II
—Bastian, hemos llegado. Por favor, baja.
No se dio cuenta en qué momento su padre había detenido el auto pero en cuanto lo escuchó hablarle, abrió los ojos y solo pudo ver maleza por todo lado. Muy a lo lejos vio una torre de lo que suponía era del internado. Hasta ahora nada del lugar lo consideraba atractivo. El padre comenzó a bajar las valijas del chico con lo poco que pudo empacar. Un baúl pequeño donde guardaba sus dibujos y los materiales para hacerlos, era lo más pesado.
—¿Por qué nos detuvimos acá? Aún parece que falta para llegar a la entrada principal, ¿vendrán por mis cosas o algo así? —preguntó llevando las manos a su cintura, intentando ver a alguien. —Este lugar luce terrible, ¿te esforzaste por conseguirme lo peor verdad?
—Yo no puedo ir más allá. De ahora en adelante, tendrás que seguir tú solo. No parece que sea muy lejos así que no cargarás tus cosas mucho tiempo. Si te das prisa podrás llegar para el almuerzo. Bastian, recuerda, siempre que al lugar que fueres haz lo que vieres… y ser tú, es lo que hará que el tiempo en este lugar sea muy corto. Ahora por favor, toma tus valijas y entra.
El muchacho lo miró sabiendo que algo mucho más grande, profundo y peligroso encerraban esas palabras. Se le acercó y le dio un corto abrazo, luego tomó sus cosas y maldiciendo su vida empezó a arrastrarlas. No valdría de nada rogarle y suplicarle a su padre para que no lo obligara a estar en esa escuela, así que obedecería por el momento, ya después vería la forma de salir de ahí. Giró su cabeza para ver a su padre una última vez, sin embargo, tras de sí, solo había maleza que no recordaba haber atravesado y lo atribuyó a lo molesto que estaba.
Caminó algún tiempo, y por fin parecía que llegaba al patio principal donde se alzaba una hermosa fuente de piedra. Estaba exhausto y se recriminó todo el trayecto por haber empacado cosas tan pesadas, con su baúl de sueños era más que suficiente. Se detuvo suspirando muy profundo, intentando recuperar el aliento y por fin pudo ver personas que caminaban apuradas hacia lo que parecía la entrada principal de la enorme mansión que era el internado. Levantó una mano saludando alegremente y de igual manera preguntó si le podían indicar el camino a la rectoría, pero la respuesta de los muchachos lo dejó abrumado. Lo miraron con terror total y salieron corriendo al interior del lugar y todo fue peor cuando por las ventanas empezaron a asomarse más y más chicos viéndolo como si se tratara de una especie de fenómeno. Intentó disimular cuanto le fue posible lo incómodo que se encontraba y como era claro que nadie le daría razón de la oficina que buscaba, arrastró de nuevo sus maletas hacia el interior del sitio.
Mientras caminaba por los largos pasillos, desde las puertas de lo que parecían ser salones de clase, más chicos le observaban, todos ellos casi que atrincherados tras los puestos. De nuevo intentó ignorar la situación incómoda, al parecer esos muchachos no habían visto a nadie diferente en muchísimo tiempo. A Bastian le era terrible tener que percibir los susurros ante su presencia y era peor aun no saber qué era lo que decían. Quiso ir muy seguro fingiendo que sabía el camino y solo por casualidad se topó con una puerta enorme y muy hermosa con tallados de hojas que tenía un recuadro muy arriba en letras doradas que decía «Director». Se sintió muy aliviado, por fin hablaría con alguien adulto y de seguro muy gruñón, pero que le explicaría cómo funcionaba aquel lugar. Tocó durante mucho tiempo y nadie le abrió, se sentó entonces en el piso a esperar a que llegara el dueño de esa oficina.
Sin embargo, la espera parecía en vano. Los minutos se convirtieron en una hora, solo alterada por la presencia curiosa de los muchachos que le miraban con la boca abierta desde el final del pasillo sin atreverse a acercarse. Era el fenómeno de circo, o tal vez, lo eran ellos, y él la persona normal y simplona que nada tenía en particular. Los minutos siguieron corriendo hasta llegar a las dos horas de impaciencia por ese director que no daba señales de vida, no obstante, los mirones parecían no cansarse. Su estómago empezó a hacer protesta, sacó una barra de chocolate que tenía en el bolsillo y al empezar a comerla la curiosidad de los chicos aumentó. Eran muy extraños sin duda alguna.
