Mi cuerpo está pegado a punta de soldadura autógena que a pesar de todo no puede evitar que me parta el culo en la escalera eléctrica del infierno. Me desplazo con la parábola de un escupitajo hacia la melodía rancia de las noches en vela.
Puedo sentir el ronronear de la pistola. Es como un maremoto en un colchón de agua. De lejos observo a un vendedor de cannabis que tiene la mata sembrada en el ombligo.
El tipo es un perfecto descuartizador de arbolitos de navidad. Su yerba es la mejor de la ciudad, es una m****a subida, si sabes a lo que me refiero. Con ella veo fácilmente Kama Sutras protagonizados por figuras de Alíen y Depredador en múltiples poses amatorias. Sexo y ácidos alienígenas en tu cara.
Disimuladamente cancelo el precio de tres postes gruesos y febricitantes como índice de E.T con un billete arrugado. Sin perder tiempo el hombre pega ante mis ojos en el rugoso billete una columna jónica, dórica, corintia, el arbotante de una catedral gótica luego de que saca más de la mitad de la yerba por quedar demasiado tacado.
Lo enciende. Le da una calada similar a la que dan los hoyos negros cuando succionan un planeta. En lugar de humo es ectoplasma, niebla, telarañas lo que sale de su boca.
Me ofrece. Él no sabe que vengo de pegarle un tiro en las pelotas a alguien. Y si lo supiera no creo que le importara. Diría: es un tipo menos para reproducirse. Ya hay demasiados chupapijas en este mundo.
Un rato después llego hasta mi apartamento ubicado en el último piso de una pensión. En el yacemos de vez en cuando un grupo de universitarios y yo. El panel yeso hace milagros. Las ranitas de porcelanicron de la patrona empiezan a croar. Su croar es espantoso. Para mi están hechas de porcelanicronomicón. Las cucarachas se las comen. Les ponen los huevos (ootecas-discotecas) dentro de sus cabezas y las ponen a soñar con fetos explosivos.
Me encierro en mi cuarto. Adentro, mi escueto mobiliario consta de un colchón, unos cuantos cds de rock y unos libros. Guardo la pistola bajo mi almohada. Me quito los zapatos y caigo en la letrina gelatinosa del sueño.
Un rato después sueño que mis cabellos largos buscan el gatillo bajo la almohada y luego de encontrarlo, disparan volándome la tapa de los sesos. Entonces ahí se quedan mis recuerdos salpicados contra el techo en un cuadro abstracto que jamás podré firmar. Me levanto. El techo está blanco. La pistola yace inanimada. Mi cabeza sigue llena de caballos galopando cementerios de automóviles. Mi sistema circulatorio sigue traficando M****A en lugar de sangre.
Cojo el arma. Sé dónde encontrar municiones. Un par de cuadras más abajo hacia el norte entro en una marquetería donde exhiben cuadros con todo tipo de ensambles, lo más inesperado, es temible quedarse viendo un cuadro de estos, en cualquier momento puede aparecerse por detrás el artista con un tarro de pegante queriendo anexarte a su obra.
Tengo suerte. Hay un cuadro de grandes dimensiones configurando, estilo puntillismo con balas, lo que un pendejo cree que es el rostro de su padre. Arranco todas las balas, que por cierto son de diferentes calibres, guardándolas en mis bolsillos y el cuadro con sus despegones se ve mejor, es decir refleja verdaderamente lo que es un rostro: pústulas, bubones, nacidos, acné, llagas, moretones, cicatrices, manchas, el gran libro-máscara de la vida prologado por la muerte y editado por la desesperación.
Cuando estoy despegando las balas aparece el dueño de la marquetería armado con un bate de béisbol. Al fondo del local una mujer llama a la policía. Saco el arma y apunto al entusiasta deportista que apenas ve la pistola se tira al suelo.
Le digo que agradezca que lo que estoy haciendo es crítica de arte y le pego una patada en la cara. Estoy seguro que se tragó un diente, estoy seguro que mañana tendrá que buscarlo en el retrete. Salgo corriendo del lugar.
Mis bolsillos están pesados como los de Virginia Wolf al adentrarse en el recinto de ondinas y tritones. La autora de Una habitación propia, evidentemente tenía necesidad de reflejo de agua, espejo de mar, lente de viento, sombra de niebla, polvo de plenilunio, aullido de sables, loto de fuego, y decidió caminar bajo el oleaje como los zombis de la de Romero, la que es con Asia Argento, mi continente favorito del cine, y se encontró finalmente bajo el océano
con Alfonsina Storni, con Caroline de Gunderode, otras clavadistas, cantáridas profesionales. Y ya convertidas en sirenas cantar hosannas magnéticos extraídos de una biblia de neón a la embarcación de Ulises para hacerla trastabillar, perder su centro, desmedir su figura y desdibujar su eje. Entonces y solo entonces se hace necesario despertar al brahmán, para que pula el corazón de las cosas con el esmeril del sueño.
