La primera busqueda

Cuando Ester entró por la puerta de atrás nos llamó y nos condujo a un barco casi deshecho y sucio con solo un ayudante. Yo muy molesto le pregunté si eso era lo mejor que podía conseguir, ella contestó que era lo mejor con las prisa que había. La amiga de  Ester llegó un rato después, ella era blanca como la arena, y sus ojos eran como el verde de la esmeralda más pura y bella que yo hubiese visto, su nombre era Casandra.

No podía creer que una mujer tan bella se decidiese a partir sin rumbo junto con desconocidos en un barco en mal estado, pero esos son los misterios de la vida. El barco sostuvo el peso de los seis, y no se hundió como yo presentía, colocamos las velas en su lugar, que a pesar de su apariencia  paupérrima, obtenían muy buen viento. Zarpamos al atardecer y nos alejamos hacia

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