Tanya sintió que se le helaba la sangre al ver a Arien al final del pasillo, su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una excusa creíble, decidió fingir que el alcohol la había afectado más de lo esperado.— Oh, Arien —dijo, poniendo una mano en su frente y fingiendo un ligero tambaleo— me siento un poco mareada, creo que bebí esa copa de champán demasiado rápido, estaba buscando el baño.Arien la observó por un momento, enseguida entrecerró sus ojos con sospecha, luego, su expresión se suavizó, dando paso a una sonrisa que a Tanya le pareció depredadora.— Pobrecita —murmuró, acercándose lentamente— déjame ayudarte.Tanya se tensó cuando Arien se acercó, colocando una mano en su espalda baja con una familiaridad que la hizo sentir incómoda.— Gracias, pero creo que puedo...— Insisto —la interrumpió Arien, guiándola hacia la pared opuesta, justo frente a la puerta donde Tanya sabía que estaba Dina— no puedo dejar que mi nueva asistente estrella se pierda en mi casa, ¿Verdad?Tan
La mañana llegó demasiado pronto para Tanya, había pasado gran parte de la noche dando vueltas en la cama, su mente era un torbellino de preocupaciones y planes a medio formar. Cuando finalmente logró conciliar el sueño, sus sueños estuvieron plagados de imágenes de Dina atrapada y Arien acechando en las sombras.Se despertó sobresaltada con el sonido de la alarma, sintiendo como si apenas hubiera cerrado los ojos, con un suspiro cansado, se obligó a levantarse y comenzar su rutina matutina. Mientras se arreglaba frente al espejo, Tanya repasaba mentalmente su estrategia, tendría que seguir jugando el papel de la asistente eficiente y ligeramente coqueta, manteniendo a Arien interesado pero a distancia. Al mismo tiempo, necesitaba encontrar una manera de comunicarse con Dina sin levantar sospechas.— Puedes hacerlo —se dijo a sí misma, mientras observaba su reflejo— por Dina.Llegó a la oficina temprano, decidida a demostrar su eficiencia, para su sorpresa, Arien ya estaba allí, se
Tanya retrocedió instintivamente, su espalda chocando contra la pared.— Señor Santori, yo…— Shh —la silenció él, colocando un dedo sobre sus labios— No digas nada, solo déjame mostrarte cuánto te aprecio.Antes de que Tanya pudiera reaccionar, Arien se inclinó y la besó bruscamente. Ella se quedó paralizada por un momento, luchando con el shock y el asco en su interior.Sentía tal repulsión que estuvo a punto de vomitar, pero se obligó a mantener la calma. Recordó su misión, su propósito de estar allí, salvar a Dina. Con ese pensamiento en mente, se forzó a no empujar a Arien inmediatamente.Cuando él finalmente se apartó, Tanya logró esbozar una sonrisa temblorosa.— Señor Santori... Arien —dijo, su voz apenas un susurro— Esto... esto es inesperado.Arien sonrió, complacido por su aparente falta de resistencia.— Oh, Tanya —ronroneó, acariciando su mejilla con un dedo— he estado deseando esto desde que te vi por primera vez.Tanya luchó contra el impulso de apartarse de su toque, e
Tanya pasó los siguientes días planeando meticulosamente cada detalle de su plan para exponer a Arien. Sabía que necesitaba crear un escándalo lo suficientemente grande como para que la familia de Dina no permitiera que siguiera casada con él, sentada en su pequeño apartamento, repasaba una y otra vez sus opciones.— Tiene que ser algo irrefutable —murmuró para sí misma, mordisqueando distraídamente el extremo de un lápiz—algo que ni siquiera su dinero pueda encubrir.Después de mucha deliberación, decidió utilizar los contactos que las Coldwell habían cultivado a lo largo de los años. Con manos temblorosas, tomó su teléfono y comenzó a hacer llamadas.— ¿Hola? ¿Señor Rossi? —dijo cuando finalmente respondieron al otro lado de la línea— Soy Tanya Coldwell. Necesito su ayuda para un asunto... delicado, me he enterado de algo.El señor Rossi, un reconocido reportero conocido por destapar escándalos de figuras importantes, escuchó atentamente mientras Tanya le explicaba la situación, om