Cuando ya iba a cumplirse la tercera hora de espera Bastian cerró sus ojos casi que derrotado. Hubiera querido largarse de ahí pero esos chicos le daban muchísimo miedo, apesar de que no parecían malas personas. Lucían como él, con ese uniforme pesado que apenas si dejaba libre el rostro. Ellos no tenían la boina, así que Bastian se la quitó en cuanto pudo. Ya tenía mucha hambre y mucho sueño como para pretender que le importaba la particular situación en la que se encontraba. Los párpados comenzaban a cerrársele, el sueño lo estaba venciendo.
—Hola, por favor, sígueme con tus cosas, te llevaré a la que será tu habitación de ahora en adelante.
Así como con su padre esa mañana, Bastian abrió los ojos cuando escuchó la voz. Frente a él había un muchacho de cabellos tan oscuros como los suyos, que observaba con una sonrisa. Sintió por fin un poco de tranquilidad y se levantó del piso casi que de un brinco. Tomó sus dos valijas, su baúl, y le sorprendió que el extraño le quisiera ayudar con su equipaje y no se negó una vez el muchacho tomó una de las maletas.
—Cuánto te agradezco que vengas a ayudarme, he esperado horas y el rector no llegó, debía entregarle unos papeles referentes a mi admisión, ¿sabes si va a tardar? —preguntó Bastian siguiendo presuroso al amable extraño. Intentaba ignorar la exagerada reacción de todos cuando le veían pasar.
—Me temo que sí —respondió el chico viéndolo con algo de tristeza—. Sin embargo, no debes preocuparte, ya haces parte de este sitio.
—¿Por qué todos parecen tal alterados con mi presencia? Me ven como si fuera una cosa rara —Bastian dio una mirada rápida a su alrededor mientras caminaba por los envejecidos pasillos y ninguno dejaba de observarlo.
—La verdad es muy extraño que alguien nuevo viniera a estas alturas. Tú eres especial y los chicos son personas tranquilas y sencillas, por favor no olvides eso. Mira es aquí—. El gentil muchacho se detuvo frente a una puerta también de madera algo alejada de donde se encontraba la oficina del director.
Bastian entró a la habitación y de inmediato notó las dos camas, Al parecer tendría un compañero de cuarto, jamás había tenido uno y no sabría cómo reaccionaría a esa situación que no era la menos extraña. Muy en el fondo de su ser pensaba que todo aquello no era más que un sueño sin sentido de esos que tenían todos. Estaba en un lugar que se caía en pedazos por muy costoso que fuera, la ausencia aparente de maestros y adultos, los chicos que le veían como si se tratara de alguien de otro planeta, y el hecho que se encontraba algo tranquilo apesar de lo terrible de la situación. En definitiva un sueño.
Escuchó algarabía y creyó que provenía de afuera, caminó hasta uno de los ventanales que tenía la habitación y se maravilló, pues solo ahí se dio cuenta de la hermosa vista que tenía, la cual daba a un lago rodeado de flores y a lo que parecía ser la entrada a un bosque. Había muchos chicos lanzando piedras al lago, felices en apariencia y eso le causó mucha curiosidad.
—¿Dime, qué hacen? —preguntó Bastian al extraño.
—Lanzan piedras al lago —Bastian lo miró con un gesto burlón a lo que el otro chico respondió con una sonrisa.
—Creo que es muy evidente, quiero saber por qué lo hacen.
—Cuando llegue tu momento, lo entenderás—. Bastian no quiso preguntar más y se devolvió a la puerta para arrastrar el resto de sus valijas hasta más adentro.
El cuarto era enorme y, empotrada a una pared que dividía los ventanales, había una biblioteca que olía a rayos. Había también un clóset de cada lado de las camas así como un escritorio, y al costado derecho junto a la puerta de la entrada estaba el baño. Bastian hacía escrutinio con mucha atención a aquel sitio, mientras era observado por el amable muchacho que lo llevó ahí. Se quitó el gabán y lo dejó sobre la cama que le fue indicada.
—Yo debo retirarme, cualquier cosa que necesites házmela saber.
