el instante en que Azula llegó a mi puerta con él en brazos, mi vida cambió de manera irrevocable. Ella me dijo que no estaba segura de si él era mío o de alguno de los hombres que la habían abusado, pero desde el primer momento en que lo vi, lo amé como si fuera mío. Diego es mi sol en medio de la tormenta que ha sido mi vida. Su risa es el único sonido que logra calmar mi corazón roto. A pesar de no ser pareja con Azula, me he hecho responsable de él, y lo he criado como mi propio hijo. Él me llama "papá" y esa palabra es la que me da fuerzas para seguir adelante. Por supuesto jamás he dejado de pensar en mis hijas. En Amina y Alisson, mis pequeñas princesas que ya no están Estamos construyendo una torre de bloques cuando mi teléfono vibra en el escritorio. Ignoro la llamada por un momento, absorto en los pequeños ojos brill
Luz Marina Durante la noche, estaba tranquilamente intentando estudiar, con los libros y las notas esparcidas por la mesa del comedor. Las niñas ya estaban dormidas, y el silencio de la casa era reconfortante. De repente, escuché un golpe en la puerta. Miré el reloj; no esperaba visitas a esta hora. Al abrir la puerta, me encontré con Maxon. —Maxon, ¿qué haces aquí tan tarde? —pregunté, un tanto sorprendida, pero lo invité a pasar a la sala. Se sentó en el sofá y su rostro mostraba una seriedad inusual. —Luzma, tengo algo importante que decirte —dijo, y su tono me hizo sentir un nudo en el estómago. Me senté frente a él, esperando lo peor. —Tu abuela ha muerto —dijo finalmente, con voz suave pero firme. Sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies. Mi abuela había sido una de las pocas personas en mi vida que siempre me había apoyado incondicionalmente. El dolor y la tristeza comenzaron a inundarme. Ella murió pensando que yo estaba muerta, no pude pasar con ella sus
Luz Marina Al día siguiente me desperté temprano, aún sintiendo el peso de la noche anterior. Me levanté con determinación y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno de mis pequeñas. Mientras batía los huevos y ponía el pan en la tostadora, mis pensamientos seguían vagando por lo que había pasado con Maxon. Sabía que tenía que mantenerme fuerte por mis hijas. Alisson y Amina entraron en la cocina, sus caritas aún adormiladas pero llenas de curiosidad. Les serví sus platos y traté de sonreír, aunque sabía que mis ojos aún mostraban signos de haber llorado. —Mami, ¿por qué tus ojos están rojos? —preguntó Amina, siempre tan observadora y directa. —Sí, mami, ¿has llorado? —añadió Alisson, con su tono suave y preocupado. Me arrodillé a su altura y las miré a los ojos, tratando de mantener la calma y la compostura. —Anoche me puse un poco triste, mis amores. A veces los adultos también lloramos, pero estoy bien —les dije, acariciando sus mejillas. Amina frunció el ceño,
Luz Marina Estaba muy nerviosa por las amenazas de Maxon, pero por supuesto, no cedería. Jamás me acostaría con él; me provocaba asco. Luego de esa asquerosa propuesta, se marchó y me dediqué a seguir con mi vida. Fueron unos días agotadores en el restaurante, sin embargo, había valido la pena porque pude comprarles unos regalos hermosos a mis hijas, ya que pronto sería su cumpleaños. Ellas estaban jugando con el hijo de la vecina en su habitación mientras yo charlaba con la vecina, explicándole cómo deseaba organizar el cumpleaños de las gemelas. —Quiero que sea algo sencillo pero especial —le dije, sirviéndonos un té—. Un pastel casero, algunos globos y sus amigos del jardín de infantes. Quiero que se sientan felices y amadas. La vecina sonrió y asintió, comprendiendo mi deseo de darles a las niñas un momento de felicidad a pesar de las dificultades. —Claro, Luzma, te ayudaré en todo lo que necesites. Las niñas se merecen lo mejor. —Gracias, de verdad, tu apoyo signifi