Lo sé porque mi atavío es el extravío y mis apotegmas son esmegmas fermentados en la corona de la verga de dios. Soy una brújula helicóptero, mis manecillas son la hélice. Un delta de 5 brazos bailando break dance. Soy el tanque envenenado del Little bastard con gasolina de avión y aceite de la medianoche. Aunque también puedo ser Long play dando vueltas en la tornamesa del diablo y a su vez todo lo que da vueltas y revueltas y devueltas de más estando ebrio. La prodigalidad del remolino.
Sin estos devenires de conciencia, que ensarto cual cuentas en la tenía del tiempo, galaxia espiral, suburbio panóptico, la vida sería demasiado aburrida: nacer, crecer, reproducirse y morir como enseñan en las lecciones de biología o el:
Ten un libro
Siembra un niño
Y escribe un árbol
De los más ingeniosos con el lenguaje, futuros doctores de universidades devoradas por la lepra. En todo caso mermelada de vacío en el velamen de bajeles que van directo e irremediablemente hacia el estampido de la catarata final.
Desaparezco entre la niebla venenosa de una chimenea industrial y sacó a pasear perros, muñecas inflables, céfiros irredentos, hipocampos de fuego, cláusulas de contratos, cintas para máquinas de escribir.
Saco a pasear fuegos fatuos, primigenios de Lovecraft, libros de alguna biblioteca, perros planetarios, ruiseñores trasnochados, mofetas bien anfetas, cuadernos con salpicaduras de tinta, y ramalazos de tinieblas.
He sido bueno. Al menos no he tenido el suficiente dinero para ejercitar el mal. Sale costoso joder al prójimo, que no te quepa la menor duda de ello. En lo posible es necesario juntarse con otros para formar alianza. Sumar dividendos.Qué lástima que, aun siendo tan bueno, un proto delincuente diríamos, no pudiera dejar de recibir y encajarme ciertos golpes.El sin sentido de la vida en veloz sinopsis: Tener un trabajo que detesto o si medio me gusta mal pago; la infidelidad de las mujeres amadas y la indiferencia de las que por una suerte de mecanismo de defensa biológico no logre conquistar; la muerte: triste pantomima de la eternidad; las enfermedades: minas quiebra patas en mitad del paraíso, el desastre ecológico que de sastre no tiene nada incapaz hasta de remendar el hoyo en la capa de ozono. Un agujerito indigesto de millones de kilómetros.Cae la noche a trompicones sobre la ciudad. Noche- mu&ntil
Camino por las calles con mi juguete rabioso viendo cómo algunas raíces de árboles levantan el pavimento. Ese tipo de raíces no está mal, pero las más entretenidas, las más transgresoras, son las que se meten en las casas por las tuberías, moviéndose entre las ratas como un maldito rizoma inquieto y penetran el culo de alguien que en ese mismo instante está sentado defecando, saliendo por el sanitario con tanta velocidad, que no da tiempo de nada, quedando literalmente empalada la víctima. Conocí a un tipo que se fue a vivir a un apartamento en un octavo piso para evitar este tipo de inconvenientes típicos de las casas y los primeros pisos de los edificios. Los edificios son engañifas colosales. La gente no es dueña de la tierra si no del aire. Los edificios tienen ratas en los zapatos y murciélagos en el sombrero. El caso es que una noche el sujeto invitó a una amiga que era muy dada a tragar viandas y a soltar soretes y zurullos en cualquier retrete, y que, ya entrados en
Pensé que tenía ganas de cagar, pero no me salió nada, mis nalgas querían darle un beso sin lengua al sanitario. Hablando de besos no puedo evitar recordar a mi exnovia. La chica era una perra del infierno. Es posible que cupido no me haya asaeteado con una flecha cuando me fije en ella sino con un arpón ballenero. Una bala dum dum directo al corazón.Una noche no llevando mucho de empatados me quede a dormir en su cuarto completamente borracho y la muy degenerada me echó encima un galón de gasolina y estuvo toda la maldita noche lanzándome cerillos encendidos para prenderme fuego.Otra noche se trajo consigo la jeringa hipodérmica de un amigo suyo (un melodramático adicto en estado terminal) la cual tenía un coctel sumamente explosivo de sida y heroína y cocaína en su émbolo (un verdadero crimen contra las alturas, como si un jodido cocodrilo se comiera a una jiraf