Arien llegó al corporativo Santori con el corazón latiendo desbocadamente en su pecho, tan pronto como entró al vestíbulo principal, notó que algo andaba mal. Los empleados, normalmente ocupados en sus tareas, se detenían para mirarlo, sus ojos estaban llenos de una mezcla de curiosidad morbosa y apenas contenida diversión.— Buenos días, señor Santori —saludó la recepcionista, sus ojos se desviaron rápidamente hacia la marca roja en su mejilla, evidencia del golpe de su padre.Arien gruñó una respuesta ininteligible y se dirigió rápidamente hacia los ascensores, mientras esperaba, escuchó risitas ahogadas y murmullos a sus espaldas, apretó los puños, luchando contra el impulso de volverse y gritar a todos que se callaran.En el ascensor, un grupo de ejecutivos junior entraron tras él, callando abruptamente su animada conversación, Arien podía sentir sus miradas clavadas en su nuca, prácticamente podía oír los engranajes de sus mentes trabajando para no reírse abiertamente de él.Cua
En la majestuosa mansión de los Damasco, Dina se encontraba sentada en el jardín, intentando procesar los eventos de los últimos días. El escándalo de Arien había estallado como una bomba, sacudiendo los cimientos de su vida aparentemente perfecta. Estaba sumida en sus pensamientos cuando una de las criadas se acercó a ella.— Señorita Dina, su padre la espera en su despacho, dice que es urgente.Dina asintió, levantándose con un suspiro, sabía que esa conversación era inevitable, pero eso no la hacía más fácil. Con pasos lentos, se dirigió al despacho de su padre.Al entrar, encontró a Dionisio Damasco de pie junto a la ventana, su postura rígida delatando la tensión que sentía. Se giró al escucharla entrar, sus ojos lucían cansados y llenos de una emoción que Dina no pudo descifrar.— Dina, hija mía —dijo, indicando que tomara asiento— tenemos que hablar sobre... la situación actual.Dina se sentó, preparándose mentalmente para lo que vendría.— Antes que nada —continuó, con voz ca
Dina salió de la mansión familiar con el corazón latiendo aceleradamente, apenas había dado unos pasos cuando su teléfono sonó, era Dante.— Dina, ¿Dónde estás? —la voz de su hermano sonaba preocupada.— Acabo de salir de casa —respondió con su voz temblando ligeramente— Dante, no puedo quedarme aquí. Papá... él quiere casarme de nuevo.Se escuchó una maldición ahogada al otro lado de la línea.— Ese viejo terco —gruñó Dante finalmente, la frustración era evidente en su voz— escucha, Dina. Donatello y yo estamos en el hangar privado. Vamos a volver a Nueva York, ven con nosotros.Dina guardó silencio por un momento, la oferta de sus hermanos era tentadora, una salida fácil de la pesadilla en la que se había convertido su vida. — No lo sé, Dante. Yo... —dijo, pero su hermano la interrumpió.— Por favor, hermanita —la voz de Dante se suavizó, cargada de una emoción que rara vez mostraba— confía en nosotros, te mantendremos a salvo.Después de un breve silencio, durante el cual pudo esc
Donatello observaba con satisfacción apenas disimulada el caos que reinaba en la oficina de Dante. Su sonrisa se ensanchó al escuchar otro objeto estrellarse contra la pared.— Parece que mi querido hermano está teniendo un mal día —comentó con falsa preocupación, volviéndose hacia Vanessa— tal vez deberíamos ir a ver si necesita ayuda.Vanessa lo miró con una mezcla de incredulidad y algo de reproche.— Donatello, no creo que sea el momento para...Sus palabras fueron interrumpidas por la llegada repentina de Alice, la prometida de Dante. La mujer miró a su alrededor con evidente confusión, sus ojos se detuvieron en la puerta cerrada de la oficina de Dante.— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó— ¿Por qué se escuchan ruidos extraños desde la oficina de Dante?Donatello se adelantó antes de que Vanessa pudiera responder.— Oh, no es nada de qué preocuparse, querida Alice —dijo con una sonrisa encantadora— Dante simplemente está... reacomodando su oficina. Ya sabes cómo es, siempre buscan