Luz Marina Al día siguiente me desperté temprano, aún sintiendo el peso de la noche anterior. Me levanté con determinación y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno de mis pequeñas. Mientras batía los huevos y ponía el pan en la tostadora, mis pensamientos seguían vagando por lo que había pasado con Maxon. Sabía que tenía que mantenerme fuerte por mis hijas. Alisson y Amina entraron en la cocina, sus caritas aún adormiladas pero llenas de curiosidad. Les serví sus platos y traté de sonreír, aunque sabía que mis ojos aún mostraban signos de haber llorado. —Mami, ¿por qué tus ojos están rojos? —preguntó Amina, siempre tan observadora y directa. —Sí, mami, ¿has llorado? —añadió Alisson, con su tono suave y preocupado. Me arrodillé a su altura y las miré a los ojos, tratando de mantener la calma y la compostura. —Anoche me puse un poco triste, mis amores. A veces los adultos también lloramos, pero estoy bien —les dije, acariciando sus mejillas. Amina frunció el ceño,
Luz Marina Estaba muy nerviosa por las amenazas de Maxon, pero por supuesto, no cedería. Jamás me acostaría con él; me provocaba asco. Luego de esa asquerosa propuesta, se marchó y me dediqué a seguir con mi vida. Fueron unos días agotadores en el restaurante, sin embargo, había valido la pena porque pude comprarles unos regalos hermosos a mis hijas, ya que pronto sería su cumpleaños. Ellas estaban jugando con el hijo de la vecina en su habitación mientras yo charlaba con la vecina, explicándole cómo deseaba organizar el cumpleaños de las gemelas. —Quiero que sea algo sencillo pero especial —le dije, sirviéndonos un té—. Un pastel casero, algunos globos y sus amigos del jardín de infantes. Quiero que se sientan felices y amadas. La vecina sonrió y asintió, comprendiendo mi deseo de darles a las niñas un momento de felicidad a pesar de las dificultades. —Claro, Luzma, te ayudaré en todo lo que necesites. Las niñas se merecen lo mejor. —Gracias, de verdad, tu apoyo signifi
Estaba muy nerviosa porque las pequeñas miraban extrañadas a Damon. Él se arrodilló a su altura y las abrazó a ambas. Ally se veía sonriente y Amina extrañada. La vecina y su hijo simplemente se marcharon, dejando el ambiente tenso y cargado de emociones. — Hola, mis pequeñas —dijo Damon con una sonrisa temblorosa—. Soy su papá, Damon. — ¿Papá? —repitió Alisson, con sus ojos brillando—. ¿De verdad eres nuestro papá? — Yo quiero que papi nos cuente un cuento —dijo Alisson, sus ojos brillando de emoción. — Ally, amor, ya es muy tarde y papi debe irse —respondí, tratando de no complicar más la situación. — Puedo quedarme unos minutos más, Luzma —intervino Damon—. No tardará nada, un cuento rápido. Alisson aplaudió emocionada y Amina, aunque aún algo reticente, se acurrucó más cerca de mí, observando con curiosidad. — Pero de princesas —añadió Alisson, con una sonrisa esperanzada. Damon sonrió y se sentó en el borde de la cama de las niñas, mirando a ambas con ternura.