Inoculando putrefacción en la savia de mi árbol genealógico decidí colgarme de una de sus ramas. Pienso en ahorcados famosos, en Best sellers del inframundo: Gerard de Nerval, Ian Curtis vocalista de la agrupación musical Joy división y en David Foster Wallace.Suicidarse es como sacar el perro a cagar, es como colgar ropa de una cuerda esperando a que se seque. Aquí está la vida y allí la muerte. Igual que con los zancudos, solo el toldillo nos separa de ella.Me quedan pocas balas. Sí, es un hecho, escribiré poemas en los proyectiles con un cuchillo y luego saldré a depositarlas en los cuerpos de quienes me rodean. Afortunados lectores. Te gusta mi poesía, ¡BANG! entonces déjala que habite en tu sangre. Déjala que recorra tu maldito torrente sanguíneo. Déjala que te explote el cerebro y que tus dientes salgan disparados como f
Descartes, maestro de los hurga narices, sacándose un moco descubrió la pineal. Algún día yo también descubriré algo. El tipo que dijo que las ballenas eran pulmonadas fue ridiculizado por sus sabios colegas. Ellos creían que estos inmensos animales tenían branquias. Ninguno de ellos le dio respiración boca a boca a una de ellas, ninguno fue capaz de inflamar los pulmones de una orca con su halito de maremoto embriagado. Me tiro para el rio Pance desde la universidad. No soy el lobo estepario si no el lobo este va pa río. No es lo mismo un día en Pance que una diazepam. Después de una caminata que les borraría las plataformas a unos zapatos de disco y estando frente al río tamborileo con mis dedos sobre mis nudillos de curandero filipino. Quien me viera pensaría que me dispongo a pescar con la mano. Que me dispongo a sacar un par de lentes de contacto de las escamas de algún pez enamorado. La verdad estoy ahí para lavar unos hongos alucinógenos de vaca que me
Estoy pagando una cerveza en una rapitienda a una anciana que en lugar de senos tiene pleistocenos. Esa mujer debió amamantar al primer Trilobitomorfo que surgió del magma innominado, cuando una niña le dice a su madre que le gustaría tener una barba como la mía cuando crezca. Inútilmente su madre trata de explicarle que cuando ella sea grande va a ser una mujer y que a las mujeres no les sale barba. Entonces dije perdone señora, pero en los circos hay mujeres barbadas y no voy a entrar en detalles diciéndole que sus entrepiernas aún son más peludas y que con los pelos del coño pueden levantar hasta… ¡ejem, ejem! señor, estamos delante de una niña, dijo la señora un poco enrojecida por el comentario. Así… entonces para compensar un poco las cosas dije que a mí me gustaría tener un sistema nervioso como el de la niña. Recién desempacado. Prístino. Impoluto. No como el mío que ha sido forjado a martillazos y parece cernícalo acosando a picotazos en pleno vuelo al ave f
Exonerado de tus sueños húmedos FELICIDAD. Como quien dice afueriando en el cielo como en un concierto cuando no se paga la entrada y no se puede pasar del umbral.Me vacuno contra la libido hiperbolizada, es decir me masturbo y me tiro el primer dada de la historia nada de Duchamps ni Picabias: un pedo. Este pedo es la presentificación odorífera del bollo que se esconde detrás. Es el dios detrás de la máscara.Prendo un canutillo con manos enguantadas de boxeador y salgo volando entre dioses dándome adioses. No importa cuánto ruegue a la mafia para que llene mis zapatos de cemento. Es inevitable que levite como un menospreciado médium.Es ineluctable que planee, como es ineludible la quimioterapia de los pinceles viejos. El ridiculema del asunto es que luego de pernoctar en la ionosfera deba caer como el pájaro alcanzado por el proyectil de la carabina o el arcabuz.Caeré
Estoy leyendo una antología poética de los beats y en ella leo tantas veces la palabra marihuana que me entran unas ganas de fumar ezlupesnantes, es decir espeluznantes y me lanzo a la calle a buscar a Jane, sweet Jane y suena la canción de la Velvet underground en mi rockola mental, máquina de moler partituras. Te amo más que el hombre araña Mary Jane, no puedo estar un solo día sin darle besos a ese orto de lumbre, fumar marihuana es como darle besos negros a una diosa. Quédate con quien te ame así. Jane es el quinto elemento, el sexto sentido, el ensoph de los cabalistas, el pleroma de los gnósticos, el a bao a qu de los lectores, es la maleta del viaje, el viaje y la llegada a ninguna parte, sweet jane y podría seguir hasta el infinito tan larga es su cabellera.Al salir de la pensión busco a un vigilante que siempre me da el pasaje de bus para ir a la universidad, ese tipo es un