Las perdí.

Aún no podía creer lo que había hecho. Me acosté con Azula. Soy un completo imbécil. La culpa y la desesperación me corroían por dentro. Hace más de dos horas que Luzma se marchó con mis hijas y no he podido encontrarlas.

He buscado por todas partes. No ha llegado a la casa de Rodrigo ni a ningún otro lugar que yo pueda imaginar. No está con sus padres, ni con ningún amigo o familiar conocido. La ansiedad me estaba matando, y la sensación de haberlo perdido todo me aplastaba el pecho.

Caminé de un lado a otro en la sala, pasando mis manos por el cabello, tratando de pensar en dónde podría estar. Cada minuto que pasaba sin noticias aumentaba mi angustia. Recordé el dolor en los ojos de Luzma cuando me sorprendió con Azula y supe que había destruido todo lo que teníamos.

—¿Damon, qué vamos a hacer? —preguntó Lucía, su voz llena de preocupación.

—No lo sé, Lucía. No lo sé... —dije, sintiendo la desesperación en mi voz.

Lucía me miró con tristeza, entendiendo la gravedad de la
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