Damon Chrysler Llegué a casa después de un largo viaje en auto, con la mente llena de pensamientos tumultuosos. Al entrar en mi departamento, la tensión seguía creciendo dentro de mí. Sabía que me esperaba una confrontación, pero no estaba preparado para lo que encontraría en mi habitación. Azula estaba allí, como si fuera su derecho estar en mi espacio personal. Aunque tenía su propio departamento, siempre encontraba una excusa para invadir el mío, a menudo bajo el pretexto de ver a Diego porque él prácticamente vivía conmigo. — Azula, sal de mi cama ahora mismo. ¿Dónde está Diego? — Mi voz resonó con una firmeza que apenas podía ocultar mi irritación. Ella me miró con esos ojos llenos de rencor y celos, y su acusación me golpeó como un puñetazo en el estómago. — ¿Estabas con una puta, verdad? Escuché su voz. Cualquiera que sea, la destruiré, porque tu mujer soy yo, Damon... — Su voz era un torrente de ira y posesión descontroladas. Traté de mantener la calma, a pesar de
Luz Marina Estaba tranquilamente con mis pequeñas, disfrutando de un momento de paz, cuando llegó un mensaje de Damon. Decía que yo era la única heredera de mi abuela. Mi corazón dio un vuelco al leerlo. No estaba segura de querer volver a mi vida de antes, de enfrentar a mis papás y a todos los demás. Tenía mucho miedo de que mi familia me despreciara por todos los errores que cometí. Las palabras de Damon resonaban en mi cabeza, trayendo consigo una avalancha de recuerdos y emociones. Mientras Ally y Amina jugaban con sus muñecas en la alfombra, me senté en el sofá y miré el mensaje una vez más. Sentí una mezcla de nostalgia y temor. La vida que había dejado atrás era complicada, llena de problemas y conflictos familiares. Había huido para proteger a mis hijas y para protegerme a mí misma. —Mami, ¿por qué estás triste? —preguntó Amina, acercándose con su muñeca en la mano. —No estoy triste, cariño —respondí, tratando de sonar convincente, pero mis ojos decían otra cosa.
Lloré durante toda la noche, incapaz de contener el dolor que me embargaba. No entendía por qué seguía doliéndome tanto la miserable actitud de Damon. Recordaba con amargura cómo faltó a nuestro hogar y al parto de nuestras hijas por estar con Azula, cómo los encontré a ambos en la cama, y la traición se agitaba en mi corazón como una tormenta sin fin. A pesar de la agonía que sentía, no quería que mis pequeñas me vieran en ese estado. No deseaba que sintieran mi tristeza, mi desesperación. Me preocupaba profundamente cómo podría afectarles verme así. Quería ser fuerte por ellas, quería darles amor y seguridad, incluso cuando yo misma me sentía quebrada por dentro. En la oscuridad de la noche, las lágrimas seguían fluyendo, silenciosas testigos de mi dolor. Me aferré a la esperanza de que algún día encontraría la paz y la fortaleza para superar todo esto. Por ahora, solo podía abrazar a mis pequeñas con más fuerza, tratando de ocultarles mi tormento mientras ellas dormían plácidam
Damon Chrysler Mis pasos resonaban en el pasillo mientras me dirigía al departamento de Luzma. Estaba decidido a disculparme, a reconciliarme con mis tres mujeres, mis tres pelirrojas. Con rosas en mano, símbolo de arrepentimiento y perdón, avanzaba con determinación. Sabía que si mis niñas se parecían a Luzma, sería muy complejo obtener su perdón. Era increíble tener a dos minis Luzma, tan cabezotas y apasionadas como su madre. Pero al llegar, la escena que presencié me golpeó con fuerza. Mi corazón se detuvo por un instante al ver a ese miserable besando a Luzma. La ira brotó en mí, convirtiéndose en una tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse. —¡Suéltala, miserable! —grité mientras irrumpía en la escena. Mi voz resonó en el pequeño espacio, cargada de furia y dolor. —¡Eres increíble, Luz Marina! ¿Cómo permites que este miserable te bese? Luzma se separó rápidamente de Maxon, sus ojos se abrieron con sorpresa y luego se llenaron de ira. Maxon únicamente sonreía de
Luz Marina Las niñas estaban en su habitación y yo sabía que les debía varias explicaciones. Aún no entendía por qué había besado a Maxon. Parte de mí deseaba vengarme de Damon por todo el dolor que me había causado, pero sabía que ese no era el camino correcto. Estaba muy molesta cuando Maxon me tomó de los brazos, intentando darme otro beso. —Maxon, para —le dije, apartándome ligeramente—. Todo esto fue un error. No debí besarte. Él frunció el ceño, sin soltarme. —Luzma, sé que me besaste por una razón. Tal vez esto sea una segunda oportunidad para nosotros. Suspiré, tratando de mantener la calma. —Maxon, todo fue una mentira. Estaba enfadada y confundida. No debería haberte usado para vengarme de Damon. Maxon no soltaba mis brazos, su mirada era intensa. —Sé que Damon te hizo daño, pero yo siempre he estado aquí para ti. ¿No merezco una oportunidad? Intenté soltarme suavemente, sintiendo la presión en mis brazos. —No se trata de eso, Maxon. No es justo para ti