Mientras dormía a las pequeñas, me encantaba contarles un cuento feliz a las dos. Era un momento especial del día, un tiempo de conexión y ternura que las ayudaba a relajarse y quedarse dormidas. Sin embargo, esa noche noté que Alisson estaba muy triste. Sus ojitos reflejaban una tristeza profunda que no solía ver en ella. —¿Qué pasa, mi pequeña pelirroja? —le pregunté suavemente mientras acariciaba su cabello—. ¿Por qué estás triste? Alisson miró hacia abajo, jugueteando con la manta entre sus dedos. Amina, siempre atenta, se inclinó hacia adelante, preocupada por su hermana. —¿Las molestaron en el jardín? —pregunté, tratando de entender qué había sucedido. Había unos niños que les encantaba molestar a los niños pequeños. Ya había hablado al respecto, pero los maestros no hacían nada. Amina se defendía bastante bien y con ella no se metían, pero sí con Alisson. Alisson asintió lentamente, y sentí un nudo en el estómago. —¿Qué te dijeron ahora, mi amor?— Pregunté Alisso
Damon Chrysler En este momento me encuentro jugando en mi oficina con Diego. El pequeño de cuatro años ha sido mi salvación estos últimos años. Desde el instante en que Azula llegó a mi puerta con él en brazos, mi vida cambió de manera irrevocable. Ella me dijo que no estaba segura de si él era mío o de alguno de los hombres que la habían abusado, pero desde el primer momento en que lo vi, lo amé como si fuera mío. Diego es mi sol en medio de la tormenta que ha sido mi vida. Su risa es el único sonido que logra calmar mi corazón roto. A pesar de no ser pareja con Azula, me he hecho responsable de él, y lo he criado como mi propio hijo. Él me llama "papá" y esa palabra es la que me da fuerzas para seguir adelante. Por supuesto jamás he dejado de pensar en mis hijas. En Amina y Alisson, mis pequeñas princesas que ya no están Estamos construyendo una torre de bloques cuando mi teléfono vibra en el escritorio. Ignoro la llamada por un momento, absorto en los pequeños ojos brill
Luz Marina Durante la noche, estaba tranquilamente intentando estudiar, con los libros y las notas esparcidas por la mesa del comedor. Las niñas ya estaban dormidas, y el silencio de la casa era reconfortante. De repente, escuché un golpe en la puerta. Miré el reloj; no esperaba visitas a esta hora. Al abrir la puerta, me encontré con Maxon. —Maxon, ¿qué haces aquí tan tarde? —pregunté, un tanto sorprendida, pero lo invité a pasar a la sala. Se sentó en el sofá y su rostro mostraba una seriedad inusual. —Luzma, tengo algo importante que decirte —dijo, y su tono me hizo sentir un nudo en el estómago. Me senté frente a él, esperando lo peor. —Tu abuela ha muerto —dijo finalmente, con voz suave pero firme. Sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies. Mi abuela había sido una de las pocas personas en mi vida que siempre me había apoyado incondicionalmente. El dolor y la tristeza comenzaron a inundarme. Ella murió pensando que yo estaba muerta, no pude pasar con ella sus
Luz Marina Al día siguiente me desperté temprano, aún sintiendo el peso de la noche anterior. Me levanté con determinación y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno de mis pequeñas. Mientras batía los huevos y ponía el pan en la tostadora, mis pensamientos seguían vagando por lo que había pasado con Maxon. Sabía que tenía que mantenerme fuerte por mis hijas. Alisson y Amina entraron en la cocina, sus caritas aún adormiladas pero llenas de curiosidad. Les serví sus platos y traté de sonreír, aunque sabía que mis ojos aún mostraban signos de haber llorado. —Mami, ¿por qué tus ojos están rojos? —preguntó Amina, siempre tan observadora y directa. —Sí, mami, ¿has llorado? —añadió Alisson, con su tono suave y preocupado. Me arrodillé a su altura y las miré a los ojos, tratando de mantener la calma y la compostura. —Anoche me puse un poco triste, mis amores. A veces los adultos también lloramos, pero estoy bien —les dije, acariciando sus mejillas. Amina frunció el ceño,
