Acto Final Era otra noche, como muchas tantas antes, en las que Bastian debía cumplir con su turno en la clínica. Miraba por el ventanal del área de pediatría hacia la calle vacía, esperando encontrar el rostro de aquel al que esperaba hacía ya tanto tiempo. No llovía, no hacía frío, tampoco era un cielo estrellado. Era tan común tan normal, y aun así, ese mismo techo de estrellas, había sido testigo de cosas tan extraordinarias y siniestras, que nadie jamás podría plasmar completas en un libro. Miró la hora en su reloj, pasaba la media noche. Sonrió un poco y sin dejar de ver a la calle, tres pisos abajo, fingió tomar una copa y tomar de esta. —Feliz cumpleaños treinta y dos para mí. Otro, en el que no te tengo a mi lado… —dijo mientras cerraba el puño sobre su frente. Recordarlo dolía, sentir su ausencia minuto a minuto, era el infierno que debía soportar, para que así él regresara. Metió su mano en el bolsillo de la bata blanca adornado con el bordado de un pequeño oso Teddy, y
II —Bastian, hemos llegado. Por favor, baja. No se dio cuenta en qué momento su padre había detenido el auto pero en cuanto lo escuchó hablarle, abrió los ojos y solo pudo ver maleza por todo lado. Muy a lo lejos vio una torre de lo que suponía era del internado. Hasta ahora nada del lugar lo consideraba atractivo. El padre comenzó a bajar las valijas del chico con lo poco que pudo empacar. Un baúl pequeño donde guardaba sus dibujos y los materiales para hacerlos, era lo más pesado. —¿Por qué nos detuvimos acá? Aún parece que falta para llegar a la entrada principal, ¿vendrán por mis cosas o algo así? —preguntó llevando las manos a su cintura, intentando ver a alguien. —Este lugar luce terrible, ¿te esforzaste por conseguirme lo peor verdad? —Yo no puedo ir más allá. De ahora en adelante, tendrás que seguir tú solo. No parece que sea muy lejos así que no cargarás tus cosas mucho tiempo. Si te das prisa podrás llegar para el almuerzo. Bastian, recuerda, siempre que al lugar que f
III Lo único lindo de esa habitación eran los ventanales. Su enormidad, la vista; todo eso le recordaba mucho a la habitación en su casa. La nostalgia le pegó en el corazón cuando los recuerdos de una niñez tranquila y aburrida le llegaron a la cabeza. Tomó su pequeño baúl y lo metió bajo la cama y en ese instante un muchacho tan joven como él, intentó entrar al cuarto pero no pasó de la puerta y se quedó observándolo. Bastian se levantó de prisa y le sonrió. —¿Eres mi compañero de habitación? —El otro muchacho no respondió ni se movió. —Mucho gusto yo soy Bastian, soy nuevo en este internado pero de seguro ya sabes eso. ¿Cuál es tu nombre? —Mi nombre es Louis, y sí soy tu compañero de cuarto. —Mucho gusto Louis. Bastian le observó un momento y no sintió nada negativo de parte de ese joven de cabello lacio, del color del trigo. Tenía la mirada sencilla, los ojos enormes y de color miel, las facciones muy finas, parecía eso sí muy delgado apesar de ese montón de ropa que llevaba e
IV—¿Cómo está Louis? ¡Te lo juro que intenté ayudarlo, ellos querían llevárselo quien sabe para qué cosa! —habló Bastian muy alterado sin levantase del piso—Él está bien, mira, pude ponerlo en su cama. Lo siento mucho Bastian, no esperaba que tuvieras que pasar una situación así, no tan pronto—. El joven se asomó a la ventana y vio que efectivamente ya no había nadie por los alrededores. Bastian gateó hasta la cama de Louis y lo vio profundo al parecer no se había dado cuenta de lo mal que estuvo a punto de pasarla. No quiso despertarlo y se sentó de nuevo en el piso tomando con fuerza su cabeza intentando entender todo lo que estaba pasando.—Querían llevárselo —dijo apenas en un susurro.—No imaginas cuánto te agradezco que lo hubieras ayudado. Él aún no es capaz de defenderse solo. La verdad casi ninguno acá puede hacerlo.—Yo no lo creo así, uno de ellos me saltó encima y tenía los dientes muy afilados y sus dedos los erguía como garras, parecía un maldito loco…—¡¿Pero qué está
