III
Lo único lindo de esa habitación eran los ventanales. Su enormidad, la vista; todo eso le recordaba mucho a la habitación en su casa. La nostalgia le pegó en el corazón cuando los recuerdos de una niñez tranquila y aburrida le llegaron a la cabeza. Tomó su pequeño baúl y lo metió bajo la cama y en ese instante un muchacho tan joven como él, intentó entrar al cuarto pero no pasó de la puerta y se quedó observándolo. Bastian se levantó de prisa y le sonrió.
—¿Eres mi compañero de habitación? —El otro muchacho no respondió ni se movió. —Mucho gusto yo soy Bastian, soy nuevo en este internado pero de seguro ya sabes eso. ¿Cuál es tu nombre?
—Mi nombre es Louis, y sí soy tu compañero de cuarto.
—Mucho gusto Louis.
Bastian le observó un momento y no sintió nada negativo de parte de ese joven de cabello lacio, del color del trigo. Tenía la mirada sencilla, los ojos enormes y de color miel, las facciones muy finas, parecía eso sí muy delgado apesar de ese montón de ropa que llevaba encima igual que todos.
El muchacho nuevo y que creía estar soñando, regresó a lo suyo. No quiso guardar su ropa en ese clóset pues tomaría esa horrible fragancia a viejo, así que las dejó en las valijas, después de todo su madre se aseguró que todo fuera limpio y oloroso a flores, y deseaba que así siguiera oliendo. Sacó los libros que al parecer le habían pedido para su estancia en ese lugar, cuadernos de pasta muy elegante y, al final, sus muchos lápices y carboncillos que usaba para sus dibujos. Sonrió mientras tomaba esas cajas de lápices que olían a nuevo, esperando que en ese internado tuviera inspiración para dibujar. Iba a recostarse un rato y solo hasta ese momento se dio cuenta que Louis no se había movido un centímetro de su sitio.
—¿Qué haces aún ahí? ¿No estás cansado acaso? Deberías recostarte un rato, yo voy a hacerlo. Luego voy a hacerte muchísimas preguntas.
Bastian le sonrió intentando ser simpático.
—Está bien —respondió Louis, y como obedeciendo una orden se, acostó en la cama todo indicaba que se había quedado dormido, si bien tocó la almohada. Bastian no pudo ocultar su sorpresa y se dio cuenta que tendría un compañero de habitación bastante peculiar. Al menos ya no se sentía el único raro de ese lugar. Hizo un gesto de decepción y luego de guardar sus instrumentos de dibujo, se asomó al ventanal, mas ya no había ningún chico en la entretenida labor de lanzar piedras al lago.
Todo indicaba que no había nadie por ningún lado. Logró percibir el olor de pan recién horneado y eso le calmó un poco el estómago, al menos de hambre no iba a morir. Miró fijamente ese punto lejano del camino rodeado por árboles, que se mostraba como la entrada a un bosque. Buscó con insistencia la puerta en la que su padre lo había dejado, o las rejas que se topó un poco después, pero no lograba ver más que árboles; aún no se ubicaba bien en el sitio y pensó que de seguro todo aquello estaba del otro lado del pasillo de su habitación. Miró hacia abajo de su ventana y lo sorprendió un joven que le observaba fijamente. Bastian no pudo decir nada, lo sentía muy cerca y lo asustó un tanto la profundidad de aquella mirada.
El joven estaba solo, tenía la boina en la mano y lucía perfecto de pies a cabeza. Su piel era blanca, sin embargo le fue imposible saber el color de sus ojos. Su cabello era cobrizo y el viento lo mecía con gracia. Pero esa mirada tan directa lo agobiaba, no le veía como los otros chicos, con miedo o con curiosidad, le veía como si al fin lo hubiese encontrado.
Bastian no pudo hacer nada, solo le miraba también y debió sonrojarse porque sintió sus mejillas arder. Ahora estaba experimentando una ansiedad por la presencia de ese desconocido, quería dejar de verlo pero no podía, era como si sus pies se hubiesen quedado pegados al borde de aquella ventana, como si su cabeza tuviera voluntad propia y no le dejara virar y solo ignorarlo. Tenía que hacer algo, no podía solo verlo y ya. Quiso saludarlo, así que abrió la boca y cuando estaba por pronunciar una palabra el joven puso su dedo en sus propios labios pidiendo silencio.
