―Mérida. Lo siento. El rollo no es contigo. Veo que ya conociste a mi hermano y espero que no hallas caído en sus “encantos” dice Amy haciendo comillas con los dedos al pronunciar la última palabra.
―¿Es tu hermano? ―pregunto con notable alivio. Harley sonríe al notar lo que había pasado por mi mente.
―Sí. Para mi desgracia, este soquete es mi hermano y había dicho que iría por mí al aeropuerto, aunque le dejé claro que no era necesario. Pero algunos creen que por ser mujer necesito siempre de un hombre que me haga la vida más fácil ―dice Amy acerándose a Harley y viéndolo con reproche. Él la abraza y le da un beso en la mejilla.
―Ya cálmate enana. Al final decidí dejarte probar tu punto de la autosuficiencia y todo eso. Veo que pudiste tomar un taxy. Te felicito ―Ella le da una palmada en el pecho. Y dirig
―¿!Mérida¡? ¿Tú? ¿Quieres tatuarte? ―dice con asombro. ¿Tatuarme? Pienso mientras veo a Harley con guantes de látex, sosteniendo con una mano la maquina tatuadora y con la otra una gasa blanca medio manchada de negro. ―¡Claro! ¿Por qué no? ―le contesto sin pensarlo, movida por esa estúpida necesidad de encajar. ―Está bien, como quieras. Mira si hay algo que te guste. Me dice señalando una pila de hojas y revistas sobre una pequeña mesita y luego sigue tatuando a la chica. Miro los diseños de tatuajes en cada una de las páginas de las revistas y fotografías sueltas. La verdad, nunca se me había pasado por la cabeza tatuarme, pero la idea de hacerlo empieza a parecerme fascinante. ―¿Ya te decidiste? ―me pregunta Harley mientras desarma la máquina. Ha pasado casi una hora. La chica en la camilla se levanta, se para frente a un espejo y se pone de costado tratando de mirar su espalda ―¡ Ha quedado i
CAPITULO 13La mañana ha transcurrido y me ha costado mucho concentrarme en el trabajo. La imagen de JJ tirada en el piso con el cráneo aplastado no ha dejado de darme vueltas en la cabeza. Ha ocurrido otra vez; el rostro en mis sueños no es desconocido, en este momento el cuerpo de JJ debe estar descomponiéndose en algún lugar. Durante los tres días que han pasado he estado al pendiente de las noticias, a la espera de que descubran el cadáver y se confirmen mis temores. No he tenido el valor de mencionárselo a Amy; no sabría cómo.― ¡Mérida! Ya despierta, me has pedido que venga a verte y no me has dicho más de dos palabras ―Jhonny me mira preocupado.―oh no, no es nada, es que… ―no puedo hablar, respiro profundo. Johnny aprieta mi mano.―Vamos Mérida, sabes que puedes decirme lo que sea.Le cuento lo que pas&oacut
―¿Quién es Ryan? ―le pregunto a mi madre en cuanto me abre la puerta. El color huye de su piel en una fracción de segundo.―¿Ryan? Cariño, tu sabes quién es Ryan; lo conoces desde que eras una niña. Iban a la misma escuela…bueno él te llevaba unos cuantos años, pero… ¿Por qué lo preguntas?Siento vergüenza de decirle los recuerdos que he tenido de él.―Le he visto en la tienda, te ha enviado saludos.―¡Ah! ―exclama con notable alivio ―coge una de las bolsas y se dirige a la cocina. Yo le sigo―¿Venía a la casa muy seguido? ―pregunto mientras pongo un par de bolsas en la encimera.―¿Ryan? ―me da la espalda y se pone de puntillas para revisar la alacena―¡Mamá! ―le insisto al ver que coloca dos recipientes en la encimera y se pone a servir el helado sin responder a mi pregunta.―Oh, lo sie
No digo nada, no tengo nada que decir en mi defensa. Patrick tiene toda la razón, ni siquiera yo me reconozco. Estos sueños, estos recuerdos extraños, estas voces que parecen hablarme desde las sombras; estoy enloqueciendo; no me siento yo. Pero ahora no quiero hablar de esto; solo puedo pensar en la última chica con la que he soñado y estoy a punto de arrancarme la vía intravenosa para escapar de esta habitación, cuando una enfermera entra. Se me acerca, revisa la vía, regula la velocidad del suero (le queda poco para acabarse). Abre la carpeta que lleva en sus manos y hace unos apuntes. Al quitar la vista de la hoja le da un vistazo furtivo a Patrick. Patrick le sonríe con amabilidad y de pronto siento hervir mi sangre.—Necesito irme ahora mismo —le digo a la enfermera con un tono altanero.Patrick resopla, se cruza de brazos y se frota el tabique con los dedos pulgar e índice. Tiene e
