Luz Marina. Era mi primer día en la oficina. No tenía con quién dejar a las niñas, así que las llevé conmigo. Mi padre me había perdonado, mi madre estaba muy dolida conmigo y Romina me odiaba. En cuanto a Rodrigo aún me miraba con seriedad. Jaqueline estaba en un viaje con su esposo y le dirían la verdad cuando regrese. Rodrigo había dejado instrucciones para que prepararan una oficina para mí, y yo me aseguré de crear un rincón especial para que las pequeñas pudieran jugar. Alisson estaba concentrada en sus dibujos, llenando hojas de papel con colores vibrantes y formas creativas. Amina, en cambio, estaba explorando con curiosidad los juguetes que había traído, inspeccionando cada uno con una expresión de concentración en su pequeño rostro. Me sentía nerviosa pero decidida a hacer lo mejor posible en este nuevo trabajo. Sabía que había mucho en juego, no solo para mí, sino también para mis hijas. Tenía que demostrar que podía manejarlo todo, que podía ser una buena madr
Damon Chrysler Costó muchísimo trabajo, pero finalmente logré llevarme a las niñas al parque. Jugamos en varios juegos, corrimos por la hierba y, como broche de oro, les compré helado. Mientras las veía reír y disfrutar, sentí una mezcla de felicidad y nostalgia. Les envié un mensaje a mis padres, diciendo que iría en un par de horas a la casa. Me daba cuenta de que Alisson era la más expresiva de las dos, siempre riendo y hablando sin parar, igual a su madre. En cambio, Amina me miraba con distancia. Esa mirada me recordaba a mí mismo cuando era pequeño, hostil con mi propio padre porque no lo conocía bien. Observando a mis hijas, no pude evitar reflexionar sobre lo irónico de la situación. Yo también estuve separado de mis padres en mis primeros años, y ahora mis hijas habían pasado por lo mismo conmigo. Era como si la historia se repitiera, y sentía una responsabilidad aún mayor de corregir mis errores y ser el padre que ellas necesitaban. Nos sentamos en un banco, y mientr
Estaba ansiosa esperando a las gemelas en mi departamento. Mis hijas se habían ido por primera vez con su padre y sentía un miedo palpable. Temía que ellas lo amaran más de lo que me amaban a mí. Esas dos mini pelirrojas eran el amor de mi vida. Cuando el timbre del departamento sonó, abrí la puerta y allí lo vi a él, con su cabello oscuro y sus ojos azules, cargando a nuestras gemelas. Su presencia en mi puerta fue un torbellino de emociones encontradas. Por un lado, sentí alivio al ver a las gemelas sanas y salvas en sus brazos, pero por otro, una mezcla de nostalgia y resentimiento me invadió al recordar nuestro pasado juntos. —Hola, Damon —murmuré, tratando de mantener la calma mientras él ingresaba con las niñas en brazos. —Hola, Luzma —respondió con un tono suave, apenas un susurro, como si estuviera consciente de la tensión en el aire. Las gemelas se abalanzaron sobre mí, llenándome de abrazos y besos, como si el tiempo que habían estado ausentes se hubiera extendido
Había despertado temprano y llevé a las gemelas al jardín de infantes. Era su primer día, y estaban muy emocionadas. Sus risas y preguntas interminables aliviaron un poco la tensión que sentía por dentro. Luego, me dirigí a la oficina, con los nervios a flor de piel por la cena con Damon esa noche. Intenté concentrarme en mi trabajo, pero mi mente no dejaba de divagar. ¿Qué diría? ¿Cómo me sentiría al verlo de nuevo? Al mediodía, mientras revisaba unos documentos, noté que alguien entró a mi oficina sin anunciarse. Levanté la vista y allí estaba Azula, la mujer de Damon. Pero no estaba sola. A su lado, un pequeño niño me observaba con curiosidad. Era Diego, el hijo de Damon. — Azula, ¿qué haces aquí? — pregunté, tratando de mantener la compostura a pesar de la sorpresa. — Luzma, necesito hablar contigo —dijo Azula, sin rodeos, mientras Diego se aferraba a su mano. Mi corazón latía con fuerza, y sentí que el aire se volvía pesado. ¿Qué querría ella ahora, en este preciso momento?