—Muchas gracias por ayudarme y por no verme como un fenómeno de circo —Bastian sonrió y le extendió la mano al joven que se fue después de responder el gesto. Solo mientras pensaba en si acomodar sus cosas en el roído clóset, se dio cuenta que no había preguntado el nombre al chico que le ayudó y tampoco sabía dónde hallarlo. Se reprendió a él mismo; pero como todo era un sueño según él de seguro no necesitaría saberlo.
***
Fin capítulo 2
III Lo único lindo de esa habitación eran los ventanales. Su enormidad, la vista; todo eso le recordaba mucho a la habitación en su casa. La nostalgia le pegó en el corazón cuando los recuerdos de una niñez tranquila y aburrida le llegaron a la cabeza. Tomó su pequeño baúl y lo metió bajo la cama y en ese instante un muchacho tan joven como él, intentó entrar al cuarto pero no pasó de la puerta y se quedó observándolo. Bastian se levantó de prisa y le sonrió. —¿Eres mi compañero de habitación? —El otro muchacho no respondió ni se movió. —Mucho gusto yo soy Bastian, soy nuevo en este internado pero de seguro ya sabes eso. ¿Cuál es tu nombre? —Mi nombre es Louis, y sí soy tu compañero de cuarto. —Mucho gusto Louis. Bastian le observó un momento y no sintió nada negativo de parte de ese joven de cabello lacio, del color del trigo. Tenía la mirada sencilla, los ojos enormes y de color miel, las facciones muy finas, parecía eso sí muy delgado apesar de ese montón de ropa que llevaba e
IV—¿Cómo está Louis? ¡Te lo juro que intenté ayudarlo, ellos querían llevárselo quien sabe para qué cosa! —habló Bastian muy alterado sin levantase del piso—Él está bien, mira, pude ponerlo en su cama. Lo siento mucho Bastian, no esperaba que tuvieras que pasar una situación así, no tan pronto—. El joven se asomó a la ventana y vio que efectivamente ya no había nadie por los alrededores. Bastian gateó hasta la cama de Louis y lo vio profundo al parecer no se había dado cuenta de lo mal que estuvo a punto de pasarla. No quiso despertarlo y se sentó de nuevo en el piso tomando con fuerza su cabeza intentando entender todo lo que estaba pasando.—Querían llevárselo —dijo apenas en un susurro.—No imaginas cuánto te agradezco que lo hubieras ayudado. Él aún no es capaz de defenderse solo. La verdad casi ninguno acá puede hacerlo.—Yo no lo creo así, uno de ellos me saltó encima y tenía los dientes muy afilados y sus dedos los erguía como garras, parecía un maldito loco…—¡¿Pero qué está
V Bastian, que se encontraba aún con la determinación de escapar, miró al extraño sin saber qué responder a lo que le dijo. Ese hombre no solo era de mirada profunda, era también de palabras que penetraban como dagas. Sintió una vergüenza enorme al no poder acomodar en su cabeza una palabra con otra para decirle. Sus profundas conversaciones de la vida, se habían limitado a qué estudiar en una Universidad, o qué casa tener cuando pudiera comprarse una. Una reflexión así, jamás había cruzado su cabeza. Sin saber qué hacer, se sentó en el piso recostándose en el tronco del árbol que tenía más cerca. El muchacho se acercó, Bastian vio sus zapatos perfectamente lustrados y era lo único que pretendía observar pues, no quería en ese momento levantar el rostro y verle directo. Tenía mil preguntas atravesadas en el pecho, además de miedo, hambre y sueño, y pensó por un segundo, que si ese extraño iba a estar en ese sitio, no todo sería malo. El muchacho se inclinó tomándolo por sorpresa y a
VI —No sé de quién me hablas, Jan. —Por favor, Bastian, anoche te vimos correr como un ratoncillo en una jaula; Dios sabe por qué luego te adentraste en el bosque, y te perdimos el rastro. Te pedí que no salieras de tu cuarto, la oscuridad acá es muy peligrosa. Fuimos algunos a buscarte para traerte de vuelta, al no hallarte regresé a tu cuarto y ya estabas ahí dormido, pero parece que fue él quien te encontró primero. —Jan suspiró con molestia—. Por favor ponte la ropa deportiva y ve a la clase de gimnasia al otro costado de la mansión. Y come algo después de la clase, sé que desde ayer no pruebas bocado, no queremos que enfermes. —Siempre hablas de «nosotros» ¿A quiénes te refieres? —Lo sabrás en su momento —respondió algo seco el chico. —¿Estás molesto conmigo? —Por alguna razón que no entendía, Bastian no soportaba que Jan estuviera así con él. Sintió en el pecho una punzada ante esa actitud. —No contigo, con él. En fin, más tarde te buscaré para entregarte un listado con tus
