Parte de un rectángulo verde con flores fucsia. Es el teléfono de Jada.
―No me toques ―grito mientras saco mi teléfono. No me toques o llamaré a la policía.
―Está bien Mérida, no voy a hacerte daño, jamás te haría daño.
Salgo corriendo. Estoy descalza, pero eso no me preocupa en absoluto. Llamo a un taxi, que llega después de unos diez minutos.
―Tenías razón, no debí confiar en Patrick. ¿Voy camino a mi departamento, puedes ir? Necesito hablar de esto con alguien por favor.
Cuando llego al edificio donde vivo, Johnny está afuera esperándome. Entramos a mi departamento y hablamos por un par de horas, aunque me he desahogado no me siento mejor, tengo miedo, me siento usada, engañada.
Estoy sentada con Johnny en la cama de mi habitación, él se me acerca, y toma mis manos
―Todo va estar bien Mérida. Sabes que estoy aquí para protegerte ―dice mientras aparta un mechón de cabello de mi cara y
―La primera vez que preguntaste estabas muy pequeña para darte explicaciones Mérida, decidí que esperaría a que tuvieras la edad suficiente para entender ―Mi madre empezó a hablar con firmeza, con aires de estar convencida de que sus razones eran válidas e irrefutables, pero conforme las palabras salían de entre sus labios, perdían arrojo ―hizo una pausa, dejó salir un suspiro que sonó áspero en mi lado del teléfono y continuó―Pero jamás volviste a sacar el tema, y yo tampoco quise hacerlo. Me faltó valor. Quizás hubieses podido conocerlo.Permanecí callada. No tenía nada que reprocharle, yo tampoco tuve el valor de preguntar por mi padre, ni siquiera en esas ocasiones en las que, siendo aún una pequeña niña, sentía que una parte importante de mí estaba incompleta.―¿Iras conmigo verdad? ―l
Johnny vuelve la mirada hacia mí y frunce el ceño. ―Pero al menos se aseguró de dejarles una cuantiosa compensación monetaria por todos los años que no estuvo ―agrega el abogado, interrumpiendo nuevamente la conversación de gestos entre Johnny y yo. Luego se sienta y levanta un sobre como si quisiera que lo vieran todas las personas de un gran auditorio. ―Se hace constar que el sobre está totalmente sellado. ¿Lo certifican? ―Lo certifico. ―dicen al unísono dos personas paradas en una esquina de la habitación. Ni siquiera noté cuando llegaron, o si estaban ahí cuando yo entré. ―Entonces procederé a abrir el sobre. Señor notario; por favor, si es tan amable de darle lectura ―le dice el abogado a un señor de pelo gris, que lleva anteojos y viste traje. Le entrega los documentos que acaba de sacar del pliego. Tampoco sé en qué momento llegó este señor, tal vez cuando bajé al vestíbulo y mi madre me convencía de volver a subir. Estoy casi segura de
―Mérida. Lo siento. El rollo no es contigo. Veo que ya conociste a mi hermano y espero que no hallas caído en sus “encantos” dice Amy haciendo comillas con los dedos al pronunciar la última palabra.―¿Es tu hermano? ―pregunto con notable alivio. Harley sonríe al notar lo que había pasado por mi mente.―Sí. Para mi desgracia, este soquete es mi hermano y había dicho que iría por mí al aeropuerto, aunque le dejé claro que no era necesario. Pero algunos creen que por ser mujer necesito siempre de un hombre que me haga la vida más fácil ―dice Amy acerándose a Harley y viéndolo con reproche. Él la abraza y le da un beso en la mejilla.―Ya cálmate enana. Al final decidí dejarte probar tu punto de la autosuficiencia y todo eso. Veo que pudiste tomar un taxy. Te felicito ―Ella le da una palmada en el pecho. Y dirig