Caminé hacia la puerta principal de mi departamento, nerviosa por la cita con Damon. Acepté, a pesar de mis dudas. Con un suspiro, me decidí por un vestido sencillo en tono rojo, dejando mi cabello suelto y sin maquillaje. ¿Por qué esforzarme tanto por alguien que ya me conocía tan bien? Cuando sonó el timbre, mis nervios se intensificaron. Abrí la puerta para encontrarme con Damon, quien me saludó con una sonrisa que parecía genuina. —Hola, Luzma. Estás hermosa esta noche —comentó mientras me miraba con admiración. —Gracias, Damon —respondí, sintiéndome un poco incómoda por el cumplido. Caminamos hacia su auto en silencio, y durante el trayecto al restaurante, el ambiente se llenó de una extraña tensión. No estaba acostumbrada a estar a solas con él después de todo lo que había pasado. Al llegar al restaurante, me di cuenta de que era uno de los más exclusivos de la ciudad. Damon abrió la puerta del auto para mí, y mientras caminábamos hacia la entrada, no pude evitar pregunt
Luz Marina Estaba muy feliz porque pronto sería mi cumpleaños. Era sábado y nos encontrábamos en la mansión de mis padres. Las niñas corrían felices por los amplios jardines, sus risas llenando el aire con una alegría contagiosa. Me sentía en paz, viendo cómo disfrutaban de la libertad y la seguridad de nuestro hogar familiar. Estaba al lado de mi padre, quien observaba a las gemelas con una sonrisa cálida. — Crecen muy rápido ¿verdad?—comentó papá, su voz llena de nostalgia.— No me acostumbro a que mi hija más pequeña ya sea toda una mamá. —Sí, papá, el tiempo pasa volando. Estoy muy agradecida de que puedan crecer aquí, rodeadas de familia y amor —respondí, mis ojos siguiendo los movimientos juguetones de Amina y Alisson.—Lamento haberlas alejado tanto tiempo de la familia. Papá asintió, su expresión reflejando la misma satisfacción que yo sentía. Era reconfortante saber que, a pesar de todas las turbulencias y desafíos que había enfrentado, mis hijas tenían un entorno
Estaba tranquila en la casa con mis niñas. Ya era demasiado tarde, pero ellas habían insistido en que les leyera cuentos. Mientras les narraba una de sus historias favoritas, noté que se escuchaban sonidos de música muy fuerte, como mariachis. Me dirigí a la ventana y, para mi sorpresa, vi que afuera del edificio alguien estaba cantando una de mis canciones favoritas. Eran los mariachis, y junto a ellos estaba Damon. Era evidente que ese miserable no había olvidado mi cumpleaños. Sin embargo, no me importaba lo que hiciera; yo jamás volvería con él. A pesar de mis sentimientos, las gemelas estaban felices al escuchar a su papá cantar. Se levantaron emocionadas y corrieron hacia la ventana para verlo mejor. —¡Mira, mamá, papá está cantando! —dijo Amina, con los ojos brillando de emoción. —Sí, y está tocando tu canción favorita —añadió Alisson, saltando de alegría. Intenté mantener la compostura y no dejar que mis emociones se mostraran delante de las niñas. Sabía que Damon esta
Estaba en el parque acuático con mis gemelas, Amina y Alisson, quienes llevaban bikinis rojos, igual que el mío. Las tres estábamos vestidas iguales, y Damon no dejaba de mirarnos con una mezcla de diversión y confusión. —¡Luzma, esto es una locura! —dijo, rascándose la cabeza mientras intentaba distinguir a las niñas—. ¿Cómo se supone que las diferencie? Las gemelas se rieron y corrieron a su alrededor, disfrutando de la situación. Diego, por su parte, observaba a sus nuevas hermanas con curiosidad. —¡Papi, papi! —gritaban las gemelas al unísono, burlándose de su confusión. —¡Alto ahí, traviesas! —exclamó Damon, sonriendo—. Tengo una idea. ¿Por qué no le ponemos una pulsera a cada una para que pueda saber quién es quién? —¡No! —protestaron Amina y Alisson, todavía riendo—. ¡Es más divertido así! —Está bien, está bien. Pero si me equivoco y llamo a una por el nombre de la otra, no se vale enojarse —dijo él, alzando las manos en señal de rendición. —¡Prometido! —respondi