La puerta de la habitación se abrió de una patada que por poco tira abajo la ya envejecida madera. Bastian se asustó con el estruendo y miró de inmediato a la cama de Louis que parecía no haberse dado cuenta de nada. Uno tras otro entraron cinco muchachos en total que lo miraron desafiantes, al parecer los chicos malos le iban a dar la bienvenida. Odió la situación pues no esperaba tener que irse a los puños con nadie en su primer día; uno de ellos que actuaba como el líder se acercó a la cama de Louis y se lo cargó al hombro como si se tratara de un muñeco. Bastian dio dos pasos para intentar detenerlo y entonces los otros cuatro se prepararon a detenerlo.
—Luego vendré por ti muchacho, no seas impaciente —dijo arrogante ese que se llevaba a Louis en el hombro. Bastian con agilidad única se escabulló por entre los cuatro muchachos que lo rodeaban y logró llegar hasta aquel que parecía el líder para detenerlo. De un solo jalón logró arrebatarle a Louis del hombro al otro, pero el peso del chico le ganó y Bastian cayó al piso junto con él que aún no despertaba. Iba a levantarse para sacar a Louis de ahí, pero recibió un puño en su estómago que lo dejó sin aire y lo redujo de nuevo al piso. Vio que otros chicos se asomaban a ver lo que sucedía y comenzó a gritarles por ayuda antes que pasara algo que tuviera que lamentar.
—¡Llamen a un maestro por Dios! —gritaba con el poco aliento que le había dejado el golpe pero nadie hacía nada. Solo observaban como si ya estuvieran acostumbrados. Increíblemente los cuatro muchachos que estaban ahí junto a ese que quería llevarse a Louis, no se movían en lo absoluto.
Desde el piso, Bastian vio como el aparente líder de nuevo intentaba cargarse a Louis y antes que pudiera agacharse para recogerlo, Bastian le saltó encima al dormido muchacho para cubrirlo con su cuerpo, si se lo llevaban tendría que ser junto a él. No tenía idea en ese momento de qué demonios estaba haciendo ni porqué sentía que debía proteger a ese chico aun a sabiendas que entre cinco contrincantes no había opciones de salir bien librado, pero incluso así usó su cuerpo como escudo para lo que pudiera venirse cuesta arriba.
Y fue lo esperado. Empezó a recibir golpes y patadas de las cuales no pudo defenderse pero que por alguna razón no sentía tan dolorosas. El aparente líder lo tomó por el cabello y con fuerza sobrenatural hizo que soltara a Louis, aquello sí le había dolido; sin soltarlo del cabello lo lanzó muy lejos haciendo que se golpeara con su escritorio, sin embargo eso no fue lo peor ni lo más extraño. Uno de los cuatro jóvenes que habían entrado desde el inicio, le saltó encima y vino lo espantoso: Bastian creyó haberle visto dientes como cuchillas y los dedos como garras afiladas. Gritó de horror y como pudo lo empujó para quitárselo de encima, tenía que salir de ahí y su primer pensamiento fue la ventana. Quizás se rompería una pierna pero seguiría vivo.
Con la determinación intacta, se levantó mientras veía que todos iban por él y el milagro se dio cuando en ese mismo momento entró al cuarto aquel gentil muchacho de cabellos oscuros que le había llevado hasta la habitación. El muchacho que apenas entraba, de un solo golpe en la cara logró enviar lejos a aquel que intentaba salir con Louis en el hombro. Los otros chicos se asustaron mucho e hicieron lo increíble: Saltaron por la ventana. Bastian se encogió en una esquina escondiendo su cabeza entre las piernas ya que seguramente ahora escucharía los gritos de los chicos que saltaron, mas eso no sucedió. El gentil muchacho que le había ayudado todo aquel día, se le acercó e intentó calmarlo insistiéndole que ya no había peligro.
