―¿Quién es Ryan? ―le pregunto a mi madre en cuanto me abre la puerta. El color huye de su piel en una fracción de segundo.
―¿Ryan? Cariño, tu sabes quién es Ryan; lo conoces desde que eras una niña. Iban a la misma escuela…bueno él te llevaba unos cuantos años, pero… ¿Por qué lo preguntas?
Siento vergüenza de decirle los recuerdos que he tenido de él.
―Le he visto en la tienda, te ha enviado saludos.
―¡Ah! ―exclama con notable alivio ―coge una de las bolsas y se dirige a la cocina. Yo le sigo
―¿Venía a la casa muy seguido? ―pregunto mientras pongo un par de bolsas en la encimera.
―¿Ryan? ―me da la espalda y se pone de puntillas para revisar la alacena
―¡Mamá! ―le insisto al ver que coloca dos recipientes en la encimera y se pone a servir el helado sin responder a mi pregunta.
―Oh, lo sie
No digo nada, no tengo nada que decir en mi defensa. Patrick tiene toda la razón, ni siquiera yo me reconozco. Estos sueños, estos recuerdos extraños, estas voces que parecen hablarme desde las sombras; estoy enloqueciendo; no me siento yo. Pero ahora no quiero hablar de esto; solo puedo pensar en la última chica con la que he soñado y estoy a punto de arrancarme la vía intravenosa para escapar de esta habitación, cuando una enfermera entra. Se me acerca, revisa la vía, regula la velocidad del suero (le queda poco para acabarse). Abre la carpeta que lleva en sus manos y hace unos apuntes. Al quitar la vista de la hoja le da un vistazo furtivo a Patrick. Patrick le sonríe con amabilidad y de pronto siento hervir mi sangre.—Necesito irme ahora mismo —le digo a la enfermera con un tono altanero.Patrick resopla, se cruza de brazos y se frota el tabique con los dedos pulgar e índice. Tiene e
En este momento siento que he muerto. Seguro he muerto. Al menos por un par de segundos mi alma ha salido de mi cuerpo; por un instante he dejado de respirar y mi corazón ha dejado de latir.Salgo del auto tratando de buscar el aire que me falta, cierro la puerta tras de mí y me recuesto del coche dejando caer mi cuerpo hasta encontrarme agachada en el piso con las piernas dobladas, los codos apoyados en las rodillas y las manos abiertas tapándome la cara. En un momento Patrick está arrodillado a mi lado, Amy y Harley guardan distancia.Me rodeo las piernas con los brazos y hundo mi cara en mis rodillas, los vaqueros se empapan enseguida con mis lágrimas. Siento la mano de Patrick acariciar suavemente mi espalda y ese pequeño contacto me hace recordar cómo que me siento a su lado; Patrick me hace olvidar cualquier dolor, tiene un efecto analgésico, no solo en mi cuerpo si no en mi alma. Levanto la cabe
―¡Hannah! ―grito mientras encajo la llave en el ojo de la cerradura― ¡Hannaaaah! ―grito con más fuerzas al entrar.Es la primera vez que estoy en este lugar, pero ya me es familiar, lo he visto en mis sueños. Entro a una habitación y me acerco a la mesilla al lado de la cama donde veo lo mismo que ha visto Hannah: un libro de bienes raíces y dentro del cajón, lo que me hizo venir hasta aquí; una piedrecita gris platinada con pequeños cráteres que le dan la apariencia de una pequeña…Un golpe en la cabeza deja mis pensamientos en el aire, caigo al piso; mi mejilla contra las baldosas blancas.Un par de tenis negros se acercan a mí con cautela, levanto la vista despacio. Veo rodillas raspadas y lirios azules. Siento alivio hasta que una patada en el estómago me deja sin aire.―Hannah ¿qué haces? He… ve…venido
Durante estos últimos días he llevado una lucha interna: quiero verla, decirle lo que no he tenido el valor de decirle antes y rogar que me perdone. Pero por otra parte, no quiero arriesgarme. Debería irme, volver a Francia y olvidarme de ella. Si le confieso lo que le he hecho, me alejará no solo de ella, sino también de Adrien y eso me destrozaría. Contemplo a Adrien dormir unos minutos más. Lo cubro hasta los hombros con las sábanas. Me voy a la cama pero no ligro conciliar el sueño. Los recuerdos de la primera vez que vi a Mérida vienen a mi mente. Éramos unos críos. Yo había terminado la preparatoria, pero me había tomado un año sabático, o más bien dos. No había encaminado mi vida, no quería estudiar ninguna carrera, no quería dedicarme a nada aparte de andar por ahí, de fiesta en fiesta derrochando el dinero de Eleonor. Una noche, de algún modo que no recuerdo, mis amigos y yo acabamos en una fiesta de fraternidad. Poco imaginaba que esa f