En este momento siento que he muerto. Seguro he muerto. Al menos por un par de segundos mi alma ha salido de mi cuerpo; por un instante he dejado de respirar y mi corazón ha dejado de latir.Salgo del auto tratando de buscar el aire que me falta, cierro la puerta tras de mí y me recuesto del coche dejando caer mi cuerpo hasta encontrarme agachada en el piso con las piernas dobladas, los codos apoyados en las rodillas y las manos abiertas tapándome la cara. En un momento Patrick está arrodillado a mi lado, Amy y Harley guardan distancia.Me rodeo las piernas con los brazos y hundo mi cara en mis rodillas, los vaqueros se empapan enseguida con mis lágrimas. Siento la mano de Patrick acariciar suavemente mi espalda y ese pequeño contacto me hace recordar cómo que me siento a su lado; Patrick me hace olvidar cualquier dolor, tiene un efecto analgésico, no solo en mi cuerpo si no en mi alma. Levanto la cabe
―¡Hannah! ―grito mientras encajo la llave en el ojo de la cerradura― ¡Hannaaaah! ―grito con más fuerzas al entrar.Es la primera vez que estoy en este lugar, pero ya me es familiar, lo he visto en mis sueños. Entro a una habitación y me acerco a la mesilla al lado de la cama donde veo lo mismo que ha visto Hannah: un libro de bienes raíces y dentro del cajón, lo que me hizo venir hasta aquí; una piedrecita gris platinada con pequeños cráteres que le dan la apariencia de una pequeña…Un golpe en la cabeza deja mis pensamientos en el aire, caigo al piso; mi mejilla contra las baldosas blancas.Un par de tenis negros se acercan a mí con cautela, levanto la vista despacio. Veo rodillas raspadas y lirios azules. Siento alivio hasta que una patada en el estómago me deja sin aire.―Hannah ¿qué haces? He… ve…venido
Durante estos últimos días he llevado una lucha interna: quiero verla, decirle lo que no he tenido el valor de decirle antes y rogar que me perdone. Pero por otra parte, no quiero arriesgarme. Debería irme, volver a Francia y olvidarme de ella. Si le confieso lo que le he hecho, me alejará no solo de ella, sino también de Adrien y eso me destrozaría. Contemplo a Adrien dormir unos minutos más. Lo cubro hasta los hombros con las sábanas. Me voy a la cama pero no ligro conciliar el sueño. Los recuerdos de la primera vez que vi a Mérida vienen a mi mente. Éramos unos críos. Yo había terminado la preparatoria, pero me había tomado un año sabático, o más bien dos. No había encaminado mi vida, no quería estudiar ninguna carrera, no quería dedicarme a nada aparte de andar por ahí, de fiesta en fiesta derrochando el dinero de Eleonor. Una noche, de algún modo que no recuerdo, mis amigos y yo acabamos en una fiesta de fraternidad. Poco imaginaba que esa f
Paulette y Eleonor insisten en que debo decirle la verdad a Mérida. Piensan que me perdonará y que ella, Adrien y yo seremos una familia feliz. Pero en este momento no sé si quiero que Mérida forme parte de la vida de Adrien. Últimamente ha cambiado demasiado, la percibo inestable, perturbada. No es para menos; esos sueños suyos desconcertarían a cualquiera, pero teniéndome a mí, a Johnny y a Amy; no comprendo cómo ha sido tan débil como para buscar refugio en el alcohol. La creía más centrada, más fuerte, verla en esta cama de hospital con la cara raspada, sabiendo que el accidente ha sido por conducir ebria, me llena de frustración. No es que no pueda hacer lo que quiera con su vida, solo me duele pensar que no sería una persona apta para encargarse de Adrien. Los ojos de Mérida empiezan a abrirse despacio. Aunque el médico ya me ha dicho que no le ha pasado nada, verla despertar me produce un alivio indescriptible. Aunque se siga comportando com