***
Fin capítulo 3
IV—¿Cómo está Louis? ¡Te lo juro que intenté ayudarlo, ellos querían llevárselo quien sabe para qué cosa! —habló Bastian muy alterado sin levantase del piso—Él está bien, mira, pude ponerlo en su cama. Lo siento mucho Bastian, no esperaba que tuvieras que pasar una situación así, no tan pronto—. El joven se asomó a la ventana y vio que efectivamente ya no había nadie por los alrededores. Bastian gateó hasta la cama de Louis y lo vio profundo al parecer no se había dado cuenta de lo mal que estuvo a punto de pasarla. No quiso despertarlo y se sentó de nuevo en el piso tomando con fuerza su cabeza intentando entender todo lo que estaba pasando.—Querían llevárselo —dijo apenas en un susurro.—No imaginas cuánto te agradezco que lo hubieras ayudado. Él aún no es capaz de defenderse solo. La verdad casi ninguno acá puede hacerlo.—Yo no lo creo así, uno de ellos me saltó encima y tenía los dientes muy afilados y sus dedos los erguía como garras, parecía un maldito loco…—¡¿Pero qué está
V Bastian, que se encontraba aún con la determinación de escapar, miró al extraño sin saber qué responder a lo que le dijo. Ese hombre no solo era de mirada profunda, era también de palabras que penetraban como dagas. Sintió una vergüenza enorme al no poder acomodar en su cabeza una palabra con otra para decirle. Sus profundas conversaciones de la vida, se habían limitado a qué estudiar en una Universidad, o qué casa tener cuando pudiera comprarse una. Una reflexión así, jamás había cruzado su cabeza. Sin saber qué hacer, se sentó en el piso recostándose en el tronco del árbol que tenía más cerca. El muchacho se acercó, Bastian vio sus zapatos perfectamente lustrados y era lo único que pretendía observar pues, no quería en ese momento levantar el rostro y verle directo. Tenía mil preguntas atravesadas en el pecho, además de miedo, hambre y sueño, y pensó por un segundo, que si ese extraño iba a estar en ese sitio, no todo sería malo. El muchacho se inclinó tomándolo por sorpresa y a
VI —No sé de quién me hablas, Jan. —Por favor, Bastian, anoche te vimos correr como un ratoncillo en una jaula; Dios sabe por qué luego te adentraste en el bosque, y te perdimos el rastro. Te pedí que no salieras de tu cuarto, la oscuridad acá es muy peligrosa. Fuimos algunos a buscarte para traerte de vuelta, al no hallarte regresé a tu cuarto y ya estabas ahí dormido, pero parece que fue él quien te encontró primero. —Jan suspiró con molestia—. Por favor ponte la ropa deportiva y ve a la clase de gimnasia al otro costado de la mansión. Y come algo después de la clase, sé que desde ayer no pruebas bocado, no queremos que enfermes. —Siempre hablas de «nosotros» ¿A quiénes te refieres? —Lo sabrás en su momento —respondió algo seco el chico. —¿Estás molesto conmigo? —Por alguna razón que no entendía, Bastian no soportaba que Jan estuviera así con él. Sintió en el pecho una punzada ante esa actitud. —No contigo, con él. En fin, más tarde te buscaré para entregarte un listado con tus
VIIBastian estaba en pánico. Ese tenia que ser un instituro para enfermos mentales, él había enloquecido por eso nada cuadraba en su cabeza. Escuchó de Francis las mismas palabras, las mismas preguntas a las que dio las mismas respuestas sin sentido acerca de su vida, Francis le pidió igual que pasara a la pizarra para que les mostrar su gusto por el arte. Estaba como flotando con aquella situación, todo pasaba con igual exactitud. La clase terminó, y Jan le pidió que se quedara un momento.—Pareces muy tranquilo y tolerante a la situación. Demasiado diría yo. —Bastian lo miró con los ojos muy abiertos, era increíble la precisión con la que todo se repetía. Él respondió lo mismo. Que debía adaptarse después de todo. —Lo sabía, anoche te encontraste con Fausto ¿no es así? Ese idiota.—Entonces su nombre sí es Fausto —musitó en voz baja casi imperceptible.—¿Qué dices? —Jan no entendía a qué hacía referencia. La conversación siguió igual y se fue a cambiar para su clase de gimnasia. So