VIIBastian estaba en pánico. Ese tenia que ser un instituro para enfermos mentales, él había enloquecido por eso nada cuadraba en su cabeza. Escuchó de Francis las mismas palabras, las mismas preguntas a las que dio las mismas respuestas sin sentido acerca de su vida, Francis le pidió igual que pasara a la pizarra para que les mostrar su gusto por el arte. Estaba como flotando con aquella situación, todo pasaba con igual exactitud. La clase terminó, y Jan le pidió que se quedara un momento.—Pareces muy tranquilo y tolerante a la situación. Demasiado diría yo. —Bastian lo miró con los ojos muy abiertos, era increíble la precisión con la que todo se repetía. Él respondió lo mismo. Que debía adaptarse después de todo. —Lo sabía, anoche te encontraste con Fausto ¿no es así? Ese idiota.—Entonces su nombre sí es Fausto —musitó en voz baja casi imperceptible.—¿Qué dices? —Jan no entendía a qué hacía referencia. La conversación siguió igual y se fue a cambiar para su clase de gimnasia. So
VIIIBastian veía al cielo a través de la enramada en la que ahora estaba atrapado. Era una estructura muy elaborada y tenía la forma de una jaula. Ocupaba el espacio de tres metros en redonda, no obstante, era demasiado alta, tal vez para que se pensara dos veces el escapar trepándola. No se dio cuenta como fue que ese monstruo lo introdujo por ahí, así que buscaba esa rama débil que le mostrara la salida; sin embargo, parecía una tarea inútil, pues las ramas eran demasiado fuertes como para no romperlas con las manos, que ya tenía muy lastimadas. La bestia se había ido inmediatamente después de dejarlo ahí, sin haberle hecho el más mínimo rasguño, cosa que lo tranquilizó, pues en su «visión» le arrancaba la cabeza a un chico.Fue entonces cuando se sentó en las raíces pronunciadas de un árbol enorme, a reflexionar a cerca de la situación en la que estaba metido, si es que acaso existía una explicación coherente a todo aquello. Un día antes estaba en el portón de su casa rumbo a un i
IX En el internado, todo era confusión. Fausto les ordenó a todos los chicos que se encerraran en sus habitaciones, mientras se resolvía esta nueva situación con el «anormal», como solían llamar a esa bestias. Parecía que aquello no era nuevo, sin embargo, Bastian no lo sabía y tuvo que enterarse de la peor manera posible: Siendo raptado por una de esas cosas. Solo los que parecían ser los líderes estaban en un salón comedor muy exclusivo y en extremo lujoso a pesar del mucho tiempo que tenía de construido. Hablaban todos a los gritos, seguros que aquel monstruo iría al internado de nuevo y tenían que estar preparados; a ninguno, aparte de Fausto y de Francis, les importaba la suerte del recién llegado. Fausto estaba sentado a la cabeza de aquella mesa, tomándose las manos, preguntándose muy angustiado dónde demonios podía estar Bastian, mientras trataba de poner atención a lo que decían los demás. Uno de ellos, muy molesto, interrumpió de un grito los pensamientos de Fausto.
X “Oí un leve sonido a la mitad del día Era del viento que se paseaba alegre…” Una y otra vez, esa melodía tan hermosa, esa que arrullaba su corazón ante el terror, podía escucharla de la voz de un hombre, uno que no conocía, uno que estaba ahí con él, aunque no pudiera verlo. Bastian ya no sabía si de verdad escuchaba esa canción, o solo bailaba en su mente. Quería pensar que alguien estaba ahí, y que no deseaba hacerle daño. Ya había perdido la noción del tiempo que había transcurrido bajo esa enramada, a la que la bestia lo había llevado. Llevaba probablemente más de un día sin probar comida y eso había debilitado su cuerpo a más no poder, aquel sitio, minaba la voluntad de cualquiera. Sentía que estaba en el regazo tranquilo de alguien, que le acicalaba los cabellos y le susurraba esa melodía, tan suave, tan lenta como para que tocara el alma. Podía entender que se trataba de una canción de cuna y se enterneció. No le era posible abrir los ojos, estaba muy cansado, así que n