Lloré durante toda la noche, incapaz de contener el dolor que me embargaba. No entendía por qué seguía doliéndome tanto la miserable actitud de Damon. Recordaba con amargura cómo faltó a nuestro hogar y al parto de nuestras hijas por estar con Azula, cómo los encontré a ambos en la cama, y la traición se agitaba en mi corazón como una tormenta sin fin. A pesar de la agonía que sentía, no quería que mis pequeñas me vieran en ese estado. No deseaba que sintieran mi tristeza, mi desesperación. Me preocupaba profundamente cómo podría afectarles verme así. Quería ser fuerte por ellas, quería darles amor y seguridad, incluso cuando yo misma me sentía quebrada por dentro. En la oscuridad de la noche, las lágrimas seguían fluyendo, silenciosas testigos de mi dolor. Me aferré a la esperanza de que algún día encontraría la paz y la fortaleza para superar todo esto. Por ahora, solo podía abrazar a mis pequeñas con más fuerza, tratando de ocultarles mi tormento mientras ellas dormían plácidam
Damon Chrysler Mis pasos resonaban en el pasillo mientras me dirigía al departamento de Luzma. Estaba decidido a disculparme, a reconciliarme con mis tres mujeres, mis tres pelirrojas. Con rosas en mano, símbolo de arrepentimiento y perdón, avanzaba con determinación. Sabía que si mis niñas se parecían a Luzma, sería muy complejo obtener su perdón. Era increíble tener a dos minis Luzma, tan cabezotas y apasionadas como su madre. Pero al llegar, la escena que presencié me golpeó con fuerza. Mi corazón se detuvo por un instante al ver a ese miserable besando a Luzma. La ira brotó en mí, convirtiéndose en una tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse. —¡Suéltala, miserable! —grité mientras irrumpía en la escena. Mi voz resonó en el pequeño espacio, cargada de furia y dolor. —¡Eres increíble, Luz Marina! ¿Cómo permites que este miserable te bese? Luzma se separó rápidamente de Maxon, sus ojos se abrieron con sorpresa y luego se llenaron de ira. Maxon únicamente sonreía de
Luz Marina Las niñas estaban en su habitación y yo sabía que les debía varias explicaciones. Aún no entendía por qué había besado a Maxon. Parte de mí deseaba vengarme de Damon por todo el dolor que me había causado, pero sabía que ese no era el camino correcto. Estaba muy molesta cuando Maxon me tomó de los brazos, intentando darme otro beso. —Maxon, para —le dije, apartándome ligeramente—. Todo esto fue un error. No debí besarte. Él frunció el ceño, sin soltarme. —Luzma, sé que me besaste por una razón. Tal vez esto sea una segunda oportunidad para nosotros. Suspiré, tratando de mantener la calma. —Maxon, todo fue una mentira. Estaba enfadada y confundida. No debería haberte usado para vengarme de Damon. Maxon no soltaba mis brazos, su mirada era intensa. —Sé que Damon te hizo daño, pero yo siempre he estado aquí para ti. ¿No merezco una oportunidad? Intenté soltarme suavemente, sintiendo la presión en mis brazos. —No se trata de eso, Maxon. No es justo para ti
Luz Marina. Era mi primer día en la oficina. No tenía con quién dejar a las niñas, así que las llevé conmigo. Mi padre me había perdonado, mi madre estaba muy dolida conmigo y Romina me odiaba. En cuanto a Rodrigo aún me miraba con seriedad. Jaqueline estaba en un viaje con su esposo y le dirían la verdad cuando regrese. Rodrigo había dejado instrucciones para que prepararan una oficina para mí, y yo me aseguré de crear un rincón especial para que las pequeñas pudieran jugar. Alisson estaba concentrada en sus dibujos, llenando hojas de papel con colores vibrantes y formas creativas. Amina, en cambio, estaba explorando con curiosidad los juguetes que había traído, inspeccionando cada uno con una expresión de concentración en su pequeño rostro. Me sentía nerviosa pero decidida a hacer lo mejor posible en este nuevo trabajo. Sabía que había mucho en juego, no solo para mí, sino también para mis hijas. Tenía que demostrar que podía manejarlo todo, que podía ser una buena madr