VIIIBastian veía al cielo a través de la enramada en la que ahora estaba atrapado. Era una estructura muy elaborada y tenía la forma de una jaula. Ocupaba el espacio de tres metros en redonda, no obstante, era demasiado alta, tal vez para que se pensara dos veces el escapar trepándola. No se dio cuenta como fue que ese monstruo lo introdujo por ahí, así que buscaba esa rama débil que le mostrara la salida; sin embargo, parecía una tarea inútil, pues las ramas eran demasiado fuertes como para no romperlas con las manos, que ya tenía muy lastimadas. La bestia se había ido inmediatamente después de dejarlo ahí, sin haberle hecho el más mínimo rasguño, cosa que lo tranquilizó, pues en su «visión» le arrancaba la cabeza a un chico.Fue entonces cuando se sentó en las raíces pronunciadas de un árbol enorme, a reflexionar a cerca de la situación en la que estaba metido, si es que acaso existía una explicación coherente a todo aquello. Un día antes estaba en el portón de su casa rumbo a un i
IX En el internado, todo era confusión. Fausto les ordenó a todos los chicos que se encerraran en sus habitaciones, mientras se resolvía esta nueva situación con el «anormal», como solían llamar a esa bestias. Parecía que aquello no era nuevo, sin embargo, Bastian no lo sabía y tuvo que enterarse de la peor manera posible: Siendo raptado por una de esas cosas. Solo los que parecían ser los líderes estaban en un salón comedor muy exclusivo y en extremo lujoso a pesar del mucho tiempo que tenía de construido. Hablaban todos a los gritos, seguros que aquel monstruo iría al internado de nuevo y tenían que estar preparados; a ninguno, aparte de Fausto y de Francis, les importaba la suerte del recién llegado. Fausto estaba sentado a la cabeza de aquella mesa, tomándose las manos, preguntándose muy angustiado dónde demonios podía estar Bastian, mientras trataba de poner atención a lo que decían los demás. Uno de ellos, muy molesto, interrumpió de un grito los pensamientos de Fausto.
X “Oí un leve sonido a la mitad del día Era del viento que se paseaba alegre…” Una y otra vez, esa melodía tan hermosa, esa que arrullaba su corazón ante el terror, podía escucharla de la voz de un hombre, uno que no conocía, uno que estaba ahí con él, aunque no pudiera verlo. Bastian ya no sabía si de verdad escuchaba esa canción, o solo bailaba en su mente. Quería pensar que alguien estaba ahí, y que no deseaba hacerle daño. Ya había perdido la noción del tiempo que había transcurrido bajo esa enramada, a la que la bestia lo había llevado. Llevaba probablemente más de un día sin probar comida y eso había debilitado su cuerpo a más no poder, aquel sitio, minaba la voluntad de cualquiera. Sentía que estaba en el regazo tranquilo de alguien, que le acicalaba los cabellos y le susurraba esa melodía, tan suave, tan lenta como para que tocara el alma. Podía entender que se trataba de una canción de cuna y se enterneció. No le era posible abrir los ojos, estaba muy cansado, así que n
XI Lo ojos de Bastian veían cómo el cuerpo de esa bestia ardía y se hacía cenizas, dejando una estela de humo muy negro que se alzaba por encima de las copas de los árboles. Era aún de noche, la luz del fuego era intensa, y podía ver a los chicos a la perfección, no obstante, había dos de ellos que no conocía. Miró su mano izquierda, que todavía sostenía en esta aquel sucio y deteriorado pañuelo bordado, que era el tesoro de aquel que se carbonizaba. Bastian hubiera querido hacerle una tumba, pero ellos ya tenían el quemarlos como costumbre. Qué horror, haberse acostumbrado a matar de esa forma, para proteger a los que todavía no se transformaban en esas abominaciones. —Es hora de irse —dijo Francis dándole un golpecito en la espalda. Bastian se quejó ante el toque y sin darle tiempo de reaccionar a nadie, le levantó su camiseta y vio que tenía la espalda llena de moretones. No había duda que la criatura le trató con rudeza. —Seguro fue cuando me cargó en su hombro, sus manos no era