―¿!Mérida¡? ¿Tú? ¿Quieres tatuarte? ―dice con asombro. ¿Tatuarme? Pienso mientras veo a Harley con guantes de látex, sosteniendo con una mano la maquina tatuadora y con la otra una gasa blanca medio manchada de negro. ―¡Claro! ¿Por qué no? ―le contesto sin pensarlo, movida por esa estúpida necesidad de encajar. ―Está bien, como quieras. Mira si hay algo que te guste. Me dice señalando una pila de hojas y revistas sobre una pequeña mesita y luego sigue tatuando a la chica. Miro los diseños de tatuajes en cada una de las páginas de las revistas y fotografías sueltas. La verdad, nunca se me había pasado por la cabeza tatuarme, pero la idea de hacerlo empieza a parecerme fascinante. ―¿Ya te decidiste? ―me pregunta Harley mientras desarma la máquina. Ha pasado casi una hora. La chica en la camilla se levanta, se para frente a un espejo y se pone de costado tratando de mirar su espalda ―¡ Ha quedado i
CAPITULO 13La mañana ha transcurrido y me ha costado mucho concentrarme en el trabajo. La imagen de JJ tirada en el piso con el cráneo aplastado no ha dejado de darme vueltas en la cabeza. Ha ocurrido otra vez; el rostro en mis sueños no es desconocido, en este momento el cuerpo de JJ debe estar descomponiéndose en algún lugar. Durante los tres días que han pasado he estado al pendiente de las noticias, a la espera de que descubran el cadáver y se confirmen mis temores. No he tenido el valor de mencionárselo a Amy; no sabría cómo.― ¡Mérida! Ya despierta, me has pedido que venga a verte y no me has dicho más de dos palabras ―Jhonny me mira preocupado.―oh no, no es nada, es que… ―no puedo hablar, respiro profundo. Johnny aprieta mi mano.―Vamos Mérida, sabes que puedes decirme lo que sea.Le cuento lo que pas&oacut
―¿Quién es Ryan? ―le pregunto a mi madre en cuanto me abre la puerta. El color huye de su piel en una fracción de segundo.―¿Ryan? Cariño, tu sabes quién es Ryan; lo conoces desde que eras una niña. Iban a la misma escuela…bueno él te llevaba unos cuantos años, pero… ¿Por qué lo preguntas?Siento vergüenza de decirle los recuerdos que he tenido de él.―Le he visto en la tienda, te ha enviado saludos.―¡Ah! ―exclama con notable alivio ―coge una de las bolsas y se dirige a la cocina. Yo le sigo―¿Venía a la casa muy seguido? ―pregunto mientras pongo un par de bolsas en la encimera.―¿Ryan? ―me da la espalda y se pone de puntillas para revisar la alacena―¡Mamá! ―le insisto al ver que coloca dos recipientes en la encimera y se pone a servir el helado sin responder a mi pregunta.―Oh, lo sie
No digo nada, no tengo nada que decir en mi defensa. Patrick tiene toda la razón, ni siquiera yo me reconozco. Estos sueños, estos recuerdos extraños, estas voces que parecen hablarme desde las sombras; estoy enloqueciendo; no me siento yo. Pero ahora no quiero hablar de esto; solo puedo pensar en la última chica con la que he soñado y estoy a punto de arrancarme la vía intravenosa para escapar de esta habitación, cuando una enfermera entra. Se me acerca, revisa la vía, regula la velocidad del suero (le queda poco para acabarse). Abre la carpeta que lleva en sus manos y hace unos apuntes. Al quitar la vista de la hoja le da un vistazo furtivo a Patrick. Patrick le sonríe con amabilidad y de pronto siento hervir mi sangre.—Necesito irme ahora mismo —le digo a la enfermera con un tono altanero.Patrick resopla, se cruza de brazos y se frota el tabique con los dedos pulgar e índice. Tiene e
En este momento siento que he muerto. Seguro he muerto. Al menos por un par de segundos mi alma ha salido de mi cuerpo; por un instante he dejado de respirar y mi corazón ha dejado de latir.Salgo del auto tratando de buscar el aire que me falta, cierro la puerta tras de mí y me recuesto del coche dejando caer mi cuerpo hasta encontrarme agachada en el piso con las piernas dobladas, los codos apoyados en las rodillas y las manos abiertas tapándome la cara. En un momento Patrick está arrodillado a mi lado, Amy y Harley guardan distancia.Me rodeo las piernas con los brazos y hundo mi cara en mis rodillas, los vaqueros se empapan enseguida con mis lágrimas. Siento la mano de Patrick acariciar suavemente mi espalda y ese pequeño contacto me hace recordar cómo que me siento a su lado; Patrick me hace olvidar cualquier dolor, tiene un efecto analgésico, no solo en mi cuerpo si no en mi alma. Levanto la cabe