V Bastian, que se encontraba aún con la determinación de escapar, miró al extraño sin saber qué responder a lo que le dijo. Ese hombre no solo era de mirada profunda, era también de palabras que penetraban como dagas. Sintió una vergüenza enorme al no poder acomodar en su cabeza una palabra con otra para decirle. Sus profundas conversaciones de la vida, se habían limitado a qué estudiar en una Universidad, o qué casa tener cuando pudiera comprarse una. Una reflexión así, jamás había cruzado su cabeza. Sin saber qué hacer, se sentó en el piso recostándose en el tronco del árbol que tenía más cerca. El muchacho se acercó, Bastian vio sus zapatos perfectamente lustrados y era lo único que pretendía observar pues, no quería en ese momento levantar el rostro y verle directo. Tenía mil preguntas atravesadas en el pecho, además de miedo, hambre y sueño, y pensó por un segundo, que si ese extraño iba a estar en ese sitio, no todo sería malo. El muchacho se inclinó tomándolo por sorpresa y a
VI —No sé de quién me hablas, Jan. —Por favor, Bastian, anoche te vimos correr como un ratoncillo en una jaula; Dios sabe por qué luego te adentraste en el bosque, y te perdimos el rastro. Te pedí que no salieras de tu cuarto, la oscuridad acá es muy peligrosa. Fuimos algunos a buscarte para traerte de vuelta, al no hallarte regresé a tu cuarto y ya estabas ahí dormido, pero parece que fue él quien te encontró primero. —Jan suspiró con molestia—. Por favor ponte la ropa deportiva y ve a la clase de gimnasia al otro costado de la mansión. Y come algo después de la clase, sé que desde ayer no pruebas bocado, no queremos que enfermes. —Siempre hablas de «nosotros» ¿A quiénes te refieres? —Lo sabrás en su momento —respondió algo seco el chico. —¿Estás molesto conmigo? —Por alguna razón que no entendía, Bastian no soportaba que Jan estuviera así con él. Sintió en el pecho una punzada ante esa actitud. —No contigo, con él. En fin, más tarde te buscaré para entregarte un listado con tus
VIIBastian estaba en pánico. Ese tenia que ser un instituro para enfermos mentales, él había enloquecido por eso nada cuadraba en su cabeza. Escuchó de Francis las mismas palabras, las mismas preguntas a las que dio las mismas respuestas sin sentido acerca de su vida, Francis le pidió igual que pasara a la pizarra para que les mostrar su gusto por el arte. Estaba como flotando con aquella situación, todo pasaba con igual exactitud. La clase terminó, y Jan le pidió que se quedara un momento.—Pareces muy tranquilo y tolerante a la situación. Demasiado diría yo. —Bastian lo miró con los ojos muy abiertos, era increíble la precisión con la que todo se repetía. Él respondió lo mismo. Que debía adaptarse después de todo. —Lo sabía, anoche te encontraste con Fausto ¿no es así? Ese idiota.—Entonces su nombre sí es Fausto —musitó en voz baja casi imperceptible.—¿Qué dices? —Jan no entendía a qué hacía referencia. La conversación siguió igual y se fue a cambiar para su clase de gimnasia. So
VIIIBastian veía al cielo a través de la enramada en la que ahora estaba atrapado. Era una estructura muy elaborada y tenía la forma de una jaula. Ocupaba el espacio de tres metros en redonda, no obstante, era demasiado alta, tal vez para que se pensara dos veces el escapar trepándola. No se dio cuenta como fue que ese monstruo lo introdujo por ahí, así que buscaba esa rama débil que le mostrara la salida; sin embargo, parecía una tarea inútil, pues las ramas eran demasiado fuertes como para no romperlas con las manos, que ya tenía muy lastimadas. La bestia se había ido inmediatamente después de dejarlo ahí, sin haberle hecho el más mínimo rasguño, cosa que lo tranquilizó, pues en su «visión» le arrancaba la cabeza a un chico.Fue entonces cuando se sentó en las raíces pronunciadas de un árbol enorme, a reflexionar a cerca de la situación en la que estaba metido, si es que acaso existía una explicación coherente a todo aquello. Un día antes estaba en el portón de su casa rumbo a un i