Paulette y Eleonor insisten en que debo decirle la verdad a Mérida. Piensan que me perdonará y que ella, Adrien y yo seremos una familia feliz. Pero en este momento no sé si quiero que Mérida forme parte de la vida de Adrien. Últimamente ha cambiado demasiado, la percibo inestable, perturbada. No es para menos; esos sueños suyos desconcertarían a cualquiera, pero teniéndome a mí, a Johnny y a Amy; no comprendo cómo ha sido tan débil como para buscar refugio en el alcohol. La creía más centrada, más fuerte, verla en esta cama de hospital con la cara raspada, sabiendo que el accidente ha sido por conducir ebria, me llena de frustración. No es que no pueda hacer lo que quiera con su vida, solo me duele pensar que no sería una persona apta para encargarse de Adrien. Los ojos de Mérida empiezan a abrirse despacio. Aunque el médico ya me ha dicho que no le ha pasado nada, verla despertar me produce un alivio indescriptible. Aunque se siga comportando com
Han pasado tres días desde que estuve con Mérida, Amy y Harley buscando a esa chica llamada Hannah. Cuando pienso en la forma en que Mérida se aferró a mí cuando recibió la noticia de la muerte de su madre, mis sentimientos colisionan entre sí; sentir que me necesita, que soy parte importante de su vida y que puedo sostenerla cuando pasa por algo así, es una sensación que no cambiaría por nada, pero saber que al mismo tiempo soy yo la persona que más daño le ha hecho en la vida, me sigue atormentando tanto o más que antes. Ha terminado el funeral y llevo a Mérida a mi departamento. Paulette y Adrien también están con nosotros, hacen algún juego en la parte trasera del auto y puedo notar el gesto de desagrado que se dibuja en el rostro de Mérida cuando la risa de Paulette tala el silencio. ******* Hace un par de horas que hemos llegado. Mérida está descansando y Paulette no deja de insistir en que debo decirle la verdad. Y como si fuera
Mérida me mira confusa, mira a Adrien y de nuevo a mí. Se ha quedado atónita. ―Bueno, eehh… creo que ya me voy ―dice Harley al percatarse de lo que ocurre. Le da un beso en la mejilla a Mérida, no es un beso de amigos, ella se sonroja. Adrien me toma de la mano, la aprieta muy fuerte y ese contacto me hace entrar en razón. No tenía que ser así, no debí decírselo de esta forma, no ha sido correcto, no ha sido justo para ninguno de los dos. Mérida nos da la espalda y va a sentarse al sofá, recuesta la mitad superior de su cuerpo sobre el posabrazos. Adrien se suelta de mi mano y da dos pasos hacia Mérida. ―No tienes que ser mi mamá si no quieres―Adrien le habla a Mérida y las lágrimas empiezan destilar de sus ojos entristecidos. Mérida se levanta del sofá como un resorte, se pone de rodillas frente a Adrien y lo abraza con desembozo. Los dos lloran. Los tres lloramos. Permanecen así un buen rato. Yo no sé qué hacer, có
Después de preguntar por unos tres autos y quedar horrorizada con los costos, Mérida se ha decidido por uno. No es que le haya encantado, más bien le ha parecido lo suficientemente barato; en eso ha basado su elección. Trato de convencerla de que compre algo más… no sé, lujoso, le insisto en que puede comprar algo mejor, pero ella ya ha preguntado por “el auto rojo de allá” refiriéndose a un Nissan Versa y en cuanto el vendedor le lanzó un “ofertón”, se le han iluminado los ojos. Al menos, ahora tendrá un auto. ―¿Me sigues o te sigo? ―pregunta Mérida con el entusiasmo de un niño con juguete nuevo, apretando la llave en su puño cerrado y caminando a zancos hacia su nueva adquisición.―Tu conduces, pero voy contigo, enviaré a alguien por mi auto luego. Lo devolveré a la agencia de alquiler, ya tengo quien me l