Damon Chrysler Costó muchísimo trabajo, pero finalmente logré llevarme a las niñas al parque. Jugamos en varios juegos, corrimos por la hierba y, como broche de oro, les compré helado. Mientras las veía reír y disfrutar, sentí una mezcla de felicidad y nostalgia. Les envié un mensaje a mis padres, diciendo que iría en un par de horas a la casa. Me daba cuenta de que Alisson era la más expresiva de las dos, siempre riendo y hablando sin parar, igual a su madre. En cambio, Amina me miraba con distancia. Esa mirada me recordaba a mí mismo cuando era pequeño, hostil con mi propio padre porque no lo conocía bien. Observando a mis hijas, no pude evitar reflexionar sobre lo irónico de la situación. Yo también estuve separado de mis padres en mis primeros años, y ahora mis hijas habían pasado por lo mismo conmigo. Era como si la historia se repitiera, y sentía una responsabilidad aún mayor de corregir mis errores y ser el padre que ellas necesitaban. Nos sentamos en un banco, y mientr
Estaba ansiosa esperando a las gemelas en mi departamento. Mis hijas se habían ido por primera vez con su padre y sentía un miedo palpable. Temía que ellas lo amaran más de lo que me amaban a mí. Esas dos mini pelirrojas eran el amor de mi vida. Cuando el timbre del departamento sonó, abrí la puerta y allí lo vi a él, con su cabello oscuro y sus ojos azules, cargando a nuestras gemelas. Su presencia en mi puerta fue un torbellino de emociones encontradas. Por un lado, sentí alivio al ver a las gemelas sanas y salvas en sus brazos, pero por otro, una mezcla de nostalgia y resentimiento me invadió al recordar nuestro pasado juntos. —Hola, Damon —murmuré, tratando de mantener la calma mientras él ingresaba con las niñas en brazos. —Hola, Luzma —respondió con un tono suave, apenas un susurro, como si estuviera consciente de la tensión en el aire. Las gemelas se abalanzaron sobre mí, llenándome de abrazos y besos, como si el tiempo que habían estado ausentes se hubiera extendido
Había despertado temprano y llevé a las gemelas al jardín de infantes. Era su primer día, y estaban muy emocionadas. Sus risas y preguntas interminables aliviaron un poco la tensión que sentía por dentro. Luego, me dirigí a la oficina, con los nervios a flor de piel por la cena con Damon esa noche. Intenté concentrarme en mi trabajo, pero mi mente no dejaba de divagar. ¿Qué diría? ¿Cómo me sentiría al verlo de nuevo? Al mediodía, mientras revisaba unos documentos, noté que alguien entró a mi oficina sin anunciarse. Levanté la vista y allí estaba Azula, la mujer de Damon. Pero no estaba sola. A su lado, un pequeño niño me observaba con curiosidad. Era Diego, el hijo de Damon. — Azula, ¿qué haces aquí? — pregunté, tratando de mantener la compostura a pesar de la sorpresa. — Luzma, necesito hablar contigo —dijo Azula, sin rodeos, mientras Diego se aferraba a su mano. Mi corazón latía con fuerza, y sentí que el aire se volvía pesado. ¿Qué querría ella ahora, en este preciso momento?
Caminé hacia la puerta principal de mi departamento, nerviosa por la cita con Damon. Acepté, a pesar de mis dudas. Con un suspiro, me decidí por un vestido sencillo en tono rojo, dejando mi cabello suelto y sin maquillaje. ¿Por qué esforzarme tanto por alguien que ya me conocía tan bien? Cuando sonó el timbre, mis nervios se intensificaron. Abrí la puerta para encontrarme con Damon, quien me saludó con una sonrisa que parecía genuina. —Hola, Luzma. Estás hermosa esta noche —comentó mientras me miraba con admiración. —Gracias, Damon —respondí, sintiéndome un poco incómoda por el cumplido. Caminamos hacia su auto en silencio, y durante el trayecto al restaurante, el ambiente se llenó de una extraña tensión. No estaba acostumbrada a estar a solas con él después de todo lo que había pasado. Al llegar al restaurante, me di cuenta de que era uno de los más exclusivos de la ciudad. Damon abrió la puerta del auto para mí, y mientras caminábamos hacia la entrada, no pude evitar pregunt