Capítulo 5

—Lucía, ¿cariño estás bien?

Las palabras de mi padre terminan por sacarme de mi shock, trato de retomar compostura antes de que se dé cuenta que la presencia de su amigo me ha afectado.

Este me mira con cautela, pero aunque trate de ocultarlo es evidente que está igual de sorprendido que yo.

Garraspea, me extiende su mano en forma de saludo y mi padre me observa serio.

—Me quiero largar de aquí.

Espeto seria ignorando su mano y pasando a su lado saliendo de la casa ignorando los llamados de mi padre.

Al salir y sentir el aire en mi rostro,  me permito finalmente respirar sin dificultad.

—¿Qué m****a es esto? —Musitó exasperada —. Esto no puede estar pasándome.

—Lucia Oliveira —Escuchó la voz de mi padre detrás de mi —. ¿Hasta cuando debo soportar tu actitud infantil?

—Papá, trabajo donde quieras, incluso en tus empresas pero no quiero estar aquí  —Uno mis manos en son de súplica —. Por favor papito.

—Lo que acabas de hacer refuerza mi decisión en que te quedes aquí —Espera serio —. Tu pasaporte lo mantiene Damian, solo te lo entregará cuando yo se lo ordené.

—Pero, papá...

—Espero puedas madurar y cambiar esa forma de ser que tienes mi pequeña Lulú —Deja un beso en mi frente —. Te amo hija.

Se sube a su camioneta y se marcha dejándome allí parada con mil sensaciones y unas enormes ganas de llorar.

—Señorita Lucrecia —Me giro encontrándome al hombre que estaba con mi padre —. Tu habitación está lista y tus maletas ya se encuentran arriba.

—¿Donde se encuentra ese hombre?

—¿Se refriere al señor Damian? —Asiento —. Se encuentra en su despacho atendiendo unos asuntos, ¿desea hablar con él?

—No. —Respondo contundente —. Mejor enséñame cuál será mi habitación.

Me hace un gesto para que lo siga, entramos a la casa y al subir las escaleras me guia hasta el fondo del pasillo donde nos detenemos en una de las últimas habitaciones.

Al abrir la puerta y hacerse a un lado me deja ver la espaciosa habitación, aunque no es idéntica a mi habitación puedo sobrevivir en esta.

—Si necesitas algo puedes pedírselo a cualquiera de los que trabajan en esta casa, me retiro.

—Aguarda —Se detiene —. ¿Cómo es tu nombre?

—José señorita, mi nombre es José.

Sostiene la punta de su sombrero, asiente con su cabeza y se marcha dejándome finalmente a solas.

Suspiro derrotada, me acercó tomando mis maletas y colocándolas sobre la cama para empezar a sacar mis pertenencias de ella.

Me levanto revisando el pequeño closet que tiene la habitación; empiezo a guindar mis pertenencias y a guardar otras en cajones.

Al terminar, sacó mi laptop junto a mi móvil colocándolos sobre el pequeño escritorio que mantiene esta habitación.

Unos toques en la puerta me interrumpen, al abrir me encuentro con una señora de estatura baja, cabello blanco trenzado y una sonrisa cálida.

—Buenas tardes niña, yo soy Rosario y soy la encargada de esta casa —Me extiende su mano y se la recibo —. El joven Damian me envió para saber si se le ofrece algo.

—Yo soy Lucia, pero mis amigos me dicen Lulú—Le sonrió —. Rosario, ¿aquí hay agua tibia en la ducha?

—De hecho si señorita. En baño cuenta con una bañera también y mantiene toallas y todo nuevo, ¿algo más que se le ofrezca?

—No, sería todo.

—La cena será servida en una hora, con permiso señorita.

Se marcha dejándome a solas, suspiro derrotada; busco algo cómodo para colocarme y voy al cuarto de baño por una ducha.

No me apetece sentarme en esa mesa a comer con quien sabe quién y verle la cara al tipo con que tuve sexo hace unas noches atrás.

Lleno la bañera y entro en ella tratando de relajarme.

"En que te has metido Lucia"

Todavía me cuesta creer que fui tan tonta de ir a perder la virginidad con un tipo el cuál ni siquiera sabía su nombre.

"M*****a estas loca"

Solo el recordar sus manos sobre mi cuerpo y el roce de sus labios hacen que mi cuerpo se erice. No puedo pensar en él, se trata de un amigo de mi padre y si él se enterara de esto es capaz de morir de un infarto.

Luego de un enorme rato y sentir toda la piel arrugada, me dispongo a salir de la bañera, enrollo mi cuerpo en una bata mientas con una toalla seco mi rostro.

Salgo del baño aún secando mi rostro y me detengo en seco al retirar la toalla de mi rostro y verlo mirando por la ventana.

Se gira y al ver su rostro siento como mi corazón late desenfrenadamente nuevamente.

—¿Qué haces aquí?

—Rosario te aviso sobre la cena, ¿por qué no bajaste al comedor?

—Porque no me apetece sentarme en una mesa a comer con quien sabe quien —Espeto enojada —. Esta puede ser mucho tu m*****a hacienda, pero eso no te da derecho a entrar a mi habitación sin antes preguntar.

—¿Por qué no le dijiste a tu padre que ya nos conocíamos?

—¿Querías que le contará que te habías follado a su hija?

—Eso hacen las "niñas" como tú .

—¿Las niñas como yo? —Asiente —. ¿Y como son las niñas como yo?

—Engreídas, mimadas, malcriadas y sobre todo tan "sinceras" como tú.

—Las niñas buenas también mienten querido y más a los hombres de la tercera edad como tú.

Camina acercándose, retrocedo chocando contra la puerta del cuarto de baño y me mira de arriba abajo.

—Si hubiera sabido que eras una niña malcriada y no una mujer madura no te hubiera follado esa noche.

"Maldito imbécil"

—A tu edad fue un privilegió follarte a una "jovencita" como yo imbécil —Escupo molesta —. Te aseguro que ese será un privilegio que no te volverás a dar.

Le paso alado yendo al closet con algo de ropa cómoda; al girarme lo veo mirarme de manera fija, me cruzo de brazos y entiende mi mensaje.

Sale rápidamente de la habitación azotando la puerta y suspiró tirándome a la cama.

—Esto va ser un maldito infierno...

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