Luz Marina Estaba muy nerviosa por las amenazas de Maxon, pero por supuesto, no cedería. Jamás me acostaría con él; me provocaba asco. Luego de esa asquerosa propuesta, se marchó y me dediqué a seguir con mi vida. Fueron unos días agotadores en el restaurante, sin embargo, había valido la pena porque pude comprarles unos regalos hermosos a mis hijas, ya que pronto sería su cumpleaños. Ellas estaban jugando con el hijo de la vecina en su habitación mientras yo charlaba con la vecina, explicándole cómo deseaba organizar el cumpleaños de las gemelas. —Quiero que sea algo sencillo pero especial —le dije, sirviéndonos un té—. Un pastel casero, algunos globos y sus amigos del jardín de infantes. Quiero que se sientan felices y amadas. La vecina sonrió y asintió, comprendiendo mi deseo de darles a las niñas un momento de felicidad a pesar de las dificultades. —Claro, Luzma, te ayudaré en todo lo que necesites. Las niñas se merecen lo mejor. —Gracias, de verdad, tu apoyo signifi
Estaba muy nerviosa porque las pequeñas miraban extrañadas a Damon. Él se arrodilló a su altura y las abrazó a ambas. Ally se veía sonriente y Amina extrañada. La vecina y su hijo simplemente se marcharon, dejando el ambiente tenso y cargado de emociones. — Hola, mis pequeñas —dijo Damon con una sonrisa temblorosa—. Soy su papá, Damon. — ¿Papá? —repitió Alisson, con sus ojos brillando—. ¿De verdad eres nuestro papá? — Yo quiero que papi nos cuente un cuento —dijo Alisson, sus ojos brillando de emoción. — Ally, amor, ya es muy tarde y papi debe irse —respondí, tratando de no complicar más la situación. — Puedo quedarme unos minutos más, Luzma —intervino Damon—. No tardará nada, un cuento rápido. Alisson aplaudió emocionada y Amina, aunque aún algo reticente, se acurrucó más cerca de mí, observando con curiosidad. — Pero de princesas —añadió Alisson, con una sonrisa esperanzada. Damon sonrió y se sentó en el borde de la cama de las niñas, mirando a ambas con ternura.
Damon Chrysler Llegué a casa después de un largo viaje en auto, con la mente llena de pensamientos tumultuosos. Al entrar en mi departamento, la tensión seguía creciendo dentro de mí. Sabía que me esperaba una confrontación, pero no estaba preparado para lo que encontraría en mi habitación. Azula estaba allí, como si fuera su derecho estar en mi espacio personal. Aunque tenía su propio departamento, siempre encontraba una excusa para invadir el mío, a menudo bajo el pretexto de ver a Diego porque él prácticamente vivía conmigo. — Azula, sal de mi cama ahora mismo. ¿Dónde está Diego? — Mi voz resonó con una firmeza que apenas podía ocultar mi irritación. Ella me miró con esos ojos llenos de rencor y celos, y su acusación me golpeó como un puñetazo en el estómago. — ¿Estabas con una puta, verdad? Escuché su voz. Cualquiera que sea, la destruiré, porque tu mujer soy yo, Damon... — Su voz era un torrente de ira y posesión descontroladas. Traté de mantener la calma, a pesar de
Luz Marina Estaba tranquilamente con mis pequeñas, disfrutando de un momento de paz, cuando llegó un mensaje de Damon. Decía que yo era la única heredera de mi abuela. Mi corazón dio un vuelco al leerlo. No estaba segura de querer volver a mi vida de antes, de enfrentar a mis papás y a todos los demás. Tenía mucho miedo de que mi familia me despreciara por todos los errores que cometí. Las palabras de Damon resonaban en mi cabeza, trayendo consigo una avalancha de recuerdos y emociones. Mientras Ally y Amina jugaban con sus muñecas en la alfombra, me senté en el sofá y miré el mensaje una vez más. Sentí una mezcla de nostalgia y temor. La vida que había dejado atrás era complicada, llena de problemas y conflictos familiares. Había huido para proteger a mis hijas y para protegerme a mí misma. —Mami, ¿por qué estás triste? —preguntó Amina, acercándose con su muñeca en la mano. —No estoy triste, cariño —respondí, tratando de sonar convincente, pero mis ojos decían otra cosa.